A todos nos gusta una buena fiesta, y para el pueblo Judío, la fiesta de Sucot
(Fiesta de los Tabernáculos) inaugura un nuevo año con especial
celebración. Es un tiempo de dormir bajo las estrellas y de comer al
aire libre con invitados conocidos o desconocidos, compartiendo así
momentos de comida y diversión. Claro está, también tiene sus momentos
de seriedad, pero Sucot es una conclusión gozosa para los previos días de introspección, ayuno y arrepentimiento de las solemnes fiestas Judías.
A medida que el verano da lugar al otoño, las noches traen unas
temperaturas más bajas, las familias en todo Israel abren sus clósets y
sacan sus materiales para la sucá (tabernáculo o enramada). Las
sinagogas, los restaurantes y los grandes edificios construyen sus
propias versiones de esas casetas temporeras, al igual que las familias Judías alrededor del mundo. Las pueden decorar con casi cualquier cosa,
desde cadenas de papel y frutas plásticas, hasta luces eléctricas en
color y cuadros de famosos rabinos. Las familias hacen tantas cenas en
su sucá como les sea posible durante la semana de fiesta, e
invitan a sus amistades para celebrarla juntos. También es muy común
dormir en la sucá, y muchos niños se duermen mirando a las
estrellas, acobijados bajo frazadas, mientras escuchan de nuevo la
historia de cómo los israelitas anduvieron 40 años en el desierto.
Pero Sucot tiene mucho más significado que esa atmósfera festiva en la sucá.
Para poder apreciar la profunda espiritualidad de esa celebración tan
especial, debemos considerar los días que transcurrieron previos a dicha
fiesta.
El Tiempo de Acercamiento
Durante el mes de Elul, analizamos nuestras
vidas, nos arrepentimos de nuestros pecados y nos acercamos a Dios en
gozosa sumisión. El siguiente mes de Tishrí fue iniciado por Rosh HaShaná,
el Nuevo Año Judío, seguido por los Diez Días Temibles, otro período de
oración y arrepentimiento. Finalmente, llegamos a Yom Kippur (Día de
Expiación), el día más sagrado en el calendario Judío, cuando el pueblo Judío en todo el mundo ayuna de alimento y agua por 25 horas. El Judaísmo enseña que esos días solemnes determinan el destino de cada
cual cuyo corazón es conmovido por el llamado del shofar (cuerno de
carnero) y cuyas lágrimas han sido derramadas a consecuencia de sus
arrepentidas oraciones que subieron hasta el trono de Dios.
Pero eso no termina allí. Hay cuatro días entre Yom Kipur y Sucot, un importante momento de transición entre los Días Temibles y los Días de Gozo. En Rosh HaShaná,
el pueblo Judío celebró la coronación de Dios, reconoció Su soberanía y
nuevamente se sometió a Su voluntad. Recordaron que Dios es Rey sobre
toda creación, y se dirigieron a Dios como su Juez, quien posee
autoridad absoluta sobre sus vidas. Pero ya llegó el tiempo de celebrar,
dicen los sabios.
Simon Jacobson, en su libro 60 Days [60 Días], se refiere a un
ejemplo semejante de la naturaleza. Cuán asombroso, dice él, es el
tormentoso mar. Sus masivas olas con su inmenso poder nos instilan
admiración, incluso temor, por tanta belleza. Pero esa es una admiración
meramente a la distancia. Si quisiéramos experimentar la tormenta y
sumergirnos en esas aguas, primero tendremos que desprendernos de
nuestro temor. Así hace el pueblo Judío, dice Jacobson, en su relación
con Dios. Se para ante el Rey, como también lo hizo la reina Ester de
antaño, para que le extienda su cetro. Pero luego llega el momento de
lanzarse al agua, acercarse a Dios y sumergirse en ese infinito mar de
amor. Y no puede haber otro resultado que inexplicable gozo. ¿Qué debe
hacer el pueblo luego de Yom Kipur? ¡Pues, danzar por las calles!
