¿Sabía usted que algunos árabes en el este de África se ungen con la grasa del león para tratar de adquirir valentía? En el mundo hindú, donde la vaca es sagrada, la mantequilla de la vaca también es utilizada como ungüento. La palabra “ungir” puede significar “untar” o “embadurnar.” También puede significar “derramar.” Desde la antigüedad, los ungüentos mayormente tenían propósito medicinal, pero los hebreos eran conocidos por su frecuente costumbre de unción ritual. En contraste con algunas costumbres basadas en la superstición, los sacerdotes y reyes hebreos practicaban la unción en obediencia a los mandamientos de Dios.
Regresemos a la época de Aarón. Ese primer sumo sacerdote y sus hijos fueron consagrados para funcionar como sacerdotes en Israel. Aarón fue conocido como “el sacerdote ungido,” según Levítico 4:3. Fue ungido con aceite derramado sobre la cabeza (Lev. 8:12). Ese acto de unción se describe como el acto de consagración o santificación. Para Aarón y sus hijos, la palabra hebrea “kadesh” implicaba “ser apartado” o “ser consagrado” como vasos especiales para la santidad de Dios.
Ese llamado a ser santo delante de Dios también implica, en términos cristianos, que hemos sido removidos del mundo contaminado por el pecado, y hemos sido trasladados a una nueva esfera donde Dios es Rey. Se puede decir que los ungidos hemos sido incluidos en la familia de Dios, y Su carácter es compartido con todos Sus hijos.
Derramado Sobre la Cabeza
Leemos en Éxodo 29 una descripción muy gráfica de cómo la sangre de un carnero fue untada sobre Aarón y sus hijos. El verso 20 describe cómo el lóbulo de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha, y el dedo grande del pie derecho de cada uno de ellos fueron untados con sangre. Según la tradición judía, al enfatizar la oreja, la mano y el pie del sacerdote, se interpreta que éste debe escuchar al pueblo (oreja), actuar en su beneficio (mano), y estar parado junto al pueblo (pie).
Otra tradición dice que la unción de la oreja, el pulgar y el dedo grande del pie representan la expiación de Aarón por su participación en la catástrofe del Becerro de Oro. Su “oreja” escuchó la verdad, pero la ignoró. Su “pulgar” se refiere a la manera en que sus manos, previamente dedicadas al Señor, participaron en ese acto de idolatría. Finalmente, el “pulgar del pie” implica que los pies de Aarón lo condujeron a realizar ese acto pecaminoso, en lugar de andar en lo sagrado.
Sea cual fuere la intención de Dios, ambas interpretaciones enfatizan la gran importancia que el Señor adjudica a la santidad y la rectitud de quienes han sido ungidos.
Antes de que los sacerdotes se pusieran las vestiduras sagradas, atravesaron el ritual de la purificación por medio de un sumergimiento total en agua. Como último detalle, Aarón se puso la diadema o corona sagrada como señal de sumo sacerdote (Éx. 29:4-9). La ceremonia completa duró siete días, incluyendo el proceso de purificación y ordenación, según también leemos en los capítulos 8 y 9 de Levítico.
Entonces Moisés derramó el aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón. “Es como el óleo precioso sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende hasta el borde de sus vestiduras. Es como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí mandó el SEÑOR la bendición, la vida para siempre” (Sal. 133:2-3).
Como es costumbre de los comunicadores hebreos, el autor del salmo anterior escogió una ilustración visual para representar su mensaje. En esa ocasión, escogió el majestuoso monte Hermón en Israel, que está casi siempre cubierto de nieve. Comparó el aceite de la unción con el rocío de Hermón. Dijo que el aceite bajó sobre la cabeza de Aarón, corrió sobre su barba y cayó sobre sus sagradas vestimentas sacerdotales. ¡Qué cuadro tan espectacular!
Sin embargo, ese evento fue más que un simple hecho histórico. Fue mucho más profundo. Yeshúa (Jesús) se refirió a ese tipo de unción cuando dijo: “No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume” (Luc. 7:46). Dios dijo a Moisés que ungiera y consagrara a Aarón y sus hijos (Éx. 30:30). El propósito del ungimiento era específico: “para que me sirvan como sacerdotes.” Esa unción fue una “consagración al Señor.” Habían sido llamados por Dios para ser ministros, pero primero necesitaban Su unción.
Los reyes y los profetas también debían ser ungidos. Dios dio unas claras instrucciones a Elías: “Y el SEÑOR le dijo: Ve, regresa por tu camino al desierto de Damasco y cuando hayas llegado, ungirás a Hazael por rey sobre Aram; y a Jehú, hijo de Nimsi, ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo, hijo de Safat de Abel-mehola, ungirás por profeta en tu lugar” (1 Reyes 19:15-16).
