¿Qué es el Libro de Melquisedec?
Introducción
Introducción
El Libro de Melquisedec
es una traducción al español de uno de los Rollos del Mar Muerto
encontrado en la cueva número 11, en el desierto de Qumrán, al
norte del Mar Muerto. Algunos le llaman el Gran Rollo de Melquisedec,
ya que en su estado original, consiste en un conjunto de 7 rollos
cosidos entre sí.
Según fuentes relacionadas con este Gran Rollo y lo que se lee en el manuscrito, el primer rollo que aparece en el compendio, lo escribió Abraham, el mismo personaje que encontramos en el Libro de Génesis en la Biblia. Este rollo fue registrado por la mano de Abraham en obediencia al mandato divino de Yahwéh, y narra los acontecimientos que ocurrieron tiempo antes y tiempo después de la Gran Liberación que Yahwéh efectuó por medio de Abraham y sus pastores, en aquélla ocasión en que se liberó a Lot y los demás cautivos quienes habían sido tomados prisioneros como consecuencia de la batalla registrada en Genesis capítulo 14. A esta primer historia registrada por Abraham se le conoce como La Historia de Un Vaso. También se le mandó a Abraham registrar la Historia de Salem, la cual él escucharía y recibiría "de los labios de Melquisedec", narrando los acontecimientos más relevantes de aquélla Ciudad Amada. El capítulo 13 de la Historia de Salem es una conexión directa con la siguiente historia llamada La Historia del Universo, ya que en ese capítulo se explica el contexto en que se recibió la revelación por conducto del ángel de Luz. Esta Historia, entendemos por lo referido de la fuente, y según lo registrado en estos rollos, fue escrita por Melquisedec y registrada en seis rollos que fueron cosidos uno a uno junto con el primer rollo escrito por Abraham. La Historia del Universo es una revelación que Melquisedec recibió por medio de "un ángel luminoso" o ángel de Luz, y la cual estuvo registrando en esos seis rollos durante seis años.
El camino que nos condujo hasta el Libro de Melquisedec
Nuestra
Historia
Somos investigadores de
las escrituras sagradas desde hace más de dos décadas, una labor
que hemos realizado voluntaria y desinteresadamente, pues la razón
principal de involucrarnos en esta misión radica en el valor genuino
y único que representa para nosotros el conocimiento contenido en
estos tesoros de Escritura. Al familiarizarnos con este tipo de
bibliografía, fuimos conociendo poco a poco algunas de las
características que poseen estos escritos antiguos. Comenzamos a
unir partes de la historia humana de la tierra, según revelan estos
Libros Sagrados, y nos dimos cuenta de que cada uno de ellos nos
proporcionaba una parte única de información valiosa que nos iba
ayudando a armar el rompecabezas de una historia más completa de
todo aquello relacionado con el ser humano, quién es, de dónde
proviene y hacia dónde se dirige.
Al seguir la huella de algunos personajes y eventos
importantes narrados en estas escrituras, reconocimos que estos
libros tienen un límite de información sobre el relato de ciertos
personajes y acontecimientos. Al contar con más escrituras, pudimos
ahondar con más detalles esos mismos eventos y conocer mejor a esos
personajes, de tal manera que hemos aprendido a reconocer este
principio fundamental, relacionar diversos libros sagrados con el fin
de tener una fuente de información mayor que nos ayude a alcanzar
una visión más amplia sobre los temas contenidosen estas
escrituras.
Uno de los personajes importantes en la literatura
sagrada es Melquisedec, rey de Salem. Debido a la información que
teníamos sobre él, existía en nosotros un fuerte deseo por conocer
más sobre cómo estableció la Paz en Salem.
También, otro misterio que habíamos estado buscando era lo relacionado con la música, pues hasta en ese tiempo, antes de descubrir el Gran Rollo de Melquisedec, nuestra experiencia en la música como parte fundamental para favorecer la armonía entre las personas, entendíamos que existía un pasado misterioso concerniente a los orígenes Divinos de la música. Una de las primeras palabras en el Libro de Melquisedec, que tocó nuestro corazón musical, fueron:
También, otro misterio que habíamos estado buscando era lo relacionado con la música, pues hasta en ese tiempo, antes de descubrir el Gran Rollo de Melquisedec, nuestra experiencia en la música como parte fundamental para favorecer la armonía entre las personas, entendíamos que existía un pasado misterioso concerniente a los orígenes Divinos de la música. Una de las primeras palabras en el Libro de Melquisedec, que tocó nuestro corazón musical, fueron:
"Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y flechas, mas serían entrenados en el arte musical; Cada habitante de Salem tendría siempre al alcance de sus manos un instrumento musical, para expresar por medio de él la paz y la alegría que aquel nuevo reino. Juntos, formarían una poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía que nace del orgullo y del egoísmo." (H. Salem 1:4)
Estabamos maravillados,
de que aquello que habíamos experimentado y amado en nuestra vida
musical, ahora el Eterno nos revelaba sobre una hermosa ciudad y un
pueblo singular, donde la música era considerada con tanta
importancia, y fundamental en la preservación de la paz de ese
reino. Después nos enteraríamos en la Historia del Universo, sobre
un pasado todavía más antiguo, cuando el Creador "idealizó"
Su Creación de manera que pudiera "vibrar acordes
armoniosos de justicia y paz" (H. Univ. 1:2).
Uno de los temas más importantes en nuestra búsqueda de conocimiento sagrado, fueron el descenlace de la vida o estado "antes de la fundación de este mundo", así como el descenlace durante la Caída de Adán y Eva, ambos temas relacionados entre sí, sabiendo nosotros, que el conocimiento más amplio de ambos temas podrían ayudarnos a comprender más claramente nuestro presente y lo que será en el futuro.
Uno de los temas más importantes en nuestra búsqueda de conocimiento sagrado, fueron el descenlace de la vida o estado "antes de la fundación de este mundo", así como el descenlace durante la Caída de Adán y Eva, ambos temas relacionados entre sí, sabiendo nosotros, que el conocimiento más amplio de ambos temas podrían ayudarnos a comprender más claramente nuestro presente y lo que será en el futuro.
Revelaciones, Misterios y Profecías en el Libro de Melquisedec
Antes y
después del Libro de Melquisedec
Después de recibir y
escudriñar los contenidos del Gran Rollo de Melquisedec, y tras un
proceso de conversión a las nuevas revelaciones que se estaban
descorriendo ante nuestro entendimiento, experimentamos la realidad
de que al salir a luz este maravilloso manuscrito, estaba marcando un
punto en el tiempo, un antes y un después en la historia humana,
pues se podrá decir, "lo que se sabía antes de que saliera
a luz el Libro de Melquisedec". Y esto lo podemos
testificar debido a la porción de conocimiento que el Eterno nos
había concedido alcanzar antes de encontrar el Libro de Melquisedec.
Aún hoy en día todos
aquellos que con sinceridad así lo deseen, pueden constatar este
hecho, al observar cuidadosamente lo que se sabía en el mundo con
respecto al Plan de Dios para Sus hijos, y hacer un comparativo
sencillo de lo que ahora podemos saber gracias a la aparición del
Libro de Melquisedec, gracias a las bendiciones que el Eterno nos
concede en esta nuestra generación al revelarnos más de Su Palabra.
Entendemos por
experiencia personal, que las personas que finalmente reciban en sus
vidas el Libro de Melquisedec como Escritura Sagrada, lo habrán
alcanzado hasta después de recorrer un camino de conversión a la
Luz adicional que el Creador revela en este manuscrito, ya que
ampliara el conocimiento verdadero anteriormente recibido en Sus
otras Escrituras.
Al familiarizarnos con el
carácter de las escrituras sagradas, hemos aprendido que estos
Libros Sagrados se defienden por sí solos, y desafían al mundo con
sus revelaciones, misterios y profecías. Los hombres de este mundo,
a lo largo de la historia han luchado en contra de la autenticidad y
veracidad de las Escrituras Sagradas, y han ideado tantas maneras
para desacreditar cada conocimiento, cada revelación, cada profecía,
cada misterio, cada milagro contenidos en ellas, menospreciando
así al Autor de estas verdades, a la Fuente de la Luz.
También es sabido por
muchos sobre todas aquellas interpretaciones erróneas de las
Escrituras que algunos en el mundo han esparcido, y es natural que al
salir la Luz del Sol, las Tinieblas de la Noche contrasten con ella.
Así que, será natural que al revelarse la Luz contenida en el Libro
de Melquisedec, muchos que habían estado en algún grado de
Tinieblas, ya sea por desconocimiento o por los errores de
interpretación escritural, tengan dos caminos para decidir seguir,
uno sería reconocer con humildad su ignorancia o su error y con
toda sabiduría recibir la Luz del Libro, y el otro camino sería el
del rechazo, y tal como sucede con las Tinieblas, tener que estar en
el lado opuesto luchando en contra de la Luz y desvanecerse o huir
cuando esta se manifiesta con toda claridad.
Todos aquellos que aman la Verdad encontrarán en el
Libro de Melquisedec mucho de las verdades que habían estado
buscando por mucho tiempo. ¿Quién no ha anhelado conocer su origen
personal? ¿Quién no ha deseado con anhelo conocer a Aquél que nos
dio Vida, Aquél que formó el Universo? ¿Por qué nos encontramos
en un mundo caído si en el principio no fue así? ¿Cuál fue el
descenlace "antes de la fundación de este mundo"? ¿Cuál
será el final de todo este Drama Universal en el futuro? Son solo
algunas de las verdades que revela este registro sagrado.
Nuestra oración sincera es que la Verdad se allegue a la Verdad, sabemos que los que se esfuerzan por vivir en la Verdad recibirán estas Verdades contenidas en el Libro de Melquisedec, pues serán dulcemente saboreadas por ellos, ya que son de su misma naturaleza. Aquéllos que han amado la Verdad y la han procurado durante sus vidas tendrán grandes motivos para regocijarse por las "buenas nuevas de gran gozo" que recibirán de este preciado Libro. Cuando se descorra ante ellos el velo, y el Padre y el Hijo manifiesten las Revelaciones de Su Amor, su corazón llorará, pues sabrán que Ellos siguen siendo Los Mismos, y conocerán la Verdadera Naturaleza y Carácter que Ellos han mantenido desde el comienzo, probarán en gran porción el Amor con el que Ellos les han amado desde el principio.
¡Oh! ¿Cómo contener mis lágrimas ante las Dádivas de Su Amor? Mi corazón se desborda al reconocer y considerarme ser "lo débil del mundo", y en esta humilde condición el Eterno aún así obra por nuestro conducto. Mi hermano y yo no imaginamos ni mucho menos planeamos todo esto que el Señor nos ha concedido concerniente a los misterios y revelaciones del Libro de Melquisedec. Es Su Obra la que se efectúa, no la nuestra. Bendecimos el camino que comenzarán todos aquéllos que reciban con sinceridad de corazón, humildad y fe estas cosas. El Mesías, Aquél que nos amó desde el principio, Aquél a quién amamos desde el principio, manifestará la Eternidad de Su Amor a través de Sus palabras registradas en el Libro de Melquisedec, nuestro amado Libro.
Nuestra oración sincera es que la Verdad se allegue a la Verdad, sabemos que los que se esfuerzan por vivir en la Verdad recibirán estas Verdades contenidas en el Libro de Melquisedec, pues serán dulcemente saboreadas por ellos, ya que son de su misma naturaleza. Aquéllos que han amado la Verdad y la han procurado durante sus vidas tendrán grandes motivos para regocijarse por las "buenas nuevas de gran gozo" que recibirán de este preciado Libro. Cuando se descorra ante ellos el velo, y el Padre y el Hijo manifiesten las Revelaciones de Su Amor, su corazón llorará, pues sabrán que Ellos siguen siendo Los Mismos, y conocerán la Verdadera Naturaleza y Carácter que Ellos han mantenido desde el comienzo, probarán en gran porción el Amor con el que Ellos les han amado desde el principio.
¡Oh! ¿Cómo contener mis lágrimas ante las Dádivas de Su Amor? Mi corazón se desborda al reconocer y considerarme ser "lo débil del mundo", y en esta humilde condición el Eterno aún así obra por nuestro conducto. Mi hermano y yo no imaginamos ni mucho menos planeamos todo esto que el Señor nos ha concedido concerniente a los misterios y revelaciones del Libro de Melquisedec. Es Su Obra la que se efectúa, no la nuestra. Bendecimos el camino que comenzarán todos aquéllos que reciban con sinceridad de corazón, humildad y fe estas cosas. El Mesías, Aquél que nos amó desde el principio, Aquél a quién amamos desde el principio, manifestará la Eternidad de Su Amor a través de Sus palabras registradas en el Libro de Melquisedec, nuestro amado Libro.
EL LIBRO DE MELQUISEDEC
Una Revelación del Verdadero
Carácter del Mesías
Autores
de la traducción al español:
Isaac
Ramírez Vargas y Ezequiel Ramírez Vargas
Tomado
de la versión en portugués de
Enoch
Mucheroni
Traducción
al español: Isaac Ramírez Vargas, y Ezequiel Ramírez Vargas.
Análisis,
referencias, concordancias, abreviaturas, gráficas y características
tipográficas por: Ezequiel Ramírez Vargas e Isaac Ramírez Vargas.
Traducción,
análisis, referencias, concordancias, abreviaturas, gráficas y
características tipográficas aseguradas conforme a la ley.
Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra sin la
autorización escrita del autor o autores.
Impreso en
Monterrey Nuevo León México Diciembre 2010
03-2010-092710012600-01
Explicación Preliminar
El orden en que se
presentan aquí estas historias, sigue la secuencia de acuerdo con el
modelo divino que se siguió en el rollo original, cumpliendo así,
el mandamiento que Yahwéh dio a Melquisedec y a Abraham al respecto.
El lector sensible podrá percibir el sabio propósito de dicho
mandamiento al seguir la lectura en ese mismo orden.
Este sagrado
registro tiene una estructura precisa y definida, y en su análisis
muestra múltiples rasgos de su originalidad, no solo en su estilo,
sino también en la simbología arcaica que utiliza, donde parecería
estar describiendo imágenes geroglíficas más que palabras, así
como en la utilización de pleonasmos y analogías, tal cual era el
uso común en las lenguas más antiguas, y cuyos rasgos semitas se
comparan a los hallados en la Biblia y en otros libros de igual
origen.
Por otra parte, en
algunos versículos se citan cantidades las cuales están escritas en
forma de números: 40, 260, 144 etc. También algunas palabras
comienzan con una letra mayúscula aún cuando estas no aparecen
después de un punto o la palabra no amerite por regla comenzar con
mayúscula. Además se utilizan las comillas, el doble o triple signo
de exclamación, así como la forma de combinar una interrogación
con una exclamación al mismo tiempo. En dichos casos, sean números,
letras mayúsculas o signos de expresión, hemos decidido dejarlos en
la forma original en que encontramos escrita esta obra. El lector
podrá encontrar significados importantes en los énfasis que se
hacen en determinadas expresiones, palabras o frases.
Las
abreviaturas que utilizamos en esta obra para referirnos a una cita
bíblica, usamos las comúnmente conocidas, y para hacer referencia a
las historias y cronologías contenidas en este libro, las
identificamos de la siguiente manera:
H. Vaso La Historia de un Vaso
H. Salem La Historia de Salem
H. Univ. La Historia del Universo
Crono.
1 Cronología 1
Crono.
2 Cronología 2
Crono.
3 Cronología 3
Al
profundizarnos en el contenido de estas historias, comprendimos la
relevancia que tienen las “analogías” como un mapa guía que el
Universo nos ofrece, revelando a través de semejanzas, la ubicación
que tenemos en el tiempo dentro de la historia a cumplirse, es decir,
los acontecimientos y personajes del pasado son una “analogía” o
“semejanza” que corresponden a los acontecimientos y personajes
del presente y del futuro. La mención particular que el rollo hace
sobre ciertos números, medidas, y festividades significativas, nos
motivó a la necesidad de graficar de manera sencilla, el orden
cronológico en que los acontecimientos llegaron a consumarse en el
pasado, llegando a repetir su correspondiente “analogía” en el
presente y en el futuro. (Véase
Cronología
1, 2 y 3)
No se debe confundir lo que llamamos “analogía” con
“predestinación o preordinación”.
Las cronologías graficadas no formaban parte del rollo original ni de la versión en portugués sobre la cual se hizo esta traducción, sino que fueron diseñadas y añadidas para facilitar una mayor comprensión del mismo, y fueron ubicadas al final del rollo de Abraham debido a que fueron tomadas de sus escritos.
El encabezado de cada historia, la sinopsis de cada capítulo, la asignación numérica de cada párrafo o versículo, y las referencias bíblicas y de otros libros sagrados, todos estos fueron agregados para presentar con mayor claridad los escritos del rollo.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Enoch
Mucheroni por permitirnos llevar a cabo esta traducción y por la
valiosa ayuda que a través de su página de internet nos brindó con
libre acceso a su extensa información; así como también a la Biblioteca
Huntingdon de los Ángeles California. A Pedro Gringoire por sus
valiosas investigaciones y clara información que han ayudado a
muchos estudiosos investigadores a valorar los rollos y el hallazgo
mismo. Y para un mayor enriquecimiento intelectual, recomendamos al
lector extensamente los artículos informativos, libros y contenidos
en internet de estas fuentes relacionadas con estos temas. Así mismo
agradecemos a todos aquellos que de alguna manera han contribuido a
la realización de esta obra.
Nuestra verdadera intención es publicar con honor la palabra del
Señor hasta donde Él ha revelado y estamos conscientes de que aun
revelará más de Su palabra, y permanecemos abiertos al conocimiento
que llegue a nuestras manos ya sea por los descubrimientos
arqueológicos o de la manera en que tenga a bien el Señor revelar
Sus palabras.
Agradeceremos mucho los comentarios y sugerencias que el lector tenga
a bien manifestarnos al respecto de esta obra, con la finalidad de
corregir cualquier error humano cometido en la traducción y
elaboración del presente libro para futuras ediciones.
Gracias.
Isaac Ramirez
Vargas
Ezequiel
Ramirez Vargas
La Historia de un Vaso
(Un
relato escrito por Abraham)
Abraham,
habiendo recibido el mandamiento de Yahwéh, escribe en un rollo los
acontecimientos que dieron origen a la historia que se conoce como La
Historia de un Vaso,
que narra los hechos que enmarcaron La
Gran Liberación
que el Señor efectuó por medio de Abraham, sus pastores y aliados.
(Véase Crono. 1, 2 y 3)
Capítulo 1
Abraham
es informado de la batalla en la cual Lot y muchos son llevados
cautivos. Abraham recibe mandamientos del Eterno a fin de efectuar la
“Gran Liberación”, esto es, convocar y preparar a sus pastores,
y preparar un vaso con características especiales.
1
Estaba descansando bajo la sombra del Roble de Mambré junto a mi
tienda, cuando vi llegar apresuradamente a uno de los siervos de mi
sobrino Lot. Casi sin aliento, él comenzó a relatarme sobre la
tragedia: Hubo el día anterior una batalla entre las ciudades de la
planicie, implicando a cuatro reyes contra cinco. Como resultado,
Sodoma fue derrotada y muchos de sus habitantes llevados
cautivos, entre ellos mi sobrino Lot. La noticia me dejó muy
afligido, pues al mismo tiempo en que sentía que era preciso salir
en su ayuda, me veía fragilizado, sin ninguna condición.
2
Siempre fui un hombre pacífico y detesto a aquellos que derraman
sangre. Tengo muchos siervos, pero pocos saben manejar espadas y
lanzas, pues desde la infancia han sido entrenados como pastores. En
lugar de espadas y lanzas, ellos manejan bordones con los cuales
conducen los rebaños; En lugar de escudos, ellos cargan vasos en sus
cinturas, siempre llenos de agua fresca, para matar su sed y
refrescar a las ovejas afligidas; En lugar de vino para embriagarse,
cargan sujeto a sus cintos pequeñas botijas con aceite de olivo, con
los cuales ungen las heridas del rebaño; En lugar de trompetas
resonantes, ellos soplan en cuernos pequeños, con los cuales
convocan al rebaño hacia el corral.
3
Imaginando como sería un combate entre mis
siervos y los ejércitos de aquéllos cinco reyes victoriosos,
comencé a reír. Mientras reflexionaba, la voz de Aquél que siempre
me guía, resonó en mis oídos, diciendo:
4
— ¡Abram, Abram! No menosprecies los instrumentos de los pastores,
pues santificados por el fuego del sacrificio, habrán de conquistar
la gran liberación. —
5
El Eterno comenzó a darme órdenes, haciéndome avanzar por la fe,
sin saber como tal liberación habría de realizarse.
6
El primer paso fue la convocación de todos los pastores que, dejando
a sus rebaños, se dirigieron al Roble de Mambré, trayendo sus
instrumentos pastorales. Eran en total seiscientos pastores.
7
Ordené que vaciaran los jarros, colocando en ellos el aceite de la
botija.
8
Después de cumplir ellos esta orden, pedí que tomara cada uno la
lana de una oveja, mezclándola con el aceite de los jarros.
9
Después de estas cosas, Yahwéh me mandó tomar un vaso grande de
barro, llenándolo hasta la mitad con el aceite de olivo.
10
Al concluir esta tarea, el Señor me mandó hacer una larga mecha de
lana, enroscando la mitad dentro del aceite y dejando la otra parte
apresada encima del vaso.
11
Después de estas cosas, Yahwéh me ordenó encender la mecha, con el
fuego del altar. Al aproximarme al fuego sagrado que todavía ardía
sobre el sacrificio de la mañana, una pequeña flama saltó hacia la
mecha, y poco a poco se fue alimentando del aceite, hasta convertirse
en una llamarada que podía ser vista de lejos.
Capítulo 2
Abraham
lleva el vaso sobre sus hombros. Sufrimientos y pruebas en su
jornada. Muchos no soportan la vergüenza y abandonan a Abraham.
Incredulidad de Sara.
1
Con el vaso en los hombros, inicié una caminata rumbo a las ciudades
de la planicie, siendo acompañado por los pastores. Luego comenzaron
a surgir escarnecedores que, al verme con aquel vaso incandescente en
pleno día, comenzaron a decir que yo estaba loco. Al esparcirse esta
noticia, muchos vinieron a mi encuentro, trayendo consejos para que
yo abandonara aquel vaso que sería capaz de destruir toda mi
reputación y dignidad delante de todos ellos.
2
Cuando yo les hablé sobre los ejércitos y sobre mi misión conjunta
con los pastores, ellos concluyeron que de hecho yo estaba loco.
Intentaron tirarme el vaso por la fuerza, mas aferrándome a el,
impedí que lo tiraran de mí.
3
Avergonzados ante todo esto, muchos pastores comenzaron a separarse:
algunos regresaron hacia sus tiendas mientras que otros se unieron a
aquéllos que se reían de mi comportamiento extraño.
4
Sintiéndome solo con aquel pesado vaso sobre los hombros, comencé a
angustiarme. Anhelaba encontrar a alguien con quién pudiera
compartir mi experiencia, más todos me lanzaban miradas de
desaprobación.
5
Me acordé de Sara, mi amada esposa; En obediencia a la voz de Yahwéh
habíamos transitado por muchos caminos, estando Sara siempre a mi
lado, animándome a proseguir precisamente en los momentos más
difíciles. Con certeza Sara me traería consuelo y fuerzas para
continuar firme, conduciendo el vaso de la salvación.
6
Mientras que avanzaba por el camino pensando en Sara, la vi en medio
de la multitud. Al dirigirme a ella, me vi sorprendido y desalentado
al ver en sus ojos el mismo menosprecio de aquéllos que me llamaban
loco por conducir en pleno día la llama que se había desprendido
del al-tar.
7
Acordándome de la orden de Yahwéh de que tendría que liberar a mi
sobrino Lót, fui andando solo por el camino; Al colocarme en el
lugar de aquéllos que me llamaban loco, yo les daba la razón, pues
en condiciones normales, ninguna persona coherente saldría de casa,
sin un rumbo definido, llevando en la espalda en pleno día un vaso
con una llamarada, afirmando estar marchando contra los ejércitos de
cinco reyes, para liberar un pariente. Realmente da a entender que se
trata de la manifestación de una gran locura. Precisamente así,
bajo el rencor de todas las humillaciones y palabras que hablaban
contra mí, yo avanzaba rumbo al valle desconocido.
8
Toda aquella burla fue finalmente disminuyendo, a medida en que me
distanciaba del Roble de Mambré.
9
Comenzaron a sobrevenir a mi corazón muchas dudas en cuanto a mi
futuro. Estaba a veces afligido con el pensamiento de todo lo que
había experimentado, desde la convocación de los pastores hasta ese
momento, podría ser, de hecho, demostraciones de una locura.
10
Lleno de dudas, comencé a pensar en la posibilidad de abandonar el
vaso al lado del camino, regresándome junto al altar. Ésos eran los
consejos de algunos pastores y amigos que, condolidos de mi
soledad, todavía venían a mi encuentro, aconsejándome a que
volviera; Allí, decían, que yo podría conquistar nuevamente la
confianza de los pastores, volviendo a ser, quizás, hasta el mismo
sacerdote honrado como antes lo era. Sobre el altar, decían, que
había un fuego mucho mayor que aquél que yo cargaba en los hombros.
11
Estaba a punto de regresar, cuando Sara vino a mi encuentro,
contándome sobre el desprecio que muchos pastores lanzaban contra
mí; Ella estaba consternada, pues toda aquella deshonra, recaía
también sobre ella, al punto de no sentir más deseos de permanecer
junto a aquél altar.
12
Después de alertarme, Sara comenzó a hablarme de un plan:
Podríamos, quizás, mudarnos a una ciudad distante, donde
olvidaríamos todas aquellas vejaciones.
13
Olvidándome de la voz que me había mandado seguir rumbo a la
planicie, contesté a mi esposa que yo estaría dispuesto a
acompañarla a cualquier lugar, si ella permitía que yo llevara el
vaso. Él sería nuestro altar, calentando e iluminando nuestras
noches con su llama.
14
Al oír sobre el vaso, Sara volvió a enojarse, afirmando no entender
mi terquedad al continuar llevando sobre los hombros aquel símbolo
de vergüenza y desprecio. Después de decirme tales palabras, me
volvió la espalda regresando hacia la tienda.
Capítulo 3
Abraham
entiende el significado del vaso. Abraham protege a la pequeña llama
de los fríos vientos. Muchas ovejas siguen a Abraham. Abraham,
andando solo, sigue el rastro. Los ejércitos se burlan de Abraham y
amenazan con el exterminio de los cautivos.
1
Angustiado por no poder realizar el sueño de Sara, proseguí rumbo
al futuro incierto, siendo orientado únicamente por la llama, cuyo
brillo aumentaba a medida en que las tinieblas se hacían más
densas. Comencé entonces a meditar sobre aquella llama que me
acompañaba con su brillo y calor.
2
Yo estaba acostumbrado a ver el Fuego Sagrado entronizado sobre un
gran altar de piedras, en medio de las alabanzas de muchos pastores,
de entre los cuales yo me destacaba como maestro y sacerdote. En
aquellos momentos de adoración, yo me vestía con los mejores
mantos, y hacía la pregunta de realizar el sacrificio, solamente
cuando todos mis siervos estuviesen reunidos a mi alrededor, para que
escuchasen mis consejos y advertencias. En la hora del sacrificio, yo
levantaba hacia el cielo mi espada desenvainada, y, con palabras
amedrentadoras, proclamaba la grandeza del Señor de los Ejércitos,
El Dios Todopoderoso que domina sobre los Cielos y la Tierra.
Vibrando la espada en el aire en un movimiento amenazador, yo
representaba delante de mis pastores, la imagen de un Dios severo,
que siempre esta listo para repeler cualquier confrontación. Después
de esa demostración de soberanía y poder, tomaba yo una oveja de
las manos de un pastor, y la amarraba sobre el altar. Para que
estuviese bien clara la ira divina, pinchaba yo sobre su cuello,
golpeándola severamente, hasta verla perecer. En aquel momento yo
descendía del altar, y permanecía esperando el Fuego Sagrado que
jamás dejó de manifestarse sobre el sacrificio.
3
Yo había aprendido desde la infancia a reverenciar el Fuego Sagrado,
creyendo que ello era una revelación visible de Yahwéh, el Gran
Dios Invisible. Hasta entonces, yo lo veía como un Fuego Único e
Indivisible. Ahora, al transportar en un humilde jarro la llama que
se había desprendido del altar, mis pensamientos se agitaban con el
surgimiento de un nuevo concepto sobre el Creador: el concepto de un
Dios Sufridor que es capaz de desprenderse del Gran Yahwéh,
representado por el Fuego Sagrado, para acompañar al pecador en su
jornada.
4
Arrepentido, me postré delante del vaso y lloré amargamente. Tenía
ahora conciencia de que todo el celo demostrado junto al Altar, tenía
como finalidad la exaltación de mi orgullo, y no la del amor de
Aquél que me acompañaba por el camino.
5
Súbitamente, se me grabó en la mente la convicción de que aquella
pequeña llama que se había desprendido del Fuego Sagrado, era una
representación del Mesías, que Se desprendería del Gran Yahwéh,
para ser el Dios Con Nosotros, compañero en todas nuestras jornadas.
Al sobrevenirme esta convicción, la llama se alegró, tornándose
más brillante y calurosa.
6
Con el corazón transformado, proseguí por el camino rumbo al valle,
llevando en los hombros el jarro que me había traído después de
tanto desprecio, la alegría de una nueva revelación sobre el
carácter del Creador.
7
Momentos difíciles comenzaron a surgir en mi camino, cuando fríos
vientos venidos del mar salado comenzaron a arremeterse contra la
pequeña llama, pro-curando apagarla. Yo la amparaba con mi cuerpo,
andando muchas veces de lado e igualmente de espalda, mas siempre
avanzando rumbo al valle.
8
Al romper la luz del día, me encontré a un paso de la planicie.
Comencé a encontrar por el camino muchos rebaños que eran
conducidos por rudos pastores. A medida en que avanzaba entre ellos,
surgían tumultos y confusiones, pues muchas ovejas y cabras se
asustaban con mi vaso ardiente, dispersándose por todas partes. Esto
hizo que la mayoría de los pastores estu-viesen irritados contra mi
presencia en su medio.
9
Sabiendo que no podría permanecer retenido en ese valle, proseguí
de frente rumbo a Sodoma. Mientras que avanzaba, comenzó a suceder
algo interesante: muchas ovejas, tiernas y sumisas, comenzaron a
acompañarme. Eran pocas al principio, pero poco a poco su número
fue aumentando, hasta que comencé a caminar con dificultad, debido
al gran número de ovejas que me seguían. A lo lejos yo podía ver a
los pastores, enfurecidos, por la pérdida de sus ovejas más
bonitas.
10
Al llegar a la Ciudad de Sodoma, la encontré vacía y devastada.
Siguiendo los rastros dejados por los ejércitos y por la multitud de
cautivos, fui aproximándome cada vez más al blanco de mi misión.
Al llegar a la campiña de Dan, pude avistar a lo lejos el gran
campamento de los soldados, al pie de una colina. Sin prisa, me
encaminé hacia allá, conduciendo a mi nuevo rebaño.
11
Desde lo alto del monte, pude observar el campamento en toda su
extensión. Había millares de soldados conmemorando su victoria;
Mientras que, centenares de cautivos yacían amontonados en medio del
campa-mento, humillados y sin esperanza. Ante esa escena, estuve
imaginando cómo se podría realizar la liberación.
12
Mi presencia despertó la curiosidad de algunos soldados que, al
verme con el vaso fumigante, se aproximaron y comenzaron a burlarse.
Cuando me preguntaron el motivo de mi presencia en aquel lugar, les
dije que venía a liberar a mi sobrino Lót. Mis palabras se tornaron
en motivo de muchas bromas en todo el campamento; Después de esto,
comenzaron a mofarse de Lót.
13
En poco tiempo, toda aquella burla se transformó en gritos de
venganza, y proclamaron que, a la mañana siguiente, todos los
cautivos serían exterminados, comenzando por mi sobrino.
Capítulo 4
Abraham
se reconforta con la llegada de sus pastores y aliados. Los pastores
aprendieron a amar la luz del Vaso. Lealtad de los aliados de
Abraham. Orientado por la Voz Divina, Abraham da instrucciones
estratégicas. La lamparilla de Lot. Confusión y matanza entre los
ejércitos enemigos.
1
Mientras intentaba imaginar lo que Yahwéh podría hacer para
alcanzar tan milagrosa liberación, vi surgir a lo lejos un grupo de
pastores que se encaminaban en dirección mía, viniendo de Sodoma.
Pensé al principio que eran los pastores enemigos que venían a
arrancarme el rebaño conquistado con amor. Tal desconfianza pronto
desapareció, dando lugar a un sentimiento de mucha alegría, cuando
descubrí que eran mis fieles pastores. Ellos se fueron aproximando
en pequeños grupos de doce, hasta alcanzar el total de 300 pastores.
Al mirar hacia ellos, pude notar en sus semblantes las señales de
una gran lucha espiritual que tuvieron que enfrentar, para estar de
mi lado. Me contaron acerca de la experiencia de muchos compañeros
que, desanimados, habían lanzado el aceite y la lana fuera de sus
vasos, regresándose hacia sus tiendas. Me hablaron de como, en
aquella noche anterior, habían aprendido a amar la luz de mi vaso,
que para ellos se convirtió como en una estrella guía.
2
Me alegraba con la presencia de mis humildes pastores,
cuando llegaron en dirección nuestra Aner, Escol y Manre,
acompañados por quince hombres armados; Eran fieles amigos que,
conociendo los peligros que enfrentaríamos en aquel valle, vinieron
en nuestra ayuda. Para que no aplazáramos el plan divi-no, les pedí
que permanecieran escondidos hasta el amanecer, cuando recibirían
orientaciones sobre cómo participar en la misión.
3
Comencé a orientar a los pastores, siguiendo las instrucciones de La
Voz Divina que me sonaba desde dentro de la llama: La primera tarea
de los pastores, sería cuidar del rebaño hasta el anochecer.
4
Al volver, ordené que amarraran las madejas de lana empapadas en
aceite, en la punta de sus bordones, colocándolos dentro de los
vasos que, deberían mantenerse suspendidos, boca abajo.
5
Comencé a encenderlos con el fuego de mi llamarada,
hasta que las trescientas antorchas estuvieron ardiendo, aunque,
ocultas, en el interior de aquellos vasos.
6
Ordené a cuarenta de mis valerosos pastores que, en el momento
indicado por una señal que sería dada, deberían avanzar
silenciosos hacia el centro del campamento, circundando a todos los
cautivos que yacían amontonados en medio del campamento de las
tropas. Al mismo tiempo, los 260 pastores restantes, deberían rodear
todo el campamento, esperando la señal de romper los vasos con los
cuernos.
7
Orientado por La Voz de la Llama, les indiqué las señales: Cuando
la última antorcha se apagase en el campamento, deberían estar
atentos, pues una pequeña lamparilla sería encendida por uno de los
cautivos. Tan pronto como la lamparilla comenzase a arder, deberían
correr cada uno hacia su puesto, evitando cualquier ruido, para no
ser descubiertos.
8
La señal para ellos de quebrar los vasos con los cuernos, levantando
muy en alto la antorcha, sería el apagar de la lamparilla.
9
Después de esas orientaciones, los 260 pastores, ocultos por las
sombras de la noche, se esparcieron por el valle, y estaban esperando
el momento de colocarse alrededor del campamento; Mientras tanto, los
40 se colocaron próximos a un pasaje más vulnerable, a través del
cual habrían de alcanzar a los cautivos.
10
Era ya alta noche cuando la antorcha del último soldado se apagó,
sobreviniendo una completa oscuridad y silencio sobre el campamento
de las tropas.
11
Entre los cautivos, había un hombre en aquella noche, que vivía la
mayor angustia de su vida. Era mi sobrino que, después de
convertirse en el blanco de tantos abusos y humillaciones, había
tomado conocimiento del castigo que les esperaba al amanecer.
12
En aquella noche, Lot tenía sus pensamientos vueltos hacia su tío;
se acordaba con arrepentimiento del momento en que me había dejado
junto al Roble de Mambré, mudándose hacia las campiñas de Sodoma.
En su desesperación, sintió deseo de volver a ver mi faz y de
pedirme perdón por haberse apartado de mí. Justamente en aquel
momento, Lot fue atraído por el brillo de una antorcha que ardía
sobre la colina. Al mirar el brillo, imaginó estar teniendo una
visión, pues ello mismo le revelaba la faz de su querido tío.
13
Queriendo mostrarme su rostro, Lot palpó en medio de las tinieblas
hasta encontrar una pequeña lamparilla que había traído en su
alforja. Frustrado, percibió que no había en ella nada de aceite.
Concluyó que aquella lámpara apagada y seca, era un símbolo de su
vida vacía y sin fe.
14
Sin desviar los ojos de mi rostro iluminado por la llama del vaso, en
un desesperado gesto de fe, Lot palpó la mecha de su lamparilla,
descubriendo que había en ella un residuo de aceite. Curvándose,
comenzó a herir las piedras del fuego, hasta que una chispa
saltó hacia la mecha. Sin saberlo, Lot estaba comandando con sus
gestos, los pasos para una gran liberación.
15
Los trescientos pastores al ver el tenue brillo de la lamparilla, se
encaminaron rápidamente hacia sus puestos, y, permanecieron
aguardando el apagar de la pequeña llama.
