¡A todos nos gusta una buena historia! A menudo pensamos acerca de una buena historia en términos de su valor educativo o por su entretenimiento, y la destreza de elaborar y comprender una buena historia ha sido de gran valor para incontables maestros y padres, pastores y predicadores, además de siquiatras y cantineros a través de las edades.
Nuestros antiguos ancestros, y quizás algunos pueblos tribales que todavía existen en otras partes del mundo, se reunían regularmente alrededor de fogatas o en las laderas de los montes para escuchar historias acerca de su pasado, sobre eventos de la vida actual en su comunidad y predicciones en torno a su futuro. Esas historias, por sencillas que fuesen, no tan sólo les ayudaban a manejar mejor la vida diaria, sino que servían para conectarles con su comunidad…pasado, presente y futuro.
En nuestra cultura moderna, el narrador de historias ha sido reemplazado por la televisión. La TV goza de una increíble popularidad, y tiene el mismo atractivo perenne que el narrador de cuentos como vehículo para poder manejar mejor nuestras circunstancias. Millones de personas alrededor del mundo pasan horas cada semana riéndose de sí mismos por medio de las comedias, llorando por sí mismos a través de las novelas trágicas, y apoyando a los participantes en programas de la vida real. Y ciertamente estamos muy atentos a las historias personales que narra el pastor los domingos por la mañana, como el tiempo cuando viró el café sobre la falda de su esposa, o cuando tuvo su primer accidente automovilístico. La habilidad humana de identificarse con las experiencias diarias de un narrador lo ha convertido en una figura clave en cualquier cultura y religión durante toda la historia de la humanidad.
Los que leemos la Biblia podemos atestiguar acerca de la importancia y el impacto de una buena historia. Las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento) y el Nuevo Testamento están repletas de sagas sobre profetas, reyes y personas ordinarias en su diario vivir: aman a los hijos, luchan contra los enemigos, resuelven conflictos con los jefes, y procuran la misericordia de los gobernantes. Dichas historias se desarrollan en la antigua Israel, dentro del contexto de una rica y vibrante cultura judía. Exponen detalles acerca de los sembrados, animales, tierra y estaciones. Tratan asuntos de la vida rutinaria, relaciones humanas y la interacción con Dios. Son intensas y coloridas, diseñadas para entretener y cautivar nuestra atención, y su propósito es enseñarnos sobre los caminos de Dios.
Un Cuadro Pictórico Hebreo
Se utiliza una amplia gama de formas literarias para narrar las historias bíblicas, incluyendo la alegoría, la fábula y la metáfora. Probablemente la favorita, sin embargo, es la parábola. Ese instrumento educativo difiere de los demás en que es simple y creíble, y frecuentemente establece un contraste entre varios aspectos. El significado de la parábola depende del contexto en que se expone. Por medio de ella, podemos comprender la naturaleza y el carácter de Dios. Sus ilustraciones concretas tocan nuestros corazones y desafían nuestras mentes con historias vívidas de personas a medida que responden al amor de Dios. Dichos cuadros pictóricos sobre conceptos espirituales siempre tienen la intención de afectar nuestra actitud y conducta. Como la mente hebrea centra en torno a una respuesta activa, la parábola es diseñada para dirigir la audiencia a una justa acción.
Así como la parábola es frecuentemente utilizada en la Biblia, también es común en el Talmud (colección de tradiciones y comentarios judíos) y otros antiguos escritos hebreos. Los rabinos de esas fuentes extra-bíblicas hacían uso extensivo de dicho método de enseñanza, y sus parábolas, arraigadas en la historia y cultura del pueblo judío, hablan acerca de Dios en manera muy profunda. Las imágenes utilizadas para describir a Dios y Su interacción con el ser humano son parecidas a las que encontramos en nuestras Escrituras. Los rabinos claramente identificaron la parábola como el medio preferido para comprender las verdades y el espíritu de la Torá (Génesis a Deuteronomio). Los sabios compararon la parábola con el mango de una jarra que se puede utilizar para cargar agua hirviendo, o con un cubo que se puede bajar a un pozo para sacar agua sabrosa y fresca.
Algunos han criticado a la parábola como carente de profundidad intelectual, desestimando su enseñanza por ser un medio de instrucción de poco valor. En respuesta, el Talmud señala que una vela de poco valor es importante para hallar una piedra preciosa que se ha perdida. Añade lo siguiente: “Una parábola no debe ser de baja estima en nuestros ojos, porque por ella el hombre alcanza el verdadero significado de las palabras de la Torá.”
La Herramienta Educativa Favorita de Yeshúa
Durante el primer siglo, la gente estaba acostumbrada a las parábolas. Los niños se criaban en la sinagoga escuchando a los rabinos mientras “hablaban en parábolas” y escudriñaban los significados más profundos encontrados allí. Yeshúa (Jesús) surgió como líder religioso y rabino itinerante, siendo producto de esa rica herencia religiosa-cultural. Por tal razón, la parábola era Su herramienta educativa favorita.
