04 agosto 2018

La Aprobación del SEÑOR

Hombres y mujeres de fe siempre han añorado la aprobación de Dios. Intentamos obtener Su aprobación por medio de acciones justas, expresiones de piedad y una vida religiosa. Construimos hermosos edificios en Su honor. Nuestros líderes espirituales hablan elocuentes mensajes mientras nos enseñan el camino hacia Dios. Muchos tratan de ser perfectos. Otros reconocen su incapacidad de alcanzar la perfección, y se rinden ante la posibilidad de complacer a Dios. Pero, ¿qué es lo que tenemos que hacer para complacer a Dios? ¿Cuáles son las cualidades que le agradan? Escuchemos lo que dijo el profeta Isaías sobre cómo obtener la aprobación de Dios.

“Así dice el SEÑOR: ‘El cielo es Mi trono y la tierra el estrado de Mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que podrían edificarme? ¿Dónde está el lugar de Mi reposo? Todo esto lo hizo Mi mano, y así todas estas cosas llegaron a ser,’ declara el SEÑOR. ‘Pero a éste miraré: Al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra’” (Isaías 66:1-2).

 

Dios es Asombroso

¡Qué cuadro imponente de Dios! ¿Podemos aun comenzar a imaginarnos la infinita magnitud de Dios? La tierra, única realidad de nuestro espacio inmediato (excepto por algunos astronautas privilegiados), se describe como banqueta o taburete para los pies de Dios, traducido a nuestras Biblias como “estrado.” Cuán pequeños nos vemos ante Sus ojos. Sobre siete billones de personas viven en Su banqueta. Los seres humanos somos como microscópicos para Dios.

En ese pasaje anterior, Dios habla sobre la ironía de los esfuerzos humanos en construir una casa para Él. La humanidad, con una arrogancia injustificada, repetidamente ha intentado contener a Dios y ponerlo en templos, incluso ha creído que lo puede controlar o manipular a su antojo. Constantemente tratamos de redefinirlo, de ponerlo “en una caja,” según nuestras propias ideas, propuestas teológicas y deseos egoístas. Pensamos que lo comprendemos, pero Él dice en Su Palabra: Porque Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni sus caminos son Mis caminos,’ declara el SEÑOR. ‘Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos’” (Isa. 55:8-9).

Cuán asombroso es que ese mismo Dios, el infinito Creador del universo, ame a la humanidad y desee tener una relación con nosotros. El pasaje de Isaías 66 dice que hay tres cosas que Dios busca en una persona: que sea humilde, que sea contrito de espíritu y que tiemble ante Su Palabra.

 

El Humilde



La humildad es una de esas características por la cual raramente oramos. ¿Cuán a menudo usted ora: “Señor, hazme humilde?” Quizás es porque tenemos miedo de cómo Dios contestaría esa oración. Reconocemos que los eventos que nos harán humildes serán difíciles o hasta dolorosos. Quizás es porque ya estamos tan llenos de orgullo, tan llenos de nosotros mismos, que ni siquiera queremos esa característica en nuestras vidas. Sin embargo, Dios valora enormemente la humildad. La humildad no es opcional para Dios. Pero para poder recibir Su aprobación, debemos ser humildes.

Por lo tanto, ¿qué es la humildad? Ha sido definida como la actitud apropiada de toda creatura humana hacia Su Divino Creador. La Biblia señala la humildad de Moisés como algo digno de emular (Números 12:3). Muchos otros héroes bíblicos también exhibieron esa cualidad en sus vidas. Cuando Abraham valientemente intercedió por Sodoma, rápidamente declaró su bajeza: “Ahora que me he atrevido a hablar al Señor, yo que soy polvo y ceniza…” (Génesis 18:27).

Jacob, en su oración para que Dios lo libre de su hermano Esaú, expresó humildad: “Indigno soy de toda misericordia y de toda la fidelidad que has mostrado a Tu siervo” (Génesis 32:10). David estuvo dispuesto a perder su dignidad mientras alababa a Dios con toda su energía ante el arca de Dios. “Y aún seré menos estimado que esto, y seré humillado ante mis propios ojos…” (2 Samuel 6:22). El profeta Isaías clamó: “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, Pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque mis ojos han visto al Rey, el SEÑOR de los ejércitos” (Isaias 6:5).

Los Cristianos podemos asombrarnos de la manera en que Yeshúa (Jesús) demostró humildad en Su vida: nació en circunstancias muy humildes, lavó los pies de Sus discípulos, y finalmente aceptó la muerte indigna de un criminal en la cruz. “Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8).