16
Desde el momento en que Lot se levantó con su diminuta llama,
yo estaba mirando hacia sus ojos que miraban los míos. Vi que su faz
traía señales de inenarrable angustia y malos tratos. Así mismo,
pude leer en sus ojos azules, que la esperanza y la fe todavía no le
habían abandonado.
17
El pequeño fuego de la lamparilla de Lot, con todo, no resistiría
por mucho tiempo. Era necesario que se apagase, para señalizar la
gran victoria.
18
Cuando la oscuridad volvió a cubrir la faz de Lot, mis
trescientos pastores arremetieron sus cuernos contra los vasos que
mantenían ocultas las antorchas ardiendo. Un gran ruido, como de
caballería en combate resonó por todas partes, mientras que las
antorchas eran suspendidas. Los trescientos cuernos utilizados hasta
entonces para conducir el rebaño, sonaban ahora como trompetas de
conquistadores.
19
Todo el campamento se despertó de un solo brinco, y, sin saber cómo
escapar de tan terrible investida que partía de afuera y de adentro,
los soldados comenzaron a luchar entre sí mismos, mientras que mis
pastores permanecían en sus puestos, haciendo sonar los cuernos.
20
Los cautivos, estuvieron muy espantados al principio, mas poco a poco
fueron tomando conciencia de la gran liberación que estaba
operándose en su favor.
21
Cuando amaneció, se reveló ante nuestros ojos un
escenario de completa destrucción; Todo el pueblo estaba cubierto
por millares de cuerpos rasgados por sus propias espadas y lanzas.
Solamente unos pocos consiguieron huir de aquel campamento de muerte,
mas fueron perseguidos por mis dieciocho aliados que estaban armados,
siendo alcanzados en Hobá, que esta a la izquierda de Damasco,
mientras tanto, los cautivos, ahora liberados, recuperaban todas las
riquezas de que habían sido saqueados por los enemigos.
Capítulo 5
La
Gran Liberación representa la liberación de Israel en los últimos
días. Abraham descubre que La Gran Liberación se concretizó en
Rosh Hashaná. Abraham predica la fe en el Mesías a los cautivos
liberados invitándoles a purificarse en agua, solo tres lo aceptan.
Abraham rechaza la oferta del rey de Sodoma. Abraham y los fieles
deciden conmemorar la fiesta de Sukot en Salem. Las Perlas del Vaso.
Bienvenida festiva en Salem. El encuentro de Abraham y Melquisedec.
(Véase Crono. 1, 2 y 3)
1
De la cima de la colina, en tanto que yo vibraba con la alegría de
los cautivos en aquella mañana de liberación, oí la Voz de Yahwéh
hablándome de en medio de la llama:
2
—“Esta liberación que hoy se concretiza, representa la
liberación que he de operar en los últimos días, salvando a los
remanentes de tus hijos, del cerco de numerosas naciones que se
aliarán a Gog con el propósito de destruirlos. En aquel día en que
triunfaren sobre mi pueblo, mi indignación será muy grande, y
contenderé contra él por medio de la peste y de la sangre; lluvia
inundante, grandes rocas de granizo, fuego y azufre haré caer sobre
él, sobre sus tropas y sobre sus muchos pueblos que estuvieren con
él. Así, yo me engrandeceré, justificaré mi santidad y me daré a
conocer a los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy el Señor.
Y sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén
derramaré el Espíritu de gracias y de súplicas; mirarán hacia mí
a quien traspasaron, y harán lamentación como quien se lamenta por
un hijo unigénito y llorarán por él como quien llora amargamente
por el primogénito. En aquel día, habrá una fuente abierta para la
casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para remover el
pecado y la impureza". —
3
Consiente de la importancia histórica de aquel día de libera-ción,
tomé un calendario y, miré con sorpresa, pues era Rosh Ha-shaná, o
día de las trompetas. Aquél era el primer día de un Año Nuevo;
Diez días después vendría el Yom Kipur, el día de la purificación
de los pecados; En el día 15, tendría lugar la fiesta de Sukot, la
alegre fiesta de las cosechas de otoño.
4
La llama que para mí se había convertido en una
representación del Mesías Prometido, se apagó en el momento en que
descendí al encuentro de los pastores y de los muchos cautivos ahora
liberados. Llenos de alegría y de admiración, todos querían saber
como había llegado a ser posible tan grande liberación, solamente
con la utilización de aquéllas antorchas y cuernos. Les hablé
entonces de la importancia de aquel fuego que se había desprendido
del Altar, para liberarlos en aquel valle, identificándolo como el
Mesías Salvador.
5
Al ver que todos cargaban en sus cuerpos y mantos la suciedad de la
esclavitud, los invité a seguirme hasta el río Jordán, donde todos
podrían bañarse, para la purificación de sus pecados.
6
Solamente tres personas atendieron la invitación: Lót y sus dos
hijas más recientes. Los demás, regresaron contaminados hacia sus
casas.
7
Antes de partir, el rey de Sodoma vino a mi encuentro, prometiendo
darme todas las riquezas recuperada en aquella mañana. Yo rechacé
su oferta, para que nunca jamás alguien pudiera decir que yo me
enriquecí con aquel saqueo.
8
Permanecimos acampados en los márgenes del río Jordán, en las
proximidades de Jericó por doce días. En aquellos días de
refrigerio, todos se hallaron libres de las impurezas, dejándolas en
las aguas del Jordán. Este era un preparativo especial para la
fiesta de Sukot que decidimos conmemorar en Salem.
9
Llenos de alegría, iniciamos una marcha ascendente rumbo a la
ciudad de Salem, inconsciente de la feliz sorpresa que nos aguardaba.
Yo seguía al frente teniendo a mi lado a Lót y sus dos hijas,
y detrás venían los 300 pastores, conduciendo el gran rebaño.
10
A medida que avanzábamos, comencé a notar que mi vaso que se había
quedado vacio al amanecer, se tornó muy pesado. Al bajarlo, miré
sorprendido al descubrir dentro de él muchas perlas de variados
tamaños y brillos que se formaron misteriosamente.
11
Al ver nosotros a lo lejos la blanca ciudad, comenzamos a oír
sonidos de una gran fiesta. Acordes armoniosos repercutían por los
montes, mientras avanzábamos por el camino.
12
Mi curiosidad en conocer aquella ciudad y a su joven rey era inmensa,
pues de boca de muchos ya había oído acerca de su grandeza y fama.
Se trataba de un reino diferente de todos los demás, donde los
súbditos eran entrenados no en el manejo de arcos y flechas, sino en
el dominio de instrumentos musicales. Melquisedec, su joven rey,
regía a todos con un cetro muy especial: un laúd, por el cual había
pagado un precio elevado.
13
En tanto crecía en mí la alegría por estarnos aproximando a
la Ciudad del Gran Rey, vimos una multitud vestida de lino fino, puro
y resplandeciente, saliendo a nuestro encuentro. Todos traían
instrumentos musicales, mientras cantaban un himno de victoria. Al
frente de la multitud venía un joven tocando un laúd, trayendo en
la frente una corona repleta de piedras preciosas, que brillaban bajo
la claridad del sol poniente. Yo tuve la certeza de que aquél era el
tan aclamado rey de Salem.
14
Al momento de nuestro encuentro, quedamos admirados con la salutación
que nos hicieron; Inclinándose delante de mí, Melquisedec afirmó:
15
—“Bendito eres tú Abraham, siervo del Dios Altísimo, que posee
los cielos y la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó
a tus adversarios en tus manos". —
Capítulo 6
Grandes
revelaciones de Melquise-dec y su pueblo. Los vencedores son
coronados. Al ser coronado, Abraham se conmueve al observar heridas
profundas en las manos de Melquisedec. Melquisedec promete relatar su
historia. Melquisedec, al partir el pan y el vino, es honrado.
Las 144 perlas como diezmo. Las instrucciones y profecías de
Melquisedec.
1
Sorprendidos por la festiva recepción, fuimos introducidos en la
ciudad, donde la belleza de las mansiones y jardines nos causó mucha
admiración. Todo allí era puro y lleno de paz.
2
Fuimos recibidos en el palacio real, edificado sobre el Monte Sión.
Allí, una nueva sorpresa nos aguardaba:
3
La gran sala del trono, estaba toda adornada con representa-ciones de
nuestra victoria sobre los enemigos. Había en medio de la sala una
mesa muy larga, cubierta por toallas de lino fino adornadas con hilos
de oro y piedras preciosas. Sobre la mesa había 304 coronas, cada
una trayendo la inscripción del nombre de un vencedor. En un gesto
que nuevamente nos sorprendió, Melquisedec, tomando las coronas,
comenzó a colocarlas en la cabeza de cada uno de nosotros,
comenzando por Lot y sus hijas. Estábamos todos admirados por el
hecho de que el rey de Salem nos conociera individualmente, y por
tener preparadas aquellas coronas mucho antes de que fuésemos
vencedores.
4
Yo observaba la alegría de mis compañeros coronados, cuando,
tomando una corona semejante a la suya, el rey de Salem se
dirigió a mí con una sonrisa. Al levantarla sobre mi cabeza, noté
algo que hasta entonces no había percibido: Sus manos traían
cicatrices de heridas profundas. Vencido por un sentimiento de
gratitud, me postré a sus pies y, conmovido, besé sus bondadosas
manos, bañándolas con mis lágrimas.
5
Al levantarme, le pregunté el significado de aquellas cicatrices.
Con una tierna sonrisa, él prometió que iría a contarme toda la
historia de aquel próspero reino, y de cuánto le costó obtener
su paz.
6
Después de coronarnos, Melquisedec nos hizo sentar alrededor de la
gran mesa, y comenzó a servirnos el pan y el vino; A partir de aquel
momento, comenzamos a honrarlo como Sacerdote del Dios Altísimo.
7
En un gesto de gratitud, tomé el vaso repleto de perlas, y lo
coloqué a los pies del rey. Tomándolo en los brazos, él comenzó a
acariciarlo, sin atentar hacia el brillo de las perlas. Expresándome
la gratitud por aquella ofrenda, me dijo que aceptaría el vaso y,
que de las perlas, solamente aceptaría el diezmo.
8
Inmediatamente comencé a contar las joyas, separando las más bellas
para el rey. Había un total de 1,440 perlas, de las cuales le
entregué 144. Él las guardó cuidadosamente en una cajita hecha de
oro puro, en cuya tapa había lindos adornos con incrustaciones de
pequeñas piedras preciosas.
9
Después de recibir el diezmo que simbolizaba la gran liberación
operada por Yahwéh en la planicie, Melquisedec llamó venir a él a
uno de sus súbditos que era maestro en adornos y pinturas,
ordenándole honrar el vaso con un lindo grabado que retratase el
momento en que yo lo ofrendé.
10
Mientras el jarro era pintado, Melquisedec comenzó a contarme la
historia de su reino, desde su fundación hasta aquel momento en que
estábamos conmemorando la gran victoria sobre los enemigos.
11
Al devolverme el vaso, ahora honrado con el más bello grabado e
inscripciones que exaltaban la justicia, la humildad y el amor, el
rey de Salem me ordenó que llevara conmigo el vaso con aquellas
perlas. Durante seis años yo y mis pastores deberíamos contar a
todos la historia de aquel vaso que fue victorioso por causa de la
llama del altar. A todos aquellos que, con arrepentimiento,
aceptasen la salvación representada por su historia, deberíamos
ofrecer una perla. Al final de los seis años, las perlas se
acabarían; Ya no habría oportunidad de salvación. Sobrevendría
entonces el séptimo año, en el cual habría un tiempo de gran
angustia y destrucción, cuando solamente habría protección para
aquellos que poseyesen las perlas. Por esa ocasión, las ciudades de
la planicie serían totalmente detruidas por el fuego del juicio, y
los demás pueblos que no se arrepintiesen, serían diezmados por
grandes plagas.
Capítulo 7
Continúan
las revelaciones de Melquisedec. Acontecimientos que se verificarán
en Rosh Hashaná, en Yom Kipur y en la fiesta de Sukot. Seis años de
oportunidad. La santificación del día de reposo, señal de alianza
con Yahwéh. La Nueva Jerusalén revelada al final del séptimo año.
La Venida del Mesías. La resurrección de los fieles fallecidos y
transformación de los vivos victoriosos. Coronación de los justos
en la Ciudad Santa. (Véase Crono. 3)
1
Sobre el triunfo que acabábamos de obtener sobre numerosos
ejércitos, Melquisedec, después de repetirme las palabras dichas
por el Mesías, dijo una señal que sería importante para aquéllos
que viviesen por la ocasión de la gran liberación de Israel. Afirmó
que, multiplicando las 144 perlas del diezmo por el número de
columnas de su palacio, encontraría el año que traería a su
consumación la gran liberación de Israel. Movido por la curiosidad,
comencé inmediatamente a contar las columnas; Eran 40 columnas de
mármol, adornadas con piedras preciosas.
2
Al regresar al rey con el resultado de los cálculos, él comenzó a
hacer predicciones sobre los grandes acontecimientos que tendrían
lugar al final de aquél año:
3
—Al llegar la plenitud de los tiempos, todos los esfuerzos humanos
en busca de la paz se frustrarán. En aquel tiempo, numerosas
naciones se aliarán contra el reino de Salem; Habrá una
batalla como nunca hubo, y toda la tierra será castigada
por el fuego; Después de agotar ellos todos los recursos en su
defensa, Israel verá, con desesperación, incontables enemigos
marchando contra ellos, con el propósito de eliminarlos. Como Lot en
su noche de angustia, ellos verán morir su esperanza, cuando, en
Rosh Hashaná, ha de oírse en medio de las ruinas de Salem,
los acordes armoniosos de un laúd, tocados por un beduino de la
tribu de Taamireh; Su música hará renacer la fe y la
esperanza en un mundo mejor, donde nación no se levantará contra
nación; donde las lágrimas, el dolor y la muerte no existirán más.
—
4
Después de consolar a los afligidos con los acordes de su laúd, el
beduino tomará el vaso con los pergaminos de la tumba de David, y lo
llevará sobre los hombros. En aquel día, estarán los pies suyos
sobre el Monte de los Olivos, y, al clamar por la liberación
de Israel, habrá un fuerte terremoto que agrietará el Monte por la
mitad, surgiendo del oriente hacia el occidente un enorme valle. En
aquel día, toda la tierra de Israel será fuertemente sacudida,
sobreviniendo una total destrucción para todos los ejércitos
enemigos; Habrá, sin embargo, salvación para todos aquéllos que,
con arrepentimiento, se refugiaron bajo las alas del Eterno, lanzando
lejos de sí los instrumentos de violencia.
5
Toda la humanidad testimoniará, con espanto, las escenas de la
liberación de los hijos de Israel. En aquel día, muchos pueblos y
poderosas naciones se establecerán al lado de Yahwéh de los
Ejércitos; Multitudes de los judíos de la diáspora se aproximarán,
diciendo: Nos iremos con vosotros, porque sabemos que el Eterno está
de vuestro lado.
6
El Yom Kipur que seguirá a la liberación, será un día de
purificación de las impurezas de todos aquéllos que aceptaron la
salvación; En aquel día acabará la ceguera de los hijos de Jacob,
y mirarán hacia Aquél a quien traspasaron, y llorarán amargamente
por él como se llora por un hijo unigénito.
7
En la fiesta de Sukot (cosechas) será derramado el Espíritu de Dios
sobre toda carne; Y sucederá que, todo aquél que invoque el nombre
de Yahwéh, será salvo, recibiendo una perla del vaso.
8
En el decorrer de los días de Sukot, lluvias de bendiciones caerán
sobre el inmenso valle, haciendo surgir a la vista de todos los
pueblos, en toda la tierra Santa, un paraíso repleto de alegría y
paz.
9
En aquel día los elegidos de Dios comprenderán las palabras del
libro:
10
"Oídme, vosotros, que procuráis la justicia, vosotros que
buscáis a Yahwéh. Mirad hacia la roca de la cual fuisteis cavados,
hacia la caverna de la cual fuisteis sacados. Mirad hacia Abraham,
vuestro padre, y hacia Sara, aquella que os dio a luz. Él estaba
solo cuando lo llamé, mas yo lo bendije y lo multipliqué. Yahwéh
consoló a Sión, consoló todas sus ruinas; él transformará su
desierto en un Edén y su soledad en un jardín. En ella encontrarán
gozo y alegría, cánticos de acción de gracias y sonidos de
música".
11
En aquel día los redimidos mirarán hacia el humilde beduino que
liberó de la caverna el vaso de Abraham, y cantarán con alegría:
12
"Cuán bellos son, sobre los montes, los pies del mensajero que
anuncia la paz, del que proclama buenas nuevas y anuncia la
salvación, del que dice a Sión: ¡Oh tu Dios reina! Porque Yahwéh
consoló a su pueblo, él redimió Jerusalén. Yahwéh descubrió su
santo brazo a los ojos de todas las naciones, y todos los extremos de
la tierra verán la salvación de nuestro Dios".
13
Durante seis años, toda la humanidad, iluminada por la mayor
revelación del amor y de la justicia de Yahwéh, tendrá oportunidad
de romper con el imperio del pecado, uniéndose a los hijos de Israel
en su marcha de purificación y restauración del reino de la luz.
14
Entonces acontecerá que, todos los sobrevivientes de las naciones
que marcharon contra Jerusalén, subirán, año tras año, para
postrarse delante del rey Yahwéh de los Ejércitos, y para celebrar
la fiesta de Sukot. Y acontecerá que aquélla de entre las familias
de la tierra que no suba y no venga, atraerá contra sí misma la
plaga con la que Yahwéh herirá a las naciones que no suban a
celebrar la fiesta de Sukot.
15
En aquellos años de oportunidad, sonará por todas partes del mundo
el último convite de misericordia, en un intento por que todos los
pecadores se arrepientan y se unan en una eterna alianza con Yahwéh,
diciendo:
16
"Así dice Yahwéh: Observad el derecho y practicad la justicia,
porque mi salvación esta pronta a llegar y mi justicia, a
manifestarse. Bienaventurado el hombre que proceda así, y el hijo
del hombre que en esto se afirma, que guarda el sábado y no lo
profana y que guarda su mano de practicar el mal. No diga el
extranjero que se entregó a Yahwéh: —Naturalmente Yahwéh va a
excluirme de su pueblo,— ni diga el eunuco: —No hay duda, yo no
paso de un árbol seco";— Pues así dice Yahwéh a los eunucos
que guardan mis sábados y optan por aquello que es mi voluntad,
permaneciendo fieles a mi alianza: “He de darles, en mi casa y
dentro de mis muros, un monumento y un nombre más precioso del que
tendrían como hijos e hijas; He de darles un nombre eterno, que no
será extirpado. Y, en cuanto a los extranjeros que se entregaren a
Yahwéh para servirlo, sí, para amar el nombre de Yahwéh y
convertirse en sus siervos, a saber, todos los que se abstienen de
profanar el sábado y que se mantienen fieles a mi alianza, yo los
traeré a mi santo monte y los cubriré de alegría en mi casa de
oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán bien aceptados en
mi altar. En efecto, mi casa será llamada casa de oración para
todos los pueblos".
17
En los seis años de oportunidad, Samael, el gran engañador, en un
gesto de desesperación, empleará todos los recursos posibles para
impedir la realización de Yahwéh a través de Su pueblo. En
oposición a la santificación del sábado que es la señal de la
alianza entre Yahwéh y sus escogidos, numerosas religiones, aliadas
a gobernantes impíos, impondrán otro día para el culto, no
pudiendo comprar ni vender todos aquéllos que se mantuvieren fieles
a la alianza de Yahwéh. En aquellos años de pruebas, los elegidos
de Dios sobrevivirán mediante el cuidado de los ángeles, que los
conducirán distantes de las ciudades populosas que serán castigadas
por las siete últimas plagas que caerán sobre los impenitentes al
final de los seis años.
18
Durante los seis años de la cosecha final, el Mesías edificará una
Nueva y Eterna Jerusalén, adornándola con los hechos de justicia de
Sus escogidos. Esa Nueva Jerusalén solamente será revelada al
completarse toda la justicia divina, al final del séptimo año,
período en que los elegidos de Dios tendrán como desafío vivir una
vida sin culpas, pues cualquier acto de rebeldía en aquel tiempo,
estaría sin expiación, significando una eterna vergüenza para el
Creador.
19
Al completarse los siete años, el Mesías aparecerá en las nubes
del cielo, acompañado por todas las huestes celestiales; Al tocar Su
trompeta en aquél gran Rosh Hashaná, los fieles fallecidos,
resucitarán revestidos de gloria; los vivos victoriosos, serán
transformados en un abrir y cerrar de ojos, recibiendo cuerpos
perfectos; Juntos, todos los redimidos serán arrebatados hacia la
Nueva Jerusalén, en un viaje inolvidable que comenzará en el primer
día de la fiesta de Sukot; Después de siete días de feliz
ascensión, llegarán a La Ciudad Santa para conmemorar, delante del
trono, el octavo día de la fiesta. Como si fuese un sueño, los
rescatados del Señor entrarán en La Ciudad Santa, encontrando a su
lado norte, el jardín del Edén, en medio del cual se eleva el monte
Sión, el lugar del trono de Yahwéh. Coronados por el Mesías,
los redimidos entonarán el cántico de la victoria, haciendo vibrar
por todo el espacio los acordes de sus arpas, laúdes y flautas.
Capítulo 8
Continúan
las predicciones de Melquisedec. Abraham y sus pastores proclaman la
salvación represen-tada por la historia del vaso y su llama
redentora. Otorgan perlas a los creyentes. Un tiempo de opor-tunidad
antes de la calamidad. Las perlas del vaso no tenían
significado para Sara.
1
Después de proferir todas estas predicciones, Melquisedec me dijo
que toda la experiencia que estábamos viviendo, era pre figurativa.
Para que todo el drama se consumase, teníamos todavía delante de
nosotros acontecimientos importantes; primeramente, yo debería
regresar al Roble de Mambré juntamente con mis pastores, para
proclamar a todos la salvación representada por la historia de aquel
vaso. Todo aquél que, con arrepentimiento, aceptase al Mesías
revelado, obtendría el perdón de sus pecados, recibiendo una perla.
Al final de seis años, al llegar la víspera de Rosh Hashaná, las
perlas se acabarían, no habiendo más oportunidad de salvación. Por
aquel tiempo, el fuego del juicio caería sobre las ciudades de
Sodoma y de Gomorra, habiendo terribles plagas sobre todos los
infieles.
2
Al oír tales palabras del rey de Salem, me sobrevino gran
an-gustia, al acordarme de los últimos pasos de Sara; Yo temía que
ella, en su incredulidad, no aceptase una perla. Si esto aconteciese,
mis lindos sueños se echarían por tierra, pues no conseguiría ser
feliz en su ausencia. Leyendo en mis ojos la angustia, Melquisedec me
consoló con una promesa:
3
—Abram,
de aquí a seis años Yahwéh te visitará en tu tienda, y tu esposa
será curada de su esterilidad. Ella se convertirá y te dará un
hijo que se llamará Isaac. —
4
Al finalizar la fiesta de Sukot, retornamos a nuestras tiendas junto
al Roble de Mambré. A medida en que íbamos avanzando por el camino,
muchas personas nos rodeaban, admirados por la belleza del vaso
repleto de perlas; A todos contábamos la historia de su llama
redentora, y ofrecíamos las perlas a todos los que creyendo,
aceptaban la salvación.
5
Cuando llegamos al Roble de Mambré, una multitud de personas en él
esperaba; Muchos habían oído hablar de la milagrosa
liberación operada a través de aquel vaso que había sido el blanco
de tanto menosprecio. Ahora, todos estaban enmudecidos al verlo
glorificado.
6
Juntamente con mis pastores, continuamos proclamando el infinito amor
de Yahwéh revelado por la llama. El número de aquellos que
procuraban obtener las perlas fue aumentando, día tras día, y todos
éramos felices.
7
Los días, los meses y años fueron pasándose, y la cantidad de
perlas fue disminuyendo dentro del vaso. Estábamos viviendo ahora
los últimos meses del sexto año, que era el último de oportunidad.
A medida en que los días se pasaban, aumentaba en mi corazón una
preocupación y una angustia, pues Sara hasta entonces no había
tomado interés en apoderarse de su perla, a pesar de mis constantes
ruegos.
8
En aquellos momentos de aflicción en que clamaba a Dios por la
salvación de Sara, mi único consuelo eran las últimas palabras del
rey de Salem, de que al final de los seis años ella sería
transformada.
9
Vivíamos ahora los últimos días del sexto año; La conciencia de
que el tiempo se estaba agotando, hacía que muchas personas me
procurasen desde la mañana hasta la noche, para apoderarse de las
perlas de la salvación. Con el corazón herido por inexpresable
aflicción, yo insistía con Sara, procurando convencerla de su
necesidad en tomar, cuanto antes, una perla, pues las mismas se
estaban haciendo cada día más escasas. Sin considerar mi angustia,
Sara desdeñaba mis solicitudes, afir-mando que aquellas perlas no
tenían ningún significado para ella.
Capítulo 9
Abraham
intenta convencer a Sara sin tener éxito. Abraham recibe con
hospitalidad a tres peregrinos. El Señor convierte a Sara y le
bendice, le entrega dos perlas, una para ella y otra para su hijo.
Abraham cae a los pies de su Redentor y recibe la última perla.
1
Después de una noche en vela en que, desesperadamente, procuré
convencer a mi amada de posesionarse de su perla, aceptando la
salvación representada por aquel vaso, vi el sol surgir trayendo la
luz del último día —víspera
de Rosh Hashaná. — Al mirar hacia dentro del vaso en aquella
mañana, vi que restaban apenas tres perlas. Al admirarles el brillo,
comencé a imaginar que la más brillante sería para mi hijo
prometido, la de brillo intermedio sería la de Sara, y la última
sería la mía. Ese pensamiento me trajo alivio y esperanza; Pero, al
mismo tiempo, comencé a preocuparme con la posibilidad de que
llegaran personas procurando obtenerlas; Si viniesen, yo no podría
negarles el derecho a ellas.
2
Tomado por esa preocupación, permanecí sentado bajo el Roble de
Mambré. En el transcurso del día, me sobrevino un gran
estremecimiento cuando vi a lo lejos tres peregrinos que caminaban
rumbo a nuestra tienda. Comencé a clamar a Dios que ellos cambiaran
de rumbo, pero mis clamores no fueron atendidos. Dominado por una
gran amargura, corrí hasta ellos, y, después de postrarme, los
invite hacia la sombra.
3
Tomando una vasija con agua, comencé a lavarles los pies,
limpiándolos del polvo del camino. Al ver los pies heridos y
ampollados de aquéllos hombres, sentí compasión por ellos;
Comprendí que habían venido de muy lejos, enfrentando peligros y
desafíos, con el propósito de obtener a tiempo las perlas. Vi que
ellos eran mucho más merecedores que yo, Sara y nuestro hijo
prometido.
4
Al lavar los pies del tercero, mi corazón que hasta entonces estaba
afligido, se lleno de paz y alegría; Imaginaba en aquel
momento, cuán terrible sería si aquél tercer peregrino, no se
hubiese unido a los dos primeros en aquel trayecto; En ese caso yo
estaría obligado a tomar la última perla, subiendo sin mi amada a
Salem. Si tuviera yo que pasar por esa experiencia, la perla que
simbolizaba la alegría de la salvación, se convertiría para mí en
un símbolo de soledad y tristeza, pues la larga vida del cariño de
Sara, sería para mí el mayor castigo, como la propia muerte.
5
Después de lavarles los pies, comencé a servirles el alimento que
fue especialmente preparado para ellos. Mientras les servía en
silencio, estaba yo esperando el momento en que me preguntarían por
las perlas. Pero sin revelar ninguna prisa, ellos hablaban sobre la
larga caminata que hicieron, sobre las ciudades por donde habían
pasado. Yo les pregunté si conocían Salem; Ellos me respondieron
afirmativamente, agregando que en aquellos seis años, muchas obras
habían sido realizadas en aquélla ciudad, en preparación para una
gran fiesta que estaba por realizarse dentro de un año más, por la
ocasión de Sukot.
6
Las palabras de aquél tercer peregrino, el más conversador de los
tres, comenzaron a traerme, misteriosamente, un sentimiento de
esperanza. Al mirar hacia sus ojos azules, Vi que él se parecía a
Melquisedec.
7
Recordaba la última promesa hecha por el rey de Salem, cuando el
tercer peregrino me preguntó con una sonrisa:
8
—Abram, ¡¿Donde está Sara tu mujer?!—
9
Atónito, le pregunté:
10
— ¿Cómo sabes mi nombre y el nombre de mi esposa?—
11
El peregrino, me respondió:
12
—No solamente sé vuestros nombres, sino también sé que, de aquí
a un año vosotros tendréis un hijo que será llamado Isaac. —
13
Al oír las palabras del visitante, corrí hacia dentro de la tienda
a fin de llamar a mi esposa, para que oyese las palabras de aquél
peregrino.
14
Al verla, el peregrino le preguntó:
15
— ¿Sara, porqué os reís de mis palabras?—
16
Asustada, Sara, contestó:
17
— ¡Yo no reí mi señor!
18
—No digáis que no reísteis, pues yo os vi riendo dentro de la
tienda. — Afirmó el peregrino.
19
Consiente de estar delante de alguien que conocía su interior,
Sara le preguntó:
20
— ¡¿Quién eres tú Señor?!
21
— ¡Yo Soy la llama que se desprendió del Fuego del Altar para
estar en el vaso de tu esposo! ¡Yo Soy el Mesías, el Yahwéh que
sufre humillaciones y desprecios por amor a Su pueblo!—
22
Habiendo hecho esta revelación, el peregrino extendió Sus manos
sobre la cabeza de Sara para bendecirla; Solo hasta entonces vi, que
ellas estaban marcadas por cicatrices semejantes a las del rey de
Salem.
23
El peregrino, con mucha ternura, comenzó a hablar al corazón de mi
amada, rescatándola de su caverna de incredulidad:
24
— ¡Sara, valiosa eres a mis ojos! ¡Todo tu pasado de incredulidad
e infertilidad está perdonado! ¡Tengo para ti un futuro glorioso,
pues tú te con-vertirás en madre de muchos pueblos y naciones!—
25
Después de decir estas palabras, el noble visitante se encaminó
hacia el vaso e, inclinándose, tomó de el las tres perlas
restantes. Dirigiéndose a Sara, le entregó dos perlas, y le dijo:
26
—Una es para ti y la otra es para tu hijo Isaac. —
27
Con la vida transformada por el amor de Yahwéh, Sara se postró
agradecida a los pies de aquél peregrino que la había salvado en el
último momento de oportunidad. Cuando la vi postrarse sumisa, mi
corazón por tantos años afligido, se rompió en lágrimas de
alegría y gratitud, y caí a los pies de mi Redentor y Rey.
28
Después de consolarnos con la certeza de nuestra eterna salvación,
el peregrino me entregó la última perla. Cuando la apreté en mis
manos sentí una gran luz de alegría y paz penetrar todo mi ser, y
comencé a alabar al Eterno por la certeza de que tendría para
siempre a mi lado a mi querida Sara y al hijo de la promesa que,
dentro de un año nacería.
Capítulo 10
Abraham
acompaña al Señor hasta
la
colina desde donde el Señor envía a sus dos compañeros a una
misión. Yahwéh se lamenta por la destrucción que habrá de
sobrevenir a los habitantes de las ciu-dades de aquel hermoso valle.
Abraham
intercede por aquel pueblo. No había diez justos en Sodoma y
Gomorra. Lamentación de Yahwéh. Los dos compañeros son enviados
para rescatar a Lot y sus hijas. Abraham se postra agradecido a
Yahwéh por la intervención en el rescate de sus familiares.
1
Después de estas cosas, Yahwéh se despidió de Sara y de los
pastores que allí se encontraban, y me invitó a que los acompañara
hasta la colina que esta frente al valle. Cuando llegamos a aquel
lugar, el Eterno se despidió de sus dos compañeros, enviándolos a
una misión especial en Sodoma.
2
De la cima del monte contemplábamos los fértiles valles y bosques
que, como un paraíso, se extendían en ambos márgenes del río
Jordán, circundando las prósperas ciudades, dentro de las cuales se
destacaban Sodoma y Gomorra.
3
Fue sobre aquella colina que, después de la contienda entre mis
pastores y los pastores de Lot, le di la oportunidad de escoger el
rumbo a seguir, pues no podríamos permanecer juntos. Atraído por
las riquezas de la campiña, él decidió mudarse hacia allá.
4
Al mirar hacia mi compañero que permanecía en silencio desde el
momento en que vimos la campiña, me sorprendí al verlo llorando. Le
pregunté el motivo de su tristeza, y Él, sollozando respondió:
5
—Este es para mí un día de mucha tristeza, pues por última vez
mis ojos podrán posarse sobre este valle fértil. ¡Lloro por los
habitantes de esas ciudades que no saben que sus días acabarán!—
6
La declaración de Yahwéh me trajo el recuerdo de todos aquéllos
cautivos que habían sido liberados seis años antes;
lamentablemente, casi todos rechazaron el baño de la purificación,
regresando inmundos hacia sus casas; Únicamente Lot y sus hijas
aceptaron la salvación, tomando posesión de sus perlas. Pensando en
alguna posibilidad de liberación para aquél pueblo, pregunté al
Señor:
7
— ¿Y si acaso existe en aquellas ciudades, cincuenta personas
justas, aún así serían ellas destruidas?—
8
Yahwéh me dijo que si hubiese cincuenta justos, toda la planicie
sería perdonada.
9
— ¿y si hay 45 justos?—
10
—Si hubiese allí 45 justos, todas aquellas ciudades serían
perdonadas. —
11
Continué con mis indagaciones hasta llegar al número diez.
Yahwéh me dijo que si hubiese 10 justos en aquellas ciudades, toda
la planicie sería perdonada.
12
Torturado por una inexpresable agonía de espíritu, Yahwéh volvió
a llorar amargamente, mientras que con voz embargada, pronunciaba un
triste lamento:
13
—Sodoma y Gomorra, cuántas veces quise Yo juntar a tus hijos, como
la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, mas vosotras no
aceptasteis mi protección. ¡¿Por qué es que vosotras cambiasteis
la luz de mi salvación, por las tinieblas de este reino de muerte?!
¡Mis oídos están atentos en busca de, por lo menos una plegaria,
mas todo es silencio! ¡Mis manos están extendidas, prontas a
impedir el fuego del juicio, mas vosotras rechazáis mi socorro!—
14
Inclinándome al lado de mi sufridor compañero, me uní a Él en la
lamentación. En aquel momento de dolor, tuve la certeza de que
Melquisedec también sufría por todos aquellos que habían cambiado
el amor y la paz de Salem, por las ilusiones de aquel valle de
destrucción.
15
Después de un largo llanto, Yahwéh me consoló, con la revelación
de sus dos compañeros, se encontraban en aquel momento en Sodoma,
con la misión de salvar a Lot y a sus hijas librándoles de la
muerte. Sus palabras me trajeron gran alivio, y me postré agradecido
a sus pies.
Capítulo 11
Yahwéh
comisiona a Abraham registrar en un rollo la historia del Vaso, así
como la historia de Salem, para posteriormente entregarlo dentro del
Vaso a Melquisedec. Destrucción de Sodoma y Gomorra. Abraham se
lamenta en extremo.
1
Antes de partir, Yahwéh me encargó una misión, diciendo:
2
—Toma un rollo vacío y registra en él la historia del vaso y la
historia de Salem, conforme oísteis de los labios de Melquisedec.
Dentro de un año, tú y todos aquellos que aceptaran la salvación,
deberán subir a Salem para la fiesta de Sukot; En aquel día,
devolverán al rey de Salem el vaso, ofreciendo dentro de él como
presente, el rollo. —
3
En aquella misma tarde, en obediencia a las órdenes de Yahwéh,
comencé a registrar la historia vivida por mí y por mis pastores,
desde el momento en que partí rumbo al valle, llevando sobre la
espalda el vaso con su llamarada.
4
Al día siguiente, el sol ya iba alto, cuando, al mencionar la ciudad
de Sodoma en el manuscrito, recordé que aquel era el día de su
destrucción. Con el corazón acelerado, corrí hacia allá y me
quedé espantado con el escenario que se extendió delante de mis
ojos: En lugar de aquél valle fértil, semejante a un paraíso,
había un desierto humeante, sin vida alguna; En lugar de las
ciudades de Sodoma y Gomorra, había un cráter profundo, hacia donde
las aguas del mar salado escurrían.
5
Quebrantado ante esa visión de destrucción, volví a la tienda con
el corazón entristecido. El recuerdo de tantas personas que, por
rechazar el perdón divino, habían sido consumidas por el fuego, me
dejaba profundamente debilitado. En los días siguientes, no encontré
fuerzas para escribir; Regresé otras veces a la colina, con la
esperanza de que todo aquello fuese una pesadilla, pero en lugar del
valle fértil yo solamente conseguía percibir aquel caos.
6
Demoré varios días para que yo volviera a tener el ánimo de
proseguir con los escritos del rollo.
La Historia de
Salem
(Un
relato escrito por Abraham)
Abraham
relata La
Historia de Salem
según lo escuchó “de
los labios de Melquisedec”
en la ocasión en que subieron a Salem para celebrar la fiesta de
Sukot, después de La
Gran Liberación.
