13 septiembre 2011

LO QUE EL MUNDO NECESITA: SORPRENDENTEMENTE, ES ISRAEL


Mientras el mundo fija su atención sobre ese pequeño pedazo de tierra que es Israel, nadie puede negar las increíbles tensiones que actualmente van acrecentando allí. ¿Será posible que Dios quiera usar las tensiones en Israel como faro de luz para alumbrar a nuestra generación post-moderna sobre el cumplimiento de versos bíblicos, como Génesis 28:14? - “También tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás hacia el occidente y hacia el oriente, hacia el norte y hacia el sur; y en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra.”

Lo que sucede hoy día en Israel tiene como propósito bendecir a las naciones del mundo por medio de los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Permítame describir el trasfondo, y luego discutiremos esta idea.

Aunque el cristianismo es la religión más grande del mundo, con sobre 2.1 billones de profesados practicantes, y la de más rápido crecimiento mundial, las estadísticas del cristianismo en Europa y América del Norte son deprimentes. El cristianismo en el Occidente parece estar desvaneciendo. Muchas enormes catedrales en Europa yacen vacías. El Dr. Todd M. Johnson, director del Centro para Estudios de Cristianismo Global en el Seminario Teológico Gordon-Conwell, comentó lo siguiente: “Mientras que en 1900, sobre el 80% de todos los cristianos vivían en Europa y Norte América, para 2005 esa proporción bajó a menos de 40%, y probablemente siga menguando a menos del 30% antes del año 2050.” Un artículo reciente en USA Today incluyó la siguiente cita del Papa Juan Pablo II: “Europa Occidental, la cuna del cristianismo moderno, se ha convertido en una ‘sociedad post-cristiana’ donde la clase gobernante y los líderes culturales son anti-religiosos o ‘cristofóbicos.’” Según los estimados europeos de 2005, solamente el 4.2% de los europeos se identifican como “nacidos de nuevo,” o cristianos personalmente comprometidos con su fe.

La situación en Norte América es un poco mejor, pero aún preocupante. Según una encuesta social en Canadá en el año 2001 (General Social Survey), la participación en servicios religiosos ha disminuido dramáticamente en todo el país durante los pasados 15 años. Solamente un quinta parte (20%) de los individuos mayores de 15 años asistió a un servicio religioso semanal en 2001, comparado con el 28% durante 1986. En 2001, 4 de cada 10 adultos (43%) informaron no haber asistido a servicios religiosos durante los pasados 12 meses previos a la encuesta, comparado con el 26% en 1986.

Más aún, una encuesta de identificación religiosa en Estados Unidos (American Religious Identification Survey), realizada por el Centro Graduado en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (City University of New York) publicó los datos a continuación: “La proporción de la población [estadounidense] que puede clasificarse como cristiana ha disminuido desde un 86% en 1990 a un 77% en 2001. Más precisamente, el 76.5% (159 millones) de americanos se identifican como cristianos.” Esa es una significante reducción desde 86.2% en 1990. La identificación con el cristianismo ha sufrido una pérdida de 9.7% en 11 años, a un ritmo de 0.9% cada año. Esa disminución es idéntica a la observada en Canadá entre 1981 y 2002. Es posible que los no-cristianos sobrepasen a los cristianos en Estados Unidos para el año 2042.

Aumento en “Espiritualidad”

A pesar de un decaimiento en el cristianismo, el énfasis general en la “espiritualidad” no ha declinado en el Occidente. De hecho, se argumenta que ha aumentado. Lo que pasa es que hay un incremento en religiones orientales, nueva era, cientología e islam, para nombrar algunos.

En la primera parte del maravilloso libro por el Dr. Víctor Frankl, Man’s Search for Meaning (El Hombre en Busca de Significado), el autor detalla sus observaciones y reflexiones durante cinco años de encarcelamiento en Auschwitz y otros campamentos de concentración. El Dr. Frankl concluye que la persona, para poder sobrevivir, necesita que un propósito lo proyecte más allá de su condición momentánea. El propósito no tiene que ser noble, espiritual ni altruista, pero debe proveerle algo en qué fijar su atención de modo que trascienda sus circunstancias inmediatas. Yo supongo que el crecimiento en la espiritualidad, combinado con la disminución en el cristianismo occidental, podría indicar que el Dr. Frankl está en lo correcto: la gente está buscando un significado a la vida. La disminución en el cristianismo occidental también podría indicar que la gente percibe a la Iglesia como carente de relevancia moderna. Sin embargo, África y Asia están viendo una explosión en el cristianismo. ¿El mensaje es diferente? ¿O será que las premisas fundamentales olvidadas por el Occidente aún permanecen válidas para el Oriente, de esa manera fortaleciendo el cristianismo? Esas premisas sociales olvidadas por el Occidente, y la manera de revivirlas en una sociedad post-moderna, es el tema de este estudio.