En el Judaísmo, la humildad se considera como la corona de la estatura ética humana. Muchos rabinos y sabios Judíos hablan de la necesidad de la humildad. El Talmud (comentarios rabínicos sobre la tradición Judía y las Escrituras Hebreas) enaltece la virtud de la humildad en términos muy elogiantes. El Rabino Meir, del segundo siglo, aseveró que la verdadera prueba de humildad es la conducta del hombre ante toda clase de personas, incluyendo los incultos e ignorantes (Avot 4:12). El Rabino Janina b. Ida sugirió que sólo el que es verdaderamente humilde puede alcanzar el conocimiento. Eso es lógico, ya que la persona arrogante nunca quiere admitir su error, y como resultado, la verdad siempre le elude. El Talmud señala que la extrema humildad del Rabino Hillel era su cualidad más digna de ser imitada (Shabbat 31b).

El erudito Judío Maimónides, en su Mishneh Torá, habló de la siguiente manera: “Cuando una persona contempla las grandes y maravillosas obras de Dios y experimenta un atisbo de la incomparable e infinita sabiduría de Dios, inmediatamente lo amará y lo glorificará… así como hizo David, diciendo ‘¡Mi ser entero anhela a Dios, al Dios viviente!’ Se da cuenta que el hombre es una creatura pequeña, baja e insignificante, con limitada inteligencia, frente a la presencia de Quien es perfecto en todo conocimiento” (Yesode haTorah 2:2).

El Rabino Levitas de Yavneh dijo: “Uno debe ser muy humilde porque no hay verdadera razón para el orgullo, considerando que finalmente cada hombre será comido por gusanos” (Avot 4:4). Otros eruditos Judíos declararon: “Uno que es humilde será levantado por Dios, y uno que es orgulloso será puesto en vergüenza. Es semejante al que procura la grandeza y la grandeza le elude; pero el que lo evita, ciertamente alcanzará grandeza” (Eruvin 13b).

¿Qué sucede cuando una persona se encuentra ante la presencia de Dios? En las Escrituras, cada vez que un hombre tenía el privilegio de estar ante la presencia Divina y de ver Su gloria, el hombre se humillaba. Cuando Dios se reveló a Moisés en la zarza ardiente, Moisés escondió su rostro (Éxodo 3:6). Isaías se sintió abrumado por la presencia de Dios y exclamó “¡Ay de mí!” (Isaias 6:5). Ezequiel cayó de rostro en tierra (Ezequel 1:28). Pablo cayó al suelo (Hechos 9:4). Juan el Apóstol cayó a Sus pies como si estuviese muerto (Revelacion 1:17). En el libro de Revelacion, vemos un cuadro del cielo, y los seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postran ante el trono (Revelacion 4:10). Cuando la gloria de Dios llenó el Templo, los sacerdotes no pudieron seguir ministrando (2 Crónicas 5:14).

Habrá bendición cuando nos humillamos ante Dios, y las Escrituras declaran que Dios habita con el humilde (Isaias 57:15); el humilde heredará la tierra (Salmos 37:11); Dios lo mira (Isaias 66:2); Dios da gracia al humilde (Santiago 4:6); Dios exalta al humilde (1 Pedro 5:6; Lucas18:14) y Dios da buenas nuevas a los humildes (Isaias 61:1).




Paradójicamente, la recompensa al humilde es la grandeza. Los que procuran la grandeza no la encuentran, pero los que sirven a Dios de todo corazón y con espíritu humilde encontrarán que Dios no sólo los mira con aprobación, sino que Dios los usa para grandes cosas en Su reino. El ser humano se esfuerza por obtener grandeza, reconocimiento y posición, pero las Escrituras dicen: “Humíllense en la presencia del Señor y El los exaltará” (Santiago 4:10).

 

El Contrito de Espíritu

Una de las maneras en que tratamos de obtener la aprobación de Dios es en ser perfectos. Tristemente, ninguno podrá alcanzar esa posición. Somos seres frágiles, sujetos a tentaciones y pecados. Dios nos creó frágiles. ¿Entonces, no hay esperanza? Gracias a Dios, Él no usa la perfección como criterio para agradarse de nosotros. Dios busca a personas que se acerquen a Él con espíritu contrito cuando no puedan cumplir con ese ideal. ¿Cómo usted responde cuando es confrontado con su pecado y sus debilidades? ¿Intenta justificarse y aún continúa la práctica pecaminosa? ¿O se cae de rodillas, se arrepiente y busca el perdón de Dios por su fracaso?