El Tiempo de Gozo
En la Torá, el Señor claramente instruyó a los Israelitas respecto a cada moed,
momentos que Él señaló como santa convocación y asamblea para Su
pueblo. De esas fiestas Bíblicas, tres eran fiestas de peregrinaje, días
señalados para que los hombres de Israel suban al Templo de Jerusalén.
Cada una tiene su propio significado, reconocido así en su liturgia y
tradición judía. Pésaj (Pascua Judía) conmemora el Exodo de
Egipto, conocido como “el tiempo de nuestra libertad.” Esa es la fiesta
de emancipación nacional. Shavuot (Fiesta de las Semanas) es el aniversario de la revelación de Dios en el Sinaí, “el tiempo de darnos la Toráh.” Sucot se conoce como “el tiempo de nuestro gozo.”
Eso no nos debe extrañar, ya que Dios dijo claramente que el gozo debe ser la característica especial de dicha celebración:
“Y el primer día tomarán para ustedes frutos de árboles hermosos,
hojas de palmera y ramas de árboles frondosos, y sauces de río; y se
alegrarán delante del SEÑOR su Dios por siete días” (Levitico 23:40).
En Deuteronomio 16, Dios repite esas instrucciones, ordenando a los Israelitas que se regocijen por Su cuidado de ellos. Les recuerda que Él
es su provisión, y eso es cierto hoy día como lo fue en la antigüedad
mientras vagaban 40 años por el desierto. Y en ningún otro momento de su
historia era tan aparente ese gozo como durante la celebración de Sucot
en el Templo. En el Israel del primer siglo, su importancia era tanta
que a menudo se referían a Sucot simplemente como “la Fiesta,” y los eventos del último día se destacaban por celebrarse en “el Gran Día de la Fiesta.”
Celebrando Sukkot en el Templo
Trate de ubicarse en la antigua ciudad de Jerusalén, que se
encontraba asentada sobre unos altos montes, mientras el glorioso Templo
al Dios del Universo reflejaba los brillantes rayos del sol. Imagine
las laderas de los montes, que usualmente sólo contenían árboles y
campos agrícolas, ahora vibrando con miles de peregrinos. Personas
judías de todas partes de la Tierra de Israel, además de otras partes
del mundo, han llegado a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos en el
Templo. Al caer la noche, miles de fogatas alumbran los montes a medida
que las familias construyen sus enramadas y se preparan para los eventos
increíbles de los próximos días. Una anticipación gozosa permea el aire
mientras los padres relatan a los hijos las cosas asombrosas que han de
ver y el encuentro increíble que les espera con Dios.
En la víspera de la fiesta, el sonido penetrante de la trompeta,
rebotando entre los distantes montes, convoca los fieles al Templo. El
atrio exterior ha sido preparado con asientos en madera para acomodar a
los peregrinos, y el altar ha sido decorado con ramas de sauce, sus
suaves hojas meciéndose en la brisa de la noche. Las festividades
comienzan con el alumbrado de las lámparas. Enormes postes dorados de
casi 75 pies (23 metros) de alto han sido levantados, cada uno con
cuatro envases vacíos. Sacerdotes jóvenes suben altas escaleras para
alcanzar el tope de las lámparas y llenarlas de aceite.
Cuando al fin los envases han sido llenos, las trompetas suenan
nuevamente y comienza la música. Algunos sacerdotes se paran en la
escalinata con una variedad de instrumentos musicales y proveen un fondo
musical para que el coro de levitas cante salmos de alabanza. En el
preciso momento, los sacerdotes alumbran las mechas de las lámparas, y
el Templo se llena de luz. Tanta luz es producida que ni un sólo patio
en Jerusalén queda en oscuras bajo la iluminación de las lámparas del
Templo.
