Leer la Biblia entera para muchos Cristianos es cuesta arriba, leer el Antiguo Testamento les parece una tarea insuperable, especialmente cuando llegan al libro de Levítico y luego a Números. Las pruebas y tribulaciones de los Hijos de Israel durante su viaje hacia la Tierra Prometida dominan los primeros cinco libros de la Biblia, y a veces pueden parecer irrelevantes para nuestras vidas modernas. Pero nos podrá sorprender que el apóstol Pablo relató muchas de las experiencias de Israel durante el desierto en sus propios escritos, y escribió a los creyentes en Corinto que “estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros…” (1 Corintios 10:11). Dentro de los primeros cinco libros de la Biblia podemos encontrar innumerables lecciones prácticas sobre la fe, la obediencia y el carácter de Dios. Descubramos en este estudio algunas de esas lecciones del libro de Números, lecciones que Pablo consideró importantes que aprendiéramos en nuestra propia generación.
¿Ya Estamos Llegando?
El libro de Números registra el largo viaje de los israelitas desde
el segundo año después de su milagrosa liberación de la esclavitud en
Egipto hasta su eventual llegada a orillas del Río Jordán, frente a la
Tierra Prometida, 38 años después. Narra la historia de dos
generaciones: una que experimentó los maravillosos milagros que los
libró de la opresión bajo el Faraón, aunque no pudo apartarse de su
infidelidad, y la otra que finalmente se convirtió en nuestro ejemplo de
fe y obediencia.
El nombre de ese libro se deriva de dos partes que consisten de
censos o “enumeraciones” de ambas generaciones. La primera parte
comienza con un censo de la primera generación (Números 1:1–46) y habla de
la rebelión y la desunión entre sus filas. En Números 11–21 encontramos
siete historias de esa insurrección, quejas y rebeliones:
* “El pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del SEÑOR; y cuando el SEÑOR lo oyó, se encendió Su ira…” (Números 11:1, énfasis añadido)
* “El populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable;…y dijeron: ‘¿Quién nos dará carne para comer?’” (Números 11:4, énfasis añadido)
* “Entonces Miriam y Aarón hablaron contra Moisés…” (Números 12:1, énfasis añadido)
* “Todos los Israelitas murmuraron contra Moisés y Aarón…” (Números 14:2, énfasis añadido)
* “Y se rebeló Coré…con Datán y Abiram…y se alzaron contra Moisés…” (Números 16:1–2, énfasis añadido)
* “Pero al día siguiente, toda la congregación de los Israelitas murmuró contra Moisés y Aarón…” (Números 16:41, énfasis añadido)
* “El pueblo discutió con Moisés y le dijo: ‘¡Ojalá hubiéramos perecido cuando nuestros hermanos murieron delante del SEÑOR!’” (Números 20:3, énfasis añadido)
Debido a esa propensión a rebelarse contra Dios y Moisés, todas las
personas de veinte años para arriba en ese primer censo murieron en el
desierto, excepto por Moisés, Josué y Caleb.
Un Cambio de Dirección
Cuando el libro relata el segundo censo de la nueva generación (Números
26:1–65), vemos que esa generación había aprendido de los fracasos de la
anterior. Aunque la nueva generación no cumplió con las instrucciones
de Dios en algunos pecados similares a los de sus padres, cuando eran
confrontados respecto a su pecado, su respuesta fue diferente.
Presentaron un cambio de actitud, resultando en diferentes formas de
actuar, reaccionar y arrepentirse. Por su fidelidad, la nueva generación
recibió la Tierra Prometida que sus padres no pudieron debido a su
incredulidad.
En Números 31 leemos que los israelitas se encontraban fuera de la
Tierra Prometida y a punto de enfrentar la primera de muchas batallas
por conquistar la tierra que Dios les había prometido. Pero después de
ganar a los madianitas, cuando la fértil orilla oriental del Río Jordán
se encontraba en sus manos, surgió un problema significativo que amenazó
el éxito de la campaña de los israelitas por ingresar a la tierra. Los
nuevos líderes de las tribus de Rubén y Gad vieron que el lado este del
Río Jordán tenía unas ricas tierras de pastoreo para su mucho ganado.
Deseaban establecerse allí en lugar de cruzar el Río Jordán hacia la
tierra de Canaán: “‘Si hemos hallado gracia ante tus ojos,
que se dé esta tierra a tus siervos como posesión; no nos hagas pasar el
Jordán,’ le dijeron” (Números 32:5).