La palabra Hebrea daka (דכא) es traducida al Español como el estar “contrito,” y literalmente significa estar magullado o aplastado. También tiene la connotación de ser golpeado, azotado, abatido y lisiado. En términos modernos, dicha palabra describe a la persona lisiada o incapacitada. El diccionario Webster describe contrición como estar sinceramente arrepentido; sentir profundo dolor y aceptación de culpa por haber hecho algo malo.

Cuando Dios dice que mira a la persona de corazón contrito, Dios mira a la persona que, cuando peca, responde a sus acciones con profunda tristeza. Es mucho más que un simple reconocimiento de su pecado. Es un quebrantamiento ante el Santo Dios, que conduce al arrepentimiento y distanciamiento del pecado, literalmente corriendo en dirección contraria.

Muchos teólogos Cristianos distinguen entre el arrepentimiento por temor al castigo y el arrepentimiento por amor a Dios con la determinación de enmendar su vida.

Existe un puro arrepentimiento que proviene desde adentro, cuando uno reconoce que necesita cambiar sus acciones para vivir rectamente delante de Dios. Percibimos la diferencia entre el lamento de un pecado por ser atrapado y el genuino arrepentimiento en la vida del rey David en Salmos 51. David había pecado contra Dios y el hombre cuando tomó la esposa de otro, a Betsabé, la impregnó y luego permitió la muerte de su esposo para encubrir su pecado. Nos dice 2 Samuel 11:27 que Dios estaba disgustado con la acción de David, pero Hechos 13:22 dice que David era un hombre según el corazón de Dios.

¿Qué ocurrió para que Dios cambiara Su actitud hacia David? David tenía un espíritu contrito delante de Dios. Cuando fue confrontado por el profeta Natán, la respuesta de David por su pecado fue clamar a Dios por perdón. Estas palabras fluyeron de lo más profundo de su espíritu quebrantado y contrito: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmos 51:1-2).

Sí, David había pecado enormemente y contristó a Dios, pero también era un hombre que amaba a Dios y se arrepintió de todo corazón. Hoy día, cuando el Espíritu Santo nos convence de nuestras transgresiones, es sabio que prestemos atención a esa convicción y nos arrepintamos ante Dios para no complicar más las cosas y ser descubiertos, a nuestra vergüenza. Tarde o temprano, tendremos que responder a nuestras transgresiones.

El arrepentimiento y el perdón es un tema importante en el pensamiento judío, al igual que en el cristiano. Cuando el Rabino Eliezer ben Hircano dijo a sus discípulos que se arrepintiesen el día antes de morir, le preguntaron cómo sabrían cuándo iban a morir. El Rabino Eliezer respondió que uno debe arrepentirse diariamente, porque uno pudiese morir al día siguiente (Shabbat 153a).

Stephen Katz, profesor judío en la Universidad Dartmouth, dice: “No es suficiente que el hombre tenga la esperanza del perdón de Dios y se lo pida. El hombre debe humillarse, reconocer su falta y resolver apartarse del pecado… Una contrición interna debe ser seguida por actos externos: el remordimiento debe ser traducido a hechos. Eso representa el tomar dos pasos. Primeramente, el negativo: dejar de hacer el mal, y luego el positivo: el hacer el bien” (Katz 111).

Los sabios Judíos enseñaron que Dios prontamente perdonará todo pecado de alguien en Su contra, pero requiere que esa persona también perdone las transgresiones de otros contra él o ella (BT Rosh HaShanan 17b).

En Mateo, Yeshúa dijo lo mismo: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).

 

El Circunciso de Corazón




En cuatro ocasiones del Tanak (Génesis a Malaquías), Dios dice a los Hijos de Israel que circunciden sus corazones. Eso revela que Dios está interesado en la condición de nuestro corazón. Samuel dijo que Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón” (1 Samuel 16:7b). El escrutinio de Dios es mucho más profundo, y penetra hasta el verdadero interior de nuestro ser. Cuando el corazón está bien delante de Dios, nuestras acciones externas reflejarán esa realidad. Desafortunadamente, personas “religiosas” de todas las edades han evidenciado que es posible hacer lo correcto sin tener un corazón puro y justo.

El SEÑOR tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Deuteronomio 30:6).

Recuerde que Yeshúa criticó a los fariseos por eso mismo: “¡Ay de ustedes, escribas y Fariseos, hipócritas que son semejantes a sepulcros blanqueados! Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27). Se veían limpios y justos desde fuera, pero esa no era la condición de sus corazones. Ninguno de nosotros estamos exentos de eso, y debemos constantemente mirar nuestros corazones y nuestras motivaciones, para asegurar que sean puras. En el Salmos 139:23-24, David dijo: “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno.”

