Cuando Dios tenía que comunicar algo a Su pueblo Israel, a menudo
usaba medidas extremas para asegurar que le escucharan y que le
comprendieran. Desde el estrepitoso relámpago al ensordecedor trueno,
desde el poderoso rugido del viento al susurro de una apacible voz,
usaba todo lo que fuese necesario para comunicarse. En Su Palabra, Dios
usa vivas imágenes para que podamos comprender, a nivel práctico, todas
Sus instrucciones y los conceptos que intenta impartirnos.
Esas ilustraciones son de gran valor para el verdadero estudiante de la Biblia, pero a menudo son malinterpretadas, o no comprendidas en lo absoluto. Muchas provienen de la flora o la
fauna del antiguo Israel, y cada una ha sido seleccionada por el Señor
por sus cualidades singulares y su capacidad de comunicar un concepto
específico. Sin embargo, si una imagen verbal ha de cumplir su
propósito, debemos asegurar que comprendemos su apropiado contexto
histórico y cultural.
El Olivo
Dios repetidamente usó la flora del antiguo Medio Oriente para relatar Su historia. La
Biblia está repleta de imágenes sobre plantas fuertes y productivas,
además de plantas secas y moribundas por falta de agua o por carecer un
buen sistema de raíces. Dios a menudo expresa Su amor hacia Su pueblo
por medio de rebaños que pastan sobre verdes colinas, expresa Su
bendición en términos de frutas y granos, y expresa Su protección a
través de los fuertes cedros del Líbano.
Sobre 100 especies de plantas son mencionadas en las Escrituras, y entre ellos quizás el más amado, sagrado y reconocido es el olivo. Es mencionado sobre 30 veces a través de la Biblia, y aparece por primera vez en Génesis 8:11 como la primera planta en brotar hojas luego del gran diluvio. Es quizás la planta más común usada como ilustración en ambos Antiguo y Nuevo Testamento, y la más utilizada para representar a Israel en la narrativa Bíblica.
La pregunta lógica sería, ¿y por qué? ¿Por qué el
Señor usó repetidamente este árbol, incluyendo su fruto y su aceite,
como herramienta educativa con Su pueblo? Es un bello árbol que crecía
abundantemente en el antiguo Israel, y todavía se ve por las laderas de los montes en la Tierra hoy día. El profeta Oseas usa la analogía del olivo cuando describe la gran belleza de Israel al ser favorecida por el Señor (14:6).
Pero
el olivo tiene otras características aparte de su belleza física para
que aptamente ilustre al pueblo escogido de Dios. Aunque sólo alcanza un
máximo de 5 metros (16 pies de alto), es asombrosamente resistente.
Crece en todas las latitudes semi-tropicales hasta áridas en ambos hemisferios, e incluso en las
regiones más frescas desde Sudáfrica hasta Rusia. Nunca muda sus hojas y
siempre mantiene su típico follaje verde-grisáceo durante todas las
estaciones del año. Aunque podría tardar varios años en que un olivo
comience a producir fruto, una vez que llega a hacerlo, continúa dando
fruto cada año. Y es virtualmente indestructible.
El olivo también es conocido por su amplio sistema de raíces, extendiéndose varios metros en derredor del árbol para absorber la escasa humedad de la tierra seca en que normalmente se encuentra. Sólo requiere una mínima cantidad de raíz
para que produzca vástagos, así que el olivo puede sobrevivir intentos
extremos por destruirlos. Aunque se corten, se quemen o se desarraiguen,
pocas veces se les puede vencer, y el olivo es tan tenaz que sus
renuevos pueden crecer en la tierra más rocosa, y aún
sobreviven. Finalmente, un olivo puede vivir miles de años, y sólo dos
otras especies tienen mayor duración que éste.
Versatilidad del Olivo
El fruto del olivo suplía muchas de las necesidades vitales en el antiguo Israel, tanto a los pobres como a los ricos. Su aceite se usaba para cocinar, alumbrar las lámparas, elaborar cosméticos y medicina, y ungir a los profetas y reyes, según Deuteronomio 7:13. La
aceituna podía ser preservada en vinagre para usarse todo el año. Su
fuerte y colorida madera era usada para hacer muebles, paneles y
esculturas. Era uno de los tres productos esenciales de la Tierra Prometida.
En Deuteronomio 6:11, el Señor dice a los israelitas que cuando entrasen a la Tierra Prometida, recibirían el fruto de muchas cosas que no habían sembrado ni labrado, incluyendo las viñas y los olivos. Deuteronomio 8:8 describe la
Tierra Prometida como “una tierra de aceite de oliva y miel.”
