Si usted menciona la palabra "fariseo" a un cristiano, la mayoría inmediatamente pensará en alguien "hipócrita" o legalista." Muchos pensarán que el fariseo moderno es aquel que "dice y no hace," según Mateo 23:2-3. Pero pocas veces se da cuenta que, como resultado del estudio disciplinado de los fariseos, el mundo puede conocer al Dios bíblico. Por siglos, los judíos han compartido la doctrina del monoteísmo con los gentiles, según creen en el Shemá: “Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es” (Deut. 6:4).
Yeshúa (Jesús) sustentó esa creencia, afirmando que tal declaración es la más importante de todas las verdades. Citó el verso directamente de la Torá cuando dijo: “Jesús respondió: El más importante es: ‘Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es’” (Marcos 12:29). Muchos creen que las enseñanzas de Yeshúa y los autores del Nuevo Testamento eran originales, recibidas directamente por el Espíritu Santo. Eso es cierto, pero algunas de sus enseñanzas ya existían desde antes, procedentes de antiguas fuentes judías y del Antiguo Testamento.
Yeshúa y el Talmud
Aunque el Talmud (comentario rabínico y tradicional judía sobre las Escrituras Hebreas) fue compilado entre los años 200 y 500 d.C., existía una colección de enseñanzas que recitaban los rabinos antes y durante el tiempo de Yeshúa. Muchas de las citas en el Talmud (incluyendo algunos que vivieron luego del primer siglo), reflejan antiguas enseñanzas e interpretaciones de las Escrituras. Por ejemplo, el rabino Yonatan ben Yosef dijo: "Pues es santo para ti; ha sido puesto [el shabat] en tus manos, no tú en sus manos" (Yoma 85b). De manera semejante, Yeshúa dijo: “El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Marcos 2:27).
Las enseñanzas talmúdicas de los fariseos dicen: "Uno que mira con lujuria el dedo más pequeño de una mujer casada, es como si hubiese cometido adulterio con ella" (Kallah, Cap. 1). Yeshúa enseñó algo parecido: “Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:28). La lista es interminable. Muchas enseñanzas de Yeshúa que encontramos en Mateo 5:21-22, 45; 6:7; 11:25; 23:8; 25:40, 45, etc., pueden hallar su paralelo en el Talmud de los fariseos.
Lo mismo es cierto respecto a muchas enseñanzas de los apóstoles. Por ejemplo, los fariseos enseñaban que cada hombre es sacerdote del hogar. Ese tema es parte de lo que enseñó el apóstol Pedro, quien describió a los cristianos como "sacerdocio santo" (1 Pedro 2:9). Los fariseos también enseñaban que el hogar era tan sagrado como el Templo. Los cristianos no podemos contradecir eso. Es muy triste cuando una persona adopta una actitud cuando está en la Iglesia, y otra cuando está en el hogar.
También expresándose farisaicamente, el apóstol Pablo denominó la Palabra de Dios como la "espada del Espíritu" (Efesios 6:17). Su enseñanza era directa y aguda. El libro de Hebreos usa una descripción similar: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Cuando se acusaba a los fariseos de ser separatistas, Pablo dio la misma instrucción. “‘Por tanto, salid de en medio de ellos y apartaos,’ dice el Señor; ‘y no toqueis lo inmundo, y yo os recibiré’” (2 Corintios 6:17). La fe en Dios debe marcar al creyente como alguien diferente, como alguien "no de este mundo." Tanto el fariseo como el cristiano deben distinguirse de las personas de este mundo.
Los Separados para Dios
El nombre "fariseo" viene del hebreo perushim (los separados). Se lee en el Midrash (porción del Talmud): "Como Yo estoy separado, estén ustedes separados." Levítico 11:44 dice: “...sed santos, porque yo soy santo...” Luego, Esdras 10:11 declara: "...separaos de los pueblos de esta tierra..." De esa manera vemos que el compromiso de los fariseos de ser diferentes no era una cosa inusual, sino el resultado de un corazón obediente.
Pero los fariseos también se oponían abiertamente a Yeshúa y Su ministerio, y en los evangelios, Yeshúa habló severamente de ellos. “¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera también quede limpio” (Mateo 23:26). Sin embargo, quizás hemos malinterpretado Su crítica. El rabino mesiánico David Rosen dijo: "Cuando Jesús criticaba a los fariseos, lo hacía como un rabino criticando a otro rabino, diciendo, '¡Ustedes rabinos están negando lo que son! Precisamente porque son rabinos, ustedes deben saber mejor que los demás, y su pecado es mayor.'