Agraciadamente, las Escrituras nos dicen que Dios circuncidará nuestro corazón, porque no tenemos la habilidad de cambiar nuestros propios corazones, según la natural fragilidad humana. Requiere la obra Divina de gracia.

 

El Que Tiembla Ante Mi Palabra




En el mundo Cristiano moderno, muchos parecen haber olvidado la reverencia de Dios y de Su Palabra. Dios buscará a aquellas personas que tomen Su Palabra en serio, que reconozcan la importancia de no tan sólo leerla, sino también de obedecerla.

Recuerdo haber escuchado la historia de una congregación en la previa Unión Soviética que solamente poseía una página de la Biblia. Por años, su pastor predicaba de esa única página. Crecieron en el Señor, pero anhelaban más de Su revelación. Cuando recibieron una Biblia completa, el pastor lloró de gozo. En contraste, mi familia tenía un anaquel lleno de diferentes versiones de la Biblia, además de referencias, concordancias y diccionarios, pero no teníamos la misma apreciación de la Palabra de Dios como ese pastor. Es triste, pero muchas veces tomamos la Palabra de Dios de manera muy liviana.

Dios no quiere que lo tomemos a Él ni a Su Palabra de manera liviana. Él quiere que temblemos ante Su Palabra. La palabra Hebrea para “temblar” en Isaías 66:2 es jared (חרד), que también significa temer y reverenciar. ¿Así es como reaccionamos ante Dios y Su Palabra? La Biblia es Su revelación a la humanidad. Nos ha dado Su libro de instrucciones para la vida. Me pregunto cuánta tristeza podrá sentir cuando nos ve tomar ese rico tesoro de verdad, promesa y bendición de manera liviana.

El Gozo de la Palabra de Dios




En Israel, las Biblias y otros libros sagrados que se han desgastado por el uso y el tiempo nunca son descartados. Son puestos en una genizá, un lugar escondido, usualmente dentro de un muro en la sinagoga. Si contienen el nombre de Dios, nunca pueden ser descartados. Muchos antiguos manuscritos existen en museos hoy día porque alguien encontró una genizá con libros escondidos desde hace muchos siglos. El pueblo judío cree en la santidad de la Palabra de Dios, y la tratan con mucho respeto. En cada celebración anual de Simjat Toráh (el Gozo de la Palabra de Dios), cuando se comienza un nuevo ciclo de lecturas desde Génesis a Deuteronomio, los miembros de la congregación danzan con sus rollos de Toráh. A menudo continúan danzando por las calles de su vecindario, mientras expresan su gozo y reverencia hacia la Palabra de Dios. Eso también ocurre cada vez que reciben un nuevo rollo de la Toráh.

Quisiera que todos respetáramos así la Palabra de Dios: que la leamos y también actuemos según Sus palabras. Igualmente, Dios quiere que no tan sólo respetemos el libro que contiene Sus Palabras, sino que temblemos con temor ante las palabras que pronunció y permitamos que nos cambien. El gran y poderoso Creador del Universo nos ha hablado. Él sostiene nuestro futuro en Sus manos. Debemos caer de rostro ante Él, así como hicieron los hombres de la antigüedad.

El profeta Joel dijo: El SEÑOR da Su voz delante de Su ejército, porque es inmenso Su campamento, porque poderoso es el que ejecuta Su palabra. Grande y terrible es en verdad el día del SEÑOR, ¿y quién podrá soportarlo?” (Joel 2:11).

Dios Espera por Nosotros

Dios no se interesa en nuestras tradiciones religiosas, nuestra auto-justificación ni nuestro esfuerzo por obtener Su aprobación. Él no aprueba de personas que simplemente sigan las reglas pero cuyos corazones estén lejos de Él. Al contrario, Dios busca a hombres y mujeres que reconozcan su necesidad de Él. Ellos reconocen que sin Él no son nada. Él busca al que anda en humildad, al que es contrito de espíritu, al que se arrepiente de todo corazón. Dios busca al que escucha Sus palabras y permite que les cambie por dentro. Esa es la persona a quien Dios mira. Esa es la persona que recibe la aprobación del asombroso y santo Dios del universo. Esa es la persona que podemos ser a medida que nos rindamos a Él, que tomemos el tiempo para aprender de Su Palabra y permitamos que circuncide nuestro corazón. Yo estoy listo. ¿Y usted?