Obviamente, el cultivo de oliva ya había sido establecido por los
cananeos durante el tiempo del éxodo, y la continuada producción del aceite de oliva y otros productos sería de gran importancia económica para la nación de Israel.
Durante la construcción del Templo, el rey Salomón
envió al Rey Hiram de Tiro sobre 400,000 litros de aceite de oliva, un
enorme regalo reflejando la gran cantidad de aceite que
producía Israel durante ese tiempo. ¡Algunos especialistas estiman que
se requería sobre 200,000 árboles de olivo en un huerto de cómo 5,000
acres para producir dicha cantidad de aceite! También se sabe que el
aceite de oliva era el único producto exportado durante el período del
Segundo Templo, aunque era igualmente importante para consumo interno.
El aceite de oliva era parte esencial de la dieta de cada Judío, además del vino y el grano, y es mencionado literalmente docenas de veces en las Escrituras.
Pero no sólo era importante como comestible. Uno de los hallazgos más comunes en las excavaciones arqueológicas en Israel es la lámpara de aceite. Algunas eran simples tazas redondas, mientras que otras eran más estilizadas con una boquilla para poner la mecha. De cualquier forma, dependían del aceite de oliva para combustible, y cada hogar en Israel las usaba para su alumbrado nocturno. Las calles eran alumbradas con antorchas, que consistían de paños empapados en aceite de oliva.
En otras palabras, el olivo era muy conocido y críticamente
importante para cada persona del pueblo escogido de Dios en el antiguo
Israel. Cuando Dios usaba analogías del olivo, ellos entendían
inmediatamente lo que les quería decir. Cuando quería ilustrar que la
nación de Israel sería fuerte y bello; que Su pacto con ellos los
sostendría y los haría crecer dondequiera que fueran plantados; que a
pesar de que sus enemigos vinieran contra ellos, serían prácticamente
indestructibles; que producirían fruto y cumplirían el mandato de Dios
de ser luz a las naciones; que vivirían más tiempo que sus enemigos…el olivo era su ejemplo viviente.
Pacto con Dios
La primera vez en la Biblia que Dios hace un pacto es en Génesis 9, cuando promete que nunca volverá a destruir la tierra con agua. Usa la
palabra Hebrea olam para describirlo, una palabra que simplemente
significa “sin fin.” Dicho pacto sería eterno. En Génesis 15, Dios hace
un pacto con Su amigo Abraham, y cuando lo elabora en Génesis 17, usa la
misma palabra. Sobre 20 veces en Génesis, Dios reitera los términos de
ese pacto, aclarando que no sólo es para siempre, sino que también es
incondicional. Su mensaje a Abraham y su descendencia es claro: Yo les
doy esta tierra como posesión eterna, y seré su Dios y ustedes serán Mi
pueblo.
Es triste que muchas personas hoy día no saben lo que es un pacto. A
medida que viajo por el mundo en representación de Puentes para la Paz, a menudo pregunto a los cristianos, “¿qué significa un pacto?” La respuesta que más comúnmente recibo es “una promesa.” Esa es una buena respuesta, pero es incompleta. Si la intención de Dios es que Su pacto sea eterno, entonces significa más que una mera promesa.
La segunda respuesta más común que recibo es que es un “tratado.” Nuevamente, esa respuesta es incompleta, y por la misma razón. La historia de la
humanidad está repleta de pactos rotos. Ciertamente, para Dios, un
pacto es más que eso. Otra respuesta que escucho es que es un
“contrato.” Este término contiene las inferencias legales de un pacto, pero la
respuesta todavía está incompleta. Un contrato puede hacerse entre
personas extrañas dentro de un tiempo específico. Un contrato es, por
naturaleza, algo auto-limitante. Quedará cumplido o incumplido, pero
finalmente perderá toda vigencia. Yo creo que la mejor respuesta es una “relación.” Cuando Dios habla sobre Su pacto con Su pueblo, se refiere a un encuentro en unidad, una unión que no puede ser quebrantada.
Se cuenta la historia de un predicador que quiso ilustrar la verdadera idea de un pacto a una congregación. Se paró frente a ellos un domingo por la mañana sosteniendo dos pequeñas cajas en las manos. Tomó la primera caja y la sacudió en dirección de la gente. Estaba llena de polvo suelto, y todos en las primeras dos filas recibieron una fina capa de polvo. “Eso es un contrato,” dijo el predicador. Pero la segunda caja contenía polvo comprimido, y sin importar cuán fuertemente sacudía la caja hacia la
congregación, ni un solo granito de polvo se soltó. “Eso, mis amigos,
es un pacto. El polvo está tan fuertemente comprimido, tan
inextricablemente pegado, que no importa cuán fuerte lo sacudas, esa
unidad no se puede romper,” dijo el predicador.