Desde mi perspectiva tradicional judía de que los fariseos eran los maestros del judaísmo rabínico, Jesús no estaría criticando a todos los fariseos; especialmente, como me parece, si Él era parte de esa misma comunidad. De hecho, me parece que sería incorrecto deducir que estaba dirigiéndose a todos los fariseos; eso implicaría que Jesús estaba juzgando y estigmatizando a toda la comunidad, lo que iría en contra de los valores religiosos más sublimes que predicaba. Por eso, estoy convencido de que Jesús criticaba sólo a algunos fariseos, no a todos los fariseos."
El catedrático cristiano Brad H. Young, quien posee un maravilloso entendimiento de este tema, escribió: "Los fariseos criticaban la hipocresía dentro de sus propios rangos. Ellos procuraban la verdadera renovación espiritual. Quizás sería mejor ver la crítica de Jesús de esa misma manera. Él tenía la esperanza de que Su crítica pudiese ocasionar una revitalización espiritual dentro del movimiento farisaico. El hecho de que señaló específicamente a los fariseos, y les exigió un despertamiento espiritual de santidad que fluía desde el interior, junto con el exterior, debe significar que Jesús estaba cerca de los fariseos en enseñanza y práctica. De hecho, casi todas las religiones tienen una tendencia natural de anhelar un alto nivel de conducta moral, mientras algunos miembros de los fieles no alcanzan los estándares teóricos. Por la manera en que los maestros y educadores cristianos critican a los fariseos, es realmente cuestionable si esos mismo líderes eclesiásticos viven en privado lo que predican y viven en público."
De la misma manera, también hay cristianos “ciegos.” El apóstol Santiago aconsejó a los de su día que se arreglaran con Dios. “Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Sant. 4:8). Aunque los maestros del primer siglo exhortaban a sus miembros para que procuraran la santidad, eso no significaba que toda la Iglesia vivía en pecado. Simplemente exhortaban a los nuevos cristianos para que procuraran imitar las características de Dios.
Ciertamente, Yeshúa describió a los fariseos en los términos menos halagadores posibles. “El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos” (Lucas 18:11). Condenaba su orgullo de manera muy contundente. Pero por otro lado, Gamaliel, un fariseo muy respetado de mitad del siglo primero, evitó que Pedro y los demás apóstoles fuesen castigados (Hechos 5). También discipuló a Pablo (entonces Saulo), quien abiertamente hablaba sobre sus raíces farisaicas (Hechos 23:6; Fil. 3:5), y describió a los fariseos como “la secta más estricta de nuestra religión” (Hechos 26:5).
Judaísmo durante tiempos de Yeshúa
Existían cinco sectas en el judaísmo durante el ministerio de Yeshúa: los fariseos, los esenios, los saduceos, los zelotes, y los seguidores de Juan el Bautista. El Nuevo Testamento no hace mención de los esenios. Ellos se consideraban ser “hijos de la luz,” en contraste con los “hijos de las tinieblas.” Miembros de la comunidad vivían de manera muy rigurosa y disciplinada, esperando que Dios pronto interviniese decisivamente en el curso de la historia. Ellos creían que toda la vida estaba predestinada. También creían que el sumo sacerdote del Templo en Jerusalén fue elegido bajo circunstancias nebulosas, y por eso rechazaban todo su servicio en el Templo.
Se cree que el término de “saduceo” proviene del nombre del sumo sacerdote Sadok, quien sirvió durante tiempos del rey David. El grupo era compuesto principalmente de la clase alta helenizada, y procuraban crear una vida comunitaria estable. Ellos creían que las personas tenían total libre albedrío, y no creían en la vida después de la muerte. Reconocían las escrituras de Moisés, pero no la Ley Oral, cosas que alegadamente habló Moisés, pero no anotadas por él. (Fueron redactadas luego, tomando el nombre de la Mishná.) Los saduceos creían que los fariseos enfatizaban demasiado la tradición. Tenían una poderosa influencia sobre el Sanedrín, los jueces judíos quienes constituían la corte suprema y el cuerpo judicial de la antigua Israel.
Los zelotes eran apasionadamente nacionalistas, y peleaban contra los enemigos de Israel con puño y espada. Más tarde en la historia, los zelotes organizaron una revuelta y resistencia armada contra los romanos. Los últimos zelotes murieron sobre Masada en 73 d.C., donde fue aplastada dicha rebelión. Simón, uno de los discípulos de Yeshúa, era zelote.
En cuanto al origen de los fariseos, los teólogos continúan debatiendo el asunto sin llegar a una conclusión definitiva. Algunos dicen que su secta comenzó en tiempos de Esdras, como en el año 450 a.C. La fuente judía “Sabiduría de Josué” es un documento que hace referencia a los fariseos alrededor del 250 a.C. Otra opinión es que el grupo surgió un poco después de la Revuelta de los Macabeos (167 a.C.) de un grupo llamado los hasideanos. Se les llamaba “los fieles,” porque protegían la vida judía de la influencia cultural griega, razón por la cual también se opusieron a los gentiles en la Iglesia varios años más tarde.