Bibliografía

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Birnbaum, Philip. Encyclopaedia of Jewish Concepts. New York: Hebrew Publishing Company, 1993.
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Chumash with Targum Onkelos, Haphtaroth, and Rashi’s Commentary on Devarim [Deuteronomy]. Translated into English by Rabbi A.M. Sllberman, Jerusalem: Silbermann Family, 1934.
Dosick, Wayne. Living Judaism — the Complete Guide to Jewish Belief Tradition and Practise San Francisco: Harper Collins Publishers, 1995.
Kaplan, Aryeh. The Living Torah. New York/Jerusalem: Maznaim Publishing Corporation, 1981.
Katz, Steven T.. Jewish Ideas and Concepts. New York: Schocken Books, 1977.
Zondervan Pictorial Encyclopaedia of the Bible, article by V. C. Bounds. Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1975.

20 febrero 2018

En la Hendidura de la Peña

El SEÑOR vive, Bendita sea Mi roca, y ensalzado sea el
Dios de mi salvación.”  Salmo
 18:46


El desierto del Néguev es uno de los paisajes más espectaculares del mundo. Ese desierto consiste de escarpados riscos de piedra caliza, enormes peñas y secos cauces de río tallados por las fuertes corrientes repentinas, como las huellas que dejan los dedos cuando se arrastran por la tierra.

Es hermoso y brutal a la vez. En el verano, las temperaturas pueden alcanzar hasta 120⁰ F (49⁰ C). Un fin de semana, se encontraba  un grupo que ignorantemente caminaban por el desierto a pleno mediodía. Alguien se percató de que la temperatura estaba en 114⁰ F (45⁰ C). Con insuficiente agua, podría experimentar insolación. El agua en su botella estaba tan caliente que parecía que la había calentado sobre la estufa. Sentía mareos y náuseas, y se le oscurecía la vista. Era esencial que se salieran del sol de inmediato, y rápidamente buscaron una sombra fresca bajo unas enormes peñas al pie de un risco. El alivio fue indescriptible.

Eso fue lo que quiso decir el libro Isaías cuando describió el reino del Mesías “…como la sombra de una gran peña en tierra árida” (Isaias 32:2). También podemos entender por qué la Biblia describe al Señor como una Roca. Cuando nos apartamos del cuidado y la protección de Dios, nuestros pasos se tornan confusos y erráticos; nuestra visión se nubla y perdemos nuestro enfoque. El Señor dice que rescatará a los que le aman, protegerá a los que confían en Su nombre y estará con nosotros siempre (Salmo 91:14-15). Ese día, supe que el Señor era mi Roca, Adonai Tzuri.

Agua de la Peña

En el Tanak (Antiguo Testamento), la primera referencia de Dios como nuestra Roca se encuentra en el Cántico de Moisés en Deuteronomio 32. Mientras los hijos de Israel vagaban por el desierto del Sinaí, el intolerable calor y la implacable sed tenían que haberles debilitado en gran manera, así como a mis amigos y a mí 3,000 años luego.


Los oídos de Moisés resonaban con las quejas desesperadas por agua, tanto de la gente como de los animales: Entonces el pueblo discutió con Moisés, y le dijeron: ‘Danos agua para beber…¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?’” (Éxodo 17:2a, 3).

A su vez, Moisés clamó al Señor, y Dios le respondió: Yo estaré allí delante de ti sobre la peña en Horeb. Golpearás la peña, y saldrá agua de ella para que beba el pueblo(v. 6). Las Escrituras no añaden mucho más que eso, pero podemos imaginar su asombro y entusiasmo cuando el agua brotó de la peña, y todos se acercaron para beber, bañarse y llenar sus recipientes de agua.

En base a esa poderosa y milagrosa experiencia, Moisés proclamó que Dios es una Peña o Roca. El Rabino Maimón notó que la palabra Hebrea por roca, tzur, sugiere una fuente de agua (A. Clarke). Para los hijos de Israel que perecían de sed en el desierto, Dios demostró que Él era su Sostén, su Manantial de Vida y Fuente de agua que nunca se acaba.

La Roca que les Seguía













Según un artículo por Biblical Archaeology Society [Sociedad Arqueológica Bíblica], existe un misterioso fenómeno en el desierto que se llama la “roca rodante.” Esas rocas se trasladan sobre la superficie del piso del desierto arenoso de manera muy misteriosa.

El apóstol Pablo habló de una “roca espiritual” que seguía a los Israelitas en el desierto (1 Corintios 10:4). Según Pablo, los Israelitas fueron sostenidos por esa roca espiritual que los seguía.” Podemos estar bastante seguros que esa roca espiritual que Pablo describió no era una de esas rocas misteriosas. ¿Pero a qué se refirió cuando dijo que esa roca les seguía?