Adonías, cansado de las iniquidades del pueblo e inspirado en las
virtudes de su amado hijo, edifica una ciudad: “un
reino diferente a todos los demás”.
Después de vivir el júbilo de la victoria y la lamentación de la
perdición, Melquisedec recibe una revelación de un ángel, en la
que le declara que “todo
aquel drama que estaba viviendo…tenía un sentido prefigurativo,
retratando acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo el
vasto universo”.
(Véase Crono. 1 y 2)
Capítulo
1
Adonías,
hombre justo, busca alcanzar su sueño de justicia y paz. Escribe en
un pergamino las leyes que regirían el nuevo reino de paz. Inicia la
edificación de Salem, la cual esta destinada únicamente pa-ra los
limpios de corazón.
1
Ésta es la historia de Salem según la oí de los labios de
Melquisedec en la ocasión de la fiesta de Sukot, quince días
después de la liberación de Lót y sus hijas.
2
Todo comenzó con un sueño en el corazón de un hombre llamado
Adonías; Él poseía muchas riquezas, pero a nada apreciaba más que
a la justicia y a la paz que nacían de la sabiduría y del amor.
3
Cansado con las injusticias que predominaban por toda la tierra de
Canaán, Adonías resolvió edificar un reino que fuese regido por
leyes de amor y de justicia. El nombre de la capital de ese reino
sería Salem, la Ciudad de la Paz.
4
Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y flechas, mas serían
entrenados en el arte musical; Cada habitante de Salem tendría
siempre al alcance de sus manos un instrumento musical, para expresar
por medio de el la paz y la alegría de aquel nuevo reino. Juntos,
formarían una poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía
que nace del orgullo y del egoísmo.
5
El primer paso de Adonías para la concretización de su plan, fue
elaborar las leyes del nuevo reino, las cuales él las escribió en
un pergamino. Los súbditos de Salem no podrían mentir, hurtar,
odiar, ni matar a sus semejantes. El orgullo y el egoísmo eran
señalados como causa de todo el mal, por tanto, no podrían existir
en aquel lugar de paz.
6
Las leyes del pergamino requerían la práctica de la humildad, de la
sinceridad, de la amistad, y, por encima de todo, del amor que es la
mayor de todas las virtudes.
7
Después de registrar en el pergamino las leyes que regirían aquel
reino, Adonías comenzó a planificar la arquitectura de Salem. Sería
una ciudad al principio pequeña, con habitaciones para mil
doscientas personas. Como el lugar de su edificación, fue elegida
una región alta de Canaán, al occidente del Monte de los Olivos.
8
En poco tiempo, la realización de Adonías comenzó a atraer
personas de todas partes que, de cerca y de lejos, venían a conocer
los palacios y las mansiones que estaban siendo edificados. Admirados
ante la belleza de aquella ciudad tan blanca, los visitantes
pregun-taban sobre quiénes serían sus habitantes. Adonías les
mostraba el pergamino, diciendo que Salem se destinaba a los limpios
de corazón —aquéllos que estuviesen dispuestos a obedecer sus
leyes. —
Capítulo
2
Conclusión
de la edificación de Salem. Melquisedec, la inspiración de su
padre. Adonías buscando honrar a un súbdito especial, ve en Samael
un reflejo de las virtudes del propio príncipe. Samael es honrado.
1
La edificación de la ciudad fue finalmente concluida y Salem se
reveló hermosa como una novia adornada, a la espera de su esposo.
2
Asentado en su trono, Adonías ahora examinaba a los nu-merosos
candidatos a súbditos que llegaban de todas partes. Aquéllos que,
prometiendo fidelidad a las leyes, eran aprobados, recibían tres
dotes del rey: el derecho a una mansión, vestiduras de lino fino y
un instrumento musical en el cual deberían practicar.
3
La ciudad estaba finalmente repleta de habitantes. Lleno de alegría,
Adonías convocó a todos a la fiesta de inauguración de Salem, en
el transcurso de la cual proclamó un decreto que determinaría el
futuro de aquel reino, diciendo:
4
—A partir de este día, que es el décimo del séptimo mes, seis
años serán contados, en los cuales todos los habitantes serán
probados. Solamente aquellos que permanecieren leales, progresando en
la práctica de las leyes del pergamino, serán confirmados como
herederos de este reino de paz. Aquéllos que fueren enlazados por
culpas y transgresiones, serán desterrados por el juicio. —
5
Las palabras del rey condujo a todos a un profundo examen de
corazón, y se alegraron con la certeza de que alcanzarían la
victoria sobre todo el orgullo y el egoísmo, que son las raíces de
todos los males.
6
Adonías tenía un hijo único a quién había dado el nombre de
Melquisedec. La belleza, ternura y sabiduría de ése hijo amado,
habían sido su inspiración para la edificación y fundación de su
reino.
7
Melquisedec tenía doce años de edad, cuando Salem fue inaugurada.
Era el plan de Adonías coronarlo rey sobre los súbditos aprobados,
al final de los seis años. Este plan, lo mantendría en secreto
hasta el momento oportuno.
8
El príncipe, con sus virtudes y simpatía, se hizo pronto muy
querido por todos en Salem. Él tenía siempre en los labios una
sonrisa y una palabra de afecto. Apreciaba estar junto a los súbditos
en sus hogares, recitándoles las leyes del pergamino en forma
de lindas canciones que vivía componiendo. Su presencia traía al
ambiente una atmósfera de felicidad y paz. Ése amado príncipe
poseía, de hecho, todas las virtudes ne-cesarias para ser rey de una
Salem Victoriosa.
9
Adonías había edificado una mansión especial junto al palacio, con
el propósito de ofrecerla al súbdito cuya vida expresase más
perfectamente las leyes del pergamino. Diariamente él
observaba a los habitantes, buscando entre ellos a esa persona a la
que deseaba honrar.
10
Paseaba por las alamedas de Salem, cuando, por entre el trinar de
pájaros, Adonías oyó una voz semejante a la de su hijo. Al darse
vuelta para ver quién era, encontró a un bello joven que cantaba
una canción. Al contemplar en su faz el brillo de la sabiduría y de
la pureza, Adonías se alegró por haber encontrado a aquél a quién
podría honrar. Aquél joven, que era una copia fiel del príncipe,
se llamaba Samael.
11
Colocándole un anillo en el dedo, el rey lo condujo al palacio,
donde, fue recibido por Melquisedec que le ofreció muchos presentes,
entre los cuales el derecho de estar siempre a su lado.
12
Adonías preparó un gran banquete en honor de Samael, para el cual
todos fueron convidados. Al contemplarlo al lado del rey, los
súbditos lo aclamaron con alegría, acreditándolo ser el propio
príncipe.
13
Exaltaban con júbilo las virtudes de aquél hermoso joven, cuando se
manifestó Melquisedec, colocándose con una sonrisa a la derecha de
su padre.
14
En el banquete, Samael fue honrado por todos. Realmente él era
digno de residir en la mansión del monte, pues había en él un
reflejo perfecto de las virtudes que coronaban al amado príncipe.
Capítulo
3
Las
sublimes composiciones de Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de
bondad y paz. La música preservando la armonía y la paz. Samael,
compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones impor-tantes de
Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem
victoriosa. Samael, guardián de las leyes.
1
Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los súbditos se
reunían cada día al amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes
composiciones de Melquisedec, que inspiraban a actos de bondad y paz.
2
Entre las amistades nacidas y fortalecidas en virtud de la música
armoniosa, sobresalía aquélla que unía al príncipe con Samael.
Desde que había comenzado a residir en la mansión del monte, Samael
se había convertido en su compañero constante. Juntos pasaban
largas horas, meditando sobre las leyes del pergamino. Con
admiración, el súbdito honrado veía al hijo de Adonías
transformar aquellas leyes en lindas canciones. Las dulces melodías
nacían de sus labios como el perfume de una flor.
3
Consiente de la importancia de la música en la preservación de la
armonía y paz en Salem, el príncipe, además del canto, comenzó a
dedicarse a la música instrumental, siendo su instrumento preferido
el laúd. Era por medio de ese instrumento que conseguía expresar
con mayor perfección la riqueza de su alma.
4
De los seis años de prueba, cinco, finalmente pasaron. Adonías,
feliz de ver que hasta entonces todos los habitantes de Salem
habían permanecido leales a los principios contenidos en el
pergamino, los convocó a un banquete, en el cual haría importantes
revelaciones.
5
Habiendo tomado sus lugares delante del trono, los súbditos, con
alegría unieron las voces entonando los cánticos de la paz, siendo
regidos por Samael.
6
Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió a su hijo,
abrazándolo en medio de los aplausos de la multitud agradecida.
Todos reconocían que la paz y la alegría en Salem, eran en gran
medida debidas al amor y dedicación del amado prínci-pe, que era el
autor de aquellas dulces canciones.
7
En aquel momento de reconocimiento y gratitud, Adonías reveló sus
planes mantenidos hasta entonces en secreto. Con voz pausada, les
dijo:
8
—Súbditos de este reino de paz, mí alma esta repleta de alegría
por contemplar en este día vuestros rostros más radiantes que en
tiempos pasados. Vuestras vestiduras continúan blancas y puras, como
cuando las recibisteis de mis manos. La armonía de vuestras voces e
instrumentos, hoy son mejores.
—
9
Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con solemnidad:
10
—Un año de prueba todavía resta, al final del cual seréis
examinados. Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis honrados
siendo confirmados como súbditos de este reino de paz. No obstante,
si alguien fuera hallado en falta, será desterrado, aún y cuando
este juicio nos traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11
Las palabras del rey llevaron a los súbditos a una profunda
reflexión. Todos, examinándose, indagaban reverentes: —
¡¿Estaremos aprobados?!—
12
Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a Salem y sus leyes,
unieron las voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al terminar
el cántico, Adonías les reveló su gran secreto:
13
—Aquéllos que fueren aprobados, heredando este reino de paz,
recibirán como rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado de
esta Salem Victorio-sa. —
14
La revelación del rey fue aclamada por todos con mucho júbilo.
Adonías, sin embargo, todavía no les había revelado todo su plan,
por eso pidiéndoles silencio, prosiguió:
15
—Mi hijo empuñará un cetro especial, en el cual sellaré todo el
derecho de dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía, será un
laúd. —
16
Ante esta revelación que a todos sensibilizó, el príncipe
postrándose a los pies de su padre, lloró motivado por mucha
alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con euforia, anhelando
ver el amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17
Adonías, llamando a Samael a estar junto a su hijo, concluyó
diciendo:
18
—En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo el propó-sito de
hacer de Samael el primero después de Melquisedec. A él será
confiado el pergamino de las leyes, debiendo ser el guardián de la
honra de este reino triunfante. —
Capítulo
4
Samael
se deja dominar por sentimientos de grandeza y orgullo. Mantiene en
secreto su plan e in-tenta imponer sus conceptos contrarios a la ley
del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo al camino de la
humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al dejarse
dominar por el orgullo y la codicia.
1
Samael, al conocer los planes de Adonías en cuanto al futuro de
Salem, se llenó de euforia. Contemplaba ahora risueño aquella
ciudad sin igual, imaginando su futuro de gloria. Considerando las
palabras del rey, de que él sería el segundo en el reino, se dejó
dominar por un sentimiento de exaltación. Él, que hasta entonces,
en obediencia a las leyes del pergamino, había vivido una vida de
humildad, comenzó a enorgullecerse de su posición. En su devaneo se
sentía junto al trono, teniendo a los súbditos de Salem a sus
pies, aclamando con alabanzas su grandeza. Samael, totalmente
dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de que estaba siendo
conducido por un camino peligroso. El orgullo que lo seducía, estaba
generando el egoísmo que luego se manifestaría en codicia.
2
Una semana después de la revelación de Adonías, los súbditos
promovieron una fiesta en homenaje a Melquisedec, el futuro rey de
Salem. Viéndolo aclamado por tantas alabanzas, Samael tuvo el
corazón arrebatado por un extraño sentimiento de envidia, fruto del
orgullo y del egoísmo. No podía soportar el pensamiento de
ser dejado en segundo plano. ¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio
como el príncipe?! Era casi imposible disfrazar tal sentimiento de
infelicidad.
3
En tiempos pasados, Samael encontraba indescriptible placer en
los momentos en que, al lado del príncipe, recitaba las leyes
contenidas en el pergamino, que eran transformadas en lindas
canciones. Ahora, tales momentos se tornaron desagradables, pues
aquellos principios contrariaban sus ideales. Decidió, sin embargo,
no revelar sus sentimientos de rebelión. Soportaría el anticuado
pergamino hasta que, con su autoridad, pudiese excluirlo del nuevo
reino que sería establecido. ¿No sería acaso él el guardián de
aquellas leyes? Esa "victoria" procuraría alcanzar
mediante su influencia y sabiduría.
4
Juzgando poder influenciar al hijo de Adonías con sus sueños de
grandeza, Samael se aproximó hasta él con euforia, y comenzó a
hablarle de las glorias del reino venidero, donde los dos, cubiertos
de honores, disfrutarían de las alabanzas de una Salem victoriosa.
Serían ellos los héroes del más perfecto reino establecido entre
los hombres.
5
Las delirantes palabras del súbdito honrado trajeron preocupación y
tristeza al corazón del joven príncipe, pues no reflejaban las
enseñanzas de amor y humildad del pergamino.
6
Viendo a su amigo íntimo en peligro, Melquisedec, con una ternura
jamás revelada, lo condujo al lado del trono, donde, tomando el
pergamino, comenzó a leer compasivamente los siguientes párrafos:
7
—El reino de Salem será afirmado sobre la humildad, pues esta
virtud es la base de toda verdadera grandeza.
8
La humildad es fruto del amor, siendo contraria al orgullo, que puede
mantener a una criatura apresada al polvo, haciéndola contentarse
con sus limitaciones, engañándola como si las mismas fueran de
infinito valor.
9
La humildad consiste en el olvido de sí mismo, y este, en una vida
de abnegado servicio por los semejantes. —
10
Samael, esforzándose por encubrir su indignación ante la lectura
del pergamino que para él era anticuado, dijo al príncipe, en tono
de consejo de amigo:
11
—Mi buen amigo, reinaremos en una Salem victoriosa, que fulgurará
muy por encima de este pergamino, cuyos principios fueron cumplidos
fielmente en estos años de prueba. ¿Acaso la plena libertad no será
la gloria de Salem? Pues sabed que, la completa libertad no
coexistirá con estas leyes, cuyo objetivo se encierra al término de
los cinco años. Corresponde a nosotros dos coronar a Salem con el
honor de una total libertad, que generará una felicidad sin fin. Tal
libertad es imposible que exista bajo las limitaciones del pergamino.
—
12
El hijo del rey se estremeció mucho ante las palabras de su amigo,
que evidenciaban locura. ¡¿Cómo liberarlo de ese camino de
muerte?!
13
Nadie en Salem, además de Melquisedec, conocía la triste condición
de Samael. Con paciencia, el príncipe procuraba concientizarlo del
valor real del pergamino, cuyas leyes no podrían jamás ser
alteradas, pues esto ocasionaría el fin de toda la paz.
14
Los consejos del príncipe finalmente despertaron su corazón.
Meditando en sus palabras, se concientizó de estar siguiendo por un
camino engañoso.
15
Al ver en los ojos de aquél a quién tanto amaba las lágrimas del
arrepentimiento, el hijo de Adonías se alegró con su victoria sobre
el orgullo y el egoísmo.
16
Los días que siguieron a la liberación, fueron llenos de
realizaciones; El príncipe se mostraba aún mas amigo, dispuesto a
dar todo de sí mismo de modo que su compañero pudiese proseguir
triunfante en el camino de la humildad. En aquellos días de
júbilo, fue dado a él el honor de conocer el cetro que estaba
siendo moldeado.
17
En un momento de descuido, Samael que había vuelto a disfrutar de
paz en el espíritu, permitió que su corazón nuevamente estuviera
poseído por un sentimiento de grandeza, que hizo desencadenar una
nueva tormenta en su alma. Ese sentimiento mezcla de orgullo y
codicia le sobrevino en el momento en que el príncipe le mostraba el
laúd dorado, en el cual estaba siendo impreso el sello de todo
el dominio.
Capítulo
5
Samael
formula planes de conquista. Predica a los súbditos una falsa
y engañosa doctrina. Adonías percibe esta rebelión y predica la
exactitud de las leyes del pergamino para lograr la paz y la
ver-dadera libertad. Melquisedec les ofrece el perdón y la
oportunidad de volverse a la rectitud. Samael se reúne en secreto
con sus seguidores y les revela su plan de conquista.
1
Desde su mansión Samael contemplaba a Salem en su resplandor
matinal. Viéndola, cual novia adornada a la espera de su rey, la
codició. En su delirio comenzó a formular planes de conquista. Ya
podía sentirse exaltado sobre su trono, teniendo en las manos el
cetro precioso. Todos lo aclamarían como el libertador de la
opresión de aquellas leyes. Salem sería un reino de completa
libertad y placer. Dominado por esta codicia, comenzó a maquinar
planes de conquista.
2
Samael decidió actuar sutilmente entre los súbditos, llevándolos a
ver en el pergamino alguna imprecisión a la libertad real. En su
misión de engaño, actuaría con aparente bondad, mostrando interés
por el crecimiento de la felicidad de todos.
3
Poniendo en práctica sus planes, comenzó a visitar a los súbditos
en sus mansiones, hablándoles de las glorias del reino venidero,
donde disfrutarían una completa libertad.
4
Grande era su influencia en Salem. Todos admiraban su belleza y
sabiduría, teniéndolo como un perfecto apóstol de la justicia y
del amor. Nadie podía imaginar que en medio de aquella atmósfera de
júbilo y gratitud una trampa sutil estaba siendo colocada, en las
garras de la cual muchos podrían caer por descuido.
5
En su seductora misión, Samael no hablaba contra el pergamino, no
obstante, lo elogiaba por haber ejercido en aquellos seis años
prontos a finalizar, una misión de prueba. En su lógica, sin
embargo, procuraba mostrar que, en el reino venidero, cuando todos
estuvieran aprobados, estarían por encima de aquellas leyes. Sus
argumentos, aparentemente correctos, le preparaban el camino para
afirmar abiertamente que, en el nuevo reino, la existencia del
pergamino, sería una traba a la concretización de la verdadera
libertad.
6
Las semillas de la rebelión lanzadas por Samael no tardarían en
germinar en el corazón de muchos en Salem. Esto acontecía a seis
meses del Yom Kipur, cuando el destino de todos sería sellado. Un
tercio de los habitantes, seducido por el terrible engaño, lo
exaltaba ahora, en completo desprecio a las leyes y al príncipe, a
quiénes juzgaban de anticuados.
7
Adonías, que sufría al ver el surgimiento de toda esta rebeldía,
convocó a los súbditos a una reunión de emergencia. En la faz de
todos se podía ver las contrastantes disposiciones.
8
Con voz compasiva, el rey comenzó a revelarles, como jamás lo había
hecho antes, la gran importancia de las leyes registradas en el
pergamino, mostrando que ellas eran la base de toda la prosperidad y
paz. Si tales leyes fuesen excluidas, toda felicidad y gloria se
extinguirían, dando lugar al caos.
9
Después de mostrar la necesidad de las leyes, Melquisedec, movido
por un fuerte deseo de salvar a aquéllos a quienes tanto amaba,
levantó el pergamino delante de todos y, con voz llena de bondad les
ofreció el perdón y la oportunidad de volver a iniciarse en el
camino de la paz. Sus palabras a todos conmovió, logrando que hasta
el mismo Samael estuviese al principio motivado, sin embargo, el
orgullo le impidió de nuevo el arrepentimiento. De esta manera, el
súbdito honrado, cuando todavía podía mirar arrepentido hacia el
pergamino, se endureció en su rebeldía, decidiendo continuar hasta
el fin. Esta decisión, todavía, no la manifestaría prontamente,
pues había idealizado un plan traicionero.
10
Al finalizar el encuentro de oportunidad, Samael convocó a sus
seguidores a una reunión secreta, que fue realizada bajo el manto de
la noche, junto al riachuelo de Cedrón que estaba fuera de los muros
de Salem.
11
Después de maldecir el pergamino y a todos aquéllos que lo
defendían, comenzó a hablarles de sus planes de venganza y
traición:
12
—Como vosotros sabéis, los seis años de prueba se están
agotando, restando, a partir de hoy, veinticuatro semanas para el día
de la coronación. Si vosotros quisierais tenerme como rey en lugar
de Melquisedec, podré robarle el cetro, apoderándome del reino. —
13
Samael comenzó a explicarles los lanzamientos de la traición,
dándoles las debidas orientaciones sobre la manera de actuar a
partir de aquella fecha:
14
—Necesitamos mantener una apariencia de fidelidad al pergamino y
al príncipe hasta que llegue el momento de actuar. El golpe será
dado en la noche que antecede al día de la coronación. A la media
noche, furtivamente nos ausentaremos de Salem. Robaré en esa noche
el cetro y, juntos, huiremos hacia el profundo valle donde están
las ciudades de Sodoma y Gomorra. Allí nos armaremos, y marcharemos
contra Salem, subyugando a nuestros enemigos. Acabaremos entonces
con el per-gamino y con todos aquéllos que se rehusaren rendir
obediencia a nuestro gobierno. —
Capítulo
6
Samael
y sus cómplices fingen fidelidad al reino. Melquisedec confiado le
muestra a Samael el lugar secreto del laúd dorado. Samael traiciona
la confianza de Melquisedec preparando a sus hombres y robando el
preciado cetro. Samael y sus seguidores marchan hacia el valle. Salem
peligra.
1
Sobrevinieron días de aparente tranquilidad y paz, Samael, fingiendo
fidelidad, estaba siempre al lado del príncipe, demostrando
admiración por sus nuevas composiciones que exaltaban las leyes del
pergamino. Los seguidores de Samael, de la misma manera, unían las
voces en alabanzas que expresaban la grandeza de los principios a los
cuales repugnaban.
2
Melquisedec, lleno de alegría por ver aproximarse el día de su
coronación, ensayaba con los súbditos los cánticos de la victoria,
los cuales había compuesto especialmente para aquella ocasión. Con
felicidad hablaba a todos sobre sus sueños en tornar a Salem
cada vez mas llena de honra por su belleza y armonía.
3
Samael, en su maldad oculta, se burlaba del príncipe. Ya preveía el
dolor que le ocasionaría el golpe de la traición.
4
En aquellos días de aparente paz, el súbdito rebelde procuró
conocer el lugar en que el cetro estaría oculto hasta el día de la
coronación. El príncipe, sin desconfiar, le reveló todo el
secreto: la sala, el cofre con su enigma, el rico estuche y,
finalmente el tesoro. Contemplándolo el astuto Samael se animó al
ver impreso en su parte convexa el sello del dominio; Comprendió
que, aquél que lo poseyera, tendría en las manos el reino de Salem.
Solamente algunos días, pensó él, y tendría bajo su poder aquel
precioso instrumento.
5
El sol declinó trayendo a Salem el día que significaría victoria o
derrota.
6
Poco antes del anochecer, Samael había dejado el palacio donde había
pasado todo el día al lado del príncipe, ayudándole en los
preparativos para la ceremonia de la coronación. Dirigiéndose hacia
su mansión, saludó las tinieblas con una malvada sonrisa. ¡Cuánto
había anhelado por aquella noche!
7
Mientras que los fieles, embelesados por la emoción de la feliz
victoria, revisaban bajo la luz de candelabros los adornos de sus
instrumentos, de sus vestiduras y mansiones, certificándose que
serían aprobados a la mañana siguiente, Samael y sus seguidores
hacían sus últimos preparativos para blandir el golpe.
8
A la media noche, siguiendo las instrucciones de Samael, todos sus
seguidores abandonaron silenciosamente sus mansiones, dirigiéndose
al profundo valle de Cedrón, donde esperarían a su nuevo rey.
9
Samael, a su vez, se dirigió a los fondos del palacio, por
donde esperaba entrar sin ser notado, yendo al encuentro del cetro.
Evitando hacer cualquier ruido, traspasó el portal, dirigiéndose
silenciosamente a la sala que guardaba el precioso cetro.
10
En aquel momento, el príncipe que, insomne rodaba en su lecho,
presintiendo algún peligro, se dirigió al cuarto de su padre y lo
despertó diciendo:
11
—Padre mío, oí ruidos de pasos en el interior del palacio. —
12
Acariciando la cabeza de su hijo, Adonías, somnoliento le respondió:
13
—Hijo, no te preocupes. Acuéstate conmigo y duerme tranquilamente.
De aquí a poco rayará el amanecer y tú tendrás en las manos el
laúd dorado. —
14
El príncipe, tranquilizado por las palabras confiables de su
padre, se entregó a un sueño de lindos sueños en el que vivía al
lado de Samael y de todos los súbditos de Salem, los momentos
festivos de la coronación. Mientras que esto sucedía, el rebelde
con las manos temblorosas, se apoderaba del cetro. En aquel momento,
tuvo la idea de llevarse solamente el laúd, dejando el estuche en su
debido lugar. Con una sonrisa llena de maldad, imaginó el momento en
el que el rey entregaría a su hijo aquel estuche vacío.
15
Llevando consigo el cetro, Samael se dirigió apresuradamente al
lugar donde sus seguidores lo esperaban. Al encontrarlos, dio paso a
todo su orgullo proclamando:
16
—Ahora yo soy el rey de Salem. ¿Quién posee un cetro como el mío?
Con él domino la tierra y el mar. Mi fuerza está en las tinieblas,
pues a través de ellas lo conquisté. —
17
Festejando la victoria, la turba ruidosa se separó para distanciarse
de Salem, siguiendo rumbo a las ciudades corrompidas de la planicie,
donde pre-tendían armarse para la conquista de su reino.
18
El sol apareció en el horizonte, trayendo la luz del día de la
expiación (Yom Kipur). Despertando de su sueño de lindos sueños,
el príncipe se alistó para la ceremonia del juicio y de la
coronación. Vestiduras especiales de lino fino, adornadas con
hilos de oro y piedras preciosas, le fueron preparadas. Después de
vestirse, Melquisedec se encaminó al encuentro de sus súbditos,
en el extremo sur de Salem. De allí los conduciría en una marcha
festiva rumbo al palacio situado al norte, sobre el monte Sión.
19
Adonías, haciendo sonar un cuerno largo, convocó a todos para la
reunión del juicio. Dejando sus mansiones, todos los restantes se
dirigieron hacia la plaza de la puerta sur, llevando consigo sus
instrumentos musicales.
20
Al encontrarse con aquéllos fieles, Melquisedec se sorprendió por
la ausencia de mu-chos. Ese misterio le dolía en el alma, pues le
ocultaba el rostro más querido de su amigo Samael.
21
Dejando a sus seguidores reunidos, el príncipe salió a la búsqueda
de los ausentes. En su búsqueda infructuosa, se dirigió finalmente
a la mansión del monte, donde llamó a Samael; Su voz, sin embargo,
no trajo ninguna contestación más allá de un eco vacío, que
traducía ingratitud.
22
Leyendo en el triste vacío la traición, sintió ganas de llorar. En
un solo momento le vino a la mente todo el pasado de aquél a
quién había buscado con tanta dedicación conservarlo en su gloria,
a través de consejos sabios. Recordó aquellos días que siguieron a
su recuperación; ¡Cómo se había alegrado con la certeza de que su
amigo nunca más volvería a caer! Llevándolo a presentir la
tragedia, le vino a la memoria las indagaciones de Samael sobre el
laúd, el cual le mostró en un gesto de amistad. El recuerdo de este
hecho, sumado a los pasos oídos en el interior del palacio aquella
noche, le dio la certeza de que Salem corría peligro. No soportando
esa posibilidad de traición, se postró en llanto, herido por la
terrible ingratitud de aquél a quién había dedicado tanto amor.
23
Curvado por el dolor, permaneció por algún tiempo procurando
encontrar algún consuelo. Secó finalmente sus lágrimas, decidido a
hacer cualquier sacrificio a fin de devolver a Salem su gloria y
poder, redimiéndole el cetro de las manos de la rebeldía.
24
Consolado por la certeza de la victoria, Melquisedec regresó
al lado de los súbditos fieles. Ocultándoles su sufrimiento, así
como el motivo de la ausencia de tantos, el príncipe los guió en
una marcha triunfal rumbo al palacio
Capítulo
7
Los
súbditos fieles, ajenos a la traición, elevan cánticos de triunfo
en expectativa de la coronación de su rey. La coronación es
truncada debido a la ausencia del cetro. Todos se afligen y
Melquisedec los consuela con la promesa de rescatar el preciado
cetro. Melquisedec sale en su búsqueda. Samael, lleno de ira, raspa
las inscripciones grabadas en el cetro. Melquisedec enfrenta peligros
en busca del cetro y es preservado.
1
Al aproximarse al monte Sión, subieron las blanquísimas gradas de
la escalera, siendo seguido por la multitud triunfante. Le dolía en
el alma la expectativa de ver morir en los labios de los fieles, en
aquella mañana, su alegre canto, debido al golpe de la traición.
2
Se encontraba ahora en el interior del palacio, delante del magnífico
trono que esperaba al joven rey. En la base del trono, yacía
abierto, en medio de un arreglo floral, el pergamino de las leyes.
Junto a él se podía ver la linda corona, hecha de oro y piedras
preciosas, así como el estuche de aquél cetro que simbolizaba toda
la armonía de Salem.
3
Los súbditos estaban felices, pues sabían que serían hallados
dignos de heredar aquel reino de paz. Aguardaban ahora el momento de
la coronación, cuando su nuevo rey los regiría desde su trono con
su precioso cetro, en un cántico triunfal.
4
En medio de los aplausos de las huestes victoriosas, Melquisedec se
dirigió hacia su padre, que le recibió con un cariñoso abrazo. El
momento era en verdad solemne. Las huestes se silenciaron a la
expectativa de la coronación. El estuche sería abierto y, todos
atestiguarían la exaltación del amado príncipe.
5
Con el corazón latiendo fuertemente por la alegría, Adonías se
agachó hacia el estuche, abriéndolo cuidadosamente; Cuando al
encontrarlo vacío, la alegría de su semblante dio lugar a una
expresión de inexpresable preocupación y tristeza, pues en aquel
cetro se había sellado el destino de aquel reino de paz.
6
Al ver a su padre y a todos los súbditos afligidos por la ausencia
del cetro y de tantos amigos que deberían estar con ellos en aquel
momento, Melquisedec los consoló con la promesa de que buscaría el
cetro. Inconscientes de los riesgos y peligros que le esperaban al
príncipe en su camino, los súbditos se despidieron de él, viéndolo
partir apresuradamente.
7
El amanecer de aquel día que sería el de la coronación, alcanzó a
los rebeldes distantes de Salem, en camino a las ciudades de la
planicie. En aquella mañana, Samael se llenó de furia al ver que el
precioso laúd estaba adornado con inscripciones de las leyes
contenidas en el pergamino. Tomando una piedra puntiaguda, comenzó a
dañar el cetro, raspándole todas las palabras de amor y justicia.
Sus armoniosas cuerdas estaban ahora desafinadas sobre su parte
convexa herida, mas continuaba siendo precioso, pues sobre él yacía
sellado el dominio de Salem. Poseerlo, significaba ser el dueño de
todo el poder.
8
Al llegar a la altura en que el camino se ramificaba, Samael ordenó
a sus seguidores que prosiguieran rumbo a Gomorra, mientras que él
iría hasta Sodoma, donde permanecería por dos días, uniéndose
después a ellos.
9
Esperó la noche para entrar en Sodoma. Cuando entró allí,
caminó por las calles estrechas sin ser notado, hasta encontrar una
casa aislada sobre una elevación. Haciendo del cetro su arma,
invadió la casa matando a sus moradores, mientras que dormían. Se
posesionó de esa manera de aquélla residencia donde, solitario,
maquinaría sus planes para la toma de Salem.
10
El atardecer de aquel día que seria el de la coronación, alcanzó
al hijo de Adonías al caminar por el pedregoso camino rumbo al
valle. Sus ojos estaban cargados de tristeza y ansío se voltearon
hacia el suelo, en busca de los rastros de los rebeldes. El recuerdo
de la ingratitud de aquéllos a quiénes tanto amaba, lo hizo llorar.
Sus lágrimas, reflejando los últimos destellos de aquel sol
poniente, se asemejaban a gotas de sangre fluyendo de un corazón
herido. Él lloraba no por causa de los peligros que le sobrevinieran
en aquella fría noche, sino por la infeliz suerte de aquéllos que
habían cambiado la paz de Salem por la violencia de aquellas
ciudades de la planicie.
11
Su único consuelo era el recuerdo de aquéllos que, a pesar de todas
las tentaciones, habían permanecido fieles. A ellos les había
prometido devolver el cetro, y esto lo conseguiría a pesar de
cualquier sacrificio.
12
Después de una larga noche de insomnio en que el príncipe estuvo
recostado al lado del camino, rayó la luz de un día que sería
decisivo.
13
Al aproximarse a Sodoma en aquella mañana, el pensamiento de estar
tan próximo al cetro de su amada Salem, hizo que se olvidara de toda
la fatiga, acortando sus pasos rumbo al desafío.
14
Al abrirse la gran puerta de la ciudad, le sobrevino un temor,
al oír ruidos espantosos de desarmonía, que traducían el orgullo,
el egoísmo y la codicia que allí dominaban en todos los corazones,
haciéndolos explotar en la orgía de una maldad sin fin.
15
Sería un gran riesgo exponerse a la violencia gratuita de aquella
ciudad. Este pensamiento lo hizo detenerse a un paso del portal,
donde estremecido inclinó la frente en una inexpresable lucha
interna. Era tentado a retirarse, pero luchaba con todas las fuerzas
de su alma contra ese pensamiento de fracaso.
16
Pensando en la triste suerte de Salem, cuyo dominio estaba siendo
pisoteado en el interior de aquella cruel Sodoma, Melquisedec tomó
una firme decisión: como un temerario guerrero habría de avanzar,
y, ciertamente aún y cuando tuviese que hacer frente a la
acumulación de todos los peligros, proseguiría, hasta levantar en
sus manos victoriosas el cetro amado.
17
Resuelto y esperanzado, atravesó la puerta de Sodoma, zambulléndose
en aquel mundo extraño. Todo allí era lo contrario de Salem,
comenzando con las piedras ásperas y sucias de sus construcciones.
Sodoma era un reino de tinieblas.
18
La presencia contrastante del príncipe pronto fue notada por muchos
que, en tumulto lo cercaban. La pureza del carácter expresada en su
magna faz y el esplendor de sus vestiduras, los llenaba de espanto, y
se retiraban como vencidos por una fuerza invisible. Dominados por la
furia, comenzaron a perseguirlo a distancia, decididos a hacerlo
huir. Le arrojaban piedras y fango intentando mancharle las
vestiduras, mas no le atinaban, mientras tanto él avanzaba en su
ansiosa búsqueda. Finalmente desistieron de perseguirlo, al
atardecer.
Capítulo
8
Melquisedec
después de mucha aflicción encuentra el preciado cetro que era
destruido por Samael. La digna postura del príncipe ante las
amenazas del traidor. Su firme disposición de redimir el cetro a
cualquier precio. Dolor y sangre como precio del rescate del cetro.
La expiación de Melquisedec para redimir al cetro, una semejanza de
la Expiación de Cristo para redimir a la humanidad.
1
El hijo de Adonías recorrió todas las calles y callejones en la
búsqueda del precioso cetro, mas fue en vano. Al ver declinar en el
horizonte el sol, anunciando la llegada de una oscura y fría noche
más, su corazón fue presa de una gran agonía. Allí, en aquel
último callejón, casi vencido por el agotamiento y por la
desesperanza, inclinó la frente, desfalleciéndose en llanto. Sus
labios, pronunciaron en medio de sollozos las siguientes palabras:
2
— ¡Salem, Salem, tú no puedes perecer! ¡Tu cetro necesita ser
redimido de las garras de la rebeldía! ¡¿Mas cuándo y dónde voy
a encontrarlo?! ¡Ya no quedan fuerzas en mí, y la esperanza de
redimirlo antes de la noche me abandona!—
3
El príncipe, en su suprema angustia, no percibía que otro gemido de
dolor, procedente de cuerdas reventadas de un laúd humillado, se
hacía oír en aquel atardecer.
4
Súbitamente, el débil gemido penetró sus oídos, reanimándolo con
la certeza de que el gran momento de la redención había llegado.
Secándose las lágrimas, reunió las últimas fuerzas corriendo en
dirección de una pequeña casa situada sobre un monte, de donde
parecía venir el sonido.
5
Al dirigirse a la puerta entre abierta, se detuvo al contemplar una
escena contrastante, de humillante esclavitud: Samael, envuelto por
un manto sucio, castigaba el cetro de Salem. Tanto el joven como el
cetro se hallaban tan desfigurados, que no quedaba en ellos casi
ningún rasgo de la gloria perdida. Aquel cetro, sin embargo,
ciertamente arrasado como estaba, era muy valioso, pues en él yacía
el sello del dominio de Salem.