Esa historia pudiese haber representado la misma rebelión, desunión e incredulidad de la generación anterior, además del pecado de los doce espías (Números 14), según descrito claramente en base a la respuesta de Moisés:
“Pero Moisés dijo a los Gaditas y a los Rubenitas:
‘¿Irán sus hermanos a la guerra, mientras ustedes se quedan aquí? ¿Por
qué desalientan a los Israelitas a fin de que no pasen a la tierra que
el SEÑOR les ha dado? Esto es lo que los padres de ustedes hicieron
cuando los envié de Cades Barnea a ver la tierra. Pues cuando subieron
hasta el Valle de Escol, y vieron la tierra, desalentaron a los
Israelitas para que no entraran a la tierra que el SEÑOR les había
dado…Ahora ustedes se han levantado en lugar de sus padres, prole de
hombres pecadores, para añadir aún más a la ardiente ira del SEÑOR
contra Israel. Pues si dejan de seguirle, otra vez El los abandonará en
el desierto, y ustedes destruirán a todo este pueblo’” (Números 32:6–9, 14–15).
La aprehensión de Moisés es completamente comprensible. Parece que
las tribus nuevamente actuaban con incredulidad, deseando asentarse en
la orilla al este del Jordán en lugar de conquistar la tierra que tenían
ante ellos, imitando a sus antepasados. De hecho, esa petición podría
deshacer todo el proceso de conquista, alentando a las otras tribus para
que se establezcan allí en lugar de caminar hacia la plenitud de la
herencia que Dios había prometido a los descendientes de Abraham.
Aprendiendo del Pasado
Si hubiese sido la generación anterior de Rubén y Gad, en ese momento
los jefes de las tribus levantarían sus voces en protesta, endurecerían
su cerviz y comenzarían a rebelarse contra Moisés en desaprobación del
plan. Pero algo extraordinario sucedió después de que Moisés los
enfrentó con su pecado. Los nuevos líderes de Rubén y Gad no se
volvieron tercos. En cambio, aceptaron el regaño de Moisés y prestaron
atención a sus advertencias para no repetir los pecados de sus
antepasados. Los líderes tribales luego regresaron a donde Moisés con
una propuesta revisada, prometiendo no sólo apoyar a sus parientes en
las batallas que se avecinaban, sino también asumir el papel más
peligroso de liderar su avance hacia la Tierra Prometida: “…nosotros
nos armaremos para ir delante de los Israelitas hasta que los
introduzcamos en su lugar… No volveremos a nuestros hogares hasta que
cada uno de los Israelitas haya ocupado su heredad” (Números 32:17a–18).
Como Charles Spurgeon reflexionó: “Las familias tienen obligaciones
con sus parientes. Los rubenitas y los gaditas no hubieran reflejado
hermandad si hubieran reclamado la tierra que ya había sido conquistada y
hubieran dejado al resto del pueblo para que luche sólo por sus
porciones.” Esa nueva generación de líderes refleja haber aprendido de
los fracasos de sus antepasados, aunque sin criticar las fallas
anteriores ni suponer que eran mejores. La nueva generación demostró que
había aprendido fidelidad y paciencia para perseverar hasta lograr todo
lo que Dios les había prometido.
Decisiones y Consecuencias
Aunque pudiera parecer que a corto plazo las tribus de Rubén y Gad
habían recibido su herencia antes que cualquiera otra tribu, lo tuvieron
que pagar con su sacrificio. Los hombres de esas tribus prometieron
salir a la batalla junto con sus hermanos para conquistar la tierra.
Como tal, tuvieron muy poco tiempo para construir ciudades fortificadas
donde sus esposas e hijos pudieran vivir seguros hasta que los hombres
regresaran de la guerra. Esos líderes tuvieron que perseverar para
permanecer fieles a su promesa de luchar junto a las otras tribus de
Israel hasta que toda la tierra de Canaán fuese conquistada. Los
eruditos Bíblicos suponen que Josué tardó entre cinco y siete años en
conquistar toda la tierra de Canaán. Los hombres Rubenitas y Gaditas,
por lo tanto, estuvieron lejos de sus familias por un período prolongado
de tiempo. Los combatientes tenían que confiar en que el Señor
protegería a sus familias al otro lado del río mientras se encontraban
luchando.