Precondiciones para la Fe

Varios autores cristianos han intentado identificar las precondiciones para la fe cristiana. Dos de los autores que más me han impactado en esa área son el Dr. Don Bierle, en su libro Surprised by Faith (Sorprendido por la Fe), y Linda Ríos Brook, en su libro Jesus for Adults (Jesús para Adultos).  Ambos tomos recalcan las primeras dos condiciones claves que deben ser reestablecidas antes de que el Occidente del siglo 21 pueda percibir el cristianismo como una respuesta eficaz para su búsqueda de significado. Como algunos de nuestros lectores son judíos, quisiera compartir otro pensamiento. Creo que esos factores podrían ser precondiciones para también adoptar el judaísmo ortodoxo. Como soy cristiano, continuaré usando el cristianismo como base para este artículo, pero agradecería cualquier comentario o reacción por parte de mis lectores judíos.

Las dos condiciones básicas que debemos poseer como individuos, según expresado en los escritos de Bierle y Brook, son: (1) la realización de que existe una fuerza superior externa a nosotros, y (2) la realización de que existe un mal en nosotros que debemos procurar cambiar.

Miremos primero cada una de las anteriores, y luego exploraremos la tercera precondición con mayor detalle. Primero, veamos la premisa de que existe una fuerza superior externa a nosotros. A través de la historia, todas las religiones y filosofías asumían que existe una fuerza más allá del ámbito físico, típicamente definida como Dios o varios dioses. Eso incluye a los antiguos habitantes de Mesopotamia, la antigua Grecia, los nórdicos, los aztecas, los mayas y los de las islas del Pacífico. Los antiguos sistemas religiosos enseñaban que el mundo fue creado por Dios o los dioses. Platón, Aristóteles y otros antiguos filósofos todos asumían que había un dios o una fuerza superior externa a ellos, y toda discusión espiritual dentro de cada sociedad se basaba en esa premisa.

Sin embargo, en 1859, dicho fundamento comenzó a disolverse en el Occidente. En ese año, Charles Darwin publicó Sobre el Origen de las Especies y, por primera vez, los científicos comenzaron a enseñar que no existe un creador ni una fuerza necesaria externa a nosotros. Como sucede con la mayoría de los conceptos innovadores, tomó muchos años para que la idea de evolución sin creación alcanzara aceptación pública. En 1925, la corte de Tennessee, Estados Unidos permitió que se enseñara la teoría de la evolución en la escuela pública cuando se ganó el famoso caso de Scopes. Ya para la década de 1950, la evolución se enseñaba en todas partes. Actualmente, la vasta mayoría de la sociedad occidental asume que la evolución sin creación es un hecho científico, incluyendo muchos en la Iglesia. Irónicamente, la ciencia ha comenzado a “descubrir” que no puede haber evolución sin algún tipo de creación. En los círculos científicos, eso se conoce como “diseño inteligente,” y muchos científicos seculares y religiosos están ahora defendiendo esa perspectiva. Sin embargo, Dios, en Su infinita sabiduría, nos ha dado una herramienta con la cual debatir ese tema en la sociedad post-moderna. Esa herramienta es la Biblia, y la tesis del debate comienza con el libro de Génesis.

La segunda precondición para la fe es aceptar que existe un mal en nosotros que debemos procurar cambiar. Nuevamente, todas las religiones antiguas, incluyendo las más paganas, asumían que había algo inherentemente malo en la condición humana, y que un acercamiento a los dioses podría proveer la oportunidad para mejorarla. A menudo, la lucha diaria que se produce al intentar satisfacer nuestras necesidades básicas de alimento, albergue y seguridad provee irrefutable evidencia de que tenemos un problema interno, pero la respuesta está fuera de nuestros propios recursos limitados. Casi por definición, los ancestros consideraban que la religión era la solución a esos problemas. Reconocían que el problema no era puramente físico, sino que alcanzaba el centro mismo del hombre. Los individuos y los grupos eran incapaces de manejar su conducta para portarse de manera generalmente reconocida como “buena.” Aún cuando se sentían satisfechos con su conducta, reconocían que no estaban exentos de ser afectados por los actos “malvados” de otros.