Dios le dijo a Abraham en Génesis 17:8 que Él sería su Dios, y que le
daría a él y a su descendencia toda esa Tierra como posesión eterna.
Fue un pacto en relación eterna de amor. Y era incondicional. Génesis 15
describe una práctica común que realizaban en el Medio Oriente de
“cortar un pacto.” Requería que ambas partes entrando en el pacto
caminaran entre dos filas de animales sacrificados. Pero Dios
deliberadamente hizo que Abraham se durmiera y sólo Dios pasó entre los
animales. ¡Qué mensaje tan profundo le debió dar eso a Abraham!
Claramente, Dios tomaba toda responsabilidad por el cumplimiento de
dicho pacto.
De allí en adelante, la reputación de Dios estaría en la balanza. ¿Dios guardaría… o podría guardar…Su promesa que vinculaba los descendientes de Abraham a la Tierra de Israel? En Ezequiel 36, Dios dice que todo el tiempo que el pueblo judío se encontrase fuera de la
Tierra, Su nombre estaría puesto en vergüenza, no por su conducta sino
porque el pacto de Dios no se vería cumplido. Dios promete hacerlos
volver a la Tierra por amor a Su propio Nombre (v.22). En la actualidad, vemos que ese pacto se cumple a medida que el pueblo judío regresa a la Tierra desde los cuatro extremos de la tierra.
Ese pacto incluye la Tierra en que el olivo de
Israel crecería y se fortalecería. El pacto de relación con Su pueblo
también asegura que, pese a su dispersión, siempre sería como la
niña de Su ojo y Su tesoro personal. Los amaría, según dice en Jeremías
31, con amor eterno. Su olivo volvería a florecer y dar fruto.
Verdaderamente, es indestructible.
Injertados
Según el diccionario, el injerto es un método de propagación común en la agricultura y horticultura donde el tejido interno de una planta se estimula para unirse al de otra. La
práctica tiene miles de años. Era un proceso común en el antiguo Medio
Oriente, mencionado en algunos versos Bíblicos, para fortalecer la cosecha y mejorar la producción.
En la manera más sencilla, se corta un pedazo de una planta que contiene los genes a ser replicados (el esqueje) y se inserta en la
rama de un árbol receptor (el porta-injerto). Los tejidos internos del
esqueje y el receptor hacen contacto entre sí, y se mantienen unidos
para que el injerto sea exitoso. Ambos deben permanecer vivos y
saludables durante el proceso hasta que se logre la fusión. Se debe lograr una conexión vascular para que la savia corra libremente entre sí, a pesar de que el tejido de la madera probablemente no se una. Por esa razón, el área del injerto debe ser protegida con una envoltura, a veces durante toda la vida del árbol, para que la nueva rama no se quiebre.
En el caso del agricultor Israelita en tiempos antiguos, su huerto de
olivos podría ser fortalecido al injertar esquejes de un árbol
cultivado a árboles receptores silvestres. A menudo, un esqueje de fruto
superior era injertado a un receptor con una fuerte raíz.
Eso usualmente resultaba en una planta resistente y de abundante fruto.
Sin embargo, a veces una planta de raíces fuertes y saludables podría
ser injertada a un sistema débil que no era resistente a enfermedades.
El resultado de los injertos producía grandes beneficios. No tan sólo
producía plantas que eran más resistentes, sino que producía más
numeroso y mejor fruto. Una de las otras ventajas es que se puede adelantar el tiempo de una planta y hacerla “precoz.” La planta podría ser fructífera sin necesidad de que atraviese toda la fase de desarrollo juvenil hasta llegar a la etapa productiva. La
mayoría de los árboles adultos tienen que esperar entre cinco y nueve
años para ser productivos, pero algunos árboles frutales tropicales, y
unas especies de olivos, requieren hasta 15 años. Al injertar esquejes
maduros en un árbol receptor normal podría acortar ese tiempo de espera
incluso a dos años. Eso sería enormemente beneficioso para el agricultor
de tiempos antiguos, cuya vida dependía de su producción de olivos.
Participantes de la Raíz
Para los Cristianos, Romanos 9-11 son unos de los más importantes capítulos en las Escrituras. Aquí, el apóstol Pablo claramente describe el escenario de Dios respecto a la relación entre Israel y la Iglesia. Aquí vemos que el pacto de Dios con Israel es realmente eterno. Romanos 9 nos dice que la adopción como hijos de Dios, los pactos, la
ley, el servicio a Dios y Sus promesas aún son del pueblo Judío. Pablo
da una clara respuesta a los que opinan que Dios ha terminado con el
pueblo Judío: “Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a Su pueblo? ¡De ningún modo!…” (Romanos 11:1). “Digo entonces: ¿Acaso tropezaron para caer? ¡De ningún modo!…” (v. 11).