6
La contemplación de aquél que había sido su mejor amigo y de
áquel cetro idealizado como símbolo de toda la armonía, en tan
trágica condición, conmovió profundamente al príncipe, haciéndolo
llorar en alta voz. Solamente hasta entonces el súbdito rebelde
percibió su presencia indeseada. Estremecido, se levantó, y, lleno
de ira le preguntó:
7
— ¿Qué es lo que te trajo a Sodoma?—
8
Indicando hacia el cetro dañado, Melquisedec exclamó:
9
— ¡¡¡La gloria de Salem está destruida!!!—
10
Con una carcajada, Samael se burló de su tristeza, diciendo:
11
—Ahora yo soy el rey de Salem. Vosotros que sois fieles al
pergamino, os convertiréis en mis esclavos. —
12
Sin darle importancia a las palabras de afrenta de Samael, el
príncipe, movido por una angustia infinita, le dijo:
13
—Samael, Salem está herida por tu traición. ¡¿Por qué
cambiasteis tu hogar de justicia y amor por este valle de injusticia,
odio y muerte?! Ahora, si no deseáis volver arrepentido a
Salem, devuélvele el cetro. Fue para redimirlo que, menospreciando
todos los peligros, descendí a este valle hostil. —
14
Conociendo el propósito del príncipe, el rebelde se llenó de rabia
y cerrando los puños le dijo:
15
— ¡Yo te odio Melquisedec!—
16
Habiendo dicho esto, lanzó el cetro al suelo, y pisoteándolo
agregó:
17
—Tengo deseos de hacer lo mismo contigo. —
18
Delante de esa afrenta, el príncipe no sentía ningún temor, sino
compasión. Trasportándose al feliz pasado, se acordaba de los
momentos felices en que tenía siempre a su lado a Samael; Él era un
joven puro y humilde de corazón; ¡¿Por qué había permitido ser
esclavizado por la ilusión del orgullo y del egoísmo?! ¡Cuán
doloroso era ver aquél joven que, por su belleza y simpatía, había
sido honrado por encima de todos los súbditos, ahora arruinado por
la codicia! ¡¿No había sido acaso el sueño del príncipe tener
junto a su trono glorificado, a aquél a quien él consideraba el más
preciado amigo?! Esta tragedia le hería el alma. No obstante, la
triste condición del cetro lo afligía aún más, pues este había
sido hecho como el símbolo de toda la armonía, y estaba siendo
destruido bajo los pies de la ingratitud.
19
Sorprendido de no ver en los ojos de Melquisedec ninguna expresión
de temor, sino de piedad, Samael se sintió frustrado en sus afrentas
que tenían como objetivo amedrentarlo, llevándolo a desistir de su
misión.
20
Ante la digna postura del príncipe, que en silente dolor lo
contemplaba, se sintió avergonzado. Esa debilidad, sin embargo, fue
desterrada por el orgullo que dominaba su corazón. Comenzó entonces
a planear algo terrible, para humillar y herir al príncipe,
haciéndolo sufrir todavía más. Con escarnio le dijo:
21
—El cetro de Salem podrá ser tuyo, si consigues pagarme el precio
de su rescate. —
22
Con un brillo en los ojos, el príncipe le preguntó:
23
— ¿Cuál es el precio?—
24
Samael, con una sonrisa maliciosa, pausadamente le contestó:
25
—El precio no es oro ni plata, sino dolor y sangre. Tú deberás
desnudarte completamente de vuestras vestiduras, acostándote en el
suelo. Deberás soportar en esa condición, golpes, hasta que el sol
se ponga. Si tú estuviereis dispuesto a someterte a mí, sin
reaccionar, el cetro será enteramente tuyo. —
26
Estremecido ante tan cruel propuesta, el hijo de Adonías miró hacia
el sol que reposaba distante sobre una nube. Comenzó entonces a
trabar una intensa lucha en su corazón. Al principio, el horror del
sacrificio casi lo dominó, animándolo a retirarse, pero el
pensamiento de ver a Salem esclavizada por la rebeldía, lo condujo
finalmente a la decisión de pagar el precio del rescate,
entregándose al humillante sufrimiento.
27
Habiendo tomado la firme decisión de rescatar el cetro, el príncipe,
tiró las vestiduras, colocándolas sobre una piedra. Se acostó en
seguida en aquel suelo frío, con la frente vuelta hacia el poniente.
28
Sin piedad, Samael comenzó a azotarlo, haciendo uso del propio cetro
como instrumento de tortura. Gimiendo por el dolor de los golpes que
lo hacían sangrar, el príncipe mantenía la mirada fija en el sol
que parecía detenerse sobre la nube. Aturdido por el dolor,
contempló finalmente el sol pronto a ponerse. Alentado por la
victoria que se aproximaba, murmuró en voz baja:
29
—Salem, Salem, de aquí a poco tendré en mis brazos tú preciado
cetro que, en mis manos, se convertirá en un instru-mento de
justicia y paz. —
30
Oyendo la promesa que el príncipe hizo entre gemidos, Samael le
vociferó con furia:
31
—Tú sufrimiento no traerá ningún amanecer para Salem, pues tus
manos jamás serán capaces de tocar en el cetro. —
32
Después de hacer esa afrenta, Samael se posesionó de una piedra
puntiaguda, preparándose para asestar los últimos golpes.
33
Mientras pensaba en la feliz victoria de Salem, Melquisedec sintió
su brazo derecho siendo comprimido por los pies de Samael. Seguido a
este rudo gesto un golpe que lo hizo contorsionarse en agonía. Su
mano había sido cavada cruelmente, comenzando a brotar abundante
sangre de la herida abierta. Esa misma violencia fue descargada
después sobre su mano izquierda.
34
No soportando la agonía causada por esos desgarradores golpes, el
hijo de Adonías, ensangrentado, se sumergió en las tinieblas de un
profundo desmayo.
Capítulo
9
Samael
horrorizado de su culpabilidad, abandona al príncipe dejando junto a
él, el cetro. Melquisedec recobra el conocimiento, toma sus
vestiduras y su cetro, hace un juramento y parte hacia Salem. Samael
no se arrepiente. Continúa la semejanza de las experiencias de
Melquisedec con las que habría de vivir el Hijo de Dios. Melquisedec
es recibido con aclamaciones por su acto redentor, es atendido por su
amoroso padre y el cetro es restaurado.
1
Al cesar de golpear al príncipe, el súbdito rebelde fue poseído
por un extraño horror al contemplar en la faz de aquél que
solamente le había hecho el bien, el sopor de la muerte. Procuraba
no recordar el pasado, pero, irresistiblemente, sentía ser
arrastrado a los días de su feliz inocencia en Salem. Revestido de
ricas vestiduras estaba siempre al lado del príncipe que, con
dedicación, le enseñaba cada día sus canciones que hablaban de la
paz.
2
En los indeseados recuerdos por los cuales era arrastrado, revivió
sus primeros pasos en el camino del orgullo y del egoísmo. Se acordó
de los incesantes consejos y ruegos de aquél que había sido su
mejor amigo, para que desistiera de aquel camino que podría
conducirlo a la infelicidad.
3
Después de ser arrastrado en recuerdos por todo aquel pasado de
felicidad destruida por su culpa, Samael tuvo conciencia de su
ingratitud. Horrorizado por lo que había hecho, se inclinó sobre el
cuerpo ensangrentado de Melquisedec, y se desesperó al verlo sin
vida. No soportando el peso de la gran culpabilidad, dejó aquel
lugar apresuradamente, deseando ocultarse lejos, bajo las tinieblas
de la noche fría.
4
Después de un profundo desmayo, el príncipe comenzó a recobrar la
conciencia; En delirios que lo transportaban al seno de su amada
Salem, él revivía momentos vividos y soñados: Con alegría
contemplaba la faz de su mejor amigo, a quién extendió la mano con
una sonrisa. Pero su gesto fue frustrado por un profundo dolor. En
medio de los aplausos de los súbditos victoriosos, recibió de su
padre el cetro, pero al tocarlo, sintió un dolor irresistible en sus
manos.
5
Con estos sueños frustrados por el dolor, Melquisedec despertó a la
realidad. Estaba desnudo, herido y solitario, en un lugar peligroso,
lejos del abrigo y del cariño de Salem. Más doloroso era pensar que
todo aquello había sido la retribución de alguien que había sido
el blanco principal de todas las dádivas de su amor.
6
El príncipe, sin poder moverse, considerando la gran traición
comenzó a llorar sin consuelo. Lamentaba no por su dolor, sino por
la perdición de aquéllos que habían cambiado el cariño y la
justicia de Salem por el desprecio y el odio que los reduciría
finalmente a cenizas sobre aquel valle condenado.
7
A través de las lágrimas, el príncipe contemplaba el cielo que,
semejante a un manto entintado de sangre, se extendía bañado en la
luz del sol poniente. Se acordó entonces del laúd por el cual había
pagado tan alto precio. ¿Dónde estaría él?
8
En su desesperada fuga, Samael había dejado el cetro abandonado
junto al cuerpo herido de Melquisedec. Cuando él lo vio, se
olvidó de todo el dolor, y lo abrazó con sus manos heridas.
Acariciándole la parte convexa arruinada, con una sonrisa le dijo:
9
—Tú eres mío nuevamente. “Yo te compré con mi sangre".—
10
Samael que, dominado por el extraño horror, había huido
después de cometer el horrible crimen, se detuvo a un paso de la
puerta de Sodoma. Allí, impulsado por el orgullo, se arrepintió con
indignación de su flaqueza. ¿Por qué había huido después de
coquistar tan grande victoria? ¿No era su plan destruir el reino de
Salem, para establecer su propio reino? Acordándose del cetro,
decidió regresar para tomarlo. ¿Por qué lo había dejado
abandonado junto al cadáver de aquél odiado príncipe?
11
Juntando sus pocas fuerzas, Melquisedec se dirigió entorpecido al
lugar donde había dejado sus vestiduras.
12
Después de vestirse, teniendo junto al pecho el cetro amado, el hijo
de Adonías, con profunda emoción hizo un juramento antes de dejar
aquel lugar de su sufrimiento. Acariciando el cetro le dijo:
13
—Mi amado cetro, fuiste creado como un emblema de la armonía que
procede de la justicia y del amor. Toda la gloria de Salem reposaba
sobre ti cuando la rebeldía en su ingratitud te esclavizó,
arrastrándote hacia este valle hostil. Aquí tú fuiste herido y
humillado, llegando a convertirte en un instrumento de impiedad en
las manos del tirano. Yo, sin embargo, te redimí con mi sangre.
Ahora nuestras heridas serán restauradas, y en breve seremos
entronizados en medio de las alabanzas de una Salem victoriosa.
Cuando este sueño se concretice, atestiguaremos juntos el final de
aquéllos que se levantaron contra nosotros para herirnos. Samael y
sus seguidores serán devorados por el fuego que reducirá a cenizas
a Sodoma y Gomorra. —
14
Concluyendo su solemne juramento, el joven príncipe, ya oculto por
las tinieblas de la noche dejó aquella colina, y sobre ella las
marcas de su sufrimiento.
15
Desde que el hijo del rey había partido, prometiendo regresar con el
cetro, Salem vivió momentos de indecible ansiedad. En llanto, el rey
y los súbditos restantes se acordaban de todo aquel feliz pasado
deshecho por la ingratitud de los rebeldes. Lo que más les torturaba
era la ausencia del príncipe y del cetro, sin los cuales todo el
brillo de aquel reino de paz se ofuscaría.
16
Deseando consolar el corazón de sus súbditos, Melquisedec avanzaba
en medio de la noche rumbo a los montes que rodeaban a Salem. Aún
debilitado y herido, proseguía en su marcha ascendente, esperando
alcanzar su patria por la mañana.
17
Aquella noche larga y oscura finalmente fue vencida por los rayos del
amanecer. En Salem la esperanza de volver a ver a Melquisedec con su
cetro estaba casi abandonada cuando, al mirar hacia el Monte de los
Olivos, le vieron descendiendo por el camino de Getsemaní. Cuando lo
encontraron en el profundo valle de Cedrón, quedaron asustados con
su aspecto: su cara estaba pálida y su manto empapado en sangre.
Precisamente aún así, él sonreía expresando gran alegría.
18
Al preguntarle ellos sobre el porque de aquellas marcas de sangre,
Melquisedec sacó de debajo de su manto sus manos heridas,
mostrándoles en medio de ellas el cetro redimido.
19
Después de contarles los pasos que lo llevaron al rescate del cetro,
los súbditos, enmudecidos, se postraron reverentes a sus pies,
aclamándolo como su redentor y rey.
20
En medio de las alabanzas de las huestes redimidas, el príncipe
fue introducido en el palacio real, donde bajo los cuidados de su
amoroso padre, debería recuperarse de su sufrimiento. El cetro
desfigurado, ahora más preciado, sería también restaurado,
debiendo convertirse aun más bello que antes.
21
El día de la coronación fue fijado para el próximo Yom Kipur. En
aquel día, Melquisedec sellaría con el cetro restaurado el triunfo
de todos los fieles, así como la condenación de los rebeldes.
Capítulo
10
Samael
no encontrando el cuerpo del príncipe ni el cetro, parte hacia
Gomorra y es recibido como rey por sus hombres. Samael y sus
seguidores aumentan en la iniquidad y orgullo. Por medio del terror
confabula a los reyes de la planicie e incita a la guerra en contra
de otros reyes. Samael y sus hombres son vencidos y se esconden en
cuevas.
1
Pocos instantes después de la salida de Melquisedec, Samael llegó
al lugar en donde aparentemente lo había dejado sin vida, al lado
del laúd. Sin entender aquella misteriosa desaparición, prosiguió
él hacia Gomorra, donde sus seguidores lo esperaban. Al verlos,
proclamó su "victoria" sobre el odiado príncipe y sobre
el cetro, a quienes había masacrado en Sodoma, no
restando a los seguidores del pergamino ninguna esperanza.
2
Sus palabras agradaron a la turba rebelde, que comenzó a conmemorar
la "conquista" entregándose a la orgía. Se burlaban ahora
de la justicia y del amor, exaltando a Samael como rey victorioso.
3 Ahora obtendrían armas, con el propósito de avanzar sobre Salem,
asentándole el último golpe; Se unieron a ellos en sus maléficos
propósitos, muchos criminales que fueron recibidos como maestros en
el manejo de arcos y flechas.
4
En su locura, Samael ordenó la expulsión de todo calendario,
pues en su reino de "libertad" no estarían sujetos a
ningún cómputo de tiempo. Las leyes de la moralidad fueron
también excluidas, surgiendo con eso un completo caos.
Este desorden, se manifestó de manera más patente en el
barullo estridente y cacofónico, al cual proclamaron como
la nueva música.
5
Dominados por el egoísmo, Samael y sus seguidores se alimentaban de
ilusiones, inconscientes de que sus días estaban contados. Los
frutos de la rebeldía no tardarían en atraer sobre ellos el fuego
de la destrucción.
6
Dividiendo a sus seguidores en grupos pequeños, Samael comenzó
a comandarlos en actos violentos que aterrorizaban a los moradores de
las planicies; Por ese tiempo, ellos se escondían en las cavernas
situadas próximas al mar salado.
7
El respeto y el miedo de los guerrilleros de Samael, llevó
finalmente a los reyes de cuatro ciudades a procurarlo, proponiéndole
alianzas de paz. Ellos eran: Bara, rey de Sodoma, Bersa, rey de
Gomorra, Senaab, rey de Adama, Semeber, rey de Seboim y Segor, el rey
de Bela. Por esa época, estos reyes pa-gaban tributos a Cordolaomor,
el rey de Elam que, acompañado por los ejércitos de otras cuatro
ciudades, los habían subyugado en el valle de Sidim junto al mar
salado.
8
Fortalecido por las alianzas, Samael se tornó mas osado en sus
envestidas, llevando el terror y la destrucción a los territorios de
ciudades distantes. Los ejércitos de Cordolaomor y sus aliados que
en esos días regresaban de otras conquistas, enfurecidos por las
provocaciones de Samael, marcharon contra los cuatro reyes,
venciéndolos nuevamente en el valle de Sidim. Fue en esa ocasión
que llevaron cautivos a los habitantes de Sodoma, entre los cuales se
encontraba mi sobrino Lót.
9
Acobardados delante del furor de los cinco reyes, Samael y sus
seguidores se escondieron en sus cuevas, al norte del mar
salado.
Capítulo
11
Samael
hace preparativos para conquistar Salem y expone su plan espía. En
camino a Salem, sus recuerdos lo torturan. Salem más bella y hermosa
que antes. Acontecimientos en el día de la coronación.
1
Los doce meses contados a partir del gran sacrificio estaban casi por
terminar. El cetro, totalmente restaurado, resplandecía en su
estuche, mientras que el príncipe, igualmente restablecido de las
heridas causadas por la rebeldía, se alegraba al ver llegar el Yom
Kipur de su coronación. Mientras tanto, él componía lindas
canciones que expresaban su amor por Salem.
2
En aquellos doce meses, la ciudad de la paz llegó a ser más bella,
siendo adornada cual una novia para el grandioso día de la
coronación.
3
A una semana para el Yom Kipur, Samael, totalmente inconsciente de
que el día de su juicio se aproximaba, reunió a sus seguidores,
anunciándoles que la próxima misión sería la conquista de Salem.
Antes de que ellos avanzaran, sin embargo, él subiría solo para
verificar los puntos vulnerables de la ciudad.
4
Después de ser aplaudido por la turba, Samael partió en su misión
de reconocimiento. Mientras que avanzaba solo, procuraba no acordarse
de aquéllos momentos que le trajeran terror por la culpabilidad,
mas, dominado por una fuerza superior, fue arrastrado en sus
recuerdos hacia aquel monte de la cruel tortura.
5
Todo su pasado comenzó a venirle a la memoria, como un peso
desmoronador.
6
Cuando despertó de sus recuerdos de los cuales no consiguió huir,
era ya de noche. La oscuridad que lo envolvía le pareció el
presagio de un triste final. Ese desánimo, sin embargo, procuró
desecharlo con el recuerdo del ejército que lo esperaba, listo para
cumplir sus órdenes, en la conquista de Salem, donde no habría más
recuerdos de aquél pergamino.
7
El amanecer lo alcanzó estando próximo a Salem. Al ver el monte de
los Olivos, le vino el recuerdo de la última vez que lo traspasó,
dejando tras de sí la ciudad vencida. ¿Cuántas noches habían
pasado desde entonces? Él había perdido la noción del tiempo, no
sabiendo que exactamente doce meses se habían pasado. No podía
imaginarse que, rayaba en aquella mañana el Yom Kipur, el día de su
juicio.
8
Al llegar a la cumbre del monte de los Olivos en aquella mañana,
Samael se sorprendió al ver que la ciudad se había tornado
más bonita que antes; Toda ella estaba adornada de ramos y de
flores, como una doncella a la espera de su novio. Y sin embargo,
Salem estaba abandonada, no teniendo ninguna señal de vida en todas
sus mansiones. Esto lo hizo concluir que los golpes que habían
aniquilado al príncipe y al cetro, habían traído como consecuencia
todo aquel abandono. Él no sabía, sin embargo, que en aquel momento
todos los remanentes de aquel reino, se encontraban ocultos en el
gran salón del palacio, esperando el momento más glorioso, de la
coronación de Melquisedec.
9
Imaginándose exaltado sobre el trono abandonado, teniendo a sus pies
a los ejércitos victoriosos, el rebelde penetró en la ciudad,
dirigiéndose apresuradamente al palacio. Al cruzar el portal
principal que da entrada al salón principal, se llenó de
asombro al ver allí reunidos una multitud de fieles. Sobre un
tablado de oro, adornado de flores talladas en piedras preciosas, se
encontraba el trono vacío. En la base del trono estaba el pergamino
de las leyes, una corona de oro llena de piedras preciosas y el
estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición.
Sin entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una
columna, temiendo ser reconocido, y se mantuvo observando.
10
Los súbditos, con la expresión de feliz expectativa miraban hacia
el trono vacío. ¿Dónde encontraban ellos motivos para toda esa
alegría, si habían perdido a su rey juntamente con el cetro? Samael
se preguntaba sobre ese misterio, cuando Adonías, aplaudido por los
súbditos, se encaminó junto al trono. Con una voz llena de emoción
por la victoria, el fundador de Salem anunció que había llegado el
momento tan soñado de la coronación. Un grito de triunfo resonó
por los aires cuando, anunciado por su padre, entró el príncipe
amado encaminándose en dirección del trono. Al verlo cubierto por
un manto de gloria, Samael fue poseído por un terrible pavor, y
procuró huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales del
gran salón estaban cerrados por fuera.
11
Dio inicio la ceremonia de la coronación. Era un momento en verdad
solemne. Adonías, en un gesto reverente, tomó la rica corona,
colocándola en la frente de su hijo. Inclinándose después hacia el
estuche, lo abrió cuidadosamente, sacando de él el laúd
restaurado, cuya belleza y brillo eran muy superiores a su primera
condición, al salir de las manos de Adonías su laudero. Sentándose
en el trono en medio de las aclamaciones de los súbditos,
Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de él acordes de
mucha armonía y paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas
composiciones que expresaban su profundo amor por el cetro y por todo
aquel reino de paz.
12
Gran emoción invadía el corazón de todos en ese momento,
llevándolos a las lágrimas. Samael, sin fuerzas para reaccionar, se
sentía torturado por aquellos acordes que lo torturaban haciendo
revivir en su mente sus oportunidades perdidas, en una tortura
terrible para su conciencia.
13
Melquisedec había compuesto para ese momento especial, canciones que
retrataban los momentos más destacados de la historia de Salem;
Cuando comenzó a cantar sobre la amistad que había tenido por
Samael, su voz se embargaba por las lágrimas que no conseguía
contener. ¡Triste era para él cantar sobre la caída de aquél que
había sido su mayor amigo! Cantó entonces sobre el alto precio que
tuvo que pagar por la reconquista del cetro, que representa la honra
de Salem.
14
Al contemplar aquellas manos marcadas por las cicatrices, tocando con
tanta maestría y cariño el cetro restaurado, los súbditos tomados
por una fuerte emoción, se postraron en llanto.
15
Al ver en las manos de Melquisedec aquél laúd que, en sus manos
había sido un Instrumento de tortura, Samael comprendió, demasiado
tarde cuánto había errado, desviándose de los consejos del
príncipe; Cuántas veces aquéllas manos sobre las cuales había
descargado toda aquella violencia habían sido extendidas en un
esfuerzo de salvarlo, y él las había despreciado negligentemente.
¡Ahora, era demasiado tarde! ¡¡¡Extremadamente tarde!!!
Capítulo
12
Jubilosa
proclamación y coronación de Melquisedec. Sellamiento de ciudadanía
a los fieles. Samael se presenta y desafía al rey. Sellamiento del
juicio contra Samael y sus seguidores.
1
Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían sido conducidos a
todo aquel pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo, unieron
finalmente las voces en una jubilosa proclamación:
2
Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres
de reinar en gloria y majestad entre los loores de tus fieles, porque
en tu sacrificio nos libraste de las amenazas de las tinieblas,
haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del amanecer.
3
Ese cántico de exaltación fue seguido por la ceremonia de la
confirmación de todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonías,
con su cetro redimido, comenzó a sellar con un toque especial del
cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual una larga fila
de fieles exaltados.
4
Los súbditos confirmados, a medida en que iban recibiendo el toque
de aprobación del rey, se colocaban al lado derecho del trono,
donde permanecían aguardando por la confirmación de los otros.
5
Las miradas que, iluminadas de alegría, habían acompañado el
sellamiento de los últimos justos, se posaron sobre la figura
extraña de Samael que, dominado por una fuerza irresistible, se
encaminaba cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era
horrible: su semblante había sido deformado por el mal; sus
vestiduras estaban sucias y mal olientes; todo en él repugnaba, al
punto de que nadie lo reconoció.
6
En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec se levantó de su
trono como herido por un gran dolor; De sus labios los súbditos
oyeron una dolorosa exclamación:
7
— ¡¡¡Samael, Samael!!!—
8
La figura deplorable de aquél que había sido tan bello, llenó a
todos de tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por
motivo de que sabían que el destino de Samael y de todos aquellos
que lo habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos
hubiesen atendido a los amorosos ruegos de Adonías y de su hijo.
¿Acaso no era el plan del rey y el sueño de Melquisedec el tenerlo
como el protector del pergamino, siendo el segundo en honra en aquél
reino?
9
Samael que, reconociendo su desventura, se había aproximado
cabizbajo hacia el trono, al presenciar toda aquella lamentación, y
engañado nuevamente por el orgullo, juzgando que se trataba de una
demostración de debilidad de sus enemigos. Al acordarse de su
ejército que fortificado lo esperaba en la planicie, lo engañó con
la certeza de que sería victorioso sobre Salem. Con este
pensamiento, levantó la frente marcada por el odio y, mirando al
rey, levantó el puño cerrado y lo desafió, desdeñando su
autoridad, con la amenaza de quitarle el trono.
10
Aún que condolidos por su perdición, los súbditos de Salem no
soportaron la osada afrenta de aquél enloquecido joven que, después
de causar tanto sufrimiento, todavía era capaz de levantarse con tan
grande desafío.
11
El rey victorioso que con tanto placer había sellado con su cetro la
conquista de los fieles, lo levantó dolorosamente para el
sellamiento de la triste suerte de los rebeldes. Inmovilizado por una
fuerza extraña, Samael, sin desviar los ojos del cetro, oyó de los
labios del rey la proclamación de su juicio y de todos sus
seguidores:
12
Prisioneros de una fuerza invisible, estarían retenidos en sus
cavernas por seis años, siendo después visitados por el fuego del
juicio que los destruiría juntamente con las ciudades que con ellos
se aliaran.
Capítulo
13
Un
ángel se le aparece en sueños a Melquisedec, le da instrucciones y
le muestra en visión la Salem Celestial. Melquisedec, el protector
de las más amplias revelaciones de Dios. La historia de Salem, una
semejanza de la historia del Universo. Melquisedec se conmueve y
rinde honra al Mesías, al descubrir que se convirtió en una
semejanza de Él. Batalla por el cetro disputado. Día del juicio
final.
1
Al ir a la cama después de aquel día de tantas emociones, el joven
rey, inmerso en los recuerdos de aquél pasado de felicidad y dolor,
rodaba en su cama sin sueño. Cuando finalmente se durmió, tuvo un
sueño muy significativo.
2
En el sueño, se le apareció un ángel luminoso, que
saludándolo con una sonrisa, le dijo que todo el Universo acompañaba
con atención todo aquel drama que estaba viviendo, mismo que tenía
un sentido pre figurativo, retratando acontecimientos pasados y
futuros, que envolvían todo el vasto universo.
3
Las palabras del ángel despertaron en Melquisedec un gran deseo de
conocer la historia de ese drama cósmico.
4
Conociendo su vivo deseo, el ángel lo arrebató en el sueño
revelándole un futuro distante. Delante de sus ojos se manifestaron
las glorias de una nueva y espléndida Salem, cuyas murallas y
mansiones estaban hechas de piedras preciosas; Los portales de
la ciudad eran de perlas. Sus amplias avenidas eran de oro puro. La
ciudad era cuadrangular y se extendía por centenares de kilómetros.
Estaba dividida en dos sectores distintos: Norte y Sur. Al sur se
elevaban incontables mansiones, habitaciones eternas de ángeles y de
seres humanos redimidos; Al norte había un lindo paraíso el cual el
ángel reveló ser el jardín del Edén. Allí, en ambos bordes del
río de la vida, había campos repletos de todo tipo de vegetación,
con flores y frutos en abundancia. Vivían allí en perfecta armonía,
todas las especies de insectos, aves y animales.
5
En medio del paraíso se podía ver una montaña fulgurante, la cual
el ángel afirmó ser el monte Sión, el lugar del trono de Dios. Era
de aquel monte que emanaba el río de la vida, fluyendo por toda la
ciudad.
6
Cuando hubieron alcanzado la cumbre de la montaña
sagrada, el rey de Salem estuvo deslumbrado con el escenario visto a
su alrededor. Se encontraba en la parte más elevada de
Sión la más linda de todas las edificaciones revelado por el
ángel como el palacio del Dios. Aquella magnifica construcción era
sustentada por siete columnas, todas de oro transparente, incrustadas
de lindas perlas. Alrededor del palacio, florecía la más exuberante
vegetación: había allí el pino, el ciprés, el olivo, la murta, la
romasera y la higuera, doblándose al peso de sus higos maduros.
7
Mientras que se admiraba ante la belleza de aquel lugar, el ángel le
dijo que a ningún ser humano le había sido dado el privilegio de
ver el interior de aquel palacio de Dios. A él le sería dado este
honor, pues fue escogido para ser el portador de las más amplias
revelaciones sobre el reino de la luz.
8
Al traspasar con reverencia uno de los portales de perlas, se
postraron en adoración, mientras que oían el cántico de una
multiplicidad de serafines, que circundaban el trono, en constante
alabanza a Aquél que Era, que Es y que Siempre Será.
9
Al mirar hacia Aquél que estaba sentado sobre el trono, Melquisedec
se sorprendió al descubrir la figura de un hombre. Él estaba
cubierto por un manto de lino fino, de una blancura sin igual, y
tenía sobre la cabeza una corona formada por siete coronas
sobrepuestas, repletas de piedras preciosas.
10
Al mirar hacia las manos que sustentaban el cetro, el
hijo de Adonías se sorprendió al descubrir en ellas cicatrices de
heridas, semejantes a aquéllas en sus manos. El ángel le afirmó
ser el Mesías, la manifestación visible de Yahwéh, el Dios
invisible.
11
Atraído por el cetro resplandeciente, con el cual el Mesías
gobernaba sobre todo el Universo, el rey de Salem vio en él el sello
del dominio, y en él escrito el nombre: Israel.
12
Arrebatado por una profunda emoción, Melquisedec se postró ante el
Rey de aquella Salem eterna, y, reviviendo allí la historia de su
pequeña ciudad, tuvo el deseo de conocer el gran drama de la
historia universal. Conociendo el deseo de su corazón, el ángel le
dijo:
13
—Ahora te daré a conocer la historia de esta gloriosa Salem. Todo
lo que te fuere mostrado en la visión, deberás tú registrar
fielmente en seis pergaminos que serán cosidos uno al otro, formando
un único rollo. Tú tendrás seis años para escribirlos. Al final
de los siete años, tú recibirás de las manos de un anciano un vaso
conteniendo un rollo especial, con muchas revelaciones importantes,
destacándose la historia de Salem. Tú tomarás ese rollo, y
lo coserás como el primero de los siete, formando un único rollo.
Después de sellarlo, tú y el anciano lo guardarán en el vaso,
llevándolo hacia una cueva que yo les mostraré al norte del mar
salado, donde permanecerá olvidado hasta que lleguen los últimos
días, cuando será rescatado y revelado al mundo por medio de un
pequeño beduino. —
14
Después de decirle al rey de Salem estas palabras, el ángel lo
condujo en visión a un infinito pasado, cuando el Universo todavía
no existía.
15
Una historia muy parecida con la de Salem comenzó a desplegarse
delante de sus ojos; pero, en una dimensión infinitamente mayor,
comenzando por la creación del reino de la luz. Con admiración
contempló la formación de billones de mundos y estrellas, repletos
de vida y felicidad que comenzaron a girar en torno de la Salem
Celestial, el paraíso de Dios.
16
Su atención se volvió después hacia el más bello de todos los
querubines que, honrado por el Creador, comenzó a habitar con Él en
Su palacio. Una eter-nidad de felicidad y paz parecía encantar aquel
reino, cuando la misma experiencia de egoísmo y rebeldía vivida por
Samael, comenzó a repetirse en la vida de aquél ángel amado.
17
Escenas de una gran rebelión comenzaron a ser mostradas a
Melquisedec, implicando a todos los habitantes del Universo. El
querubín honrado, semejante a Samael, había seducido a un tercio de
las huestes que, comenzaron a reverenciarlo como rey.
18
En medio de las escenas de aquel gran conflicto, el rey de Salem
atestiguó la creación del planeta Tierra, sobre la cual surgió el
hombre como cetro racional de aquel reino disputado.
19
Con agonía vio el momento en que el jefe de la rebelión se aproximó
sutilmente al paraíso, apoderándose del ser humano, después de
seducirlo con tentaciones. Oyó entonces su bramido, en una
proclamación de victoria. A partir de ese momento, el enemigo de
Dios comenzó a arruinar al ser humano, apagando en él todos los
rasgos de la gloria divina, como Samael había hecho con el cetro.
20
Su propia experiencia, al declarar en aquella mañana a los
súbditos de Salem su decisión de ir en la búsqueda del cetro
perdido, comenzó a repetirse delante de Sus ojos.
21
Reuniendo a las huestes que habían permanecido fieles a Su gobierno,
el Creador comenzó a revelar un plan de rescate: Él habría de ir
en la búsqueda del hombre, y lo redimiría, aunque esto le costase
un sacrificio infinito. Delante de esta revelación, el hijo de
Adonías se postró conmovido, al descubrir que en su vida había
tenido la honra de retratar al propio Mesías.
22
Todo el drama vivido por el hijo de Adonías en su angustiante
búsqueda, hasta el momento de su suplicio por la redención del
cetro, fue ganando amplitudes en aquella visión que abarcaba
toda una eternidad. Delante de sus ojos desfilaban escenas de una
gran batalla que, sin tregua se extendería hasta el día del juicio
final, cuando el Mesías victorioso empuñará el cetro redimido,
sellando con él la condenación de todas las huestes rebeldes.
Capítulo
14
Melquisedec
tuvo conocimiento de la Gran liberación debido a las revelaciones
que le fueron manifestadas por el ángel del Señor. Abraham, Sara,
Isaac, Lot y sus dos hijas, así como los pastores y fieles, son
recibidos con júbilo en Salem, para celebrar La Fiesta de Sukot.
Abraham entrega el rollo a Melquisedec, y éste lo cose
uniéndolo al suyo. Después de leer parte del rollo de Abraham,
Melquisedec bendice al pequeño Isaac y profetiza concerniente al
futuro del rollo.
1
A través de las revelaciones recibidas del ángel, Melquisedec tomó
conocimiento de la gran liberación alcanzada diez días antes de su
coronación, en Rosh Hashaná, cuando delante de trescientos pastores
con sus vasos encendidos, ejércitos de cinco reyes habían caído,
saliendo libres los cautivos.
2
Conociendo nuestra intención de subir a Salem por la ocasión de
Sukot, el rey hizo preparativos para una gran fiesta, en la cual
conmemoraríamos juntos la victoria sobre toda la desarmonía
generada por el orgullo y por el egoísmo.
3
Fue por esto que al llegar nosotros a Salem, fuimos sorprendidos con
toda aquella honorífica recepción.
4
El ocuparme con el relato de todos esos acontecimientos, me hizo
pasar por todo este séptimo año, casi sin notar sus días, que
pasaron veloces. Estamos hoy a las puertas de un nuevo Rosh Hashaná,
cuando los 300 pastores tocarán los cuernos, convocando a todos
aquellos que posean las perlas, para la reunión solemne de Yom
Kipur. Cinco días después seremos recibidos en Salem para la fiesta
de Sukot.
5
La certeza de que acontecimientos importantes todavía deberán ser
relatados hasta el momento en que el vaso será dejado en la cueva,
me hace reservar un espacio en el rollo, en el cual registraré, día
tras día, los hechos, hasta la consumación de esta historia.
6
Hoy es Rosh Hashaná, el día más feliz de mi vida, pues mis brazos
podrán abrazar finalmente al hijo de la promesa. La primera cosa que
Sara hizo al recibirlo, fue colocarle en su manita derecha la segunda
perla que el Mesías le había dado en el día de su conversión, en
la cual estaba escrito el nombre Isaac que significa "risa",
el nombre de Melquisedec y el nombre de Salem.
7
Dos días antes del Yom Kipur, Isaac fue circuncidado, conforme a la
orden de Yahwéh.
8
Desde que los pastores comenzaron a tocar sus cuernos en Rosh
Hashaná, todos aquellos que poseían perlas del vaso, dejaron sus
tiendas, dirigiendose en grupos pequeños, para estar junto al Roble
de Mambré.
9
Al llegar el Yom Kipur, el día de la reunión solemne, mis pastores
me informaron que todos aquellos que habían recibido perlas, habían
comparecido a la reunión, no faltando ninguna persona. Era
maravilloso ver la alegría estampada en el semblante de toda aquella
multitud, que anhelaban la subida a Salem. Todos tenían una historia
que contar, de cómo fueron mal comprendidos y humillados por
aquellos que no recibieron la salvación representada por las perlas.
El único consuelo que tenían en aquel tiempo, provenía de la
certeza de que subirían a Salem para la fiesta de Sukot.
10
En el primer día de la fiesta de Sukot, la multitud fue subdividida
en grupos pequeños de doce personas, para subirnos en orden hasta
Salem.
11
Teniendo el vaso con el rollo en mi espalda, me coloqué al
frente de la multitud, siendo seguido por Sara e Isaac, que venían
montados en un camello; Luego detrás venían Lót y sus hijas; y un
poco mas atrás, los trescientos pastores seguidos por todos los
fieles.
12
Iniciábamos nuestro ascenso cuando, acompañado por todos sus
súbditos, apareció Melquisedec viniendo a nuestro encuentro,
haciendo vibrar por los aires el sonido festivo de muchos
instrumentos musicales, conmemorando la gran victoria.
13
Después de saludarnos, el hijo de Adonías nos condujo en una marcha
festiva hasta introducirnos a las puertas de Salem, que se encontraba
ahora más bonita que antes.