Frecuentemente, los profetas eran reconocidos por esa unción física, que confirmaba lo que sucedía de manera espiritual. A veces se les denominaba como “los mesías” o “los ungidos.” Cuando David trajo el arca del pacto a la tienda que había preparado para ello, fue un momento muy sagrado. Luego vemos la siguiente exhortación: “No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas” (1 Crón. 16:22).
También existe la unción de algún objeto para santificarlo y dedicarlo al servicio religioso. (Vea Génesis 31:13; Éxodo 30:26-28). Noemí dijo a Rut: “Lávate, pues, úngete y ponte tu mejor vestido…” (Rut 3:3). Noemí le dio esa instrucción para causarle una buena impresión a Booz. No era asunto de pintarse como Jezabel, sino que se pusiera su mejor vestido para presentarse ante Booz de manera correcta y apropiada. Aunque el propósito era sólo el de crear una buena apariencia física, nos recuerda cómo debemos preparar nuestros corazones de manera espiritual para encontrarnos con Dios.
En el Nuevo Testamento, encontramos otra razón para la unción. Los apóstoles aplicaban el aceite de unción cuando oraban por los enfermos: “Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban” (Mar. 6:13).
Unción Espiritual
Es más fácil comprender la aplicación espiritual si partimos de lo físico. Consideremos lo que significa la unción espiritual en base a lo anterior. Hay un verso bíblico muy poderoso, muy relacionado con el ministerio de Yeshúa: “El Espíritu del Señor esta sobre mi, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos…” (Luc. 4:18/Is. 61:1).
El comentarista Matthew Henry dice que esos pasajes describen la totalidad de la obra que vino Jesús al mundo a realizar: “[El texto en Lucas 4 explica], primeramente, cómo [Jesús] estaba cualificado para la obra: El Espíritu del Señor está sobre mi. Todos los dones y bendiciones del Espíritu le fueron conferidas, no limitadamente, como sobre algunos profetas, sino sin medida (Jn.3:34). Él vino en el poder del Espíritu (v.14). En segundo lugar, [el texto explica] cómo fue comisionado: porque me ha ungido, y me ha enviado. Sus extraordinarias cualidades resultaron en una comisión. El ser ungido significa tanto el haber sido preparado para la obra, como el haber sido llamado para la misma. Dios unge a los que envía para un servicio. ‘Debido a que me ha enviado, también ha enviado conmigo a Su Espíritu.’ En tercer lugar, [Lucas 4 explica] el tipo de obra que vino a hacer: Estaba cualificado y comisionado para ser un gran Profeta,…un gran Médico…, y un gran Redentor….”
Yeshúa recibió la totalidad del Espíritu durante Su momento de unción, y Dios puede proveernos unciones semejantes. El hecho importante es que el Espíritu del Señor es quien capacita y unge a Su pueblo para el Reino. “Juan dio también testimonio, diciendo: He visto al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y se posó sobre El. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: "Aquel sobre quien veas al Espíritu descender y posarse sobre El, éste es el que bautiza en el Espíritu Santo"” (Jn. 1:32-33).
Hechos 4:27 describe cómo Herodes y Poncio Pilato se juntaron “…contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste…” La importancia de que todos seamos ungidos fue enfatizado por el apóstol Pablo: “Ahora bien, el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía” (2 Cor. 1:21-22). Por lo tanto, en Yeshúa hemos sido ungidos. Pablo dice que también hemos sido “sellados.” En esa época paulina, un documento sin sello no tenía evidencia de autenticidad. Es el sello del Espíritu lo que nos otorga también a nosotros Su autoridad. Por el poder de Dios, somos ungidos y santificados por Él para ser reyes y sacerdotes Suyos.
Lecciones sobre los Ingredientes del Aceite
El aceite es símbolo del Espíritu Santo. La palabra “símbolo” viene del griego, y literalmente significa “tirar juntos,” pero actualmente indica un objeto que es utilizado para representar a otro. ¿Cómo es que esta palabra viene a simbolizar el Espíritu Santo?
Encontramos una clave interesante en Éxodo 30:20-25:“Habló el SEÑOR a Moisés, diciendo: Toma también de las especias más finas: de mirra fluida, quinientos siclos; de canela aromática, la mitad, doscientos cincuenta; y de caña aromática, doscientos cincuenta; de casia, quinientos siclos, conforme al siclo del santuario, y un hin de aceite de oliva. Y harás de ello el aceite de la santa unción, mezcla de perfume, obra de perfumador; será aceite de santa unción” (Éx. 30:22-25).