Esas dos tribus tenían grandes rebaños de ganado y les había parecido
que su territorio era uno de los mejores para el pastoreo. Quizás su
elección se debió a egoísmo por tener para sí lo que consideraban más
ventajoso. Si ese fuera el caso, Rubén y Gad querían lo que Dios no
había planeado para ellos. ¿No había pastizales adecuados al oeste del
Jordán? Como lo expresa Iain Duguid: “La tentación que enfrentaron los
rubenitas y los gaditas fue establecerse en un lugar determinado por sus
posesiones, no por la promesa del Señor. En última instancia, fue su
economía la que impulsó su petición, no la teología. En efecto, pidieron
establecerse en un lugar distinto al que Dios los había llamado a vivir
porque les pareció más adecuado según su estilo de vida.”
Sin embargo, algunos estudiosos argumentan que ellos pagaron el
precio por esa aparente ventaja. Pronto descubrieron que los
asentamientos al este del Jordán eran vulnerables a ataques de bandas
saqueadoras. En 2 Reyes 15:29 leemos que “Galaad,” refiriéndose a la
tierra que pertenecía a las tribus de Rubén y Gad, fue finalmente
conquistada por Tiglat-Pileser, rey de Asiria, y el pueblo fue llevado
cautivo a Asiria. Es triste que a la larga, aunque honestos en su
petición a Moisés por establecerse en la tierra al este del Jordán, los
rubenitas y gaditas sólo obtuvieron problemas, terminando en el
cautiverio en lugar de recibir la bendición que Dios había planificado
para ellos.
El Carácter de Dios Revelado
A pesar de que la antigua generación de ex-esclavos fuera terca,
probando a Dios a cada paso, el Señor demostró Su paciencia y gracia
hacia ellos. El carácter del Señor permanece constante tanto con las
generaciones rebeldes como con las obedientes de entre Su pueblo. Dios
disciplina a los testarudos y derrama bendiciones de acuerdo a su
obediencia, pero tampoco abandona Su pacto. De hecho, el Señor siempre
evidenció Su fidelidad a Su pueblo. Aunque fracasaron muchas veces, Dios
reveló Su propia fidelidad mediante Su presencia constante,
dirigiéndolos a través de la nube de día y la columna de fuego de noche.
El Señor nunca olvidó ni abandonó a Su pueblo.
Las crónicas del libro de Números son un claro recordatorio para
nuestra generación de que Dios no tolera la rebelión, la queja o la
incredulidad sin que carguemos con las consecuencias. Por otro lado, el
Señor es lento para la ira, grande en misericordia y fiel a los que
caminan en obediencia. A lo largo de la experiencia en el desierto, Dios
enseñaba a Su pueblo cómo debería caminar con Él. El Señor no sólo
suplió a sus necesidades físicas, sino que también les enseñó a
adorarle, a servir a los demás y a vivir vidas que fueran testimonio de
Él ante las naciones circundantes. Él era su Dios y ellos eran Su
pueblo, y Él esperaba que actuaran de esa forma.
Lecciones para Hoy
Wikipedia describe la paciencia como el estado de
resistencia en circunstancias difíciles, como la perseverancia ante la
tardanza en recibir una respuesta; tolerancia ante la provocación sin
responder con ira; y paciencia bajo tensión, especialmente cuando se
enfrentan dificultades a largo plazo.
Recientemente, un amigo cercano me dijo: “Estoy tan cansado de
esperar en Dios.” Mi amigo necesitaba tomar una decisión y esperaba que
el Señor le diera una respuesta sobre lo que debería hacer. Pero como no
recibió la respuesta del Señor en el tiempo deseado, pronto se
impacientó y determinó hacer lo que le pareció bien. Recordé la historia
de Rubén y Gad, quienes decidieron actuar fuera de la voluntad perfecta
de Dios, aunque estuvieron aun comprometidos y fieles, pero también
pagaron las consecuencias de esa elección a largo plazo. Como creyentes,
a menudo enfrentamos la tentación de conformarnos con lo
suficientemente bueno en lugar de esperar por lo mejor de Dios para
nuestras vidas, y con frecuencia es sólo cuestión de paciencia.
Los líderes en los ámbitos espirituales, económicos y políticos
generalmente reconocen que la paciencia es una característica esencial
entre personas exitosas. De manera sencilla, la paciencia es la
capacidad de reconocer que las cosas toman tiempo y que existe la
posibilidad de sentirse frustrado durante el proceso, el cual requiere
perseverancia. Desde el advenimiento de la era digital y el teléfono
inteligente, parece haber una creciente incapacidad por practicar la
paciencia.