14
Delante del trono, todos los redimidos fueron coronados por
Melquisedec, comenzando en seguida el gran banquete.
15
Grande fue la alegría del rey de Salem cuando le entregué el vaso
con mi manuscrito. Llevándome a una sala especial del palacio, él
me mostró los seis manuscritos en los cuales había registrado la
historia del Universo, según como le había sido mostrada en su
sueño.
16
Al recibir mi manuscrito, él lo cosió a los demás, llegando a ser
el primero del gran rollo.
17
En el último día de la fiesta de Sukot, el rollo fue abierto
delante de toda la multitud de fieles. Después de leer una buena
parte de mi manuscrito, el hijo de Adonías, tomando en sus brazos al
pequeño Isaac, afirmó:
18
—En la descendencia de éste niño habrá de cumplirse todas las
cosas escritas en este manuscrito. —
19
Habiendo dicho esto, el rey lo bendijo, devolviéndoselo a Sara.
20
Después de bendecir a Isaac, Melquisedec comenzó a hablar sobre el
futuro del rollo que permanecería por casi cuatro milenios oculto en
una cueva, siendo finalmente encontrado por un beduino de la tribu de
Taamireh. Al salir de su cueva, el rollo enfrentaría la oposición
de muchos eruditos que lo declararían apócrifo. Vendría, sin
embargo, el momento, en que sus revelaciones serían confirmadas, y
muchos serían transformados por sus mensajes, preparándose para el
día del juicio final.
La Historia del Universo
(Un
relato escrito por Melquisedec)
Revelaciones que un ángel del Señor manifestó a Melquisedec en un sueño que tuvo lugar la noche siguiente a su coronación, un año después de recuperar el cetro de Salem, habiendo pagado el precio de su rescate con dolor y sangre.
Capitulo
1
El
Eterno vivió una eternidad antes de crear el Universo. Mundo de Luz.
Monte Sión. Río de la vida. Jardín de Edén. Jerusalén, la ciudad
de paz. Lucifer, el primogénito de los ángeles. Leyes del gobierno
divino. Libertad de escoger. Ángeles, ministros del reino de la luz.
Universo. Abismo de tinieblas, prueba de fidelidad. Separación entre
la luz y las tinieblas.
1
Antes que existiese una estrella para brillar, antes que hubiese
ángeles para cantar, ya había un cielo, el hogar del Eterno, el
único Dios. Perfecto en sabiduría, amor y gloria, vivió el Eterno
una eternidad, antes de concretizar Su lindo sueño , en la creación
del Universo.
2
Los incontables seres que componen la creación fueron, todos,
idealizados con mucho cariño. Desde el diminuto átomo hasta las
gigantescas galaxias, todo mereció Su suprema atención. Amador de
la música, Dios idealizó el Universo como una gran orquesta que,
bajo Su regencia, debería vibrar acordes armoniosos de justicia y
paz. Para cada criatura Él compuso una canción de amor.
3
El Eterno estaba muy feliz, pues Sus sueños estaban por realizarse.
Moviéndose con majestad, inició Su obra de creación. Sus manos
moldearon primeramente un mundo de luz, y sobre él una montaña
fulgurante sobre la cual estaría para siempre afirmado el trono del
Universo.
4
Al monte sagrado Dios llamó: Sión. De la base del trono, el Eterno
hizo brotar un río cristalino, para representar la vida que de Él
fluiría hacia todas las criaturas. Como sala del trono, creó un
lindo paraíso que se extendía por centenas de kilómetros alrededor
del monte Sión. Al paraíso llamó: Edén. Al sur del paraíso, en
ambos márgenes del río de la vida, fueron edificadas numerosas
mansiones adornadas de piedras preciosas, que se destinaban a los
ángeles, los ministros del reino de la luz.
5
Circundando el Edén y las mansiones angelicales, construyó Dios una
muralla de jaspe brillante, a lo largo de la cual podían ser vistos
grandes portales de perlas. Con alegría, el Eterno contempló la
Capital soñada. La ciudad en su esplendor era como una novia
adornada, pronta para recibir a su esposo.
6
Cariñosamente, el gran Arquitecto la llamó: Jerusalén, la Ciudad
de la Paz. Dios estaba por traer a la existencia a la primera
criatura racional. Sería un ángel glorioso, de entre todos el de
mayor honra. Adornado por el brillo de las piedras preciosas, ese
ángel viviría sobre el monte Sión, como representante del Rey de
reyes delante del Universo.
7
Con mucho amor, el Creador comenzó a moldear al primogénito de los
ángeles. Toda sabiduría aplicó al formarlo, haciéndolo perfecto.
Con ternura le concedió la vida; el hermoso ángel, como
despertando de un profundo sueño, abrió los ojos y contempló la
faz de su Autor. Con alegría, el Eterno le mostró las bellezas del
paraíso, hablándole de Sus planes, que comenzaban a concretizarse.
8
Al ser conducido al lugar de su morada, junto al trono, el
príncipe de los ángeles estaba agradecido y, con voz melodiosa,
entonó su primer cántico de alabanza. De las alturas de Sión, se
descubría, a los ojos del hermoso ángel, Jerusalén en su
inmensidad y esplendor. El río de la vida, al deslizar sereno en
medio de la Ciudad, se asemejaba a una larga avenida, reflejando las
bellezas del jardín del Edén y de las mansiones angelicales.
9
Envolviendo al primogénito de los ángeles con Su manto de luz, el
Eterno comenzó a hablarle de los principios que habrían de regir el
reino universal. Leyes físicas y morales deberían ser respetadas en
toda la extensión del gobierno divino. Las leyes morales se resumían
en dos principios básicos: amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a Sí mismo. Cada criatura racional debería ser un
canal por medio del cual el Eterno pudiese derramar a otros vida y
luz. De esa forma, el Universo crecería en armonía, felicidad y
paz.
10
En el reino de Dios, las leyes no serían impuestas con tiranía; Los
súbditos serían libres. La obediencia debería surgir espontánea,
en un gesto de reconocimiento y gratitud. En ese reino de libertad,
la desobediencia también sería posible. El resultado de tal
comportamiento sería el vaciamiento de las fuerzas vitales.
11
Después de revelar al hermoso ángel las leyes de Su gobierno, el
Eterno le confió una misión de gran responsabilidad: sería el
protector de aquellas leyes, debiéndolas honrar y revelar al
Universo listo para ser creado. Con el corazón rebosante de amor a
Dios y a los semejantes, le correspondería ser un modelo de
perfección: sería Lucifer, el portador de la luz. El príncipe de
los ángeles; agradecido por todo, se postró ante el amoroso Rey,
prometiéndole eterna fidelidad. El Eterno continuó Su obra de
creación, trayendo a la existencia a innumerables huestes de
ángeles, los ministros del reino de la luz.
12
La Ciudad Santa fue poblada por esas criaturas radiantes que, felices
y agradecidas, unían las voces en bellísimos cánticos de alabanza
al Creador. Dios traía ahora a la existencia el Universo que,
repleto de vida, giraría entorno de Su trono afirmado en Sión.
Acompañado por Sus ministros, partió hacia la grandiosa
realización. Después de contemplar el vacío inmenso, el Eterno
levantó las poderosas manos, ordenando la materialización de las
multiformes maravillas que habrían de componer el Cosmos.
13
Su orden, cual trueno, repercutió por todas partes, haciendo surgir,
como por encanto, galaxias sin número, repletas de mundos y soles
—paraísos de vida y alegría—, todo girando armoniosamente
entorno del monte Sión. Al presenciar tan grande hecho del supremo
Rey, las huestes angelicales se postraron, haciendo repercutir por
el espacio iluminado un cántico de triunfo, en salutación a
la vida.
14
Todo el Universo se unió en ese cántico de gratitud, en promesa de
eterna fidelidad al Creador. Guiados por el Eterno, los ángeles
comenzaron a conocer las riquezas del Universo. En esa excursión
sideral, estaban admirados ante la inmensidad del reino de la luz.
Por todas partes encontraban mundos habitados por criaturas felices
que los recibían en fiesta. Los ángeles nos saludaban con cánticos
que hablaban de las buenas nuevas de aquel reino de paz.
15
Tan preciada como la vida, la libertad de escoger, a través de la
cual las criaturas podrían demostrar su amor al Creador, exigía una
prueba de fidelidad. Con el propósito de revelarlo, el Eterno
condujo las huestes por entre el espacio iluminado, hasta aproximarse
a un abismo de tinieblas que contrastaba con el inmenso brillo de las
galaxias. A lo lejos, ese abismo se había revelado insignificante a
los ojos de los ángeles, como un puntillo sin luz; pero a medida de
su acercamiento, se mostró en su enormidad.
16
El Creador, que a cada paso revelaba a los ángeles los misterios de
Su reino, estaba allí silencioso, como guardando para Sí un
secreto. Las tinieblas de aquel abismo consistían en la prueba de la
fidelidad. Volteándose hacia las huestes, el Eterno solemnemente
afirmó: —"Todos los tesoros de la luz estarán abiertos a
vuestro conocimiento, menos los secretos ocultos por las tinieblas.
Sois libres para servirme o no. Amando la luz estaréis ligados a la
Fuente de la Vida". —
17
Con estas palabras, hizo Dios separación entre la luz y las
tinieblas, el bien y el mal. El Universo era libre para escoger su
destino.
Capítulo
2
Una
eternidad de armonía y paz. Lucifer, trasmisor de las revelaciones
del Padre a sus ángeles. Asambleas en planetas capitales. La
obediencia a las leyes divinas, fundamento de progreso y felicidad.
Lucifer es atraído por las tinieblas del abismo. Lucifer, creado
para la Luz. Intervención de un Padre amoroso. La gran lucha
interior de Lucifer. El don del libre albedrío. Teoría de la
ciencia del bien y del mal. Fundamentos del reino del Eterno.
Traición de Lucifer y de un tercio de las huestes. El Eterno
advierte sobre el rompimiento de la Fuente de la Vida. El Universo
puesto a prueba. El inconsolable llanto del Padre. El misterioso
abismo, significado simbólico del reino de la rebeldía. Comienzo
de la creación del planeta Tierra.
1
El tan esperado sueño del Creador se concretizaba. Ahora, como Padre
cariñoso, conducía a las criaturas a través de una eternidad
de armonía y paz. En virtud del cumplimiento de las leyes divinas,
el Universo se expandía en felicidad y gloria. Había un fuerte celo
de amor, que a todos unía fuertemente. Los seres racionales, dotados
de la capacidad de un desenvolvimiento infinito, encontraban
indescriptible placer en aprender los inagotables tesoros de La
Sabiduría divina, transmitiéndolos a los semejantes. Eran como
canales por medio de los cuales La Fuente de la Eterna Vida nutría a
todos de amor y luz.
2
En Jerusalén, los ministros del reino se reunían ante el
soberano Rey, siempre prontos a cumplir Sus propósitos. Era a través
de Lucifer que el Eterno ponía de manifiesto Sus designios. Después
de recibir una nueva revelación, él prontamente la transmitía a
las huestes angelicales. Éstas, a su vez, la compartían con la
creación. En célebre vuelo los ángeles se dirigían hacia
los planetas capitales, donde, en grandes asambleas, se reunían los
representantes de los demás mundos. En muchas de esas asambleas,
Lucifer se hacía presente, llenando a los participantes de alegría
y de admiración. Perfecto en todas las virtudes, él los cautivaba
con su simpatía.
3
Ningun otro ángel conseguía revelar como él los misterios del amor
del Eterno. El Universo, alimentándose de la Fuente de la Vida, se
expandía en una eternidad de perfecta paz. La obediencia a las leyes
divinas era el fundamento de todo progreso y felicidad. Aunque
conscientes del libre albedrío, jamás había subido al corazón de
ninguna criatura el deseo de apartarse del Creador. Así fue por
mucho tiempo, hasta que tal problema irrumpió en la vida de aquél
que era el más íntimo del Eterno.
4
Lucifer, que había dedicado su vida al conocimiento de los
misterios de la luz, se sintió poco a poco atraído por las
tinieblas. El Rey del Universo, a los ojos de quien nada puede ser
encubierto, acompañó con tristeza sus pasos en el camino
descendente que lleva a la muerte. Al principio, una pequeña
curiosidad llevó a Lucifer a aproximarse a aquél abismo profundo.
Contemplándolo, comenzó él a indagar el porqué de no poder
comprender su enigma.
5
Regresando a su lugar de honra, junto al trono, se postró ante el
divino Rey, suplicándole: —Padre, dame a conocer los secretos de
las tinieblas, así como me revelas la luz. — Ante la petición del
hermoso ángel, el Eterno, con voz expresiva de tristeza, le dijo:
—Hijo mío, tú fuiste creado para la luz, que es vida. —
Convenciéndose de que el Creador no le revelaría los tesoros de las
tinieblas, Lucifer decidió comprender por sí mismo el enigma. Se
Juzgaba capacitado para tanto. Con esta triste decisión, el príncipe
de los ángeles permitió que surgiese en su corazón una mancha de
pecado que podría traer una catástrofe para el Universo.
6
Solo Dios sabía lo que pasaba en el corazón de Lucifer. El ángel,
que había sido creado para ser el portador de la luz, estaba
divorciándose en pensamientos del bondadoso Creador que, en un
esfuerzo de impedir el desastre, le rogaba permanecer a Su lado. Una
tremenda lucha comenzó a trabarse en su interior. El deseo de
conocer el sentido de las tinieblas era inmenso, con todo, los ruegos
de aquél amoroso Padre, a quién no quería también perder,
lo torturaban. Viendo el sufrimiento que su actitud causaba al
Creador, a veces demostraba arrepentimiento, pero volvía a caer.
7
Antes de crear el Universo, Dios ya había previsto la posibilidad de
una rebelión. El riesgo de conceder libertad a las criaturas era
inmenso, mas, sin este don, la vida no tendría sentido. El Eterno no
quería reinar sobre robots, programados para hacer solamente Su
voluntad. El quería que la obediencia fuese fruto del reconocimiento
y del amor, por eso decidió correr el gran riesgo. Aunque proseguía
en la búsqueda del sentido de las tinieblas, Lucifer no pretendía
abandonar la luz.
8
Se esforzaba por llegar a una combinación entre esas partes que, en
el reino del Eterno, coexistían separadas. Finalmente, con un
sentimiento de exaltación, concibió una teoría engañosa, que
pretendía presentar al Universo como un nuevo sistema de gobierno,
superior al gobierno del Eterno. Denominó a su teoría “la ciencia
del bien y del mal". Estructurada en la lógica, la ciencia del
bien y del mal se reveló atrayente a los ojos de Lucifer, pareciendo
descorrer un sentido de vida superior a aquél ofrecido por el
Creador, cuyo reino posibilitaba solamente el conocimiento
experimental del bien.
9
En el nuevo sistema, habría equilibrio entre el bien y el mal, entre
el amor y el egoísmo, la luz y las tinieblas. A lo largo del tiempo
en que madurara en su mente la ciencia del bien y del mal, Lucifer
sabría guardarla en secreto delante del Universo.
Continuaba en su puesto de honra, cumpliendo la función de Portador
de la Luz. Sin embargo, por más que procuraba fingir, su semblante
ya no revelaba alegría en servir al Eterno. El divino Rey, que
sufría en silencio, procuraba, por medio de Sus revelaciones de
amor, preparar a las criaturas racionales para la gran prueba que se
aproximaba.
10
Sabía que muchos darían oído a la tentación, volviéndole la
espalda. La noche de la prueba haría sobresalir, sin embargo, a los
verdaderos fieles —aquéllos que servían al Creador no por
interés, sino por amor. —Al ver que la hora de la prueba llegaba,
y que Lucifer estaba listo para traicionarlo delante del Universo, el
Eterno, que jamás había cesado de revelar los tesoros de su
sabiduría, se torno silencioso y contemplativo.
11
El silencio hizo revivir en el corazón de las huestes el recuerdo de
aquella primera excursión sideral, cuando, después de mostrarles
las riquezas del reino de la luz, Dios se tornó silencioso ante
aquél abismo. Se acordaban de Sus palabras: "Todos los
tesoros de la luz estarán abiertos a vuestro conocimiento, menos los
secretos ocultos por las tinieblas. Sois libres para servirme o no.
Amando la luz estaréis ligados a la fuente de la vida”. Lucifer,
que había comenzado a codiciar el trono de Dios, le indagó el
motivo de Su silencio. El Creador, contemplándolo con infinita
tristeza, le dijo: "Ha llegado la hora de las tinieblas. Tú
eres libre para realizar sus propósitos”.
12
Viendo que el momento propicio para la propagación de su teoría
había llegado, Lucifer convocó a los ángeles para una reunión
especial. Las huestes, deseosas de conocer el significado del
silencio del Padre, tomaron sus lugares junto al magnífico ángel,
que siempre les había revelado los tesoros del reino de la luz.
Lucifer comenzó su discurso exaltando, como de costumbre, el
gobierno del Eterno. En una amplia retrospectiva, les recordó las
grandiosas revelaciones que los habían enriquecido en toda aquella
eternidad.
13
El silencio divino, lo presentó como siendo la indicación de que el
Universo había alcanzado la plenitud del conocimiento que provenía
de la luz. Callando, el Eterno les abría camino para el
entendimiento de misterios aún no soñados, guardados hasta
entonces más allá de los límites de Su gobierno. Sorprendidas, las
huestes tomaron conocimiento de la experiencia de Lucifer sobre las
tinieblas. Con elocuencia, él les habló de la ciencia del bien y
del mal, indicándola como el camino de las mayores
realizaciones.
14
El efecto de sus palabras pronto se hizo sentir en todo el Universo.
La pregunta era decisiva y explosiva, generando por primera vez
discordia. Los seres racionales, en su prueba, habrían de optar por
permanecer solamente con el conocimiento de la luz, el cual Lucifer
afirmaba haber llegado a su límite, o aventurarse en el conocimiento
de la ciencia del bien y del mal. En el comienzo, los ángeles se
debatieron ante la pregunta, siendo luego después todo el Universo
puesto a prueba. Parecía que la ciencia del bien y del mal habría
de arrebatar la mayor parte de las criaturas, sin embargo, poco a
poco, muchos que al principio se empaparon con la teoría,
despertaron de la ilusión de la misma, reafirmando su fidelidad al
reino de la luz.
15
Al final de ese conflicto, que se arrastró por largo tiempo, se
reveló un tercio de las estrellas del cielo al lado de Lucifer, y
las restantes, aunque conmocionadas por la prueba al lado del Eterno.
La ciencia del bien y del mal fue proclamada por Lucifer como un
nuevo sistema de gobierno. ¿Pero cómo ejercerlo, si el Eterno
continuaba reinando en Sión? Necesitaban encontrar una manera de
bajarlo de allí. El consejo, formado por los ángeles rebeldes,
comenzó a tratar de eso. Decidieron, finalmente, solicitarle el
trono por un tiempo determinado, en el cual podrían demostrar la
excelencia del nuevo sistema de gobierno. En caso de que fuese
aprobado por el Universo, el nuevo sistema se establecería para
siempre; en caso contrario, el dominio retornaría al Creador.
16
Fue así que Lucifer, acompañado por sus huestes, se aproximó
arrogante delante de Aquél Padre sufridor, haciéndole tal petición.
El Eterno no era ambicioso, sólo quería el bien para Sus criaturas.
Si la ciencia del bien y del mal consistiera realmente en un bien
mayor, no Se opondría a su implantación, cediendo el trono a sus
defensores. Más Él sabía que aquel camino conduciría a la
infelicidad y a la muerte. Movido por Su amor protector, el Creador
desatendió la petición de las huestes rebeldes, que se apartaron
enfurecidas.
17
Al serles negado el trono, Lucifer y sus huestes comenzaron a acusar
al divino Rey, proclamando ser su gobierno de tiranía. Afirmaban ser
su permanencia en el trono la más patente demostración de Su
arbitrariedad. ¿No les había concedido libertad de escoger? ¿Por
qué neutralizarla ahora, impidiéndoles poner en práctica un
sistema de gobierno superior? Las acusaciones de las huestes rebeldes
repercutieron por todo el Universo, haciendo parecer que el gobierno
del Eterno era injusto. Esto trajo profunda angustia a aquellos que
permanecían fieles al reino de la luz.
18
No sabiendo como refutar tales acusaciones, esas criaturas,
enmudecidas por el dolor moral, anhelaban el momento en que nuevas
revelaciones procedentes del Creador pudiesen aclararles los
misterios de ese gran conflicto. Las acusaciones y blasfemias de las
huestes rebeldes alcanzaron el punto culminante cuando el Eterno, en
un gesto sorprendente, se levantó de Su trono, como pronto a
dejarlo. Los infieles, en la expectativa de una conquista, se
aquietaron, mientras que un sentimiento de temor penetraba en el
corazón de los súbditos de la luz.
19
¿Entregaría Él el dominio de toda la creación, para librarse de
las viles acusaciones? De acuerdo con la lógica a partir de la cual
Lucifer fundamentaba sus enseñanzas, no le quedaba otra alternativa
al Creador. En esta tremenda expectativa, el Universo acompañaba los
pasos de Dios. En un gesto de humildad, el Creador Se despojó de Su
corona y de Su manto real, colocándolos sobre el blanco trono. En Su
semblante no había expresión de resentimiento o de ira, sino de
infinito amor y tristeza. Con solemnidad, el Eterno proclamó que el
momento decisivo había llegado, cuando cada criatura debería sellar
su decisión al lado de la luz o de las tinieblas.
20
En una amplia revelación, alertó de las consecuencias de un
rompimiento con la Fuente de la Vida. Con una mirada de ternura el
Creador contempló a sus hijos. Era una mirada de humildad, que lleno
de amor, suplicaba para que permanecieran a Su lado. Incontables
criaturas, conmovidas, correspondieron a Su mirada de bondad,
mientras que una multitud se mantuvo cabizbaja. Lucifer y sus
seguidores estaban conscientes de la seriedad de aquel momento.
Todavía era posible dar vuelta atrás en sus planes, entregándose
arrepentidos al divino Padre que siempre los había amado.
21
Mientras cabizbajos consideraban sobre la decisión final, Lucifer y
sus adeptos oyeron el cántico de aquellos que, en reconocimiento y
gratitud, se colocaban a lado del Eterno. La última lucha se trababa
en el corazón de los infieles que, estremecidos, llegaron a pensar
en retirarse. Finalmente, el recuerdo del reciente gesto divino,
despojándose de la corona, les dio la certeza de que el gobierno les
sería entregado. Viendo que el Trono permanecía vacío, Lucifer y
sus huestes, dominados por la codicia, rompieron definitivamente con
el Creador. Al ver un tercio de los súbditos atravesar las
divisiones de la eterna separación, Dios dejó externar el dolor
angustiante que por tanto tiempo martirizaba Su corazón, Curvándose
en inconsolable llanto.
22
Contemplando a Sus hijos rebeldes, elevó la voz en una lamentación
dolorosa: ¡"Hijos míos, hijos míos! ¡Ya no puedo llamarlos
así! ¡Quisiera tanto tenerlos en mis brazos! ¡Me acuerdo cuando
con cariño los formé! ¡Ustedes surgieron felices y perfectos, en
acordes de esperanza en eterna armonía! ¡Viví para ustedes,
cubriéndolos de gloria y poder! ¡Ustedes fueron mi alegría! ¿Por
qué sus corazones cambiaron tanto? ¿Oh qué más podría yo haber
hecho para hacerlos permanecer conmigo? ¡Hoy mí alma sangra de
dolor por la eterna separación!
23
¡¿Cómo miraré hacia los lugares vacíos donde tantas veces
regocijantes elevaron las voces en hosannas festivas, sin venirme a
la mente una mezcla de felicidad y dolor?! ¡Nostalgia infinita
invade ya mi ser, y sé que será eterna! Hoy mi corazón se rompió
y se quebrantó; ¡las cicatrices cargaré para siempre! Después de
proclamar en llanto tan dolorosa lamentación, el Eterno, se dirigió
a Lucifer, el causante de todo el mal, diciendo: "Tú recibiste
un nombre de honra al ser creado. Ahora no te llamarán más Lucifer,
sino Satánas, el enemigo del Creador y de Sus leyes." Después
de lamentar la perdición de las huestes rebeldes, el Eterno, en
pasos lentos, se ausentó del jardín del Edén, lugar del trono
Universal.
24
¿Dónde sería ahora Su morada? Las huestes fieles acompañaban
reverentes Sus misteriosos pasos de abandono, que parecían descorrer
un futuro difícil, de sufrimientos y humillaciones. ¿Ocuparían
los rebeldes el trono divino, profanándolo como dominio del
pecado? Esta indagación torturaba el corazón de los súbditos del
Eterno. Dejando Su amada Ciudad, el Señor de la luz se condujo, en
medio de las glorias del Universo, en dirección del abismo inmenso,
respecto del cual había callado hasta entonces. Allí Se detuvo una
vez más, enmudecido, mientras que parecía leer en las tinieblas un
futuro de grandes luchas.
25
Ante el sufrimiento del Eterno, expresado en la tristeza de su
semblante, los fieles pudieron finalmente comprender el significado
de aquél misterioso abismo: consistía en una representación
simbólica del reino de la rebeldía. En el rostro entristecido de
Dios se manifestó, por fin, un brillo que a los fieles animó.
Levantando los poderosos brazos ante las tinieblas, ordenó en alta
voz: "Haya luz." Inmediatamente, la luz de Su presencia
inundó el profundo abismo y, triunfando sobre las tinieblas, reveló
un mundo inacabado, cubierto por aguas cristalinas. Con ese gesto, el
Eterno iniciaba una gran batalla por la reivindicación de Su
gobierno de luz; batalla del amor contra el egoísmo; de la justicia
contra la injusticia; de la humildad contra el orgullo; de la
libertad contra la esclavitud; de la vida contra la muerte.
26
Batalla que, sin tregua, se extendería hasta que, en el amanecer
anhelado, pudiese el divino Rey retornar victorioso al santo monte
Sión, donde, entronizado en medio de las alabanzas de los redimidos,
reinaría para siempre en perfecta paz. Las tinieblas, en su fuga,
señalaban hacia el aniquilamiento final de la rebeldía. Las aguas
abundantes que cubrían aquél mundo, hasta entonces oculto,
simbolizaban la vida eterna que para los fieles sería conquistada
por el amor que todo sacrifica. El mundo revelado era la tierra.
Visitada por las tinieblas y por la luz, ella sería el palco de la
gran lucha. Los fieles se regocijaban ante el triunfo de la luz en
aquél primer día, cuando las tinieblas en su furia rodaban sobre el
planeta, sucumbiéndolo en densa obscuridad.
27
La luz, que parecía vencida, renació victoriosa en un lindo
amanecer. Al rayar la luz de un segundo día, el Eterno ordenó:
"Haya una expansión en medio de las aguas, y haya separación
entre agua y aguas." Inmediatamente, el calor de Su luz hizo que
una inmensa cantidad de vapor se elevase de las aguas, envolviendo el
planeta en un manto de transparencia añil. Surgió así la
atmósfera, con su mezcla perfecta de gases que serían esenciales
para la vida que en breve coronaría el planeta. El Creador,
contemplando la expansión, la llamó "cielos".
28
La atmósfera, que llena de brillo envolvía la tierra, se
ensombreció al sobrevenir el crepúsculo de otro atardecer.
Capítulo
3
Continúan
las obras de la Creación. Separación de las aguas. Vegetación. El
jardín de Edén es transferido en el nuevo planeta. Los grandes
luminares. Criaturas marinas. Criaturas volátiles. Criaturas
terrestres. Creación de Adán, el primer hombre. Adán se postra en
reverente adoración. Estado paradisiaco de la tierra. Adán se
admiró de una criatura y la llamó “cordero”. El cordero, una
semejanza del Eterno. La promesa de una compañera. El sueño
profundo de Adán. Eva es creada para Adán. Un manto real y una
corona dados al hombre como honra del Eterno. Adán y Eva muestran
sumisión al colocar a los pies del Creador su corona. El hombre,
mayordomo fiel, cetro racional y árbitro de la creación. Adán y
Eva son concientizados sobre Satanás. El árbol de la vida y el
árbol de la ciencia del bien y del mal. Satanás opta por el engaño
como arma para lograr que el hombre coma del fruto prohibido.
1
Al ser vencidas las tinieblas en el tercer día, el Creador continuó
Su obra, haciendo aparecer los inmensos continentes que todavía
estaban bajo la superficie de las aguas. Con las manos
levantadas ordenó: "Júntense las aguas debajo de los cielos en
un lugar y aparezca la porción seca." En pronta obediencia, las
cristalinas aguas cedieron su posición superior a la porción seca
que se levantó, sobreponiéndose a ellas. En las regiones bajas de
la tierra, las aguas continuarían reflejando el brillo celestial,
siendo un refrigerio para las criaturas sedientas. En ese gesto de
humildad, las aguas prefiguraban al Creador, que en la gran lucha
había descendido al más profundo abismo para hacer renacer en las
almas sedientas la vida eterna.
2
Contemplando la faz de aquél nuevo mundo, el Eterno denominó a la
parte seca "tierra", y al recogimiento de las aguas llamó
"mares". Con su poderosa voz continuó, ordenando:
"Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla, árbol
fructífero que dé fruto según su especie, cuya semilla esté en
ella sobre la tierra." En obediencia al mando divino, la
superficie sólida del planeta se revistió de toda suerte de
vegetación: lindos prados a florear, campos reverdecientes
entrecortados por ríos cristalinos, bosques sin fin donde árboles
frondosos dejaban colgar frutos sabrosos de infinidades de
especies. La tierra era como una tela donde el Creador, por el
poder de Su palabra, coloreaba cuadros de belleza sin par.
3
Mientras que con admiración las huestes contemplaban las bellezas de
aquella creación, se sorprendieron al reconocer sobre el nuevo
planeta el jardín del Edén, lugar del trono divino. El Eterno, por
el poder de Su palabra, lo había transferido hacia el seno de ese
mundo especial, donde en justicia sería confirmado el gobierno del
Universo. En aquel día primaveral, la brisa acarició mansamente los
verdes bosques y los prados en flor, inundando la atmósfera con un
suave aroma y frescor. Con-templando Su obra, el Creador con
felicidad exclamó: "He aquí todo es muy bueno."
Exuberante, el planeta cumplió un día más en su armoniosa
rotación. Las huestes fieles ahora podían comprender mejor la
importancia
de la luz divina. Su ausencia había ofuscado, en aquella noche, las
bellezas de Sión. En ese nuevo día, el Creador
expresaría Su gran poder, dando a la tierra luminares que la
llenarían de luz y calor.
4
Esos luminares permanecerían para siempre como símbolos de la
presencia espiritual del Eterno, que es la fuente de toda la luz.
Contemplando el espacio oscuro y vacío que se extendía alrededor de
la tierra, con potente voz ordenó: "Haya luminares en la
expansión de los cielos, para que haya separación entre el día y
la noche; sean ellos por señales y para tiempos determinados,
para días y años. Y sean por luminares en la expansión de los
cielos para alumbrar la tierra." Inmediatamente, el espacio se
tornó radiante por el brillo del sol y por el reflejo de planetas y
satélites. Ante esta demostración de poder, las huestes fieles se
arrodillaron en reverente adoración. En el cuarto día, el Eterno
creó los mundos de nuestro sistema solar no para ser habitados como
la tierra, sino para el equilibrio del sistema.
5
Llenaron también el cielo de fulgor, ablandando las tinieblas de las
noches terrenales. Volviendo los ojos hacia la tierra, las huestes se
alegraron por verla radiante en colores. Muy próxima de ella se
podía ver la luna que, con su reflejo plateado, ahuyentaría las
profundas sombras nocturnas. Envueltos por ese escenario encantador,
los hijos de la luz, regocijantes, saludaron el amanecer del
quinto día, que sería de muchas sorpresas. El Eterno tornaría la
tierra festiva por la presencia de infinidades de especies de
animales irracionales que habitarían toda la superficie del planeta.
Esa creación tendría continuidad en el sexto día.
6
Levantando las poderosas manos, el Creador, mirando primeramente
hacia las aguas cristalinas, ordenó: "Produzcan las aguas
abundantemente reptiles de alma viviente." De inmediato, las
aguas se tornaron ondulantes por la presencia de incontables especies
de reptiles que, felices y agradecidos, festejaban la existencia en
un continuo nadar y saltar. Desde los seres microscópicos hasta las
grandes ballenas, todos aparecieron en completa armonía, reflejando
en su naturaleza el amor del Creador. Poniendo los ojos sobre la
atmósfera añil que reposaba sobre los reverdecientes bosques, el
Eterno continuó: "Vuelen las aves sobre la faz de la expansión
de los cielos". Por medio de Su orden, los Cielos se llenaron de
pájaros coloridos que, volando en todas direcciones, tenían en el
corazón un cántico de gratitud por la vida. Este cántico llenó el
aire, mezclándose con el perfume de los arbustos floridos.
7
Contemplando con placer a Sus criaturas terrenales, el Eterno las
bendijo diciendo: "Fructificad y multiplicaos y henchid las
aguas en los mares, y las aves multiplíquense en la tierra."
Regocijantes, las huestes fieles presenciaron el amanecer del sexto
día. ¿Y qué crearía Dios en ese nuevo día? Esta pregunta reinaba
en la mente de todos los seres racionales. Estaban seguros de que
algo muy especial estaba por acontecer. Levantando los poderosos
brazos, el Eterno ordenó: "Produzca la tierra alma viviente
conforme a su especie: ganado, reptiles y bestias salvajes de la
tierra, conforme a su especie." Su voz poderosa fue prontamente
oída y, en los bosques y en los campos, se podía ver el resultado
de Su poder creador.
8
Animales de todas las especies despertaron a una existencia feliz, en
medio de un paraíso de perfecta paz. La tierra se tornaba
extremadamente bella, cual princesa adornada para recibir a su rey y
señor. ¿Quién sería ese ser especial? Moviéndose con majestad,
el Eterno bajo a las glorias del nuevo mundo, dirigiéndose al jardín
del Edén, lugar del trono divino. Los ángeles de la luz lo
acompañaron reverentes, deteniéndose cual nubes sobre los cielos
del paraíso. Todo el Universo observaba con profundo interés el
desenvolvimiento de los actos del Creador, en respuesta a las
acusaciones de sus enemigos.
9
El momento era decisivo. Todo indicaba que el Eterno demostraría no
ser tirano ni egoísta, coronando a alguien sobre el monte Sión.
Satanás y sus seguidores no dudaban de que el reino les sería
entregado y reinarían victoriosos en el seno de aquel antiguo
abismo, donde las tinieblas y la luz ahora se entrelazaban. Los
súbditos de la luz se estremecieron ante esa perspectiva. Junto a la
fuente del río de la vida, el Eterno se arrodilló solemnemente y,
con los elementos naturales de la Tierra, comenzó a moldear, con
mucho cariño, una criatura especial. Después de algunos instantes,
estaba extendido delante del Creador el cuerpo, aún sin vida, del
primer hombre. El Eterno lo contempló y, después de acariciarle la
cara fría y descolorida, le sopló en las vías de la nariz el
aliento de vida y el hombre comenzó a vivir.
10
Como despertando de un sueño, el hombre abrió los ojos y contempló
la dulce faz de Su Creador que, sonriendo, le besó la cara ahora
colorida y llena de vida. Se emocionó al oír al Eterno decirle con
voz suave y llena de afecto: "¡Mi hijo, mi querido hijo!"
Por haber nacido de la tierra, el primer hombre recibió el nombre de
Adán. Tomándolo por la mano, el Eterno lo levantó. Sin percibir el
escenario de fulgor que lo circundaba, Adán, en un gesto de gratitud
por la existencia, envolvió al Creador en un tierno abrazo,
postrándose en reverente adoración. Las huestes fieles que
admiradas atestiguaban la grandiosa realización divina, emocionadas
ante el gesto humano, se postraron también en reverente adoración.
11
Unieron entonces las voces en un cántico de júbilo en salutación a
aquélla criatura especial, que despertaba hacia la vida en un
momento tan decisivo para el Universo. Con el corazón lleno de
felicidad, Adán se unió a los ángeles en su cántico de loor. Su
voz, al repercutir por los alrededores floridos, se mezcló al canto
de las aves y al mugir de los animales que se aproximaban
festivamente. En un paseo de sorpresas inolvidables, Adán fue
concientizado de las bellezas de su hogar. Con admiración, contempló
el monte Sión, donde brotaba el río de la vida, en una cascada de
luz. El glorioso monte yacía coronado por un lindo arco iris. En sus
pasos, siguió el curso del río cristalino, que deslizaba sereno en
medio de las maravillas del Edén.
12
Se admiraba de los árboles altos que, empapados por la brisa,
dejaban colgar de las ramas abundantes flores y frutos. Se inclinaba
aquí y allá, atraído por el resplandor de piedras preciosas que
por todas partes adornaban el césped. Con intensa alegría, Adán
tomaba conocimiento de las infinidades de especies de animales que
poblaban el jardín. Todos eran mansos y sumisos y vivían en
perfecta armonía y felicidad. Deteniéndose en sus pasos, Adán se
admiró de la blancura y ternura de un animalito que brincaba en el
césped. Aproximándose, lo tomó en sus brazos, dedicándole un
especial afecto. ¡Pues que agradable era acariciar su blanca lana!
Sus dulces ojos refle-jaban un brillo de amor y humildad. Había algo
de especial en aquel animalito. Afectuosamente, Adán lo llamó
"cordero".