Durante la Revuelta de los Macabeos, los hasideanos se oponían a sus líderes quienes violaban la ley judía. Debido a su profunda pasión por la pureza levítica, eventualmente se separaron de la nación y formaron varios grupos, incluyendo el de los esenios y posiblemente los fariseos. Su influencia fue poderosa por casi cien años, aunque nunca procuraron el poder político. Cuando llegó Yeshúa, los fariseos eran los de mayor influencia en el pensamiento religioso. El historiador Josefo, también fariseo, dijo que tenían “mucha influencia entre el pueblo; todas las oraciones y los ritos sagrados de adoración a Dios eran realizadas según su exposición.” Josefo recalcó que eso ilustraba “la excelencia de los fariseos” y la alta estima que tenían entre el pueblo.
Según Jewish Encyclopedia [Enciclopedia Judía], los fariseos formaron una hermandad llamada javurá, admitiendo solamente a quienes, en presencia de tres miembros, juraban lealtad a la observación más estricta de pureza levítica. Dicha decisión exigía el rechazo del Am haAretz, o la ignorante clase baja, los infieles. Ese compromiso con la pureza levítica y el rechazo del Am haAretz produjo conflicto entre los fariseos y la Iglesia luego de que Yeshúa se reuniera con el Padre. Ellos tenían un serio problema con la entrada de los gentiles a la comunidad, y rehusaron recibirlos sin la requerida circuncisión ritual.
Los fariseos tenían que cumplir con los diezmos y las instrucciones bíblicas dadas a los sacerdotes. Dentro del fariseísmo, los escribas eran personas estudiosas, pero la mayoría del grupo eran personas comunes del pueblo. Ellos creían en la intervención divina en sus vidas y en la comunidad. Contrario a lo que comúnmente pensamos, los fariseos no enseñaban que uno lograba la salvación por guardar la Torá, sino que la Torá debe ser guardada porque es la máxima revelación de Dios. Eso debió ser la motivación tras el mensaje del apóstol Juan: “Nosotros le amamos, porque El nos amó primero” (1 Juan 4:19). Los fariseos también seguían la Ley Oral, compromiso que hacían los fariseos con las tradiciones judías de generación en generación.
Fueron los fariseos quienes mantuvieron unido al pueblo judío luego de la destrucción del Segundo Templo. El pueblo judío que no había aceptado a Yeshúa como el Mesías atravesó enormes dilemas, como: ¿De qué manera se podía lograr expiación por los pecados sin el Templo? ¿Cómo se podía explicar el desastroso resultado luego de la revuelta? ¿Cómo vivir en un mundo romanizado luego de la destrucción del Templo? ¿Cómo relacionar el presente con las pasadas tradiciones? Los diversos grupos sectarios comenzaron a desaparecer durante esos tiempos, pero los fariseos dieron lugar al nuevo judaísmo rabínico. Una historia dice: “El Templo está destruido. Ya no presenciamos su gloria. Pero el rabino Josué la vio. Y cuando un día miraba al Templo en ruinas, rompió en sollozos. ‘¡Ay de nosotros! ¡El lugar que expiaba para los pecados de todo el pueblo Israel ahora yace en ruinas!’ Entonces el rabino Yohanan ben Zakai le habló estas palabras consoladoras: ‘No te aflijas, hijo mío. Hay otra manera de lograr la expiación, aunque el Templo está destruido. Ahora debemos alcanzar la expiación ritual por medio de actos de misericordia.”
Algunos comentaristas judíos dicen: “La dedicación de la comunidad farisaica en debatir [las Escrituras] como rasgo honroso, en lugar de [aceptar opiniones] como producto del sectarismo, emergió como la característica distintiva del judaísmo rabínico.”
Hillel y Shammai
La Escuela de Hillel y la Escuela de Shamai eran las divisiones principales dentro del fariseísmo. El rabino Hillel era abuelo de Gamaliel, autoridad influyente en el Sandrín y maestro ilustre de Saúl, quien luego sería el gran expositor cristiano llamado Pablo. Hillel vivió alrededor del 20 a.C. Era de la línea de David, y su conocimiento y sabiduría grandemente impactó el judaísmo y cristianismo en las décadas subsiguientes.
La Enciclopedia Ilumina dice: “Hay muchas historias que describen el carácter de Hillel, ilustrándolo como un hombre de gran humildad y extrema paciencia, que procuraba la paz aún a expensas de la verdad. Usualmente lo contrastan con su colega Shammai, quien es ilustrado como un hombre impaciente y de mal temperamento. La historia más famosa cuenta de un pagano que se acercó a Shammai para convertirse al judaísmo, con la condición de que le enseñara toda la Ley mientras estuviese parado en una pierna. Shammai lo rechazó, y entonces el pagano buscó a Hillel. Hillel le respondió: ‘Lo que no quieres que te hagan, no lo hagas a tu prójimo; esa es toda la ley, y el resto es comentario. Ahora ve y apréndelo.’ [Talmud Babilónico, Shabbat, 31a]. En Mateo encontramos lo que los cristianos llamamos la Regla de Oro, que dice: “Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas” (Mateo 7:12).