Por lo tanto, el hombre se esforzaba por lograr que el Divino Creador interviniese en su vida y circunstancias para solucionar problemas que no podía solucionar por cuenta propia. Según el judaísmo y el cristianismo, esos problemas son a consecuencia del pecado. Al mismo tiempo en que Darwin comenzó a borrar el concepto del Creador Supremo, la filosofía hizo lo mismo con el concepto del pecado. En 1872, Friedrich Nietzsche, hijo de un pastor luterano, publicó su primer libro The Birth of Tragedy (El Nacimiento de la Tragedia). Allí, Nietzsche introdujo la idea de que el hombre es responsable por sí mismo, y que no existe un Dios en lo absoluto. La frase que repitieron sus seguidores es: “Dios está muerto,” y el movimiento llegó a conocerse como existencialismo. Al igual que el concepto de la evolución, el existencialismo comenzó a tener aceptación pública durante la década de 1950 luego de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, junto con las enseñanzas de los filósofos franceses Jean-Paul Sartre y Albert Camus.

Dichos cambios al paradigma filosófico de la humanidad, combinado con la prosperidad luego de la guerra, han consolidado la creencia de que el hombre es básicamente bueno. Las fuerzas que moldean la cultura, como los libros, la música y las películas, nos han hecho perder el sentido básico de que debemos cambiar nuestra conducta. Por otro lado, las sociedades occidentales han alcanzado tanta comodidad y prosperidad que han adoptado la idea de que si algo se siente bien, está bien hacerlo. A nadie le interesa hablar acerca de un Creador que puede cambiar a uno si se siente bien sobre sí mismo y no quiere cambiar. Las personas han sido engañadas a pensar que tienen el derecho de hacer lo que les plazca, y carecen de medidas morales externas. Sin embargo, la Biblia es la mejor medida normativa para hacer ese contraste. La gran mayoría del texto antiguo testamentario, o Tanaj, está repleto de historias sobre personas quienes siguieron la voluntad de su propio corazón, en contraste con la voluntad de Dios, su Creador.

Finalmente, yo propongo una tercera premisa como precondición para la fe cristiana. Primero, tengo que reconocer que existe un Creador, o Ser más inteligente y poderoso externo a mí. En segundo lugar, tengo que admitir que hay algo inherentemente malo conmigo que requiere cambio. En tercer lugar, necesito creer que esa fuerza creadora puede intervenir, y ciertamente intervendrá, en mi vida y la de los demás para lograr ese cambio. En el pasado, cuando la cultura occidental era mayormente cristiana, abundaban múltiples ejemplos de la intervención de Dios en nuestros familiares y conocidos. El dudar que Dios interviniese en beneficio de Su pueblo era lo menos común, contrario a la costumbre actual. Como la norma actual es que cualquier verdad es tan válida como la mía, sólo podemos hacer comparación de las experiencias y creencias individuales.

Israel, un Poderoso Ejemplo

Por las anteriores razones, opino que el Señor nos ha dado a Israel como ejemplo histórico de Su intervención, aún aplicable a esta moderna generación. Y más importante aún, los periódicos todavía evidencian el cumplimiento de Sus promesas bíblicas. Las acciones de Dios en el moderno Israel evidencian que Dios puede intervenir, y ciertamente intervendrá, para hacer cumplir Sus promesas. Cuando comprendemos y enseñamos sobre el cumplimiento moderno de la profecía bíblica, podemos penetrar las barreras de la evolución, el existencialismo y el ateísmo. Podemos declarar: “Dios está vivo, y hace cosas poderosas hoy día. Si lo puede hacer con Israel, ¡lo puede hacer también conmigo!”

Ahora, veamos algunos pasajes bíblicos que podemos utilizar para hablar acerca de la intervención de Dios en la historia moderna de Israel. “Y he aquí, el SEÑOR estaba sobre ella [la escalera que llegaba al cielo], y dijo: Yo soy el SEÑOR, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. También tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás hacia el occidente y hacia el oriente, hacia el norte y hacia el sur; y en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido” (Gén. 28:13-15).