13
Con el animalito en sus brazos, Adán miró agradecido hacia el
Eterno y Lo adoró. Contemplando Sus blancas vestiduras, Sus ojos
expresivos de un amor sin par, Adán descubrió que tenía en los
brazos un símbolo de su Autor. Feliz, exclamó: "Oh,
Señor, este corderito revestido de tan blanca lana, con mirada
expresiva de tanto amor, se parece a Ti. Yo quiero tenerlo siempre
junto a mí." Observando los animales, Adán percibió que ellos
disfrutaban de un compañerismo especial. Veía por todas partes
parejas felices que vivían el uno para el otro. Sus pensamientos se
volvieron hacia Su Compañero. Miró a su alrededor y estuvo
sorprendido de no verlo. El Eterno se había ocultado a propósito,
tornándose invisible.
14
Adán se sentía solitario en medio de aquel paraíso. ¿Con quién
compartiría su felicidad y su amor? había allí los animales,
pero ellos eran irracionales, no pudiendo compartir de sus ideales.
Nacía en su corazón, al caminar solitario en aquel atardecer, un
deseo ardiente de encontrar a alguien que pudiese estar siempre a su
lado. Mientras que Adán miraba hacia las distantes colinas en la
esperanza de ver a alguien, el Eterno se presentó a su lado y le
dijo: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré una
compañera."
15
Adán estuvo feliz al oír del Creador esa promesa, justamente en el
momento en que tanto anhelaba tener a alguien para que estuviera
siempre visible a su lado. Tomado por un profundo sueño, Adán se
reclinó en el pecho de su amoroso Creador que, con caricias, le hizo
adormecer. En su subconsciente surgieron los primeros sueños
coloridos: Contempla la mirada tierna del Eterno; oye el sonido
armonioso de la música angelical; descubre las maravillas al
derredor: el monte Sión con su arco iris; el río de la vida; los
prados en flor; los animales que lo saludaban en fiesta. Se repiten
en su sueño las escenas que lo envolvieron en su anhelo; mira al
derredor en la esperanza de encontrar a su compañero, más no lo ve.
Se siente solitario en su sueño, y eso lo hace buscar a alguien con
quién poder compartir su existencia.
16
Su mirada se extiende por campiñas reverdecientes, divisando a
lo lejos colinas floridas. Mientras camina esperanzado, siente la
mansa brisa acariciarle el cabello suavemente. Conversa con la brisa:
"¡Brisa, tú pareces ser a quién tanto busco; tú me acaricias
el cabello; besas mi cara; tú tienes el perfume de los verdes
arbustos! ¡Si yo pudiera ver tu faz, la besaría; si yo pudiera
tocar tu cabello, haría largas trenzas y las adornaría con las
flores de nuestro jardín!" Después de caminar en el sueño por
los prados del paraíso, Adán se detuvo mientras que contemplaba el
paisaje alrededor. Se admiró de no ver el efecto de la brisa en las
ramas floridas. ¿Pero cómo, si la sentía cálidamente en el
rostro?
17
Comenzó entonces a despertar de su sueño. Todavía con los ojos
cerrados se acordó del momento en que, somnoliento, se recostó en
el pecho del Eterno. ¿Sería la brisa el toque de Sus manos? Con
esta interrogante abrió los ojos y se emocionó al contemplar una
linda mujer que, con las manos perfumadas, le acariciaba con amor la
cara. Era la brisa de su sueño; la promesa de un Creador que solo
quería hacerlo feliz. Ahora Adán era completo, pues tenía a Eva,
que era carne de su carne y huesos de sus huesos. Tomándola por la
mano, Adán la invitó a dar un paseo de sorpresas inolvidables.
Mostraría a su compañera las bellezas de su hogar.
18
Sensibilizada Eva se detenía a cada paso, atraída por las flores
que exhalaban suaves perfumes; por los pájaros que trinaban alegres
cantos; por los animales que los seguían sumisos; por la vegetación
de ricos matices; por las aguas cristalinas del río de la vida que
brotaban en cascada desde el monte Sión. Todo en el paraíso era
perfecto y bello, mas nada se igualaba al ser humano, creado a la
imagen de Dios. Se volvieron el uno para el otro en admiración y
caricias. Empapados por ese amor, permanecieron hasta el atardecer.
Con deleite, la joven pareja comenzó a contemplar el sol poniente
que, a través de rayos rosados, coloreó el cielo en un lindo
arrebol.
19
Era el sexto día que llegaba a su final, dando lugar a las horas de
un día especial: El sábado. Ese día, en su significado, sería
solemne para todos los súbditos del Eterno, pues su amanecer traería
la victoria para el reino de la luz. El sol, que durante el sexto día
había alegrado la naturaleza con su brillo y calor, se ocultó,
dejándola en frías sombras. Los alegres pájaros, silenciando sus
trinos, buscaban sus nidos mientras que los otros animales se
recogían. Solamente la pareja permaneció inmóvil, procurando
divisar, en el último destello que se apagaba en el horizonte, la
esperanza de un nuevo amanecer. Investigaban el sentido de las
tinieblas cuando, por entre los arbustos, vieron un lindo lugar,
cuyos rayos plateados bañabanos rayos plateados bañaronito la
naturaleza en suave luminosidad.
20
Todo el cielo estaba iluminado por el resplandor de las estrellas.
Admirados, descubrieron que la noche solamente era tinieblas cuando
se miraba hacia abajo. Adán y Eva en su inocencia no sabían que
aquella noche simbolizaba el futuro sombrío de la humanidad. Cuando
lo comprendiesen, estarían confortados al contemplar el fulgor de
los cielos: el lugar hablaría de esperanza y las estrellas
centellantes atestiguarían el interés de las huestes de la luz en
aclararles las tinieblas morales, dando aliento a los pecadores. Mas
serían iluminados apenas aquellos que, desviando los ojos de la
tierra, contemplasen los altos cielos.
21
Después de contemplar por algún tiempo el cielo en su luminosidad,
la pareja, se acordó de las bellezas del paraíso, volvió los ojos,
buscando divisarlas. Estaban, sin embargo, ocultas en medio de las
sombras. ¡Cuánto deseaban el amanecer, pues solamente él traería
consigo el paraíso! Ante el anhelo del corazón humano, el Eterno
apareció en medio de las tinieblas, devolviendo a la pareja la
alegría de encontrarse nuevamente en un jardín colorido. Bañados
por suave luz, caminaban ahora por prados reverdecientes y floridos.
El brillo del Creador despertaba la naturaleza por donde pasaban,
coloreando y alegrando todo en derredor.
22
La pareja, admirada, aprendió que al lado del Eterno podrían tener
un paraíso en plena noche. Sintiéndose somnolientos, Adán y Eva se
recostaron en el regazo del amoroso Padre, que los hizo
adormecer dulcemente, esperanzados en un despertar feliz. Dejándolos
sobre el suave césped, el Eterno se elevó dirigiéndose al lado de
las huestes contemplativas. Volvería a manifestarse al amanecer,
haciendo despertar a la pareja para el más solemne acontecimiento,
que reduciría al polvo las más viles acusaciones de los enemigos.
La noche oscura y fría, a través de sus largas horas, parecía
burlarse de la luz. ¿Ofuscaría para siempre las bellezas de la
creación? ¡Oh, jamás! El sol no retrocedería ante la imponencia
de las tinieblas; aparecería en breve como un libertador,
arrebatando con sus cálidos rayos la naturaleza de las frías
garras, dándole vida y color.
23
En un último desafío, las tinieblas se tornaron densas en las horas
que antecedieron el amanecer. La noche arremetía sus fuerzas para
luchar por el dominio usurpado. Finalmente, apareció en el este un
destello que parecía hablar de esperanza en un nuevo día. El cielo
poco a poco se tornó colorido de un rojizo vivo. Las tinieblas
impotentes se retiraron ante la fuerza creciente de la luz y fueron
consumidas en su fuga. La naturaleza comenzó a despertarse de la
larga noche, reflejando en su seno los nostálgicos rayos. Flores se
abrirían, exhalando perfumes de alegría; animales y aves,
silenciados por la noche, unían las voces en un cántico triunfal en
salutación al amanecer de aquel día grandioso.
24
La negra noche había llegado al final, dando lugar a la luz del día
soñado —día que para Dios tenía un sentido especial, pues
prefiguraba la victoria final de Su reino sobre el dominio de la
rebeldía. — El Eterno ahora despertaría a Sus hijos humanos que,
bañados por la luz de Su presencia, habían dormido con la esperanza
de un amanecer feliz. En una marcha festiva, todas las huestes
santas, con cánticos de victoria, lo acompañaron rumbo al paraíso
bañado en luz. Cuando ya estaban próximos, el Creador se detuvo
contemplando a la pareja adormecida, y exclamó suavemente:
"Despierten hijos míos." Su voz penetró en los oídos de
Adán y Eva, despertándolos para la más feliz comunión.
25
¡Cuán deprisa rayó la tan esperada mañana, trayendo en su luz el
dulce paraíso, perdido en aquella noche! Con alegría la pareja
saludó a su divino Creador, uniéndose a los ángeles en antífonas
triunfales. El Universo vivía un momento en verdad solemne. En
aquella mañana festiva, el Eterno habría de revelar la grandeza de
Su carácter, que es justicia y amor. Las acusaciones de que Su
gobierno era de egoísmo y tiranía serían refutadas. A los ojos de
todas las criaturas racionales del vasto Universo, Dios condujo a la
joven pareja al monte Sión, lugar del trono divino.
26
Allí, ante el estremecimiento de las huestes enmudecidas, el
Creador, en un gesto sorprendente, cubrió al hombre con el manto
real, colocándole sobre su cabeza la corona que había sido
codiciada por Lucifer. Movidos por profunda gratitud por la suprema
honra conferida, profunda partoAdán y Eva se postraron reverentes,
colocando a los pies del Creador su corona preciosa, en señal de
sumisión. Siguió a ese gesto humano un grito de victoria que
sacudió toda la Creación. Los hijos de la luz, que por tanto tiempo
habían sufrido afrentas y humillaciones ante las constantes
acusaciones de las huestes rebeldes, exaltaron en retumbante alabanza
al Dios bendito, que en Su obra de justicia desmintió a los
enemigos, revelando Su carácter de humildad, desprendimiento y amor.
27
Teniendo constituido al hombre como el señor de toda la creación,
el Eterno, con voz solemne, comenzó a concientizarlo de la
grandiosidad de su misión. Como un mayordomo fiel, debería cuidar
del paraíso, manteniendo limpia la fuente del río de la vida. Las
leyes de la justicia y del amor, fundamentos del reino de la luz,
deberían ser honradas. Como un cetro racional, le correspondería al
hombre, en un gesto de reconocimiento y gratitud, aceptar
libremente el gobierno de Aquél que lo creó. Las huestes, que
maravilladas atestiguaban la revelación del desprendimiento divino,
comprendieron que el Señor de la Luz no gobernaría más el
Universo, a no ser con el consentimiento humano.
28
El hombre, por la voluntad del Eterno, fue hecho el árbitro de la
creación; en su glorioso ser, hecho a imagen del Creador,
resplandecía el sello del dominio eterno. Después de revelar a la
pareja la infinita honra y responsabilidad de su misión, el Creador
los concientizó del conflicto espiritual que se trababa por la
conquista del dominio universal: Lucifer, que por incontables eras
había servido al divino Rey en Sión, había sido corrompido por el
orgullo y por el egoísmo, siendo seguido por un tercio de las
huestes racionales; buscaban ahora destronar al Eterno, deshonrándolo
con viles acusaciones.
29
Habiendo revelado al ser humano la dolorosa situación en que el
Universo se encontraba, el Eterno, en un gesto solemne, les mostró
dos árboles altos que, cargados de grandes frutos, se elevaban en
ambas orillas del río que nacía del trono. Al que se elevaba a la
derecha el Señor reveló ser el árbol de la vida monumento del
reino de la luz. Al que se elevaba en la otra orilla reveló ser el
árbol de la ciencia del bien y del mal —símbolo de la rebeldía.
— Comiendo del fruto del árbol de la vida, el hombre manifestaría
su sumisión al Creador, que es la Fuente de la vida y de la luz.
Comer del otro árbol sería entregar al enemigo el dominio de Sión.
30
El inevitable resultado de ese paso sería la muerte eterna, no
solamente para el ser humano, sino para toda la creación, que se
reduciría al caos bajo la furia de la rebeldía. Después de
contemplar demoradamente los dos árboles altos, que externaban en
sus frutos tan infinita responsabilidad, Adán se postró ante el
Creador, diciendo: "Digno eres Señor de reinar sobre el
Universo, pues por Tú sabiduría, amor y poder todas las cosas
fueron creadas y subsisten." El sábado, emblema del triunfo
divino, se hinchió de alabanzas.
31
Todos los hijos de la luz se unieron al ser humano en el más
armonioso cántico de exaltación a Aquél cuya grandeza es sin par.
Fue con espanto que Satanás y sus seguidores atestiguaron la
grandiosa realización del Eterno. Presenciaron con amargura la
alegría de los fieles ante la coronación del hombre, acontecimiento
que lanzó por tierra las fuertes acusaciones que ellos habían
levantado contra el gobierno divino. Llenos de ira y frustración,
consideraban ahora su triste condición. Cuán terrible y humillante
les era el pensamiento de ver sus planes de rebeldía desvanecerse
delante del Creador, semejantes a las sombras de aquella noche.
32
Si pudiesen, pensaban, llenarían el sábado de tinieblas, borrando
de la mente de los súbditos del Eterno cualquier esperanza de
victoria. Finalmente, en sus consideraciones, Satanás y sus
liderados comprendieron que les quedaba una oportunidad: en medio del
jardín del Edén, en las alturas de Sión, se elevaba, junto al río
de la vida, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Bastaría un
gesto humano, nada más, y tendrían bajo su poder, para siempre, el
dominio codiciado. ¿Pero cómo seducirlo? Animado ante la
perspectiva de una conquista, Satanás buscó, con ingeniosidad,
formular un plan de abordaje. Sabía que, si fallase en su tentativa,
todas las esperanzas de triunfo se habrían disuelto, desmoronándose
todos sus sueños de aventura. Concluyó que el engaño habría de
ser su poderosa arma.
33
— ¡¿Acaso no había sido a través de él que consiguió dominar
un tercio de las huestes celestiales?! Esperaría, por lo tanto, un
momento propicio para armar su emboscada. —
Capítulo
4
El
Edén, un reino de eterna alegría. Visita e instrucción diaria del
Eterno. El trabajo, fuente de desarrollo de facultades. A través de
visitas de seres celestiales, Adán y Eva adquirieron conocimiento
sobre la rebelión de Lucifer. Dios revela a Sus huestes las
intenciones malignas de Satanás y envía a dos ángeles para
advertir al hombre. Satanás se posesiona de una serpiente para
engañar a Eva. Argumentos de Satanás para hacer caer a Eva. Intensa
lucha interna de Adán ante la condición caída de su esposa.
Adán come del fruto, permanece al lado de su esposa pagando el alto
precio de su rebelión. Maravillosa revelación del plan de rescate.
La naturaleza de las creaciones y de Adán y Eva cambia. El Padre les
promete vestiduras duraderas.
1
En el Edén reinaba la dulce calma de una perfecta paz. Por todos
lados los amables pajarillos hacían oír sus alegres trinos en
alabanza constante al Creador. Toda la naturaleza al florecer parecía
proclamar un reino de eterna alegría. Los animales en unión
brincaban por todas partes, siempre sumisos al hombre, el señor
de aquél paraíso encantador. Todo era felicidad para la pareja;
pero esta se tornaba más intensa en la rotación de aquellos días
primaverales. El arrebol, que con su belleza coloreó el cielo
preanunciando las oscuras noches, les anunciaba también el momento
de la visita diaria del Eterno. Juntos, bajo la luz de Su presencia,
pasaban largo tiempo en feliz conversación.
2
Con ánimo, la pareja contaba al Señor las sorprendentes maravillas
que iban descubriendo cada día en la naturaleza. Dios, con cariño,
les descubría el significado de cada ser. ¡Cuán agradecidos
estaban por las lindas lecciones aprendidas a Sus pies! Al paso de
cada día, mayor eran el amor, el respeto y la admiración por el
grandioso Creador. ¡Cuán bueno había sido Él, trayéndolos a la
existencia y concediéndoles un hogar tan lleno de delicias! Al
despertar ellos hacia las alegrías de cada día, les venía a la
memoria las caricias y el dulce canto del Eterno, que los hacía
adormecer todas las noches.
3
La vida de Adán y Eva en el Edén no era de ociosidad. A ellos fue
recomendado el cuidado del jardín. Su ocupación no era fastidiosa,
al contrario, era agradable y revigorizante. El Creador había
indicado el trabajo como una fuente de beneficios para el hombre, a
fin de ocuparle la mente y fortalecerle el cuerpo, desarrollándole
todas las facultades. En la actividad mental y física, el hombre
encontraba un elevado placer. Era común a la joven pareja recibir
visitas de seres celestiales.
4
A los
visitantes siempre tenían novedades que relatar y preguntas que
hacer. Pasaban largo tiempo oyendo de ellos hablar sobre las
maravillas del reino de luz. A través de esos visitantes, Adán y
Eva comenzaron a tener amplio conocimiento de la rebelión de Lucifer
y de sus eternas consecuencias. A los visitantes, Adán y Eva siempre
pedían que les enseñaran los armoniosos cánticos celestiales.
¡Cómo se deleitaban al unir las voces al coro angelical! En Su
omnisciencia, Dios tenía conocimiento de la terrible intención del
enemigo.
5
Convocando a Sus huestes principales, Les reveló con pesar el
inminente peligro que cernía sobre el Universo. Satanás habría de
armar una emboscada, a fin de llevar al hombre a comer del árbol de
la ciencia del bien y del mal. Ante esa revelación, los hijos de la
luz estuvieron temerosos, pues conocían la tremenda facilidad de
Satanás en enlazar criaturas inocentes y atarlas en sus mallas de
muerte. En el solemne concilio, decidieron enviar, con urgencia,
mensajeros para advertir al hombre del gran peligro.
6
Dos poderosos ángeles fueron encargados de esa decisiva misión.
Inmediatamente, los mensajeros comisionados irrumpieron por las
puertas de Jerusalén, alcanzando el seno del espacio infinito. En
instantes, traspasaron inmensidades, cruzando galaxias en el
percurso. Penetraron en el túnel de la constelación de Orión,
aproximándose al nuevo sistema. Podían ahora divisar a poca
distancia el planeta azul, donde el destino del Universo estaba por
ser determinado.
7
En el Edén, había relajación. La joven pareja continuaba en sus
inocentes actividades, disfrutando el placer de un vivir feliz. Lejos
estaban de pensar que en aquel momento todo o todos los hijos de la
luz estaban tensos, pensando en su futuro amenazado. Vieron entonces
en el limpio cielo la señal de la aproximación de los visitantes
celestiales y a ellos levantaron los brazos en una alegre salutación.
Sin embargo, Adán y Eva se admiraron, por no ver en el semblante de
ellos la misma alegría.
8
Los visitantes traían en la faz una expresión de ansiedad que ellos
no podían entender. Intentaron cambiarles la triste facción,
contándoles los nuevos descubrimientos hechos en el paraíso. Los
mensajeros, todavía, no teniendo tiempo disponible como en otras
ocasiones, los interrumpieron con palabras de advertencia. Satanás
habría de armarles una emboscada, a fin de llevarlos a comer del
fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Si dieran oído a
la tentación, harían sucumbir toda la creación en el abismo de un
eterno caos.
9
Los ángeles les recordaron que el reino les había sido confiado
como un sagrado depósito, debiendo, en una vida de fidelidad, honrar
a Aquél que por amor Se despojó, colocándose en una
posición de huésped del ser humano. Adán y Eva deberían ser
firmes ante las insinuaciones del enemigo, pues así sellarían la
eterna victoria del reino de la luz. Hablándoles de la feliz
recompensa que le seguiría a su triunfo, los ángeles revelaron que
era el plan de Dios la transferencia de la Jerusalén Celestial hacia
la Tierra. Allí, nuevamente acoplada al paraíso, permanecería para
siempre.
10
Y el hombre, sumiso al Creador, reinaría por los siglos sin fin
sobre el monte Sión, en medio de las alabanzas de las huestes
universales. Más todo eso dependía enteramente del posicionamiento
humano frente a las tentaciones del enemigo, que haría de todo para
arrebatarle el reino. Adán y Eva estuvieron temerosos al conocer los
planes de Satanás, más fueron consolados al saber que él no podría
hacerle ningún mal, forzándolos a comer del fruto prohibido. Si,
por ventura, procurase intimidarlos con su poder, todas las huestes
del Eterno vendrían en su ayuda.
11
Los mensajeros de la luz concluyeron su misión recomendando a la
pareja permanecer vigilantes, teniendo siempre en mente la
responsabilidad que sobre ellos reposaba. No deberían separarse uno
del otro, ni siquiera por un momento, pues a solas podrían ser
seducidos. Adán y Eva, agradecidos por las advertencias de los
ángeles, unieron las voces en un cántico de promesa en una eterna
victoria. Estaban seguros de que jamás abandonarían al bendito
Creador, oyendo la voz del tentador.
12
Animados ante la promesa humana, los dos mensajeros regresaron al
seno de la Jerusalén Celestial donde, junto a las huestes santas,
aguardarían con ansiedad el anhelado triunfo. Satanás vio
aproximarse al paraíso a los mensajeros y oyó el canto del hombre
prometiendo una eterna victoria. Ese cántico hizo que su envidia y
odio aumentara de tal manera que no los podía contener. Dijo
entonces a sus seguidores que en breve haría silenciar aquella voz
irritante. Haría todo para transformar las alabanza humana en
blasfemias al Creador.
13
Las huestes rebeldes estaban curiosas por conocer los planes de su
jefe, mas fueron advertidas por él de que deberían esperar hasta
que todo estuviese para siempre determinado. Si el hombre oyese su
voz, comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal,
sería victorioso, poseyendo para siempre el dominio del Universo. En
caso de que el hombre resistiese, permaneciendo fiel al Creador, ya
no habría ninguna esperanza para ellos. El paraíso parecía estar
envuelto por una eterna seguridad, pero en el semblante del hombre se
podía ver una expresión de miedo.
14
Desde que los ángeles partieron, Adán y Eva permanecían
silenciosos, meditando con reverencia sobre la enorme responsabilidad
de su misión. Pensaban en la seriedad de aquella inminente prueba
que habría de sellar su futuro y el de toda la Creación. Animados,
sin embargo, ante el pensamiento de la victoria, unieron una vez más
las voces en un cántico que expresaba la certeza del triunfo
anhelado. Esa melodía quitó de sus mentes todo el miedo de derrota
y, alegres, corrieron por los prados reverdecientes, acompañados por
los fogosos animales que parecían conmemorar la gran conquista.
15
Se sentían seguros en su paraíso, totalmente olvidados del peligro
de un posible asalto. Satanás, que observaba atentamente a la
pareja, percibió que estaba llegando su oportunidad. Se aproximó de
forma invisible al paraíso, y estuvo esperando el mejor momento para
armar su emboscada. Inconscientes de la presencia del enemigo, la
pareja continuaba en su desprendida alegría, jugando
despreocupadamente con los animales. En el semblante trastornado de
Satanás se estampó una sonrisa maliciosa, al presenciar un descuido
de la pareja: en su exaltación, habían dejado de atender la última
recomendación de los mensajeros, apartándose el uno del otro.
16
El astuto enemigo, no perdiendo tiempo, se posesionó de una
serpiente, la más bella del paraíso, haciéndola aproximarse
graciosamente a Eva. Eva, que sentada en el césped jugaba con los
animales, percibió la presencia de la atractiva serpiente, cuyo
cuerpo reflejaba los colores del arco iris. Estuvo admirada al verla
coger flores y frutos del jardín, depositándolos a sus pies.
Agradecida, la tomó en los brazos, dedicándole afecto.
17
Teniendo conquistado el afecto de la mujer, Satanás, en su astucia,
comenzó a atraerla para que estuviera junto al árbol de la ciencia
del bien y del mal. Sin darse cuenta del peligro, Eva acompañó a la
serpiente hasta el árbol de la prueba. Allí, teniendo en los brazos
al enemigo oculto, le acarició y le dijo palabras de cariño.
Teniendo en los ojos el brillo de la seducción, la serpiente se puso
a hablar. Sus palabras eran llenas de sabiduría y ternura y su voz
como la de un ángel.
18
Eva apenas podía creer lo que veía. Su alegría se volvió inmensa
por tener en los brazos una criatura tan fantástica. Comenzaron a
conversar sobre muchas cosas: el amor; las bellezas del jardín; el
poder del Creador. Eva estaba admirada ante el conocimiento tan
extenso de la serpiente, que discurría con maestría sobre cualquier
tema. Envuelta por esa experiencia, Eva se olvidó totalmente de su
compañero. Ni siquiera pasaban por su mente las advertencias de los
ángeles. Adán, enteramente olvidado de los consejos de los
mensajeros celestiales, se había apar-tado en la compañía de
algunos animales.
19
Después de cierto tiempo, sobrevino con ímpetu en su mente el
recuerdo de las advertencias recibidas. Sonaron en sus oídos con
claridad las últimas palabras pronunciadas por los ángeles: "No
se aparten el uno del otro... No se separen ni por un instante, pues
es peligroso." Su corazón latió fuertemente al no ver a Eva a
su lado. Levantó entonces la voz en un ansioso grito. Su voz, al
repercutir por las bóvedas del paraíso, con todo, no trajo consigo
una respuesta. El silencio casi lo sofocó. En su aflicción se puso
a correr de un lado para el otro, buscándola, en vano.
20
En esa ansiosa búsqueda, sintió la brisa acariciarle el cabello y
recordó su primer sueño. Ese recuerdo, no obstante, se deshizo ante
el pensamiento del peligro que los amenazaba. Con la mente tomada por
un gran sentido de culpabilidad, Adán apresuró el paso en la
angustiosa búsqueda. ¿Dónde estaría su amada? ¿La envolvería a
tiempo en sus brazos, librándola de caer? Más de una vez elevó la
voz en un ansioso grito que repercutió por todo el jardín: "¿Eva,
dónde te encuentras?" esperó una respuesta, pero oyó
solamente un eco vacío que lo desesperó. Se acordó del árbol de
la ciencia del bien y del mal; allí era el único lugar en donde su
compañera podría ser engañada.
21
Esperando obstruir la única oportunidad del enemigo, avanzó en
dirección al lugar de la prueba. Su corazón latió fuertemente al
contemplar a lo lejos la copa del árbol prohibido. Con la serpiente
en sus brazos, Eva la interrogó respecto de muchas cosas. Se
maravilló al percibir que la serpiente la sobrepujaba grandemente en
conocimiento. Llena de curiosidad, preguntó a la serpiente: —
¿Dónde está la fuente de tu tan gran saber? Respóndeme, pues
quiero también poseerla. — Sin perder tiempo, Satanás, señalando
hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, respondió: —allí
esta la fuente de todo mi saber. —
22
Él le contó entonces una mentirosa historia: dijo que era una
serpiente como las demás, comiendo de los frutos del paraíso.
Probando cierto día de aquel fruto prohibido, recibió, como por
encanto, todas las virtudes. Mirando hacia el árbol de la ciencia
del bien y del mal, Eva estaba sorprendida y confundida. ¡¿Privaría
el Creador en su amor algo tan bueno a sus criaturas?! Viéndola
sorprendida, Satanás preguntó: — ¿Es así que Dios dijo: No
comeréis de todos los árboles del jardín? — Eva, inquieta, le
respondió: — De los frutos de los árboles del jardín comemos,
mas del fruto de ese árbol que vos decís ser fuente de sabiduría,
dijo Dios: "No comeréis de él, para que no muráis." —
La serpiente en tono de desdén dijo: —Eso es falso. Si fuese así,
yo habría muerto.
23
Ciertamente el Eterno les prohibió comer de ese árbol para impedir
que el hombre llegue a recibir como Él, conociendo todas las cosas.
— Las palabras seductoras de la ser-piente causaron confusión en
la mente de Eva. ¿En quién confiaría? Tenía en mente el recuerdo
de la orden del Creador y de su sentencia, pero al mismo tiempo tenía
delante de sí una prueba palpable que Lo contradecía. Aturdida,
comenzó a dudar del carácter del Eterno. En un desafío, la
serpiente cogió frutos del árbol prohibido y comenzó a
saborearlos.
24
Colocando un fruto en las manos de la mujer, la estimuló a comer,
diciendo: — ¿No dijo el Eterno que si alguien tocase ese fruto
moriría?— Un completo silencio reinaba sobre el Universo. En cada
planeta habitado, los hijos de la luz contemplaban impotentes aquella
angustiante escena. El futuro de ellos estaba en juego. En Jerusalén
había gran conmoción. Poderosos ángeles se presentaron delante del
Creador, solicitando permiso para desenmascarar al cobarde enemigo,
oculto en aquella serpiente. El Eterno, sin embargo, les impidió tal
acción. Si el uso de la fuerza fuese la solución, ya la habría
aplicado.
25
Debían respetar el libre albedrío concedido al hombre, pudiendo él
manifestar su elección bajo la tentación del enemigo. Los hijos de
la luz sufrían inmensamente al ver a la mujer dudando de Aquél que
tan bondadosamente les había dado la vida y la oportunidad de reinar
en aquel paraíso. ¡¿Cómo podía dudar de quién les dedicaba
tanto amor?! Adán, que en una fuerte esperanza de asegurar la
acariciada victoria se apresuraba en su corrida, contempló a lo
lejos a su amada, sentada junto al árbol de la prueba.
26
¡¿Qué hacía Eva en aquel lugar tan peligroso?! Un presentimiento
horrible le sobrevino, al acordarse una vez más de las advertencias
recibidas, mas procuró desterrarlo con el pensamiento de que
alcanzaría a su esposa antes de que algún mal le ocurriese. Eva
vacilaba en su convicción al contemplar el fruto en sus manos. Por
algunos momentos el futuro le pareció sombrío y aterrador, pero
venció ese sentimiento, pensando en las glorias que habría de
conquistar al comer aquel fruto. Todavía un tanto indecisa, levantó
lentamente las manos hasta tocar el fruto con los labios.
27
Los súbditos del reino de la luz, estremecidos, se inclinaron
arrebatados de gran espanto. Parecía casi imposible, en ese momento,
que la mujer volviera atrás. Mientras que pálidos los fieles
indagaban sobre una posible esperanza, presenciaron con horror la
terrible decisión de Eva: Había resuelto romper para siempre con el
Creador, tornándose cautiva de la muerte. El Eterno, que en silente
dolor contemplaba aquella escena de rebelión, inclinó la frente
teniendo la faz bañada en lágrimas.
28
No podía soportar el dolor de aquella separación. Los fieles, que
en pánico se creían vencidos, fueron concientizados de que no todo
estaba perdido. Si Adán resistiese la tentación, permaneciendo fiel
al Eterno, él sellaría la gran victoria. Eva, que había sido
víctima de un engaño, podría ser concientizada de su error, siendo
favorecida con el perdón divino. Cuando Adán en su angustiosa
corrida alcanzó el lugar de la prueba, ya era demasiado tarde.
Sentada junto al río, Eva saboreaba despreocupadamente el fruto
prohibido.
29
Adán se estremeció. ¿Sería el mismo fruto de la prueba? En un
gesto de esperanza miró hacia el árbol de la ciencia del bien y del
mal, mas en llanto reconoció la triste condenación. Lleno de
tristeza contempló a su esposa, mas no encontró palabras para
despertarla de la tan amarga realidad. En completa desesperación,
elevó la voz en una dolorosa exclamación: "Eva, Eva, qué es
lo que estás haciendo". Al comer del fruto prohibido, la mujer
fue tomada por emociones que la hicieron imaginar haber alcanzado una
esfera superior de vida. Al oír la voz de su esposo, todavía tomada
por las emociones ilusorias, levantó la frente estampando una
sonrisa, pero se sorprendió al verlo llorando.
30
Con profunda amargura, Adán procuró saber la razón que la había
llevado a rebelarse contra el Eterno. Eva, prontamente, comenzó a
contarle la fantástica historia de la sabia serpiente. Satanás
sabía que esa historia de la serpiente jamás convencería al hombre
a comer del fruto del árbol prohibido. Precisaba encontrar una
manera sutil de llevarlo a sellar su suerte siguiendo los pasos de su
esposa. Teniendo a Eva bajo su poder, resolvió hacer de ella el
objeto tentador. Aguardaría el momento oportuno para enlazarlo. En
el día en que de él comiereis, ciertamente moriréis. El
recuerdo de esta sentencia dejaba a Adán muy afligido.
31
La expectativa de ver a su amada falleciendo en sus brazos, era
demasiado para soportar. Esta aflicción, sin embargo, fue
disminuyendo, al ver que ella continuaba feliz y cariñosa a su lado,
como si ningún mal le hubiese acontecido. Aliviado, Adán volvió a
sonreír, correspondiendo a los afectos de su compañera. Se rindió
a las más dulces emociones, lejos de saber que era el enemigo quien
lo envolvía en aquellos abrazos. En ese momento de embeleso, Eva
comenzó a hablarle de su experiencia con la ciencia del bien y del
mal.
32
Le habló de los tesoros de la sabiduría que le habían sido
abiertos. En su nuevo reino, viviría muy feliz. Sin embargo, esa
felicidad sería incompleta sin la participación de su esposo. Le
habló de la imposibilidad de retroceder en sus pasos, e insistió
para que él la siguiera. Después de hablarle de su decisión, Eva,
con una dulce sonrisa, le extendió las manos conteniendo un fruto,
pidiéndole que lo comiese en una demostración de su amor por ella.
Con la voz tentadora en sus oídos, Adán se sentó en el césped en
profunda reflexión.
33
Su faz se tornó nuevamente pálida y sus manos temblorosas. Temía
rebelarse contra el Creador, pero al mismo tiempo comprendía que no
conseguiría vivir separado de su compañera, a quién amaba con
infinito amor. Eva era carne de su carne, la extensión de su ser. Se
sentía angustiado al tener que tomar una decisión tan seria. La
palidez del rostro de Adán se reflejó en el semblante de todos los
fieles al Eterno. Oyeron la insinuación del enemigo y percibieron
con horror la vacilación del hombre. La indecisión de Adán los
dejaba desesperados.
34
Si obedeciese él aquella propuesta de Satanás, toda felicidad sería
eternamente desterrada. En las decisiones del ser humano estaba el
destino de todo el Universo. ¿Atendería él a la solicitud de
Satanás? Después de intensa lucha interna, Adán miró hacia su
compañera; a ella se había unido en promesas de una eterna entrega.
No la dejaría sola ahora. Compartiría con ella los resultados de la
rebelión. Tomó entonces de las manos de Eva un fruto y, en un gesto
precipitado, lo llevó a la boca.
35
Procurando apagar la voz de su conciencia, que le hablaba de una
eterna perdición, Adán se lanzó en los brazos de su esposa,
disfrutando el alto precio de su rebelión. Satanás, con gritos de
triunfo, dejó el paraíso, volando rápidamente junto a sus
innumerables huestes, que aguardaban ansiosas el resultado de tan
arriesgada tentativa. Al saber de la desgracia humana, se unieron en
una estruendosa fiesta. Se sentían seguros. Sión ahora les
pertenecía por derecho, pudiendo allí establecer un reino eterno,
jamás siendo molestado por las leyes del Eterno.
36
En todo el Universo los hijos de la luz sufrían y lloraban la
derrota. Nunca hubo tanta tristeza y horror ante el futuro. Las voces
que vivían para entonar alabanzas al Creador proferían ahora
lamentaciones. El Eterno, que vencido por el infinito dolor Se había
postrado en llanto ante la caída del hombre, no estaba, empero,
sorprendido. Incluso antes de crear el Universo ya había previsto
ese triunfo de la rebeldía y, en Su sabiduría y amor, había
idealizado un plan de rescate que lo implicaría en un inmenso
sacrificio.
37
Secando las lágrimas de Su llanto, Se propuso actuar poderosamente
en favor de Sus fieles afligidos, impidiendo que éstos cayeran en
las manos de los enemigos. En esa misteriosa intervención que
aparentemente deponía contra la justicia, el Eterno ordenó que Sus
más poderosos ángeles circundasen inmediatamente el jardín del
Edén, impidiendo que Satanás tomase posesión del monte Sión.
Consoladas ante la manifestación divina, las potentes criaturas, en
pronta obediencia, rompieron el espacio infinito, rodeando en
instantes el paraíso, en el seno del cual el ser humano, trastornado
ya por el pecado, vivía el negror de una noche que sería larga y
cruel.
38
Siendo la autoridad del Eterno fundamentada en la justicia, ¿de qué
manera podría justificar Sus acciones delante de los enemigos? ¿No
había entregado por Su voluntad el reino al hombre, y éste por
libre elección no lo había sometido a Satanás? Mientras que
sorprendidas las criaturas racionales consideraban las acciones
decisivas de Dios, oyeron Su potente voz que, repercutiendo por toda
la creación, traía la revelación del gran misterio —revelación
tan maravillosa que a partir de aquel momento, por toda la eternidad,
ocuparía la mente de los fieles, siendo tema para las más dulces
meditaciones. —
39
El Eterno habló primeramente sobre la terrible condenación que
pendía sobre el hombre y toda la creación. Dijo que, al desligarse
de la Fuente de la Vida, el hombre se había precipitado en tan
profundo abismo que no podría ser alcanzado por Su brazo de justicia
y poder. Humillado y torturado por las garras del enemigo, no le
quedaba al hombre otra suerte más allá de la muerte —fruto
doloroso de su espontánea rebelión.