Los atrios del Templo continúan rebozando toda la noche con música,
canto y danza, dirigido por los ancianos de la ciudad, los sabios y
eruditos, y la gente devota de la comunidad. Sin importar la posición
social de esos líderes de Israel, ellos danzan con todas sus fuerzas en
honor al Dios de Israel, incluso algunos también portan antorchas. Los
niños son cargados sobre los hombros de los más viejos, y la celebración
continúa hasta rayar el alba.
De repente, la algarabía es interrumpida por el son de trompeta, y
los adoradores siguen tras el Sumo Sacerdote a través de la Puerta
Oriental en dirección al Estanque de Siloé. Allí, el sacerdote llena una
jarra dorada con agua pura del manantial, y mientras se asoma el sol en
el horizonte, la carga hacia al Templo por la Puerta del Agua. La
procesión continúa con cánticos alegres y sonidos de trompeta hasta que
la congregación se reúne alrededor del altar.
Cada
noche la escena se repite y la anticipación aumenta hasta que llega la
víspera del último día, el Gran Día. De alguna manera, el Templo parece
brillar más que nunca, los cánticos parecen ser más bellos, y las danzas
parecen ser más enérgicas. Ramas frescas de sauce adornan el altar y el
aroma del incienso llena el aire. Nuevamente, en la madrugada, el
sonido del shofar indica que es tiempo de seguir tras el Sumo Sacerdote al estanque de agua.
Cánticos y danzas nuevamente acompañan la procesión de regreso por la
Puerta del Agua hasta el altar. Una vez más, el sacerdote sube los
escalones, pero esta vez los demás sacerdotes dan vueltas al altar no
sólo una vez, sino siete veces, recitando unos salmos y alabando a Dios.
En
esta ocasión, el agua solamente se derrama por un lado del altar
mientras que una jarra de vino es vaciada por la otra esquina. Ambos
líquidos bajan por las orillas del altar, y repentinamente un silencio
sobrecoge a la congregación. Los cánticos se detienen y la música es
silenciada mientras todos se detienen en expectativa. Para que el
sacrificio sea aceptable, tanto el agua como el vino deben alcanzar el
punto de convergencia a la misma vez, mezclándose el líquido y luego
bajando por el canal y llegando al receptáculo al pie del altar. Es como
si todo Israel aguantara la respiración mientras espera a ver si este
sacrificio, la libación del agua, se realiza como esperado. Cuando así
lo hace, se eleva un grito de gozo por todo el atrio del Templo y
comienzan de nuevo las danzas.
El Talmud proclama que el que no haya visto la ceremonia de
libación del agua en el Templo de Jerusalén nunca ha visto verdadero
gozo. Es ese júbilo absoluto en adoración al Dios de Abraham, Isaac y
Jacob lo que ha heredado la moderna celebración de Sucot. Aunque
ya no existe el Templo en Jerusalén ni se realiza la libación del agua,
el reconocimiento de que Dios es su fuente de amor hace que fluya ese
mismo gozo en los corazones de Su pueblo hoy día.
La ceremonia de libación del agua también tiene un significado
especial para nosotros los cristianos. El evangelio de Juan nos dice que
Yeshúa subió a Jerusalén para la fiesta de Sucot. En el
último día, el Gran Día de la Fiesta, Juan 7:37 dice que Él se
encontraba entre los innumerables devotos en los atrios del Templo. Es
posible que fue durante el momento del silencio en la libación del agua
que levantara Su voz diciendo: “Si alguien tiene sed, que venga a Mí y beba.” Y muchos teólogos Bíblicos también creen que Yeshúa proclamó allí: “Yo soy la luz del mundo,” en referencia a las enormes lámparas que iluminaban la ciudad de Jerusalén.