Romanos 11:29 nos dice que los dones y el llamamiento de Dios son
irrevocables. Por Su propia naturaleza, Él es un Dios fiel y constante.
Su Palabra es totalmente digna de confianza, y cuando dice que ha
entrado en un pacto eterno con un pueblo escogido, Él quiere decir
exactamente eso.
En estos capítulos, Dios nuevamente usa el olivo como ilustración
para que comprendamos lo que Pablo describe como el “misterio” de esta
relación. Romanos 11:17 es un gran ejemplo: “Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo…”
Ese es uno de los versos más profundos en todo este texto, a medida que
el Señor, a través del apóstol Pablo, pinta unas preciosas imágenes
agrícolas. Y el mensaje para nosotros hoy día es asombroso.
Primero
que nada, Pablo dice que nosotros, como cristianos, somos los olivos
silvestres, dando fruto de poca importancia y con un sistema de raíces
débil e irresistente a las infecciones. Contrario a lo
que hemos aprendido sobre el injerto, Pablo dice que el esqueje procede
de un árbol silvestre, y no al contrario. Nos dice que algunas, pero no
todas, de las ramas naturales han sido removidas para
dejar lugar a los esquejes del árbol silvestre. Hemos sido injertados
entre ellas, no tomando su lugar en el árbol, no acaparándonos y echando
fuera al resto de las ramas, sino participando juntos de la misma savia.
Eso significa que el tejido interior debe estar unido y permanecer
unido para que el injerto sea exitoso. Actualmente vivimos días de
restauración, y mientras edificamos unas nuevas relaciones entre Cristianos y Judíos, debemos estar dispuestos a que nuestro tejido
interior sea expuesto. Debemos mirar nuestra historia con el pueblo Judío de manera honesta, y admitir la verdad. Debemos
estar dispuestos a ser abiertos, transparentes y honestos en nuestros
esfuerzos por construir relaciones, asegurando que se haga en todo
respeto. También debemos vernos como el pueblo judío nos ve, luego de
casi 2,000 años de antisemitismo cristiano.
Recuerde, tanto el esqueje como la planta portadora deben permanecer vivos y saludables a través del proceso del injerto. Por casi 2,000 años, la Iglesia ha ignorado las
advertencias y ha intentado promover su propia vida a expensas del
pueblo Judío. Hoy día, debemos dedicarnos a apoyar al pueblo judío,
llevándoles vida y ánimo siempre que sea posible.
A medida que se fortalezca la relación entre
cristianos y judíos, y el injerto comience a funcionar, vemos un
intercambio de ideas, una disposición por comunicarnos, y un flujo en la
savia. Los cristianos aprenden acerca de su historia y su conexión con
su herencia antigua, y los judíos descubren que muchos cristianos pueden
ser amigos y no sólo enemigos, según habían visto en el pasado.
Aprendemos juntos sobre las cosas que compartimos en común.
Pero debemos recordar que el injerto debe ser protegido.
Estructuralmente, todavía es muy frágil, y lo debemos trabajar en
oración y sensitividad, recordando que Pablo advirtió que las ramas injertadas pueden ser nuevamente desgajadas si caemos en la arrogancia, alardeando contra las ramas naturales. “Dirás entonces: ‘Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.’ Muy cierto…No seas altanero, sino teme; porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará” (Romanos 11:19-21). Debemos temer lo que nos pudiera suceder si olvidamos que la raíz es la que nos sostiene (v. 18). La
palabra Griega para “temor” es fobeo, y significa estar alarmado, en
ansiedad o pánico, de modo que salgamos corriendo. En otras palabras,
éste es un asunto muy serio.
Romanos 11:33-34 proclama: “¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero?”
¿Podremos comenzar a comprender la bondad del Señor
que nos ha injertado, nosotros que éramos olivo silvestre, a Su olivo
natural, que es Israel, permitiendo que seamos participantes de la raíz y la nutrición de ese árbol? ¿Podremos comprender la bondad de Dios cuando abrió para nosotros, los gentiles, el medio para que lleguemos al lado de Su pueblo y fuésemos parte de lo que ya estaba haciendo en ellos? ¿Podremos percibir la bondad de Dios que sólo desea tener misericordia de todos nosotros? ¿Y qué más podremos decir en respuesta, sino gracias?