—
Considerando la situación humana, las huestes de la luz no
veían posibilidades de triunfo. Sabían que solo el hombre podría
retomar el dominio del enemigo, devolviéndolo al Creador.
40
Pero el ser humano, eternamente esclavizado en su naturaleza, sería
incapaz de tal victoria. Con voz melodiosa y llena de ternura, Dios
reveló el plan de la redención, diciendo: "En verdad, el
hombre cosechará el fruto de su rebelión en una terrible muerte. No
puedo, con mi poder, cambiarle la suerte. Si actuara así, sería
injusto delante de mi decreto. Pero haré caer toda la condenación
sobre un Substituto que surgirá en la descendencia humana. Ese
Hombre no traerá en sus manos las argollas de la muerte, siendo
inocente e incontaminado en Su naturaleza.
41
Como representante de la raza humana, enfrentará a Satanás y lo
vencerá. Después de triunfar en esa batalla, probando que el amor
es más fuerte que el egoísmo, que la verdad es más fuerte que la
mentira, que la humildad es más poderosa que el orgullo, el fiel
Substituto levantará las manos victoriosas no para saludar la
gran conquista, sino para tomar de las manos de la humanidad
esclavizada la copa de su condenación. Sorberá así, sumiso, el
cáliz de la eterna muerte.
42
Ese inmenso sacrificio abrirá a los seres humanos una oportunidad de
ser redimidos, volviendo a los brazos del Creador, juntamente con el
dominio perdido." Las huestes, sorprendidas ante la revelación
del Eterno, indagaron la identidad de Ese Substituto. El Creador, con
una sonrisa amorosa, les dijo: "Yo seré ese Hombre. Mi Espíritu
reposará sobre una virgen, y en ella será engendrado un Hijo Santo.
Ese joven será divino y humano. En su humanidad, él será sumiso a
la divinidad que en Él habitará. Los redimidos verán en Él al
Padre de la Eternidad, el Creador y Redentor, el Rey de los reyes. Su
nombre será Yoshua (nombre hebraico que traducido significa el
Eterno salva)." Asumiendo la naturaleza humana, Dios podría
pagar el alto precio del rescate, muriendo en lugar de los pecadores.
43
Las huestes de la luz se quedaron enmudecidas al conocer el plan del
Creador. El pensamiento de verlo a Él someterse a tan penoso
sacrificio, a fin de redimir el dominio perdido, era demasiado para
soportarlo. No había, sin embargo, otra esperanza de victoria, a no
ser a través de esa amorosa entrega. Después de disfrutar el alto
precio del pecado, la joven pareja se sintió mal. Inicialmente
sintieron un gran vacío en el corazón, que luego fue rellenado por
el remordimiento y por la tristeza. Percibieron que, inspirados por
la codicia, habían sellado su triste suerte y la de toda la
creación. Les parecía oír a lo lejos el gemido de un Universo
vencido.
44
El sol, que los había llenado de vida y calor en aquel día, se
ocultaba en el horizonte, anunciándoles una negra noche. El arrebol,
que antes allí les había anunciado el feliz encuentro con el
Creador, parecía envolverlos en una sentencia de que jamás
despertarían hacia un nuevo día. No osaban siquiera mirar hacia la
cima, temiendo ver caer sobre ellos el rayo del juicio que los
reduciría a polvo. Con la mirada dirigida hacia el suelo frío, les
venía a la memoria la sentencia: "En el día en que de él
comiereis, ciertamente moriréis." Lágrimas desesperadas
rodaban en sus rostros al aguardar el trágico final. Al considerar
el motivo de su rebelión, Adán comenzó a recriminar a su esposa
por haber dado oídos a la serpiente.
45
Eva, a su vez, buscando excusarse, lanzó la culpabilidad sobre el
Creador, diciendo: "¡¿Por qué el Eterno permitió que la
serpiente me engañara?!" El amor que reinaba en el corazón
humano desaparecía, dando lugar al orgullo y al egoísmo, que se
fundían en resentimientos y odio. Su naturaleza ya no era pura y
santa, sino corrompida y llena de rebeldía. Todo estaba cambiado.
Incluso la mansa brisa que antes allí los había bañado en caricias
refrescantes, congelaba ahora a la culpable pareja.
46
Los árboles y las canteras floridas, que eran su deleite, consistían
ahora en obstáculos al caminar sin rumbo en aquella noche. El
propósito de Satanás en llenar el sábado de tinieblas parecía
haberse cumplido. En aquella noche, no existía siquiera el reflejo
plateado del claro lunar para hablarles de esperanza. Las estrellas
centellantes, suspendidas en el oscuro cielo, estaban ofuscadas por
el dolor. Bajaban sobre el mundo las tinieblas de una larga noche de
pecado —sombras
bajo las cuales tantos se arrastrarían sin la esperanza de un
amanecer. —
Era alta noche ya y las tinieblas parecían envolver a la triste
pareja en eternas sombras.
47
Ni siquiera meditaban en sus pocas palabras, sofocadas por la agonía,
de un amanecer. Cabizbajos, andaban a tientas de aquí para allá, en
la expectativa del juicio inminente, que los reduciría al frío
polvo, olvidados bajo aquellas tinieblas sin fin. Apareció
repentinamente un brillo en el cielo, que iba aumentando a medida que
se aproximaba a la tierra. La pareja se estremeció, pues sabían que
era el Creador que venía a darles el castigo. Vencidos por el
pánico, se pusieron a correr, distanciándose del monte Sión, el
lugar de la vergonzosa caída. Justamente hacia allá vieron al
Creador dirigirse. Ellos, que siempre corrían al encuentro del
amoroso Padre, atraídos por Su luz, ahora huían desesperados en
busca de lugares oscuros, y de denso bosque.
48
El Eterno, movido por infinito amor, comenzó a seguir los pasos de
la pareja fugitiva. Mientras caminaba, lloraba al recordar los
momentos felices que había pasado junto a ellos en aquel paraíso.
¡Como se había transformado todo! Sus hijos no conseguían ver más
en Él un Padre de amor, sino alguien que, airado, buscaba
castigarlos. Movido por un fuerte anhelo de abrazar a Sus hijos
humanos, Dios hizo repercutir la voz en una indagación: "¿Adán,
dónde os encontráis?" Su voz, al sonar en medio de las
tinieblas, traía consigo solamente un eco vacío que hablaba de
ingratitud y rebeldía.
49
¡Como deseaba envolver a la pareja en un ardiente abrazo, y con
palabras de cariño confesarle que Su amor era el mismo! Al ver a Sus
hijos huyendo de Su presencia, el Eterno fue embargado de un gran
dolor. Ante Su mirar turbado de lágrimas, se extendía el futuro de
la raza humana. ¡Cuántos, engañados por Satanás, huirían de Su
presencia en el transcurso de la larga noche de pecado, juzgando en
Él un Señor tirano, que vive buscando faltas y flaquezas en los
pecadores, a fin de castigarlos! El Creador, aún así, no desistiría
de buscarlos por los valles sombríos del reino de la muerte, hasta
conquistar un pueblo arrepentido. Adán y Eva, exhaustos por la
presurosa fuga, se escondieron por entre el follaje al pie de una
higuera.
50
Reconociendo su desnudez, procuraban hacer delantales cosiendo
aquellas hojas. Vestidos así, creyeron poder librarse del
sentimiento de vergüenza ante el Creador. El Eterno, aproximándose
al lugar donde la pareja se escondía, preguntó: —
¿Adán,
dónde estáis? —
No
pudiendo ocultarse más de Dios, Adán se levantó juntamente con su
compañera y, cabizbajos, se presentaron ante el Creador, postrándose
trémulos a Sus pies. No consiguieron encararlo más, debido al
sentimiento de culpabilidad.
51
El Creador, cariñosamente, los tomó de las manos, levantándolos
del suelo, y, con una expresión de tristeza en el semblante, les
preguntó: —
¿Por
qué huían de mí? ¿Acaso comieron del fruto del árbol de la
ciencia del bien y del mal?
—
Adán, todo tembloroso, con voz entrecortada por sollozos de temor,
respondió: —La
mujer que me diste por compañera, ella me dio del fruto y yo comí.
— Con
esta respuesta, Adán buscaba excusarse, lanzando la culpa sobre su
esposa.
52
Volteándose hacia Eva, el Eterno le preguntó: —
¿Por
qué hiciste eso?—
Eva prontamente Le respondió: —Aquella
serpiente me engañó y yo comí. —
Ambos no querían reconocer la culpa, lanzándola sobre otros. En
pocas palabras, atribuían al Creador la responsabilidad por todo el
mal practicado: ¿"Por qué les había concedido el libre
albedrío? ¿Por qué había creado a la mujer? ¿Por qué había
creado a la serpiente?" Silente, Dios observaba a Sus hijos que,
tímidos y desconcertados, permanecían delante de Sí.
53
Con profunda tristeza, Él previó que esa sería la experiencia de
incontables seres humanos en el transcurso de la historia.
¡Cuántos habrían de perderse por no reconocer la propia culpa!
¡Cuántos procurarían justificarse, lanzando sus errores sobre los
demás y hasta sobre el mismo Creador! Con blandas palabras, el
Eterno procuró hacerlos reconocer su culpa. Solamente reconociendo
su necesidad, podrían ser ayudados. Mirando hacia las frágiles
vestiduras tejidas por manos pecadoras, dijo a la pareja: —Hijos,
esas vestiduras son insuficientes,
inmediatamente
secándose se desharán. Vosotros precisáis de vestiduras duraderas,
que puedan cubrir vuestra desnudez, librándoles de la condenación.
Si vosotros quisierais, Yo puedo darles esa vestidura. —
54
Ante las palabras bondadosas del Creador, que traían esperanza, la
pareja se postró arrepentida, desprendiéndose de sus ilusorias
vestiduras, símbolos de su fracaso. Añoraban ahora las vestiduras
de la salvación, prometidas por el divino Padre.
Capítulo
5
Dios
revela los efectos de la caída y el Plan de Redención. El doloroso
sacrificio del cordero, un símbolo del Salvador. Se proveen las
vestiduras prometidas. El Creador será el Hombre que los salvará.
En la pareja se intensifica el amor y gratitud hacia el Salvador.
Estremecimiento de las huestes malignas ante la intervención del
Eterno y la revelación del Plan de Rescate. El Eterno acompaña a la
pareja fuera del jardín. Satanás intenta de nuevo apoderarse del
ser humano enfrentándolos con furia, pero es repelido por Dios, y
sus amenazas silenciadas. Malas consecuencias de la ciencia del bien
y del mal. La fe del hombre en las verdades reveladas de la
redención. El Eterno, compañero del ser humano en su jornada sobre
la tierra. Naturaleza del Creador respecto a la guerra. El trabajo
edificante contraataca muchos ataques de Satanás. Revelaciones
recibidas al construir el altar. Dos mundos reflejados en la
naturaleza caída. Un cordero inmaculado guiado y preparado por Dios.
En el sacrificio se muestra una representación del conflicto entre
el bien y el mal. La llama encendida, símbolo del perdón divino. La
naturaleza, aún en su estado caído, revela el Plan de Redención.
1.
Después de contemplar a Sus hijos que, arrepentidos, yacían a Sus
pies, el Eterno los tomó cariñosamente por las manos y los levantó.
Se alegraba en poder revelar al hombre caído el plan de la
redención. Con ternura, Dios comenzó a descubrirles primeramente
los amargos resultados de su caída, diciendo: "Hijos, vosotros
sellasteis el destino de toda la creación en las garras de la
muerte. La desarmonía ya penetra la naturaleza, procurando destruir
en ella todas las virtudes.
2
El abismo en el cual vosotros os sumergisteis por la desobediencia es
por demás profundo para que podáis ser alcanzados por mi poderoso
brazo. Así, desligado de la Fuente de la Vida, no resta más al ser
humano otra suerte más allá de la muerte." Después de
pronunciar estas palabras que revelaban una triste suerte, el Eterno
invitó a la pareja a seguirlo. Cabizbajos, Adán y Eva, en llanto,
siguieron al Creador en Sus pasos de justicia, que los encaminaba al
lugar de la vergonzosa caída, donde suponían encontrar el doloroso
final.
3
En esa dolorosa caminata, sollozaban al recordar su pasado de gloria
deshecho por la ingratitud. ¡Como les dolía en el alma la terrible
expectativa de ser reducidos, juntamente con la creación, a frías
cenizas bajo la oscuridad de aquella noche de pecado! Mientras
caminaban, contemplaban a través de las lágrimas las bellezas
adormecidas bañadas por la luz de Dios. Veían a los inocentes
animales, que no tenían conciencia del gran dolor. Súbitamente, la
pareja se detuvo, vencida por intenso llanto; sus vacilantes pasos
los había llevado junto a un cordero, el animalito más querido.
4
¡¿Sus ojitos de dulzura también se habrían de apagar?! Secándoles
las lágrimas, el Eterno les ordenó tomar en los brazos al inocente
cordero. Envolviéndolo junto al pecho, acompañaron silenciosos los
pasos del Creador, hasta alcanzar la cúspide del monte Sión, lugar
de la vergonzosa caída. Contemplando allí los restos de los rubros
frutos, con ímpetu les vino a la mente el recuerdo de la sentencia
divina: "En el día en que de él comiereis, ciertamente
moriréis." El terrible momento había llegado. El hombre
culpable debería beber el amargo cáliz de la muerte, sucumbiendo
sin esperanza.
5
Consciente de su perdición, la pareja percibió, con horror, que las
manos que les habían traído a la vida empuñaban ahora un cuchillo
puntiagudo de piedra. Temblorosos, se postraron y esperaron por el
cumplimiento de la justa sentencia. Mientras enmudecidos por el
miedo, Adán y Eva esperaban el golpe que los reduciría a polvo,
sintieron el suave toque de las manos divinas que los levantó hacia
una nueva vida. La condenación, sin embargo, habría de recaer sobre
un substituto.
6
Colocando en las manos de Adán el cuchillo, el Creador le dijo: —El
cordero morirá en lugar de vosotros. —
Adán
debería sacrificarlo. Asustada ante la orden de Dios, la pareja, en
llanto, se puso a clamar: —
¡Señor,
el corderito no, el es inocente!—
Con
expresión de justicia, el Eterno agregó: —
Si
el no muere, vosotros no podréis tener las vestiduras de las cuales
hablé. —
Ante
la insistencia del Creador, Adán, todo tembloroso, en un esfuerzo
doloroso, clavó en el pecho del corderito aquella aguda piedra. El
golpe fue fatal, y el animalito, vertiendo su preciosa sangre, se
sumergió en las tinieblas de una noche sin fin.
7
Contemplando al corderito inerte sobre la hierba ensangrentada, la
pareja elevó la voz y lloró. Comenzaban a comprender la enormidad
de su tragedia. ¡Cuan terrible era la muerte! Ella, en su poder,
había apagado toda la luz de los ojos del inocente animal.
Inclinándose silente sobre el cuerpo inerte del cordero, el Eterno
removió la piel revestida de blanca lana y con ella hizo túnicas
para cubrir la desnudez de la pareja. Después de vestirlos les
preguntó con cariño: —
¿Vosotros
entendisteis el sentido de todo esto?
— En
profunda reflexión, por entre sollozos de reconocimiento y gratitud,
la pareja exclamó: —
¡El
murió en nuestro lugar, para darnos sus vestiduras!
—
8
Adán y Eva, aunque habían comprendido aquella realidad física,
estaban lejos de entender el significado de aquel acontecimiento. A
ellos el Creador revelaría el misterio del divino amor. Con
expresión de infinita misericordia, Dios comenzó a revelar al ser
humano el sentido de aquel doloroso sacrificio, diciendo: El inocente
corderito, que hoy padeció, simboliza a un hombre que habrá de
nacer. En sus ojos habrá la misma ternura, el mismo amor. Revestido
por una vida justa, como la blanca lana que cubría al cordero, ese
hombre crecerá como un renuevo sobre la Tierra, no teniendo en las
manos las ataduras del pecado. En su apariencia, ese hombre no traerá
la pompa de un rey, por eso será despreciado por muchos.
9
Será un hombre de dolores, pues caerá sobre sí el peso de todas
las provocaciones. En su fidelidad al reino de la luz, ese hombre
luchará contra el enemigo usurpador, venciéndolo finalmente.
Después de triunfar en sus luchas, tomará sobre sí la carga de
vuestra condenación que le causará una terrible muerte. Él será
traspasado por causa de vuestra rebelión y molido por vuestras
iniquidades. Será oprimido y humillado, más no abrirá su boca,
como el corderito que hoy se entregó pacíficamente. Sucumbiendo en
la muerte, él os concederá los méritos de su victoria. Envueltos
por sus vestiduras de justicia, estaréis libres de la condenación.
10
La vida eterna alcanzaréis así, mediante el sacrificio de ese
hombre justo que habrá de nacer. Adán y Eva, que en una mezcla de
gratitud y dolor escucharon la revelación de tan grande salvación,
indagaron reverentes al respecto de ese hombre especial que en su
descendencia habría de surgir, a fin de cumplir tan inmenso
sacrificio. El Creador, mirándolos tiernamente, movido por un amor
que supera la misma muerte, los envolvió en un cariñoso abrazo
y reveló: —
¡Yo
seré ese Hombre!—
Sorprendidos
ante la declaración del Eterno, Adán y Eva estuvieron inmóviles,
mientras que contemplaban Su tierno semblante.
11
Comprendiendo el significado del tremendo sacrificio, se postraron a
Sus pies y con lágrimas clamaron: —
¡Nosotros
somos merecedores de la muerte Señor, más Tú eres inocente y no
debes sufrir en nuestro lugar!—
Secándoles
las lágrimas, el Eterno con ternura les habló: —Hijos
míos, Yo les amo con un eterno amor. Yo moriré en lugar de
vosotros. —
Ante
esta confirmación, la pareja elevó la voz en una lamentación
dolorosa. Decían: —
¡Nosotros
matamos al Creador! ¡Nosotros matamos al Creador!—
Mas
Dios comenzó a consolar a la pareja con palabras de esperanza,
diciendo: —Después
de beber el cáliz de la eterna muerte, Yo retomaré la vida y subiré
al cielo.
12
Intercederé allí por el hombre perdido, concediendo a todos
aquellos que, arrepentidos, aceptaren mi sacrificio, las vestiduras
de mi victoria. Juntos, triunfaremos finalmente sobre el reino del
pecado que se deshará en cenizas bajo nuestros pies. Crearé
entonces un nuevo Cielo y una nueva Tierra, donde únicamente la
justicia y el amor reinarán. Viviremos así para siempre, en un
reino de perfecta armonía y paz. —
El
Creador, que acompañado por la pareja permanecía todavía sobre el
monte Sión, concluyó Sus revelaciones diciendo:
13
"El jardín del Edén estará ahora vacío. El ser humano,
durante la larga noche de pecado, vagará en su exilio. No andará,
sin embargo, solo: el Eterno, también peregrino, pisará con el
hombre todo el camino espinoso, hasta poder juntos subir al monte
perdido, triunfando gloriosamente sobre el reino de la muerte. El
árbol de la ciencia del bien y del mal monumento de la rebeldía
será entonces deshecho, dando lugar a un árbol glorioso que,
uniendo su copa al árbol de la vida, se tornará en el arco
conmemorativo de la gran victoria. Sobre el santo monte redimido,
reposará entonces para siempre el trono universal, que por los
fieles triunfantes será llamado: el trono de Dios y del Cordero."
14
Adán y su compañera, después que oyeron palabras tan confortadoras
y llenas de esperanza, elevaron la voz en un cántico de gratitud y
alabanza. Conocían ahora el infinito amor de su Creador y estaban
dispuestos a servirlo. Después de consolar a la pareja, Dios los
llevó hacia fuera del Edén. No les fue fácil despedirse de aquel
precioso hogar; allí habían despertado a la vida en los brazos del
Eterno; allí disfrutaron momentos de felicidad pura, en compañía
del Creador, de los ángeles y de los dóciles animales. Una
nostalgia infinita parecía envolver a la pareja en sus pasos de
abandono. Fue con espanto que Satanás y sus súbditos presenciaron
la intervención del Eterno.
15
Fueron sacudidos ante la sorprendente revelación del plan de
rescate. Con rabiosa frustración, comprendieron que, si de hecho la
promesa divina se concretizase, no restaría ninguna esperanza.
Después de considerar sobre todo lo que había acontecido, una gran
ira se apoderó de su corazón. No estaba dispuesto a reconocer la
redención del ser humano. Haría todos los esfuerzos por retenerlo,
juntamente con el reino que le había sido entregado. Cuando la
pareja, acompañada por el Creador, alcanzó el valle herido por la
muerte, amanecía. Allí Satanás los enfrentó con furia, en un
intento de apoderarse nuevamente del ser humano.
16
La pareja estuvo temblorosa en la faz del enemigo, pero las manos
protectoras de Dios los calmaron. Expresando en el semblante la
firmeza de una justicia que es eterna, el Eterno silenció las
amenazas del enemigo con las siguientes palabras: "El ser humano
me pertenece, pues Yo lo compré con mi sangre". Al caminar en
silencio junto al Creador, Adán y Eva observaban con tristeza las
señales de la muerte estampadas en aquella naturaleza antes tan
llena de vida. Las bellas flores, que habían desbotonado para
exhalar aromas eternos, pendían ahora marchitas; ¡los pajarillos,
que con alegría los saludaban en cada amanecer con sus trinos,
volaban ahora distantes, haciendo sonar tan tristes cantos! Todo
estaba cambiado en la naturaleza.
17
La ciencia del bien y del mal no había traído ningún bien al
Universo, sino un intenso conflicto espiritual y físico. Ante las
consecuencias devastadoras de su caída, la pareja, vencida por una
inexpresable tristeza, se postró arrepentida y lloró amargamente.
Dios, que también compungido por el dolor contemplaba el escenario
desolador, procuró, con palabras de esperanza, confortarlos. Les
habló sobre el nuevo Cielo y la nueva Tierra que un día crearía,
donde la paz y el amor volverían a reinar en cada corazón. Allí
vivirían siempre juntos, no trayendo en la frente las marcas de la
tristeza, sino coronas de eterna victoria.
18
Allí secaría las lágrimas de sus rostros y estas jamás volverían
a humedecer sus ojos. Amparando a Adán y a Eva en sus pasos, el
Creador los condujo a través de un valle herido, hasta alcanzar el
pie de una colina. La subieron en lentos pasos, mientras
intercambiaban palabras de ánimo y esperanza. Sus pies alcanzaron
finalmente el suave césped que cubría la cima espaciosa de aquella
colina. Era sobre aquel lugar que la pareja veía a cada día el sol
declinar, bañando el cielo y los valles de un rojo vivo, como la
sangre que había chorreado del pecho del cordero.
19
Volviéndose hacia el lado oriental, la pareja, en una mezcla de
dolor y nostalgia, contempló a lo lejos los paisajes que los
envolvieron en aquel pasado tan feliz. Al divisar el monte Sión, que
majestuoso se elevaba en medio del Edén, lloraron al acordarse de la
caída. ¡Cuán débiles habían sido! El sol declinaba en su
jornada, anunciando la llegada de una triste noche más —
la
primera fuera del paraíso.—
En
un calmado gesto, el Eterno, mostrándoles el valle sobresaliente de
la colina, les habló con cariño: "Aquí será vuestra
provisoria morada. Desde aquí podréis contemplar el paraíso que
por algún tiempo permanecerá en la Tierra, hasta ser recogido a su
lugar de origen, en el seno de la Jerusalén Celestial.
20
Allí, protegido por la justicia, aguardará el amanecer de la
victoria. Cuando ese gran día llegue, regresaremos juntos a Sión,
donde seremos coronados en gloria, en un reino de eterna felicidad y
paz". Después de decir estas palabras, Dios ordenó a la pareja
que construyesen en aquel lugar un altar de piedras, sobre el cual
cada semana, en la noche que antecede al sábado, deberían inmolar
un cordero, en memoria de Su Sacrificio.
21
Como señal de Su presencia, y para la certeza de que sus pecados
serían perdonados, Él encendería un fuego sobre el altar, el cual
duraría toda la noche, hasta consumir por completo la ofrenda del
sacrificio. Para que el ser humano pudiese afirmar su fe sobre las
verdades reveladas, y no en la manifestación visible de la persona
del Creador, Él habría de permanecer invisible desde aquel momento
en adelante. Solamente en ocasiones especiales, cuando se hiciese
necesario Su aparición o la de ángeles para nuevas revelaciones y
advertencias, esto ocurriría. Contemplando a Sus hijos entristecidos
en aquel momento en que serían dejados aparentemente solos.
22
El Eterno les dijo con amor: "Hijos, aunque vosotros tengáis
que permanecer en este ambiente hostil, no precisáis temer, pues Yo
permaneceré al lado de vosotros. Seré un compañero amigo en esta
jornada; llevaré sobre mis hombros vuestros dolores, vuestros
anhelos, vuestras luchas. Cuando, tentados por el enemigo, estuvieren
a punto de ceder, podrán encontrar abrigo en mis brazos, que siempre
estarán extendidos para salvarlos y, si algún día vosotros no
resistiereis, y por la furia del enemigo fueseis arrastrados hacia
las profundidades del abismo, no os desesperéis creyendo no tener
esperanza, pues Yo estaré allí para acudirlos con mi perdón y
fuerza.
23
Tengan siempre en mente el significado de las vestiduras recibidas de
mis manos, pues ellas hablan de la redención que al hombre
pertenece. Descansen hijos míos, en mis brazos de amor."
Después de consolar a la pareja con estas promesas, el Creador,
viendo que estaban soñolientos por el cansancio, los hizo reclinar
en Su regazo y, como de costumbre, los acarició dulcemente hasta
adormecerlos. Al verlos olvidados en su sueño, Dios lloró al prever
el sufrimiento que experimentarían al despertar. Con el corazón
partido por el dolor causado por aquella separación física, el
Creador dejó a la pareja dormida sobre la hierba, después de
besarles los rostros ya marcados por el sufrimiento.
24
Su luz se disipo al tornarse invisible, dando lugar a las tinieblas
de aquella primera noche fuera del paraíso. En el subconsciente de
la pareja comenzaron a desfilar sueños coloridos de un pasado feliz.
Se encontraban una vez más en medio las bellezas del Edén, saciados
por una alegría eterna. Agradecidos por la vida, corrían por los
campos floridos, jugando con los animales. Con felicidad unían las
voces a los ángeles en los armoniosos cánticos en alabanza al
Creador. Tantas escenas lindas desfilaban en su subconsciente, pero
esos sueños se tornaron pesadillas, haciéndoles revivir su
tragedia.
25
Agonizantes despertaron en medio de la oscuridad de aquella primera
noche en el exilio. No consiguiendo conciliar el sueño, la pareja
permaneció en llanto hasta ser consolados por el amanecer que les
reveló a lo lejos el nostálgico paraíso. Dios, aunque invisible,
permanecía al lado de Adán y Eva allí en la colina. El sufrimiento
de ellos era Su sufrimiento, como también la esperanza de que un día
retornarían victoriosos a Sión. Ante la mirada contemplativa del
Creador, se revelaba el futuro sombrío de la humanidad. Con pesar,
veía incontables criaturas pereciendo sin salvación, por rechazar
Su amor. Lágrimas mojaron Su rostro, al prever al enemigo empleando
toda astucia a fin de retener a los seres humanos bajo su dominio.
26
Larga sería la noche del pecado, y reñida la batalla por la
reconquista del reino perdido. El triunfo de la luz requeriría de
parte de Dios un sacrificio inmenso. En la persona del Mesías, a su
tiempo, él nacería entre los hombres, con la misión de pagar el
precio del rescate. Por medio de Él muchos serían liberados de las
garras del enemigo: todos aquéllos que Lo aceptasen como Salvador y
Rey. Contra ésos elegidos, el enemigo arremetería todas las fuerzas
procurando hacerlos caer. En su visión del futuro, el Creador
contempló con alegría el triunfo final de los redimidos.
27
Habían sido extremadamente probados, mas en todo fueron más que
vencedores por medio de Aquél que los redimió de las tinieblas
hacia el reino de la luz. Después de antever los sufrimientos que se
derivarían
de la gran lucha, el Eterno extendió la mirada por las planicies
cautivas, contemplando allí a las huestes rebeldes dispuestas para
la lucha. El objetivo de esos ejércitos, era apoderarse nuevamente
del ser humano, en el cual estaba sellado el derecho de dominio sobre
el Universo. Contrario a la naturaleza del Creador es la guerra, mas
para la defensa de Sus hijos, estaba dispuesto a utilizar Su poder.
28
Su fuerza, sin embargo, solamente sería utilizada con justicia. Si
el ser humano rechazase esa protección ofrecida mediante el
sacrificio del Mesías, Dios nada podría hacer para impedir que él
mismo pereciese en las garras del enemigo. Adán y Eva, sin embargo,
se habían arrepentido de su gran pecado, recibiendo por la
misericordia de Dios vestiduras de salvación, simbolizadas por las
pieles del cordero sacrificado. Justificado por la entrega de la
pareja, el Eterno convocó a Sus poderosos ejércitos para la pelea.
En pronta obediencia las huestes de la luz irrumpieron por el espacio
sideral en dirección a la Tierra, circundando cual fuerte muralla la
colina, portadora de aquel tesoro redimido por la sangre del divino
Rey.
29
Al ser humano le fue conferido en el Edén el deber de cuidar de la
naturaleza: preparaban canteras para las flores; cosechaban frutos
para manutención; dirigían a los animales en su inocente vivir,
adiestrándolos para que les fuesen útiles. Esas ocupaciones habían
sido para ellos fuentes de desenvolvimiento y placer. Ahora, a pesar
de las adversidades, deberían continuar realizando ese deber. El
trabajo en sí, realizado según las órdenes del Creador, ya
anularía muchos ataques del enemigo. Las primeras ocupaciones de la
pareja en aquella mañana, les trajo revelaciones del gran amor de
Dios, hasta entonces desconocidas.
30
Al reunir las piedras para la construcción del altar, experimentaron
el dolor de heridas que chorreaban sangre, como también la fatiga
que hacia emanar sudor. Sintiendo y contemplando todo en la propia
carne, amaron más al Salvador, para quién el altar construido
prefiguraba heridas mayores, que verterían toda Su sangre, como
también fatigas que minarían toda la salvia de Su vida. La mirada
de nostalgia y de esperanza de la pareja de ahora en adelante, jamás
se posaría en el Edén distante, sin discernir primero el altar de
los sacrificios.
31
Ese altar, con sus manchas de sudor y sangre, permanecería como una
remembranza del dolor y del sufrimiento que, después de humedecer
los labios de los seres humanos, transbordaría en la copa del
Creador. Después de contemplar por largo tiempo el paraíso de la
vida eterna que se extendía mucho más allá de aquel altar oscuro
de muerte, la pareja experimentó el dulce alivio del descanso.
Deseosos de conocer los paisajes de su nuevo hogar, Adán y Eva,
animados por la esperanza, salieron a pasear.
32
Sus pasos los conducían por caminos de sonrisas y de lágrimas; de
encantos y desilusiones; de flores que delicadas desabotonaban,
bañadas en perfume, y de flores despetaladas, tumbadas marchitas y
sin olor; de animales todavía dóciles y sumisos y de animales
enemigos, feroces y amenazadores. La pareja discernía en su paseo
las divisas de dos mundos: el de la luz y el de las tinieblas; del
amor y del egoísmo; de la esperanza y del desespero; de la armonía
y de la desarmonía; de la vida y de la muerte. Esa visión les llenó
de tristeza y lloraron largamente. Esa tristeza aumentaría todavía
más en el futuro, cuando descubriesen la profundidad de esas divisas
en el seno de su descendencia.
33
Seis arreboles ya habían coloreado los cielos anunciando a la pareja
las noches oscuras y frías que con su manto de tinieblas deshacían
todas las imágenes vivas, menos la esperanza de volverlas a ver
coloridas en el amanecer de luz. Se acercaba ahora la hora del
sacrificio, cuando el rudo altar, abrasado en su justicia clamaría
por sangre. Si no le ofreciesen la ofrenda, explotaría con certeza,
envolviendo todo el mundo con sus llamas; Ya no habría entonces
amanecer, ni esperanza de Edén a florecer.
34
¡Cuán preciosa es la sangre! ¡Sangre es vida; vida es luz! ¡Para
un ser aquella noche se tornaría eterna, sin amanecer! Ese ser
debería asumir la culpa de todo el mundo, dando su sangre al rudo
altar. ¿Quién se ofrecería? ¡¿Quién vertería la salvia de la
vida, hasta ver el último destello apagarse en su cielo?! Adán y
Eva después de reflexionar por largo tiempo, contemplando la cuna de
la muerte construida por sus manos, se miraron inquietos con esa
pregunta decisiva: ¿Quién se ofrecerá? Esa indagación nacida de
su culpabilidad, hizo vibrar en lo profundo de sus remembranzas la
voz del bendito Creador en Su revelación de infinita bondad: —
“Yo
los amo con un eterno amor; Yo moriré en vuestro lugar ". —
35
Agradecida, la pareja se postró reverentemente ante el sediento
altar, viéndolo por la fe, saciado por el don del eterno amor. En
aquella tarde del sexto día, Dios sometía al ser humano a una
tremenda prueba de fe. Ellos tenían delante de sí el altar de
piedras, construido conforme a la orden divina, mas no había ninguna
oveja para el sacrificio. En su anhelo, se acordaban del Edén, donde
había muchos rebaños. Al ver el sol caer en el horizonte, Adán y
Eva comenzaron a clamar a Dios por socorro, pues sabían que
solamente un milagro podría providenciarles, en aquel último
momento, un cordero para el sacrificio.
36
A los
ojos de los habitantes del Universo, el gran milagro por el cual el
ser humano clamaba, ya se procesaba a casi una semana: Guiado por el
Creador, un inmaculado cordero había dejado el Edén y seguido los
rastros de la pareja en su caminata hacia el exilio. En su larga
jornada, ese animalito tuvo que enfrentar muchos desafíos y
peligros, mas protegido y guiado por el Eterno proseguía en su
misión. Cuando las sombras del anochecer comenzaron a envolver la
colina, la pareja que vivía tan dura prueba de fe, discernió un
puntito blanco que saltaba en el césped viniendo en dirección a
ellos. A medida en que se aproximaba, aquel bulto parecía hablar de
esperanza, de vida y calor.
37
Al ver que el gran milagro había acontecido, corrieron al encuentro
del cordero, envolviéndolo en los brazos. Él estaba fatigado, mas
no descansaría: daría descanso. Estaba sediento, mas no bebería:
daría de beber al altar que clamaba por sangre. Aquel cordero tenía
voluntad de vivir en los brazos del hombre, mas moriría, para que
éste pudiese vivir en los brazos de Dios. Era un perfecto simbolismo
del Redentor que dejaría Su gloria, viniendo en búsqueda del
pecador. Las tinieblas de una noche prefigurativa más bajaron
lentamente envolviendo toda la naturaleza en su prisión.
38
Su fuerza, sin embargo, sería abatida delante del ser humano, por el
brillo de un fuego especial, encendido por las manos del perdón
divino sobre el cuerpo sin vida del inocente cordero. Todo estaba
preparado para el doloroso golpe: acto que apagaría de aquellos
ojitos dulces el último destello de vida, sumergiéndolos en la fría
oscuridad de una eterna noche: oscuridad que generaría luz; frío
que generaría calor; muerte que generaría vida —
dones
inmerecidos; — frutos
del divino amor ofrecidos a las manos pecadoras, prestas a herir. En
medio de la silente noche el altar clama; el hombre triste exclama,
mientras el cordero, mudo, no reclama al ser extendido para la
muerte. Las manos que construyeron el altar se levantan ahora, no
para acariciar como antes, sino para herir, sangrando el precio del
perdón.
39
Solo un gesto, nada más, y el destello se apagará para siempre de
los ojos inocentes, haciendo brillar en la faz culpable la luz de la
salvación. Adán, temblando duda en compasión. En el corderito
manso y sumiso, presto a morir en su lugar, ve al Salvador prometido.
Con el corazón arrepentido, en un esfuerzo doloroso, clava el
cuchillo de piedra en el pecho del animalito que perece en sus manos
sin siquiera dar un gemido. El poder de la noche inmediatamente es
abatido por el brillo del fuego de la aceptación. Su luz revela al
ser humano su trágica condición: Viendo las manos manchadas por la
sangre inocente, la pareja se siente culpable por aquella muerte.
40
En llanto se arrodillan ante el altar que ya no les reclama sangre,
sino ofrece luz, aceptando el inmerecido perdón. Levantándose, la
pareja contempla demoradamente el cuerpo herido del pobre corderito,
sin poder agradecerle por la riqueza concedida a cambio de su tan
rudo golpe. Bañados por la suave luz del sacrificio, Adán y su
compañera permanecen silentes a meditar, hasta ser vencidos por un
profundo sueño. Recostándose en el suelo cubierto de hierva suave,
adormecen dulcemente bajo los cálidos rayos del perdón, seguros de
que su brillo y calor perdurarían hasta ser las tinieblas de aquel
sábado desvanecidas completamente por el fulgurante sol.