John Byron, en un artículo del Biblical Archaeology Review titulado “Paul, Jesus and the Rolling Stone” [Pablo, Jesús y la Piedra Rodante], dijo que Pablo no fue el único en expresar que la roca de agua les siguió por el desierto: “En otro documento del primer siglo conocido como Antigüedades Bíblicas de Seudo-Philo, leemos: ‘Pero respecto a su propio pueblo, los dirigió hacia el desierto. Por cuarenta años Dios hizo llover pan del cielo, y les trajo codornices desde el mar, y un manantial de agua les seguía’” (10.7).

Tanto Pablo como esa cita en Antigüedades Bíblicas perciben que el agua de la roca continuamente suplía agua a millones de Israelitas y sus animales durante los 40 años en que vagaban por el desierto. Un comentario o midrash (en Midrash Numeros Rabbah) también menciona que un Manantial de agua viva acompañaba al pueblo por el desierto.

En 1 Corintios 10:4, Pablo hace una comparación de esa Roca con Jesús (Yeshúa) como “la Roca.” En el libro de los Efesios, Pablo describe a Jesús como la “piedra angular” (Efesios 2:20), y Pedro aclaró que esa piedra angular es “la piedra que desecharon los constructores” (1 Pedro 2:7). Muchos eruditos Cristianos también creen que Jesús fue esa “Roca rodante” que acompañó a los Israelitas, proveyéndoles de valiosa agua durante todo su tiempo en el árido desierto.

En la Hendidura de la Peña


En el libro de Éxodo, vemos que el concepto de Dios como una Roca fue solidificada. En Éxodo 33:18, Moisés pidió a Dios que le revelara Su gloria. Necesitaba la seguridad de que Su presencia los acompañaría hasta la Tierra Prometida. Pero ver el rostro de Dios implicaría una muerte segura. Por lo tanto, el Señor le dijo: Hay un lugar junto a Mí, y tú estarás sobre la peña; y sucederá que al pasar Mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con Mi mano hasta que Yo haya pasado. Después apartaré Mi mano y verás Mis espaldas; pero Mi rostro no se verá” (vs. 21-22).

Tenemos un bello dibujo sobre dos aspectos de la naturaleza de Dios: Su compasión junto con Su poder. Dios protegió a Moisés del poder de Su presencia al cubrirlo con Su mano y esconderlo en la hendidura de la peña.

Después de que Moisés cortara dos nuevas tablas de piedra y ascendiera nuevamente al Monte Sinaí, el Señor pasó delante de él y proclamó Su nombre:

El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación” (Éxodo 34:6-7).

Los nombres en la Biblia no sólo identifican a la persona sino que a menudo describen el carácter del individuo, incluso a veces indican su destino personal. Dios no sólo proclamó Su nombre a Moisés, sino que proclamó la verdad, la belleza y la gloria de Su carácter. Moisés respondió a las palabras de Dios al adorarlo con rostro en tierra (v. 8). Nuestra respuesta debe ser la misma. Dios quiere que le conozcamos y que construyamos nuestra fe sobre ese conocimiento para llenarnos del deseo de adorarle y aumentar nuestro asombro hacia Quien nos ama.

La Roca de Ana

Una de las más bellas y elevadas porciones de la Escritura es la oración de alabanza y gratitud de Ana, a menudo considerada como una expresión profética respecto a la venida del Mesías. Ana la cantó luego de que Dios le concediera el deseo de su corazón: un hijo. Allí vemos aspectos semejantes al cántico de Moisés.

Ana era estéril, y por largos años había llorado y clamado para que Dios le diese un hijo. Sin embargo, era como si las puertas del cielo estuviesen cerradas ante sus plegarias. Pero ella nunca titubeó en su creencia de que algún día Dios contestaría su oración. Dios fue fiel, y en su debido tiempo Ana tuvo un hijo y lo nombró Samuel, que significa: “Se lo pedí a Dios, y Dios escuchó.”

Dios evidenció ser fiel a esa mujer, la Roca en quien ella puso su confianza, y ella se regocijó grandemente. Y de la misma manera en que Moisés exaltó la fidelidad de Dios, Ana lo adoró y cantó: No hay santo como el SEÑOR; en verdad, no hay otro fuera de Ti, ni hay roca como nuestro Dios” (1 Samuel 2:2).

Mi Roca y Mi Fortaleza


La protección, la confiabilidad, el poder y la inmutabilidad de Dios son ilustradas en la referencia del Salmista sobre Dios como su Roca. David era un hombre que conocía bien el desierto, y pasó muchos años huyendo del rey Saúl, quien lo quería matar. En esa tierra seca y árida, David tiene que haber conocido el intenso calor del sol y la refrescante frescura bajo la sombra de una peña o en la profundidad de una cueva.