Existen numerosos relatos en el Talmud que recalcan la lucha entre dichos maestros de la Torá. Brad Young también escribió: “La actitud de Hillel era más aceptable a Dios. Su paciencia y temperamento bondadoso eran legendarios en la literatura talmúdica. Se recuerda a Shammai por su corta paciencia e irritación cuando le hacían preguntas impertinentes.” También se reconocía a Shammai por su estricta interpretación de las Escrituras, y creía que se debería hacer una marcada separación entre los judíos y los gentiles. El Talmud dice que cuando declaraba una ordenanza contraria a la opinión de Hillel, el día era “tan gravoso para Israel como el día en que se hizo el becerro [de oro]” (Shabbat, 17a). Con más frecuencia, Yeshúa prefería la Escuela de Hillel que la de Shammai. Claro está, uno de los alumnos mejor conocidos de la Escuela de Hillel lo era Pablo, y es importante que recordemos eso.
En la introducción del libro de Brad Young, Paul, the Jewish Theologian [Pablo, el Teólogo Judío], el rabino Dr. Burton Visotzky escribió: “Al enfocar solamente en las misiones de Pablo entre los gentiles, al ignorar su trasfondo farisaico y sus profundas raíces judías, la Iglesia se aleja de su base en el judaísmo, aún cuando [la Iglesia] alega ser la verdadera Israel... Cada judío reconoce que Pablo era fariseo de corazón. Aunque es posible que su mensaje no sea igual que el más moderno judaísmo rabínico, porque ningún judío rabínico distinguiría entre la fe y las obras, las raíces farisaicas de Pablo son muy claras. Eso no es sólo por las propias referencias de Pablo respecto a su educación farisaica, sino también por la esencia de su predicación y enseñanza. Nos conviene a todos, tanto cristianos o judíos, que recordemos que surgimos de la misma base bíblica de la Israel bíblica.”
Sentados en la Cátedra (Asiento) de Moisés
La parábola del fariseo y el colector de impuestos durante la oración es muy provocativa (Lucas 18:10-14). Las cualidades que uno pudiera atribuir a un colector de impuestos, Yeshúa los adjudicó al fariseo. Sin embargo, el colector de impuestos era más frecuentemente malvado y siniestro, mientras que el fariseo era usualmente un pilar de rectitud. Por lo tanto, muchos teólogos opinan que el poder de dicha parábola consiste en su inversión de roles.
Sin embargo, en Mateo 23:2-3, Yeshúa apoyó a los fariseos cuando dijo: “Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen...” En esos tiempos, los que ocupaban la cátedra o asiento de Moisés eran maestros de gran altura. Se les otorgaba mucha honra al interpretar la Ley de Moisés. Yeshúa aconsejó a la gente que obedeciesen las interpretaciones bíblicas de los escribas y los fariseos, pero les advirtió que no siguieran su ejemplo: “pero no hagáis conforme a sus obras.” Yeshúa frecuentemente señalaba que los fariseos no vivían según la Ley de Moisés (Mateo 15:3-6; 23:4; 16-22).
Cuando los cristianos hablamos acerca de los fariseos modernos, nos referimos a personas legalistas, pero olvidamos el endoso divino a su autoridad para interpretar las Escrituras. Brad Young también comenta: “Algunos cristianos quieren que el cristianismo se desligue totalmente de cualquier vestigio de judaísmo antiguo.” El hecho es que Yeshúa frecuentemente enseñaba usando antiguas fuentes judías, y siempre afirmaba la Torá. Algunos se burlan de la enorme diligencia y el esmero en que el pueblo judío vive su fe. Young lo explica así: “Pequeñas medidas de amor, perdón y reconciliación hacen que el poder sanador del reino de Dios sea liberado en medio de un mundo en sufrimiento. El aprender teología no es suficiente; el discípulo de Jesús debe caminar en obediencia. El verdadero cristianismo que honra la vida y las enseñanzas de Jesús deben estar arraigadas en lo mejor del verdadero judaísmo.”
Concluiremos nuestra discusión con las palabras de Yeshúa: “No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla. Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:17-20). Los cristianos pueden apreciar mejor a los fariseos; y nosotros, como los fariseos, debemos hacer más que meramente enseñar teología – la debemos vivir.
Por Ron Ross
EXCELENTE. ESTO PERMITE SEPARAR ALGUNOS DOGMATISMOS.- ÉXITOS
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