Las celebraciones modernas de Sucot varían un poco de país en país. Por ejemplo, en Israel, las celebraciones duran ocho días: siete días de Sucot y un octavo día llamado Shemini Atzeret (Octavo Día de Asamblea) hasta la noche cuando se celebra Simjat ToráH (Regocijo en la Toráh). En la Diáspora (fuera de Israel) Shemini Atzeret se celebra en el octavo día y Simjat Toráh en el noveno día. No obstante, el mensaje de Sucot es igual dondequiera. Y la construcción de la sucáy el gozo del festival tiene muchas lecciones que los cristianos podemos aprender.
“Tú, en Tu absoluta esencia, Te has revelado para que Te conozcamos.”
Shalom Alejeim!
Mientras que algunas personas comienzan a construir su sucá el minuto que termina Yom Kipur, otros aguardan hasta Erev Sucot
(Víspera de Sucot) para construirla. El significado del mandato de Dios
es mucho más que un lugar para dormir y recibir a las amistades. Una
lección de Sucotes que el pueblo de Dios es aún extranjero hoy
día, sólo de paso en este mundo material. La siguiente historia ilustra
ese punto:
Un hombre rico una vez visitó a un gran maestro y sabio en Israel.
Se sorprendió al ver el maestro viviendo en una incómoda y decrépita
choza de poco mobiliario en las afueras de la ciudad. El benefactor
adinerado le ofreció una casa que estuviese más a tono con su posición
en la vida.
En respuesta, el maestro preguntó al hombre que le describiese su
casa y que le describiese sus condiciones cuando viajaba. El hombre rico
reveló que su casa era una enorme mansión, pero que se hospedaba en
lugares más modestos cuando viajaba.
“Ya veo,” dijo el maestro. “Yo también. Yo soy un viajero en esta
tierra, y mi hospedaje es sencillo. Pero algún día yo viviré en mi
verdadero hogar, que es realmente una gloriosa mansión.”
La sucá también es recordatorio al pueblo de Dios sobre su
total dependencia de Él. No importa cuán fuertes parezcan ser nuestras
casas, no ofrecerán protección aparte del cuidado de Dios. Dicen que
cuando un hombre se sienta bajo la sucá, o la sombra de la fe, la
presencia de Dios lo cubre. Es la presencia de Dios, Su cuidado, Su
protección y Su provisión, lo que mantiene a Su pueblo seguro.
En adición, el pueblo Judío recuerda la importancia de tikun olam,
o la reparación del mundo. Nunca deben olvidar que cada acto de bondad,
cada buena obra hecha a otro ser humano, hace que el mundo sea un mejor
lugar. Por lo tanto, la sucá es recordatorio de la caridad. Y
sin importar cuán malas sean nuestras circunstancias, dicen los rabinos,
siempre hay quienes estén en una peor situación y necesitan que les
ayudemos.
Las muchas otras lecciones de Sucot se combinan para forjar un arma espiritual. El último día de la fiesta termina con el verso de Isaías que dice: “Ningún arma forjada contra ti prosperará”
(Isa. 54:17a). Mientras el pueblo judío se prepara para dejar la
solemnidad de la época, se sienten más refrescados y renovados, armados
para las batallas de la vida con las muchas lecciones que han aprendido y
re-aprendido. De esa manera, dicen los rabinos, la verdadera lección de
Sucot es la victoria.
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El octavo día de la fiesta de Sucot se llama Shemini Atzeret. La palabra Hebrea Sheminiquiere decir octavo, y Atzeret
tiene varios significados, incluyendo “asamblea.” Es otro tiempo de
gran regocijo comunitario, y su importancia se resume en la hermosa
historia que narraban los antiguos sabios:
Hubo una vez un rey que invitó a sus hijos a un banquete que
duraría varios días. Se rieron, cantaron, comieron y danzaron juntos,
disfrutando el amor del otro y el amor del padre por ellos. Cuando al
fin llegó el momento de despedirse, el rey se paró y dijo: “Hijos míos,
su partida es muy difícil para mí. Por favor, quédense otro día más.”