David se refirió a Dios como su Roca, su Protector, su Guardador y la sombra a su mano derecha (Salmo 121:5). David sabía que en el momento del fuego y la presión, Dios estaría allí para protegerlo física y emocionalmente.

David a menudo se refugiaba en Ein Gedi (En Gadi, según muchas traducciones Bíblicas), un riachuelo en un profundo desfiladero entre altos riscos a ambos lados  (1 Samuel 23:29). Los abundantes manantiales proveyeron agua para que David y sus hombres bebieran, cabras monteses para que pudieran cazar como alimento y había muchas cuevas en donde se podían esconder del ejército de Saúl: 3,000 soldados que Saúl había ordenado que encontrasen a David. Fue en una de esas cuevas que David silenciosamente cortó una de las esquinas del manto de Saúl (1 Samuel 24). Por años, David pudo eludir los entrampamientos de Saúl, y claramente Dios lo protegía en tiempos muy peligrosos.

Durante todo ese tiempo, David se afirmaba sobre el sólido fundamento de las promesas de esa Roca. Dios le había prometido el trono de Israel, y su coronación ocurriría en el momento perfecto de Dios. David podía confiar en que Él haría lo que había prometido, y Él se encargaría del bienestar de David, quien declaró: Sólo Él es mi roca y mi salvación, mi baluarte, nunca seré sacudido” (Salmo 62:2).

La Roca Viviente

“No tiemblen ni teman; ¿No se lo he hecho oír y lo he anunciado desde hace tiempo? Ustedes son Mis testigos. ¿Hay otro dios fuera de Mí, o hay otra Roca? No conozco ninguna” Isaías 44:8


En el capítulo 19 de Lucas encontramos la historia de Yeshua mientras descendía del Monte de los Olivos hacia Jerusalén sobre una asna. Una multitud de Sus discípulos, por ambos lados del camino, echaban sus mantos delante de Él y le alaban a gran voz, diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! (v. 38). Esa gritería irritó a algunos de los líderes religiosos, quienes llamaron a Yeshua y le exigieron que regañara a Sus discípulos. Pero Él les contestó: “Les digo que si éstos se callan, las piedras clamarán” (v. 40).

Ciertamente, si las piedras clamaran, ¡ese sería un evento sobrenatural! Pero Yeshua reconocía algo que los científicos recientemente han descubierto en el último siglo, que las piedras realmente sí producen sonidos. Sus sonidos existen en frecuencias tan bajas que el oído humano no los puede detectar. Sin embargo, algunos campos rocosos alrededor del mundo pueden emitir unos claros sonidos, como cuando uno martilla unos tubos metálicos. Los científicos denominaron ese extraño fenómeno como “piedras vivas.”

A manera interesante, Pedro usó ese término para describir a Yeshua como una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios…” (1 Pedro 2:4). Continuó diciendo acerca de los creyentes en Yeshua : “…también ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Yeshua HaMashiaj (v.5).

Los Cristianos creemos que Yeshua es la Piedra Viva, fundamento sobre la cual está firmemente construida la Iglesia. Es posible que Pedro recordara las palabras de Yeshua en Cesarea de Filipo cuando le dijo: “…sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las Puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18). Pedro comprendió quién era esa Roca, y así lo proclamó en su epístola: Yeshua es esa Roca.

Los seguidores de Yeshua somos llamados a ser imitadores de Él, también “piedras vivas” para la edificación de Su Iglesia. Somos un edificio espiritual fundado no sobre la arena, sino sobra la Roca (Mateo 7:24), capaces de resistir firmemente en medio de la tormenta porque hemos sido investidos en el interior con Su Espíritu y unidos a Él en una comunión inseparable.

Un Fundamento Seguro














Los constructores, arquitectos y contratistas utilizan su destreza en el diseño y la construcción de cada edificio. Sin embargo, estamos conscientes del triste hecho de que todo edificio llegará al final de su utilidad y tendrá que ser derribado y reemplazado por otra cosa.

Por la costa del Mar Mediterráneo se encuentran las ruinas de una previamente maravillosa ciudad llamada Cesarea Marítima, ilustración de su anterior gloria con un parcialmente restaurado anfiteatro e hipódromo. Tiene que haber sido grandioso en su tiempo, tributo al ingenio creativo de su arquitecto y constructor, Herodes el Grande. Pero aunque Herodes trató de dejar un esplendoroso legado, esas estructuras se encuentran en ruinas hoy día, y su famosa bahía ahora yace 15 pies (4.5 metros) bajo el mar, dando una mera ilusión del monumento que Herodes había construido.