41
La luz del cordero, desde que fue encendida sobre el altar en aquella
noche, permanecía en constante guerra con las tinieblas. En varias
veces crecía en brillo ahuyentando a lo lejos la fría oscuridad,
bañando la naturaleza con sus rayos de vida. En veces, las tinieblas
trayendo su viento frío, casi arrancaban por completo la llama.
Esta, sin embargo, en un gran esfuerzo se alimentaba de la sangre del
cordero, lanzando a lo alto su ardiente llama, inundando de luz y
calor todo aquello que había alrededor.
42
El conflicto entre la luz nacida del sacrificio y las tinieblas en
aquella noche, descubría a los fieles del Universo muchas lecciones
importantes — verdades
que ocuparían sus mentes por toda la eternidad. —
En
aquella llama, ya fuere ardiente en su brillo, ya fuere fustigada por
los vientos de la noche, los fieles veían una representación del
conflicto milenario entre el bien y el mal; conflicto que sin tregua
se extendería hasta el amanecer eterno. El Eterno, en prenda de Su
futuro sacrificio, había encendido en medio de las tinieblas, la luz
de la verdad, y esa sería mantenida encendida en el corazón del ser
humano, en virtud de Su sangre que sería derramada para remisión de
la culpa.
43
Contra esa luz, el enemigo arremetería todos los vientos fríos de
la maldad, desterrando del corazón de muchos su dulce brillo.
¡Cuántos yacerían perdidos por rechazar la luz del perdón divino,
siendo envueltos por las tinieblas de la oscura noche! Después de
largas horas de combate, surge en el cielo las señales del amanecer.
La oscuridad que con ira había lanzado sus vientos sobre la llama
que no muere procurando desterrarla, se torna confusa ante las
señales del amanecer. El cielo teñido de un rojo vivo, hace
recordar la sangre que había brotado del pecho del cordero para que
la llama del perdón pudiese iluminar la noche humana.
44
En medio del colorido de sangre, surge en el horizonte el fulgurante
sol, trayendo en sus calientes rayos el sabor de la victoria,
envolviendo todo con su vida. El amanecer en su nostálgico afecto,
acaricia el distante paraíso, llevando de su amado seno en su brisa
matinal el aroma de la nostalgia, en un mensaje de consuelo y
esperanza para las criaturas sufridoras del valle de la muerte.
Bañados por los cálidos rayos y por la brisa de la esperanza, la
pareja despierta en un sábado más, cuyo simbolismo apunta hacia el
descanso en el reino de Dios, al culminar el gran conflicto entre la
luz y las tinieblas.
45
Más allá de aquel altar cubierto de cenizas, Adán y Eva contemplan
demoradamente el nostálgico paraíso. Aunque distantes en su exilio,
se alegran con la certeza de que el sacrificio del Mesías hará
rayar para ellos el sábado de sábados: aquél de lágrimas para
siempre desterradas; de sol siempre a brillar en un límpido cielo;
de corderos siempre vivos a jugar por el césped; día sin anochecer,
cuando no habrá más altar cubierto de sangre y cenizas. Suspiran
por ese día de gloria, cuando Dios Se hará eternamente visible,
llevando en las manos las marcas de Su infinito amor por Sus hijos.
46
Antes de la caída, el ser humano, así como todas las huestes
celestiales, aprendían a los pies del Creador que con paciencia les
enseñaba los tesoros de la sabiduría contenidos en el vasto
compendio de la naturaleza. Todo en el Universo, desde el diminuto
átomo hasta el mayor de los mundos, testificaba en su perfecta
existencia del carácter del divino Rey. Muchas enseñanzas,
sin embargo, permanecieron ocultas en las páginas de ese gran libro
en el período que antecedió a la caída: Eran como las estrellas
que, ocultas durante el día, revelan su brillo al bajar las sombras
de la noche.
47
Teniendo la naturaleza cautiva, el enemigo, en el intento de bloquear
la revelación de la Eterna sabiduría, introdujo en ella manchas de
egoísmo, destrucción, infelicidad y muerte. No sabía que esas
manchas harían evidenciar en la faz de la creación la profundidad
de la justicia y amor de Dios, llevando a los fieles a amarlo y
reverenciarlo aún más. Para la pareja, así como para todos los
hijos de la luz, la naturaleza herida rompió su velo, revelando
nuevos aspectos de la bondad del Creador ocultos hasta entonces.
48
Adán y Eva que estaban acostumbrados a las flores eternas en el
paraíso, aquellas que no las vieron desabotonar, las veían ahora
surgir en tiernos botones, en medio de las amenazas de espinos
prontos a herirlas. Esas tiernas flores, sin importarse estar con los
espinos, exhalaban perfumes suaves de alabanza y gratitud, jamás
cansándose de agradar el ambiente. Cuando fustigadas por los fríos
vientos de la noche, esas flores no se resentían, sino que ofrecían
su aroma, que transformaba la furia de los vientos en brisas
perfumadas de un amanecer.
49
Movidos por profunda gratitud, la pareja acompañaba atentamente el
ministerio de amor de aquellas flores que, jamás se cansaban de
bendecir, ofreciendo su belleza y perfume como alivio para aquellos
que eran heridos por los rudos espinos. Aquellas flores singulares y
puras, después de mostrar en su corta vida que el perdón y el amor
son más fuertes que todos los vientos y espinos, en un último
esfuerzo de comunicar alegría, exhalaban su perfume, cayendo
marchitas y sin vida sobre el suelo frío. Allí, olvidadas, se
transformaban en insignificante polvo que era dispersado por el
viento.
50
La muerte de las flores, aunque pareciese fracaso, reveló a la
pareja el misterio del renacimiento de la vida: Muriendo, las flores
daban vida a los frutos que, a su vez, después de servir de
alimento, donaban sus semillas llenas de vida. En la muerte de esas
semillas, renacía el milagro de la vida, multiplicando los árboles
con sus flores listas a repetir la enseñanza del amor y del
sacrificio. La naturaleza, por tanto, incluso manchada por el pecado,
revelaba el misterio oculto del plan de la redención. Cada flor a
desabotonar en medio de los espinos, en su corta vida de amor, era un
símbolo del Salvador que nacería entre los espinos de la maldad,
para consolar con su perfume el corazón de los afligidos.
51
Semejante a la flor, el Mesías después de probar que el amor y el
perdón son más fuertes que todos los vientos del odio; que la
verdad y la justicia del reino de Dios son mayores que todos los
engaños e injusticias del reino del enemigo, vertería la salvia de
su vida, muriendo para redimir a los culpables.
Capítulo
6
Adán
y Eva dedicados al trabajo edificante. La colina llegó a ser una
miniatura del Edén. Protección y cuidados divinos. Experiencias al
obedecer el mandamiento sobre el sacrificio. La astuta trampa del
enemigo, mirar hacia los símbolos del sacrificio como portadores de
perdón y vida. Adán y Eva ofrecen sacrificios al Señor, el Eterno
se les manifiesta consolándolos y previniéndolos del peligro.
Promesa del nacimiento de su primogénito. Responsabilidades hacia su
hijo. Nacimiento de Caín. El nacimiento de Caín les recuerda la
promesa del futuro nacimiento del Mesías. La niñez rebelde de Caín.
El enemigo se burla del sufrimiento de Dios y Sus fieles e intenta
hacer desistir a Dios de Su plan de redención. El Eterno afirma Su
solemne promesa. Adán y Eva hacen sacrificios y ruegan por su hijo,
el Eterno se les manifiesta. El Eterno se revela a Caín y le narra
la historia de Lucifer y del Sol. Promesa del nacimiento de Abel.
Caín, al igual que Lucifer, es arrastrado por su orgullo a una falsa
ilusión. Dios procuraría todas las formas a fin de salvar a Caín
1
Consolados por las revelaciones de la naturaleza, Adán y su
compañera, alumnos en la escuela del sufrimiento, aprendían cada
día a amar más al Salvador. Crecían en sabiduría, humildad y
santidad. Todas las virtudes destruidas por el pecado, renacían en
el corazón. Con ánimo la pareja se dedicaba al trabajo edificante:
plantaban jardines que por el poder de Dios se llenaban de perfumadas
flores y deliciosos frutos. Su hogar en el exilio se convertía en un
refugio para los animales perseguidos de los valles. La colina, bajo
la protección de los ángeles de la luz, se convirtió en una
miniatura del Edén distante. Entre los animales reunidos y domados
con amor, habían muchas ovejas.
2
Adán y Eva no conseguían poner los ojos sobre esos dóciles
animales destinados al sacrificio, sin probar en lo profundo del alma
una mezcla de dolor y gratitud. En la noche que antecedía a cada
sábado, Adán tenía, por orden del Creador, el repetir el doloroso
acto. ¡Cuánta amargura y arrepentimiento sobrevenían a la pareja
al descender las tinieblas de la noche del sacrificio! ¡Cuánto
consuelo les traía la llama del perdón que jamás había dejado de
brillar sobre el altar, en aquellas noches pre figurativas! El
decisivo valor del sacrificio, para que la vida pudiese florecer bajo
la protección divina, llevó a la pareja a valorizar inmensamente a
su pequeño rebaño.
3
Cada sexto día, no obstante, comenzó a traer consigo, más allá
del dolor, una inquietud: —
¿Quién
donará su sangre al altar cuando la última oveja perezca?—
A
los ojos de la pareja maravillada, aconteció al fin el milagro del
amor, renovándoles la esperanza de vivir otras semanas bajo el
brillo de la llama del perdón: una oveja, la más gorda de ellas,
comenzó a sangrar como en sacrificio; De su dolor, les nacieron
cuatro corderitos. Llenos de alegría y gratitud, Adán y Eva se
postraron ante el Salvador invisible, teniendo en las manos aquellas
nuevas criaturitas que traían en sus ojos la misma ternura y
disposición para el sacrificio.
4
Seguros de que nuevos milagros multiplicarían sus días, la pareja
unió su voz como antes, en un cántico de gratitud y adoración al
Creador que, como los corderitos nacería también del dolor para
cumplir en su vida el mayor de todos los sacrificios, para la
salvación de la humanidad. El Eterno, aunque invisible a los ojos de
Sus hijos humanos, permanecía muy cerca, acompañado por un ejército
de ángeles, en incansable ministerio de cuidado y protección. La
pareja estaba inconsciente de que la dulce calma y paz reinantes en
aquella colina, así como toda su prosperidad, eran frutos de tan
intensa lucha.
5
Si sus ojos fuesen abiertos hacia las escenas que ocurrían
invisibles, serían arrebatados de espanto; ¡Cuán terrible era el
enemigo y sus huestes en sus constantes investidas con el propósito
de arruinar al ser humano, arrebatándolo de las manos del Creador!
Viendo que el empleo de la fuerza no le redundaría en victoria, el
enemigo en su astucia idealizó una trampa con la cual pudiera
enlazar a la pareja. Reuniendo a sus ejércitos, les reveló sus
planes diciendo: —“Al
ser humano le fue ordenado sacrificar corderos, como símbolos del
Salvador venidero.
6
Los tentaremos a mirar hacia esos símbolos como portadores de perdón
y vida, haciéndolos poco a poco olvidar la realidad del sacrificio
prometido por Dios. Será un proceso lento, pero de una victoria
segura". —
El
Creador conociendo el peligro de esa trampa, se entristeció, pues al
mirar hacia el futuro, pudo ver a tantos hijos Suyos siendo desviados
del camino de la salvación. ¡Cuántos se apegarían a los símbolos
juzgando encontrar en ellos virtud! Dios en su amor y cuidado, no los
dejaría inconscientes del peligro que los amenazaba.
7
Sabía Él cuánto Adán y su compañera amaban a aquellos corderos
que, al morir sobre el altar, les ofrecían luz y calor. Fácilmente
podrían ser inducidos a verlos como fuentes de vida y luz,
comenzándolos a reverenciar. Muchas semanas ya habían pasado,
trayendo consigo las noches de dolor y sacrificio, seguidas por los
días de esperanza y nostalgia de Aquél Padre cariñoso, el cual
después de hacerles promesas y secar sus lágrimas, Se había
tornado invisible delante de sus ojos. Cada día que pasaba, traía a
la pareja una nueva carga de nostalgia, haciéndolos indagar en cada
atardecer: —
¿Cuándo
besaremos nuevamente Su faz? ¡¿Cuándo seremos envueltos por Sus
brazos, caminando bajo la luz de Su amor?! —
¡Cuánta
nostalgia sentían de aquellas noches edénicas, cuando adormecían
en el suave regazo de su divino Padre!
8
Una semana más de trabajo y lecciones aprendidas estaba finalizando.
El sol en su declinar anunciaba otra noche de arrepentimiento y de
sangre inocente a bañar el altar. La silente pareja estaba lejos de
imaginar que en esa noche, el doloroso golpe que siempre era seguido
por el fuego, les revelaría la faz bendita del Padre. Con las manos
estremecidas, Adán levantó al cordero que, mudo, no hizo ninguna
resistencia al ser colocado sobre el altar. Lágrimas rodaron en su
rostro al pensar que un inocente animal más se zambulliría en las
odiadas tinieblas de la muerte, para generar la luz con su sangre.
9
Es doloroso sacrificar, mas no hay otro camino de salvación.
Únicamente a través de la sangre derramada del cordero, podrán
vivir para contemplar en el futuro la faz del Padre. En un penoso
esfuerzo Adán hace caer aquella piedra puntiaguda sobre el corderito
que, en un gemido de dolor derrama su sangre. Una Luz gloriosa pronto
disipa las tinieblas inundando toda la colina con sus rayos de vida.
A través de las lágrimas la pareja entonces contempla en medio del
fuego del altar, al Creador. En un gesto de amor, Dios abre Sus
brazos como antes, y con una sonrisa camina hacia el tan anhelado
abrazo.
10
Sin encontrar palabras que expresen su inmensa nostalgia, la pareja
se lanza a Su pecho y llora amargamente. El divino Padre, conmovido,
también llora, mas procura consolar a sus hijos, con su dulce
sonrisa. Con emoción la pareja contempla la faz del Padre,
envolviéndola con besos y cariños. El amor de ellos por Él había
sido intensificado por el sufrimiento. Agradecidos y felices, caminan
al lado del Creador, mostrándole los jardines cargados de flores y
frutos. Le cuentan de las lecciones aprendidas junto a la naturaleza;
Le muestran el rebaño domado por el afecto.
11
Iluminados por la suave luz del Eterno Padre, la pareja se sienta a
Sus pies como antes, para oír Sus enseñanzas. El Creador,
mirándolos con ternura, pasa a advertirlos del peligro.
Orientándolos acerca de los sacrificios de corderos, que eran
importantes en el sentido de mantener siempre en la mente la certeza
de un Salvador venidero que, como los corderos, sería sacrificado
para redención de los pecadores. Los corderos, sin embargo, no
poseían en sí poder para perdonar las culpas, pues consistían
apenas en símbolos del Mesías Rey.
12
Después de ser ellos concientizados del peligro de apegarse a los
símbolos buscando encontrar en ellos la salvación, la pareja
recibió la incumbencia de transmitir esas orientaciones a sus
descendientes. Después de advertir al ser humano, el Creador colocó
la mirada sobre las ovejas que yacían dormidas junto a su cría, y
exclamó: —
¡Cuán
bellos son los corderitos! —
La
pareja, en una mezcla de felicidad y dolor agregó: —
¡Ellos
cuando están despiertos saltan de placer, olvidados de que al nacer
y al morir causan tanto dolor!—
13
Después de contemplar a los corderitos, Dios miró a la pareja con
ternura, revelándoles algo que los sorprendió y alegró: —Cuando
de éstos corderos treinta y seis hayan subido al altar, vuestros
brazos envolverán al primer hijo que, como ellos surgirá también
del dolor. Ese hijo en su infancia les traerá alegría saltando como
los corderitos en vuestro hogar. Deberéis instruirlo con dedicación
en las leyes de la armonía, mostrándole el camino de la redención.
Como vosotros, él será libre para escoger el rumbo a seguir.
Aceptando la enseñanza, su vida será victoriosa; rechazándola,
caminará hacia la derrota.
14
Adán y Eva oyeron con alegría la promesa divina, pero al mismo
tiempo experimentaron en lo profundo del ser un temor al
concientizarse de la responsabilidad que tendrían. Sabían que
Satanás haría todos los esfuerzos para llevar al niño prometido a
la perdición. Era alta noche cuando el Creador, después de
acariciar a sus hijos, los dejó dormidos sobre el suave césped.
Después de la promesa, cada corderito llevado al altar hacía latir
más fuerte en el vientre materno la esperanza de la alegría que en
breve alcanzarían.
15
Treinta y seis finalmente descendieron a las tinieblas cumpliendo el
tiempo determinado por el Creador en que el primer niño recibiría
la luz. Con las manos todavía manchadas por la sangre del
sacrificio, Adán amparó a su esposa que, a los pies del altar se
postró vencida por el dolor que le trajo el primer hijo. El pequeño
niño no traía en la cara la alegría de la libertad, sino el llanto
de su prisión; Ese llanto duraría la noche entera, si no fuese por
el brillo de aquella llama ardiente de esperanza que, pronto atrajo
la atención de sus ojitos atentos. Envolviéndolo con alegría, Eva
consolada de su sufrimiento, dijo: "Alcancé del Señor la
promesa". Le dio entonces el nombre de Caín.
16
Después de envolver al bebé con las pieles suaves de un cordero, la
pareja permaneció despierta a meditar. Muchos eran los pensamientos
que ocupaban sus mentes: pensamientos de alegría, de gratitud, de
esperanza y de anhelo por el sentido de la responsabilidad que ahora
pesaba sobre sus hombros. Acariciando con ternura al pequeño niño,
la pareja maduró en su experiencia, comprendiendo mejor el
misterioso amor de Dios que, para salvar a Sus hijos, Se dispuso a
morir en lugar de ellos.
17
Adán y Eva no estaban solos en sus reflexiones: todos los seres
inteligentes del Universo consideraban con interés el futuro de
aquél indefenso bebé que en el interior poseía un reino de
dimensiones infinitas, al ser disputado por los dos poderes en lucha.
¡¿Quién sería el Señor de su vida?! ¡¿Caminarían sus pies por
el camino ascendente que lleva a la vida, o la ruta descendente que
termina en el abismo de una muerte eterna?! Viendo al niño esbozar
su primera sonrisa, la pareja súbitamente se acordó de la promesa
del Creador que era confirmada en cada sacrificio: Él nacería de la
mujer como niño, con la misión de redimir a la humanidad.
18
¿No sería Caín ya el cumplimiento de la promesa? ¡El infante con
sus ojitos brillantes de alegría se parecía tanto a los corderitos
que nacían y crecían con la misión de ser sacrificados!
Considerando así, la pareja apretando al hijo junto al pecho comenzó
a llorar sin consuelo. ¡Cuán terrible, sería ofrecer a su hijo
inocente al rudo altar! Para la pareja compungida por el dolor,
apareció al fin el sol brillante haciendo revivir con sus cálidos
rayos las promesas que señalaban hacia un Salvador que, todavía en
el futuro, nacería también del dolor para cumplir el eterno plan de
redención.
19
Bendecido por el Creador y envuelto por el amor y cuidado de los
padres, el niño se desarrollaba en su naturaleza física y mental,
tornándose cada día en el objetivo mayor de una incansable batalla
entre las huestes espirituales. Adán y Eva, ansiosos por hacerlo
comprender las verdades de la salvación, lo tomaban en los brazos en
cada amanecer y, al borde del altar le señalaban el Edén distante,
contando aquellas historias de emoción las cuales el pequeño Caín
todavía no conseguía comprender.
20
Cuál fue la alegría de aquellos padres, al verlo en una mañana de
sol, señalar con su manita hacia el hogar de la nostalgia,
pronunciando el nombre sagrado del Creador. Emocionados lo tomaron en
los brazos, pidiéndole que repitiera ese sublime nombre que, cual
llave de felicidad, siempre les descubría un paraíso de eterno
amor. Todas las huestes de la luz se inclinaron con alegría al oír
al pequeño niño pronunciar el nombre del divino Rey.
21
Las semanas se iban pasando trayendo consigo nuevas víctimas hacia
el altar, y el pequeño Caín, blanco de la atención y cuidado de
Dios, de las huestes de la luz y de aquellos amorosos padres
incansables en la misión de instruirlo, agrupando sus pocas
palabras, siempre curiosas con todo comenzó a interrogar. El día
declinaba cuando el muchacho, que yacía en el regazo de su madre, le
preguntó: —Madre,
¿Por qué el sol siempre se va así, dejando a la gente en el frío
de la oscuridad?—
"Eva,
sorprendida contempló a su hijo, sin encontrar palabras para
contestarle la pregunta que le trajo el recuerdo del pasado de
felicidad destruido por su culpa.
22
Después de un momento de silencio, besando la cara del pequeño
Caín, le dijo: —“Hijo,
un día el sol vendrá para quedarse, trayendo en sus rayos un mundo
solamente de armonía; ya no habrán animalitos para combatir, ni
corderitos para morir sobre el altar"—
El
pequeño Caín deseando ver rayar pronto ese día, dijo a su madre:
—“Madre,
mañana el sol nacerá en el paraíso; ¡Pide para que él se quede!
Así podré jugar, jugar, y nunca más dormir". —
Ansioso
en ver rayar el día que no tendría fin, el pequeñito Caín
solamente se durmió hasta después de hacer a su madre prometer que
pediría al sol permanecer.
23
Un nuevo día de sol radiante a caminar por el cielo surgió para
Caín, trayendo en sus rayos alegría y calor. Mientras jugaba en el
jardín, sus ojitos curiosos se volteaban muchas veces hacia el sol
que parecía acariciarlo con una sonrisa de esperanza. Viéndolo, sin
embargo, caminar en dirección del occidente, el pequeño corrió
hacia su madre, preguntándole: —“Madre,
¿Él prometió quedarse?"—
Eva,
tomándolo en los brazos, le sonrió procurando hacerlo comprender
con palabras simples, mientras
le señalaba el distante paraíso,
la
historia de la redención.
24
El sol vendría un día para quedarse. Caín, insatisfecho con las
palabras de la madre, demostró no tener paciencia para esperar ese
día que yacía en un futuro distante. Repetía en llanto: —"¡Yo
quiero el sol ahora, mañana no!"—
Eva,
pacientemente, procuró calmar a su hijo, hablando sobre la luz de
Dios, que puede convertir la noche en día. Él lo amaba y podría
henchir su corazoncito de brillo, de alegría y paciencia. Podría
así, esperar feliz el día de sus sueños. Balanceando la cabecita
en rechazo al consuelo de la madre, Caín pronunció entre sollozos:
—"Yo
quiero al sol porque yo puedo verlo, al Eterno no". —
25
Como una flecha dolorosa las palabras de rebeldía de Caín
penetraron en el corazón de Eva, haciéndola llorar amargamente. Los
fieles en todo el Universo se unieron a ese llanto. Una tristeza
infinita se cernía sobre el corazón del Creador rechazado. Se
esbozaba en los gestos de Caín los primeros pasos por el camino
descendente de la rebeldía. ¡Cuántos lo seguirían rumbo a la
muerte! Inconsciente de la tristeza que se había abatido sobre el
reino de la luz, Adán, al ver el sol declinar en el horizonte, dejó
su trabajo en el campo dirigiéndose hacia la casa.
26
Tenía un cántico en el corazón al caminar hacia un encuentro más
con los suyos. Al acercarse al altar, vio junto a él a su compañera
postrada en llanto. El pequeño Caín yacía allí también llorando.
Tomándolo en los brazos, Adán le preguntó con ansiedad: —"¿Qué
sucedió hijo mío?"—
Caín
tristemente respondió: —"Mamá
dejó ir al sol todavía"—
amparando
al hijo con su brazo izquierdo, Adán puso su mano derecha sobre el
hombro de Eva, más no encontró palabras para consolarla. La frase
dicha por su hijito, pareció rasgarle el corazón, haciéndolo
revivir la caída. Después de re-flexionar, Adán sintiéndose
culpable respondió a Caín: —"Fue
papá quien dejó ir al sol todavía hijo mío". —
27
Con sollozos de gran tristeza, Adán se unió a ellos en llanto. El
recuerdo del Salvador, sin embargo, lo consoló. Secando sus lágrimas
y las de su hijito, le dijo con ternura: —"Podemos
alegrarnos hijito, pues Dios prometió hacer el sol para siempre
brillar en el cielo; él será como el fuego que aparece en el altar,
expulsando a las tinieblas de la noche"—.
Con los ojitos vueltos hacia el último claro del arrebol, Caín
permaneció sin consuelo. En aquél atardecer, no hubo como de
costumbre una alegre cena. La pequeña familia, entristecida,
permaneció silente a meditar por largas horas, hasta que soñolientos
durmieron bajo la luz de las estrellas.
28
El enemigo y sus huestes, en sarcasmo de maldad se burlaban en
aquella noche del sufrimiento de Dios y Sus fieles. Repitiendo las
palabras de rebeldía del pequeño Caín, se jactaba como vencedor.
En un desafío al Creador pronunció: —
¡Mira
como este mi pequeño esclavo te rechaza! Lo mismo se dará con todos
aquellos que han de nacer. Estoy seguro que el derecho del dominio
jamás saldrá de mis manos. —
Todas
las huestes rebeldes repitieron en eco las afrentas del engañador,
humillando a los súbditos de la luz que sufrían del lado del
Eterno. Con sus afrentas, el enemigo procuraba hacer a Dios desistir
de Su plan de redención. Si eso sucediese, su reino de tinieblas se
extendería por toda la eternidad, suplantando el dominio de la luz.
29
En respuesta al desafío del enemigo, el Eterno solemnemente afirmó:
—Aunque
todos me rechazaren, Yo cumpliré la promesa. —
El
Creador no soportaba el pensamiento de ver al pequeño Caín caminar
hacia la perdición. Por él intercedía cada día, ofreciendo ante
la justicia Su sangre que vertería. Ángeles poderosos lo guardaban
en cada momento, espantando las tinieblas espirituales que lo
acechaban procurando volverlo insensible a los beneficios de la
salvación, que eran ilustrados por los símbolos. Adán y Eva en su
incansable ministerio de amor, todos los días enseñaban a Caín las
lecciones espirituales ilustradas en la naturaleza.
30
En cada sábado procuraban afirmar en su mente juvenil la esperanza
de una vida eterna, que sería fruto del sacrificio del Salvador. Él
después de vivir una vida sin pecado, moriría como un cordero, para
poder expulsar para siempre las tinieblas. Caín se conmovía a veces
con las enseñanzas, mas casi siempre cuestionaba vacilante.
Rebeldemente preguntaba: —
¡¿Por
qué Samael se fue a rebelar?! —
Cierta
noche, rehusando oír los consejos de sus padres, los acusó de todo
el mal diciendo: —"Si
ahora no tenemos un sol a brillar, es por culpa de vosotros." —
31
La contemplación del Edén distante bañado en sol hizo nacer en el
corazón juvenil de Caín pensamientos de aventura. Él comenzó a
pensar: "Este paraíso no está tan lejos como afirman papá y
mamá. ¡¿Por qué esperar y sufrir tanto tiempo?! ¡Él es tan
bello! ¡Es de él que surge todos los días el sol! Si lo
conquistáramos, será fácil detener la luz en su fuente; Así
viviremos en un paraíso de eterno sol. Las ideas de aventura de
Caín, llenaron el corazón de Adán y Eva de tristeza. Vieron que su
interés era solamente por el tiempo presente; él soñaba con un
paraíso de felicidad y luz conquistado por su fuerza.
32
En sus planes, no sentía la necesidad de un Salvador; —
¿Para
qué, si era tan joven, inteligente, lleno de vida y de ideales?—
así
decía. Los días de luchas, intercesiones y sacrificios por el
destino de Caín se fueron pasando. Oportunidades preciosas para
apegarse al Salvador surgían cada día delante de él, mas todas las
rechazaba, una por una. En su incredulidad llegó a dudar de la
existencia de ese Dios, el cuál jamás había visto. A los padres
que, afligidos pero siempre con paciencia, procuraban librarlo de la
perdición hacia la cual estaba caminando, prometió un día, después
de sonreír con aire de incredulidad, creer en el Creador y en Su
plan de salvación, si se diera el caso de que Él se volviese
visible en la hora del sacrificio.
33
Con ardiente fe, aquellos padres comenzaron a clamar al Eterno. Su
presencia visible podría, quién sabe, salvar a aquél hijo amado
que cada día se volvía más rebelde. El Creador oyó el clamor de
los padres afligidos. Aunque sabía que su aparición difícilmente
quebraría en el corazón del joven Caín su espíritu rebelde,
estaba dispuesto a satisfacer la petición. Extendería los brazos
amigos a Caín, procurando con amor conquistarle el corazón.
34
Como conocía sus anhelos y sueños de aventura, fácilmente Él
podría identificarse con él, cautivándolo, pues Él también era
Alguien que siempre había cargado en el pecho sueños de aventura;
¡¿No había sido la creación del Universo una gran aventura?! ¡¿No
había sido Su sueño verlo incrustado de soles fulgurantes,
iluminando billones de mundos con su brillo?! ¡¿No era también el
mayor de los Suyos atravesar el valle de la muerte, en la búsqueda
de la conquista del Edén distante, uniendo para siempre el sol en su
cielo?! ¡Tenían muchas cosas en común! Caín estaba curioso en
aquel día sexto.
35
En la faz de los padres, veía el ánimo y la alegría, frutos de una
fe grandiosa. Estimulado por esa expresión de confianza, el joven
comenzó a ayudarles en los preparativos para el santo sábado. El
Sol finalmente se escabulló rodando hacia el poniente, dejando como
de costumbre su rastro de nostalgia que anunciaba miedo. En medio de
las tinieblas, Caín discernió la figura blanca del cordero siendo
levantado hacia el altar por las manos del padre —ese
incansable sacerdote que siempre estaba implorando al Creador por la
salvación de su amado hijo. —
36
Con la mano levantada, Adán se preparaba para el golpe que podría,
quién sabe, romper en el corazón de Caín su incredulidad, haciendo
nacer en un solo momento la creencia en la salvación. De sus labios
se escapa entonces la plegaria de la fe: —
Padre
Eterno, oye mi petición; ¡Mi hijo precisa de Ti! ¡¡Solamente una
mirada Tuya podrá conquistarlo. Ven Señor!! —
Esta
oración sincera cayó en los oídos de aquél hijo conmoviéndolo.
Solamente la plegaria ya sería suficiente para convencerlo de la
existencia real de un Salvador.
37
Mientras seca las lágrimas de la emoción, Caín se estremece al oír
el ruido del golpe de la muerte. Todo era solemne en aquel momento;
¡¿Vendría el Creador del mundo en respuesta a la oración de
amor?! ¡¿Cómo lo encararía en su incredulidad?! Un fuerte brillo
envolvió pronto toda la colina bañando también el valle oriental.
Los ojos bien abiertos de Caín se posaron entonces en los ojos
amables del Creador, que traía en la faz un brillo superior al del
sol, mas no ofuscante.
38
Contemplándolo con admiración, Caín exclamó:
— ¡Él
es joven como yo, y se parece al Sol!—
Adán
y Eva, conmovidos por la gran nostalgia tenían deseos de saltar al
pecho del Salvador y besarlo, pero dejaron que Él se encontrase
primero con Caín. Con alegría, vieron al precioso hijo envuelto en
los brazos del gran amigo, que era parecido a su astro. Después del
largo abrazo, Dios abrazó y besó también a la querida pareja,
compañeros en el sufrimiento. Con alegría, salieron a pasear por
los jardines de la colina.
39
Al centro iba el Creador y Caín, y a los lados Adán y su compañera.
¡Cuánta felicidad experimentaban en esos pasos! Estaban completos.
Caín, conquistado por el afecto del Padre Eterno, Le mostró sus
animales de estimación y su pequeño jardín cargado de lindas
flores. ¡Como estaba encantado de verlos coloridos en aquella noche
deshecha por el brillo del Creador, como bajo la luz del día!
Parecía hasta como si el mismo Sol hubiese bajado a ellos. Al pensar
en el Sol, Caín como lo amaba mucho, comenzó a hablar sobre él
diciendo: — ¡Como
él es bello y bueno! Cuando él se va no obstante, deja en sus
lágrimas de sangre un sentimiento de tristeza y temor.
40
Todo desaparece en su ausencia: los animales, el jardín; ¡hasta los
pajarillos silencian sus cantos!... Pero basta a él decir que va a
aparecer y, todo se llena de encanto; La naturaleza se despierta de
su mansedumbre, pareciendo todavía temer a las tinieblas, mas cuando
las ve huir, permanece alerta y canta; ¡Los animales, los
pajarillos, el jardín,... todo vuelve a un feliz vivir! ¡¡¡Mas,
esta felicidad siempre acaba!!! —
41
Después de hablar estas palabras, Caín mirando al Creador indagó
curioso: —Papá
siempre dice que fuiste tú quien creó al Sol. ¿Es verdad?—
Con
una sonrisa de sinceridad Dios le contestó que sí. —
¿Cuando
tú le hiciste en el principio, con-tinuó Caín, él ya huía hacia
el poniente?—
—Él
nunca huye, respondió
el Eterno, es el mundo quien huye de él. ¡Él esta triste con esa
ingratitud!— — ¿Pero
cómo?— Preguntó
Caín, contemplando curioso Su faz de luz. Con palabras cariñosas,
Dios comenzó a contarle la historia de Lucifer que, en su ingratitud
desterró de sus ojos y de los ojos de una multiplicidad de
criaturas, el brillo de Su faz —el
Sol Verdadero. —
42
Después de actuar así, engañó a muchos diciendo que el Sol era
quien huía de ellos. Con su astucia, continuó el Creador,
el
ángel rebelde procuró arrastrar al ser humano hacia las tinieblas,
y lo consiguió. El Sol en aquel día, lloró tantas lágrimas de
sangre, que bañó todo el cielo. En su último suspiro de luz, sin
embargo, él le prometió al mundo ya arrebatado por las tinieblas,
volver un día a brillar para siempre, llenando todo su seno de vida.
43
Después de decirle estas palabras, el Eterno mirando a aquel joven,
con expresión de tristeza en los ojos concluyó diciendo: —Hoy,
el ángel rebelde promete a sus seguidores que irá con su fuerza a
detener el sol, pero él jamás conseguirá realizar ese plan, pues
no posee el lazo que podría detenerlo: el amor.
— Cabizbajo,
Caín oyó de los labios del Creador esa historia de promesas, la
cual ya se había cansado de oír de sus padres. Esa historia no le
daba placer, pues mostraba una noche larga de sacrificios sobre el
altar, y de un Salvador a perecer en dolor.
44
En realidad, Caín no veía razones para todo eso. ¡¿Porqué no
desterrar lejos el sufrimiento coloreando las tinieblas de luz?! En
un esfuerzo de conquistarlo, el Eterno con mucho amor miró a aquél
joven insatisfecho, y le dijo que, solamente la sangre de Su
sacrificio podría hacer al Sol brillar para siempre, en un reino de
eterna felicidad y paz. No había otro camino para esa conquista. Por
ello, debería ser paciente, descansando bajo Su cuidado.
45
Después de conversar por largo tiempo con Caín, en la tentativa de
hacerlo reconocer su necesidad de salvación, Yahwéh volteándose
hacia la pareja, comenzó a consolarlos con la promesa del nacimiento
de otro hijo. Treinta y seis sacrificios más serían contados, y sus
brazos envolverían al segundo hijo. Nacería también del dolor, mas
traería en los ojos el brillo y el consuelo de la salvación. Su
testimonio de fidelidad sería perpetuado por todas las generaciones,
en el símbolo de un altar cubierto de sangre. Las semanas se iban
pasando, trayendo a la pareja nuevas de alegrías y tristezas: de un
corazón lleno de vida a latir en el vientre de Eva, y de un vacío
con olor de muerte a crecer en el corazón del joven Caín.
46
Aunque él se había deslumbrado ante la manifestación de Dios, esa
aparición en nada le cambió su manera arrogante de pensar sobre el
sentido de la vida. Él no veía sentido en los sacrificios ofrecidos
en el altar. En los días que siguieron a su encuentro con el
Creador, él argumentaba con sus padres diciendo: —Si
yo fuese poderoso como el Eterno, yo jamás me sometería al
sacrificio para reconquistar el reino perdido. Él es fuerte, y
brilla como el sol. Él podría con una sola palabra expulsar todas
las tinieblas, devolviéndonos el paraíso.
47
¡¿Para qué tanto sufrimiento?!
— Con
ese argumento, Caín se suponía más sabio que el Creador. Quién
sabe si, en un próximo encuentro tendría oportunidad de
aconsejarlo. De esa forma, el joven Caín se sumergía cada vez más
en el abismo del orgullo y del egoísmo —lugar
de ilusiones hacia donde se dirigía, —
pensando
estar caminando hacia la victoria.
¡¿No
había sido Lucifer junto con un tercio de las huestes celestiales
atraídos por esa misma ilusión?! El Dios bondadoso, todavía, no
sellaría el destino de Caín sin antes procurar de todas las formas
salvarlo de la ruina eterna.
48
Esa gracia inmerecida, fruto del divino amor, sería concedida a todo
el ser humano que viniese a nacer en éste mundo.