Primero que nada, el Señor insistió en utilizar “las especias más finas.” Eran costosas, excepcionales y de gran valor. Cuatro especias componen el aceite de la unción: mirra líquida, canela, caña o cálamo aromático, y casia, además de un poco de aceite de oliva. De esa forma, el perfume tiene cinco ingredientes, y el número cinco, en tradición bíblica, representa la gracia de Dios. No podemos ganarnos la unción por nuestro propio esfuerzo, pero Dios es grande en misericordia y gracia, y nos da Su unción según nos entreguemos en sumisión a Él. A pesar de nuestras debilidades, podemos tener victoria sobre el Enemigo, porque el Señor es fiel a Su familia espiritual.
Dios fue muy específico cuando declaró los ingredientes para el aceite de la unción. No se podía utilizar para otra cosa. Era consagrado únicamente para uso en el Templo. Consideremos el significado de cada uno de esos ingredientes.
Mirra
El nombre de “mirra” en hebreo viene de la palabra que significa “amargura.” Todavía hoy día, la resina del arbusto de mirra se puede utilizar en ungüentos medicinales. En tiempos antiguos, era muy importante para la elaboración de perfumes e incienso, y tenía mucho más valor que el oro. Por lo tanto, la mirra nos habla de una fragancia amarga.
Como la mirra tiene propiedades curativas, representa la sanidad y purificación espiritual como parte de la unción del creyente. “Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego” (Mat. 3:11).
El ser ungido por Dios no es meramente una experiencia momentánea. Es también un proceso de purificación a través del fuego que todos tenemos que experimentar. Su fuego no nos destruye, sino que es un continuo proceso de Su gracia para santificar nuestras vidas. “Por tanto, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, santificado, útil para el Señor, preparado para toda buena obra” (2 Tim. 2:21).
No debemos temerle a la purificación, porque es necesaria para que estemos bien con Dios. Tenemos acceso al Espíritu Santo, quien es nuestro Consolador, y podemos hallar consuelo y ánimo en Él sin importar cuán difícil sea el proceso de purificación. Equivocadamente, podríamos estar reprendiendo alguna obra de Satanás en nuestras vidas sin saber que es una oportunidad provocada por Dios para trabajar en nuestros corazones, y así ser purificados.
La mirra tiene una característica interesante. Cuando es quemada, no se derrite, sino que se agranda y se fortalece. Su olor es semejante a la vainilla. Antiguamente era quemada durante funerales para disipar el olor a la muerte. ¿No es interesante que una especia con tales atributos forme parte del aceite de la unción?
Canela
La enciclopedia en internet “Wikipedia.com” describe la canela de la siguiente manera: “La canela ha sido conocida desde tiempos remotos, y era altamente valorada entre las antiguas naciones por ser un regalo digno de monarcas y otros poderosos.” Era una especia muy valiosa y muy difícil de obtener.
Dios nos ha hecho un llamado, y requiere que nos sacrifiquemos. Tenemos que determinar que nuestra relación con Dios sea lo más valioso en nuestras vidas. No podemos conformarnos con simplemente lo bueno, sino esforzarnos por lo mejor. Cuando Dios nos unge, podría implicar que tengamos que perder nuestro hogar, nuestras amistades y nuestra carrera. Posiblemente ese sea el precio que tengamos que pagar para obtener la fragancia de la canela. “Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla?” (Luc. 14:28).
Recientemente asistí al Congreso Mundial de Difusores Cristianos Unidos en Pretoria, Sudáfrica. Durante el último día de actividades, Carl Roos, un gran conferencista de motivación preguntó: “¿Quién navega tu vida?” Muchos respondieron que Jesús o el Espíritu Santo. Roos respondió: “Usted es el navegador de su vida. Cada cual toma las decisiones que definen su éxito” ¿Ha tomado usted su decisión? ¿Ha calculado el costo? La fragancia de la canela es muy costosa, pero vale la pena lo que tenga que sacrificar para Dios.
Caña o Cálamo Aromático
La caña o el cálamo aromático es una hierba con hojas alargadas como espadas, y flores amarilla-verdosas. Crece a una altura de como diez pies de alto. Para extraer su esencia, el cálamo debe ser quebrado y triturado. Luego imparte su dulce fragancia. ¿Sabe lo que eso implica? Mientras más se tritura el cálamo, más fragancia esparce.