El legado casi desaparecido del Rey Herodes fue construido sobre la inestable arena de la costa Mediterránea, y ha sido abatido por las tormentas, las olas y los terremotos. Herodes puso su confianza en las arenas movedizas de su propia sabiduría, pero llegó a su inevitable fecha de expiración. Si queremos que nuestro legado perdure, debe ser construido sobre Aquel cuyo nombre y naturaleza es eterna.

La Piedra Fundamental


“Por tanto, así dice el Señor DIOS: ‘Yo pongo por fundamento en Sion una piedra, una piedra probada, angular, preciosa, fundamental, bien colocada. El que crea en ella no será perturbado’” (Isaías 28:16).

Jerusalén, también conocida como Sion, es central para el pueblo Judío, y el Monte Moriah (el Monte del Templo) es el lugar alrededor del cual todo gira. La Escritura nos dice que el Monte Moriah fue el sitio donde Abraham ató y casi sacrificó a Isaac (momento descrito en Hebreo como el Akedá). Abraham alzó sus ojos y vio un carnero trabado en la maleza por los cuernos, y sacrificó el carnero en lugar de su hijo. Y Abraham llamó aquel lugar con el nombre de El SEÑOR Proveerá [Adonai Yiré], como se dice hasta hoy: ‘En el monte del SEÑOR se proveerá’ (Génesis 22:14).

Más tarde, en el Monte Moriah, Salomón construyó un Templo al Señor, y Dios prometió que Sus ojos y Su corazón estarían allí perpetuamente (1 Reyes 9:3). Su presencia descansaría para siempre sobre un cimiento de piedra, llamado en hebreo Even haSh’tiyá. La tradición Judía dice que el mundo fue creado y fundado sobre ese cimiento, el mismo centro desde donde todo parte en cualquier dirección. Sh’tiyá también significa “beber” en Hebreo, y los sabios Judíos creen que debajo de ese cimiento se encuentra un manantial de agua que sale hacia el resto del mundo.

La Roca de Israel

La Biblia fue parte fundamental e íntegra para el establecimiento del moderno estado de Israel el 14 de mayo de 1948. En su Declaración de Independencia, los padres fundadores se aseguraron de incluir la frase: “…ponemos nuestra confianza en la Roca de Israel.” Aunque la inclusión de esa frase fue combatida por un secularista, permaneció allí. David Ben-Gurión dijo: “Cada uno de nosotros, a su propia manera, cree en la ‘Roca de Israel’ según la percibe.”

Algunos prefieren interpretar esa frase como una referencia a la tierra, Eretz Israel. Para los que creen en Dios, sin embargo, la “Roca de Israel” (Tzur Ysrael) puede ser sinónimo con el “Dios de Israel.” Como tzur se refiere a una roca o peña, incluso una montaña, la nación de Israel estará firmemente establecida sobre el Dios de Israel, un Dios de poder, permanencia y confiabilidad, quien protegerá a la nueva nación en medio de un vecindario extremadamente hostil. Como la historia ya ha evidenciado, Dios ciertamente ha sido fiel con Su pueblo, lo ha rodeado con Su protección divina, lo ha cubierto con Su mano y lo ha escondido amorosamente en la hendidura de la Peña.

Bibliografía
Barrett, Richard A. F. A Synopsis of Criticisms Upon Those Passages of the Old Testament: In which Modern Commentators Have Differed from the Authorized Version. Vol. 2, Issue 1. Longman, Brown, Green, and Longmans. 1847. Google Play e-book.
http://www.hebrew4christians.com/Blessings/Synagogue_Blessings/Jerusalem/jerusalem.html
https://www.blueletterbible.org/Comm/archives/guzik_david/studyguide_exd/exd_33.cfm
https://www.godvine.com/bible/1-corinthians/10-4
https://en.wikipedia.org/wiki/Ringing_rocks
Jason Jackson, “The Lord is My Rock,” Christian Courier, Access date Nov. 1, 2017, https://www.christiancourier.com/articles/1165-lord-is-my-rock-the
John Byron, “Biblical Views: Paul, Jesus and the Rolling Stone,” Biblical Archaeology Review, Access date Nov. 1, 2017, https://members.bib-arch.org/biblical-archaeology-review/41/5/8
Megan Sauter, “Water from a Walking Rock,” Bible History Daily, Access date Nov. 1, 2017, https://www.biblicalarchaeology.org/daily/biblical-topics/new-testament/water-from-a-walking-rock/

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