Es importante notar que el rey no se refiere a la separación como
“nuestra” partida, sino “su” partida. Recordemos que Dios está en todo
lugar, y nunca se aparta de nosotros. Pero cuando Su pueblo regresa a
los quehaceres y las actividades de la vida, corre el riesgo de
apartarse de Él. Y así Dios invita a Sus amados hijos para que se queden
un día más en su sucá como decisión voluntaria y no por mandato, un día que les fortalecerá para las semanas y los meses por delante.
El último día de las fiestas de otoño es Simjat Toráh, que
significa “gozo de la Toráh.” Este día es la culminación de lo que ha
estado experimentando el pueblo judío durante los pasados 60 días. Es el
único día en todo el calendario de fiestas que se concentra totalmente
en la Palabra de Dios. En este día, se lee el último segmento del ciclo
de lecturas bíblicas, y en seguida se lee el primero del año entrante.
Pero esto es mucho más que una simple cuestión del ciclo de lecturas Bíblicas. Todo el gozo de las pasadas semanas, todas las lecciones
aprendidas, todos los bellos momentos experimentados con Dios, todas las
armas forjadas para tener victoria en el año entrante…todo tiene que
ver con la Toráh.
Así como un álbum de fotografías compuesto de
palabras, todo se encuentra allí para ser re-examinado durante los
próximos días.
Es un día cuando se restablece el servicio del Templo, aunque a pequeña medida. Los rollos de la Toráh
son removidos de su “arca” y todos comienzan a gozarse con ellos.
Algunos líderes de las congregaciones danzan y giran alrededor del
santuario abrazando los rollos, mientras que los demás intentan tocarlos
y besarlos cuando pasan por su lado. Es una danza de pasión y gozo
inmedible. Se llama la “Danza de la Esencia,” basado en un verso que se
recita antes de que comience la danza:
“Tú, en Tu absoluta esencia, Te has revelado para que Te conozcamos.”
Simon Jacobson lo resumen de esta manera: “Danzamos el uno con el
otro y con Dios. Danzamos y celebramos la esencia de la vida y los
regalos que Dios nos ha dado. Después de nuestro derramamiento en
oración durante el pasado mes, todas las diferentes expresiones de
asombro y amor culminan en una celebración pura de danza y canto que
expresa nuestra más absoluta pasión y conexión con Dios.”
Por otro lado, hay miles y hasta millones de cristianos alrededor del
mundo que actualmente están descubriendo la belleza y la importancia de
las fiestas Bíblicas Judías. Exploran maneras de celebrarlas,
respetando nuestros fundamentos Hebraicos y a la vez honrando nuestra
cristiandad. Ya no es tan extraño encontrar iglesias u hogares Cristianos donde se coma manzanas y miel en Rosh HaShaná o donde se levante una sucá durante Sucot. Quizás también se pudiesen ver cristianos danzando con sus Biblias en Simjat Toráh.
Este increíble vínculo que muchos Cristianos recientemente sienten
con el pueblo Judío es un regalo de Dios a la Iglesia para estos días.
Todas esas expresiones externas son apropiadas y admirables. Pero más
importantes son las lecciones internas. Esperamos que la jornada que
usted atravesó entre Elul y Yom Kipur le ha animado y
le haya ayudado a cerrar la brecha que a menudo existe entre cristianos y
nuestros amigos judíos.Esperamos que le haya ayudado a procurar un
sentido más profundo en este tiempo sagrado del año, a apreciar cada
moed que Dios ha ordenado para Su pueblo, a caminar siempre en la
presencia del Señor, a sentirse agradecido por su acceso inmediato a
Dios, aunque también consciente de la reunión especial del Rey con Su
pueblo. Oramos para que el arrepentimiento sea una experiencia frecuente
en su vida, acercándole y ayudándole a lanzarse de cabeza hasta el
fondo del infinito mar de amor, que es nuestro Amado.
Shalom Alejeim!