En esos versos, Dios repite a Jacob la promesa que hizo anteriormente a Abraham e Isaac (Génesis 15 y 26), de que daría la tierra de Canaán a sus descendientes. Esos descendientes son el pueblo judío. Nunca antes en la historia, un pueblo exiliado ha regresado luego de 2,000 años de dispersión. Pero eso es precisamente lo que es el moderno Israel.

En Isaías leemos: “Entonces acontecerá en aquel día que el Señor ha de recobrar de nuevo con su mano, por segunda vez, al remanente de su pueblo que haya quedado de Asiria, de Egipto, de Patros, de Cus, de Elam, de Sinar, de Hamat y de las islas del mar. Alzará un estandarte ante las naciones, reunirá a los desterrados de Israel, y juntará a los dispersos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Is. 11:11-12). Eso se evidencia a medida que el remanente de Su pueblo regresa literalmente desde los cuatro confines de la tierra.

En Jeremías leemos: “He aquí, vienen días--declara el SEÑOR-- en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos--declara el SEÑOR; porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el SEÑOR--. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: "Conoce al SEÑOR", porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande--declara el SEÑOR-- pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado. Así dice el SEÑOR, el que da el sol para luz del día, y las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, el que agita el mar para que bramen sus olas; el SEÑOR de los ejércitos es su nombre: Si se apartan estas leyes de mi presencia--declara el SEÑOR-- también la descendencia de Israel dejará de ser nación en mi presencia para siempre. Así dice el SEÑOR: Si los cielos arriba pueden medirse, y explorarse abajo los cimientos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron--declara el SEÑOR” (Jer. 31:31-37).

En ese verso, leemos sobre las inquebrantables promesas que Dios hizo a Israel, y en los titulares de los periódicos vemos el inicio de ese cumplimiento. Cada día, podemos comparar las noticias con la Biblia. Tristemente, no toda la profecía se refiere a eventos muy felices. Ezequiel escribió:

“Y vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: Hijo de hombre, pon tu rostro hacia Gog, de la tierra de Magog, príncipe de Ros, Mesec y Tubal, y profetiza contra él, y di: Así dice el Señor DIOS: 'He aquí estoy contra ti, oh Gog, príncipe de Ros, Mesec y Tubal. 'Te haré dar vuelta, pondré garfios en tus quijadas y te sacaré con todo tu ejército, caballos y jinetes, todos ellos bien equipados; una gran compañía con pavés y escudo, todos ellos empuñando espada; Persia, Etiopía y Fut [Libia] con ellos, todos con escudo y yelmo; Gomer con todas sus tropas, Bet-togarmá, de las partes remotas del norte, con todas sus tropas; muchos pueblos están contigo’” (Ezeq. 38:1-6).

Esos, y los próximos versos en Ezequiel 38, hablan acerca de una gran guerra que se desarrollará en el Medio Oriente entre Israel y una alianza de naciones, como partes de la anterior Unión Soviética (Magog y Mesec) e Irán (la antigua Persia). En los diarios, leemos acerca de alianzas que se van formando entre Rusia, Belarus e Irán. ¿Podría esa unión ser precursora de la alianza que luchará en la Guerra de Gog y Magog? Como mínimo, ahora es el momento para alcanzar a nuestros familiares y amigos con la relevancia de la Biblia en los momentos actuales.

No obstante, podemos mirar hacia el futuro con seguridad y esperanza. Los cristianos podemos aprender mucho acerca de los 39 libros de las Escrituras que compartimos con los judíos. Miro con esperanza el cumplimiento de Zacarías 8:20-23: “Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Y será que aun vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades; y los habitantes de una irán a otra, diciendo: 'Vamos sin demora a implorar el favor del SEÑOR, y a buscar al SEÑOR de los ejércitos. Yo también iré.' Y vendrán muchos pueblos y naciones poderosas a buscar al SEÑOR de los ejércitos en Jerusalén y a implorar el favor del SEÑOR. Así dice el SEÑOR de los ejércitos: En aquellos días diez hombres de todas las lenguas de las naciones asirán el vestido de un judío, diciendo: 'Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros'" (Zac. 8:20-23).

Quizás estamos viendo un pequeño anticipo de esa profecía, a medida que miles de cristianos viajan cada año a Jerusalén y regresan a su tierra con una mayor comprensión de la Biblia, del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y de la familia natural de Yeshúa (Jesús) de Nazaret, a quienes los cristianos llamamos Señor y Salvador.

Por Jim Solberg,

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