La Paciencia en una Edad de Gratificación Instantánea
Los mileniales (la generación nacida entre 1982 y 2004) se han
convertido en el grupo demográfico más grande de la fuerza laboral.
Desde hace más de dos años, llevan el estereotipo de creer merecerlo
todo, son difíciles de complacer y son inconstantes en su capacidad de
permanecer empleados. Mientras que las dos primeras afirmaciones son
simples generalizaciones, la tercera es un hecho comprobado. Según Gallup Polls,
el 21% de los mileniales en Estados Unidos cambiaron de empleo en el
pasado año, lo que es casi tres veces más alto que las generaciones
fuera de ese grupo demográfico. Aunque las razones para el cambio
laboral son variadas, existe una tendencia preocupante de que si su
empleo no les satisface, los mileniales se lanzan a buscar pastos más
verdes. Al ser desafiados por frustraciones típicas de un empleo, los
mileniales las consideran insuperables, y cuando tienen que decidir
entre luchar o huir, la huida es su respuesta.
Las redes sociales y los dispositivos inteligentes están
reconfigurando nuestro cerebro mediante la interacción constante y la
distracción digital. Una reciente encuesta por internet realizada por
analistas de investigación encontró que el tiempo total que un Estadounidense promedio pasa en las redes sociales diariamente está por
encima de las 2.5 horas. Usamos nuestros teléfonos 2,617 veces por día y
nuestra capacidad de atención se reduce a ocho segundos. El cerebro es
un órgano maleable que continúa desarrollándose hasta la edad adulta, y
ya estamos entrenados a estar enfocados por períodos muy breves,
cambiando nuestras tareas tan a menudo que muchos somos totalmente
incapaces de seleccionar una meta y perseguirla con persistencia y
paciencia.
Nuestra sociedad también perpetúa el mito del éxito instantáneo. YouTube e Instagram están llenos de historias de jóvenes que supuestamente han logrado el éxito de la noche a la mañana. Por ejemplo, la compañía Uber ha
explotado en popularidad en pocos años y el fundador ahora tiene un
valor de sobre un billón de dólares. Raras veces escuchamos por los
medios masivos sobre los años de arduo trabajo, las largas horas y la
paciencia que es requerida para alcanzar nuestras metas. Debido a que
hemos llegado a esperar que las cosas sucedan de la noche a la mañana,
consideramos nuestra propia inhabilidad de lograr esa realidad falsa
como un fracaso. Eso engendra aún más la falta de persistencia y, a su
vez, nos impacientamos con nuestro progreso tan lento. La habilidad de
ser paciente, que había sido valorada por tanto tiempo, ha comenzado a
desaparecer de la historia.
Conformándonos con lo Suficientemente Bueno
Nuestra juventud enfrenta muchos desafíos, pero cree que podemos
tener vidas perfectamente satisfechas y que podemos lograr todo lo que
nos proponemos, hasta incluso fuera de la obediencia a la Palabra de
Dios. Desean convertirse en uno de los éxitos instantáneos que se
exhiben por las redes sociales. Pero hay una preocupación muy grande en
mi corazón por mi generación, incluyendo por mi amigo. ¿Tendremos la
perseverancia de mantener viva nuestra fe hasta que veamos las promesas
de Dios cumplidas en nuestras vidas y en este mundo? ¿O nos
conformaremos con lo suficientemente bueno que el mundo ofrece aparte de
la Tierra Prometida? Ese fue quizás el mayor pecado de Rubén y Gad. Se
sintieron satisfechos fuera de la perfecta voluntad de Dios, felices con
lo que era físicamente agradable, dejando que sus posesiones dictaran
sus decisiones.
La historia de Rubén y Gad acusa nuestra consciencia, pero también
nos alienta. Es un testimonio del amor inquebrantable de Dios por Su
pueblo, tanto en disciplina como en bendición. Nos muestra que, aunque
podamos conformarnos fuera de la perfecta voluntad de Dios, Él
continuará recompensando nuestra fidelidad. Aunque tendremos que pagar
las consecuencias de nuestras elecciones, el Señor nunca nos dejará ni
nos abandonará. Si usted ha tomado decisiones simplemente buenas en
lugar de esperar por lo mejor de Dios, este podría ser el mejor momento
para dirigir su corazón hacia el Señor, quien anhela darle más de lo que
usted o yo merezcamos.
Bibliografía