“…Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra” (Is. 66:2b). El ser contrito de espíritu significa el ser afligido. Creo que la mayoría de nosotros comprendemos bien lo que es ser afligido delante de Dios. Pero no debemos quedar tan quebrantados hasta el punto de perder el gozo de la salvación.
Considere lo que dice Marcos 14:3: “Y estando Él en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de nardo puro; y rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús.” La mujer tenía un frasco de perfume costoso, probablemente reservado para derramar sobre su esposo el día de su boda. En su lugar, escogió ungir a Yeshúa. Para poder abrir el frasco, lo tuvo que romper. Ese quebrantamiento es el proceso por el cual nos damos en entrega al Señor. Esa mujer entregó su más valorada posesión, y de ese regalo se produjo una gran fragancia en su relación con Él.
No nos podemos quedar en el quebrantamiento, sino que debemos dejar sanar nuestras heridas y continuar nuestra vida con gozo. “Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Cor. 4:8-10).
Por lo tanto, la canela habla de fragancia, pero no se consigue sino a gran precio. Le costó a Yeshúa la vida en el Calvario, y le costará a usted su apego al mundo. A cambio, usted conocerá la fragancia del Señor.
Casia
Actualmente, lo que más comúnmente compramos por canela es realmente casia. Los dos son muy parecidos y, en cierta manera, relacionados. La palabra hebrea para casia viene de la raíz “kadad”, que significa “doblegarse, inclinarse o encorvarse.” Es apropiado decir que los que han sido ungidos por el Señor se han inclinado humildemente ante Él. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El os exalte a su debido tiempo” (1 Ped. 5:6).
Tenemos un enemigo que intenta quitar nuestra unción. Si comprendemos que la unción significa estar bañado con la presencia de Dios, no es difícil comprender por qué el Enemigo procura contaminar esa experiencia. El Enemigo trata de destruir a los ministros, ministerios e iglesias, procurando extinguir el fuego del Espíritu de Dios. A menudo nos tienta por medio del orgullo y la arrogancia, lo cual produce resistencia al Señor y Su aceite de unción. La casia nos recuerda que debemos inclinarnos humildemente ante el Rey.
“Sino que al SEÑOR, que os hizo subir de la tierra de Egipto con gran poder y con brazo extendido, a El temeréis y ante El os inclinaréis y a El ofreceréis sacrificios” (2 Rey. 17:36). “Venid, adoremos y postrémonos; doblemos la rodilla ante el SEÑOR nuestro Hacedor” (Sal. 95:6). Esa no es una posición de fracasado. Es señal de sumisión ante el gran Creador del Universo. Nos da la unción para mantener a Satanás bajo nuestros pies. “Y el Dios de paz aplastará pronto a Satanás debajo de vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros” (Rom. 16:20).
Aceite de Oliva
Por casi cualquier lado en Israel se pueden observar las antiguas prensas de oliva, unas piedras pesadas que se utilizaban para exprimir las olivas y extraer su aceite. El aceite extraído corría por un canal hacia unas vasijas, donde era recogido y almacenado. La lección que podemos aprender de la prensa de olivas es muy evidente. Yeshúa fue probado en el desierto. Durante cuarenta días y noches, mientras ayunaba en el desierto, Satanás lo tentó (Mat. 4:1-11). Luego de ese período de prueba en el desierto, Yeshúa salió y comenzó Su ministerio. ¿Cómo ha soportado usted su momento de prueba? ¿Ha permitido que el Señor ponga a Satanás bajo sus pies?
Luego de la prueba inicial viene la unción. Esa unción tiene su precio: el Señor debe ser primero en su vida. Cuando haya hecho esa determinación, el Señor comienza el proceso de mezclar los ingredientes del aceite o perfume de unción. “Y harás de ello el aceite de la santa unción, mezcla de perfume, obra de perfumador; será aceite de santa unción” (Éx. 30:25).
Para experimentar la unción del Señor, no podemos estar procurando nuestra propia gloria; no podemos utilizar trucos ni acrobacias. En Éxodo 30:22, Dios dice que no se deberá derramar Su aceite de unción sobre carne o piel humana a modo de perfume cualquiera. Igualmente, si procuramos la unción según la carne, para nuestra vanagloria, fracasará. “¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño. Ese recibirá bendición del SEÑOR, y justicia del Dios de su salvación” (Sal. 24:3-5). El deseo de nuestro corazón debe ser glorificar a Dios para que pueda lograr Sus propósitos.
Mi oración es que todos alcancemos la altura de nuestro amado salmista cuando dijo en Salmos 92:10: “…he sido ungido con aceite fresco.”
Por Ron Ross, Puentes para la Paz
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