En Sus parábolas, Yeshúa empleaba una forma rabínica común de expresar enseñanzas éticas y morales. Treinta y un parábolas, una tercera parte de todas Sus enseñanzas en el Nuevo Testamento, son de ese tipo. Siendo un maestro brillante, Yeshúa utilizaba lo diario y lo mundano para recalcar un mensaje sobre el amor de Dios hacia la humanidad. Utilizaba la parábola para revelar las cualidades divinas de Su Padre, permitiendo que la gente visualizara lo desconocido según el contexto de sus propias experiencias comunes. Proclamaba un mensaje poderoso que exigía tomar una decisión, y les retaba a procurar estándares espirituales elevados según los requerimientos éticos de la Torá. Sin embargo, el Dr. Brad Young explica que las parábolas de los Evangelios deben interpretarse dentro del contexto del judaísmo del primer siglo. Después de todo, Yeshúa era judío, y Sus parábolas representan el judaísmo de Su tiempo. En su libro ‘Las Parábolas’ [The Parables], el Dr. Young dice lo siguiente:
“Aunque las parábolas tienen un mensaje que trasciende el tiempo, la reinterpretación de sus ilustraciones en un contexto nuevo ha distorsionado su significado auténtico. Alegorías muy distantes y enseñanzas directamente opuestas a las de Yeshúa y Su judaísmo han socavado la fuerza de los mensajes que escuchó Su audiencia original.” [Frase traducida por esta traductora.]
En otras palabras, una verdadera comprensión del mensaje en cada una de las 31 parábolas de Yeshúa requiere una mirada más profunda en torno al contexto histórico y cultural en que fueron expresadas. Aunque no tenemos tiempo en este estudio para examinar cada una de ellas, podemos analizar dos importantes pasajes bíblicos que nos ayudarán a comprender muchas de Sus historias.
El Matrimonio en la Resurrección
“Ese día se le acercaron algunos saduceos (los que dicen que no hay resurrección), y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés dijo: "Si alguno muere sin tener hijos, su hermano, como pariente mas cercano, se casara con su mujer y levantara descendencia a su hermano." Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos; y el primero se casó, y murió; pero no teniendo descendencia, le dejó la mujer a su hermano; de igual manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos, murió la mujer. Por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos ellos la tuvieron. Pero Yeshúa respondió y les dijo: Estáis equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios. Porque en la resurrección, ni se casan ni son dados en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo. Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: "YO SOY EL DIOS DE ABRAHAM, Y EL DIOS DE ISAAC, Y EL DIOS DE JACOB"? El no es Dios de muertos, sino de vivos. Al oír esto, las multitudes se admiraban de su enseñanza. Pero al oír los fariseos que Yeshúa había dejado callados a los saduceos, se agruparon…” (Mat. 22:23-34).
Aunque ésta no es una parábola en sí, es ejemplo del uso de eventos en la vida diaria como herramienta para dilucidar el significado más profundo de las Escrituras. Allí, los saduceos intentan entrampar a Yeshúa y hacer que niegue la Torá, creando lo que sería una situación absurda basada en las instrucciones de Deuteronomio 25:5-10.
La clave de la respuesta de Yeshúa alude a las creencias de los saduceos, quienes eran hombres poderosos y adinerados, miembros del sacerdocio y responsables por guardar el judaísmo en el Templo. Ellos solamente reconocían la Torá, o lo que conocemos como los primeros cinco libros de la Biblia, y rechazaban el resto de las Escrituras Hebreas. No creían en la Ley Oral, la que los fariseos consideraban como instrucciones de Dios dadas a Moisés en el Monte Sinaí junto con los Mandamientos. No creían en la resurrección, la vida después de la muerte, los ángeles, los demonios, ni la existencia de un mundo espiritual como lo hacían los fariseos. Los saduceos eran famosos por su orgullo y por frecuentemente ridiculizar las otras sectas del judaísmo de su tiempo.
Claramente, en el texto anterior, los saduceos trataban de marcar una línea en la arena. ¿Este Yeshúa se alinearía con ellos o con los herejes fariseos? Mientras se desarrollan los eventos del relato, debemos recordar que suceden frente a una gran multitud, cientos o miles de personas ordinarias que luchaban por comprender las complejidades del judaísmo del primer siglo y saber lo que tenían que hacer para cumplir con su parte del pacto con el único Dios verdadero. Probablemente esa multitud ya había escuchado ese tipo de discusión antes, porque era común que los saduceos y los fariseos se lanzaran argumentos y acusaciones unos contra otros.
Pero en esta ocasión, los resultados son diferentes. La respuesta de Yeshúa llega claramente al corazón del asunto. Los saduceos no pueden comprender la plena revelación de Dios porque sólo creen en parte de Su Palabra. De hecho, la más profunda manifestación del poder de Dios es la resurrección de los muertos. ¿Cómo podrían aún considerar tal pregunta si rehusaban reconocer la verdad del reino espiritual, incluyendo los ángeles?
En estilo típicamente judío, Yeshúa termina su respuesta con una pregunta: “…¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: "YO SOY EL DIOS DE ABRAHAM, Y EL DIOS DE ISAAC, Y EL DIOS DE JACOB"? El no es Dios de muertos, sino de vivos” (versos 31-32). La multitud se asombra por lo que declara. Quizás su asombro se debe menos a lo que le sucedió con la mujer en la historia que en la capacidad de Yeshúa por silenciar a los saduceos por medio de algunas cortas frases expresadas con poder y autoridad.
El pasaje bíblico nos dice que la noticia del incidente fue rápidamente difundida, y los fariseos pronto se reunieron alrededor de Yeshúa, ese joven rabino más astuto que sus enemigos de tiempo atrás. Miremos ahora una parábola en la que Yeshúa deja anonadados aún a los fariseos.
El Buen Samaritano
“Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Respondiendo él, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Entonces Yeshúa le dijo: Has respondido correcta-mente; haz esto y vivirás. Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Yeshúa: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Yeshúa, dijo: Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino. Del mismo modo, también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión, y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: "Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré." ¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Y Yeshúa le dijo: Ve y haz tú lo mismo” (Luc. 10:25-37).
En la anterior narración, un escriba hace una pregunta, la que probablemente es muy legítima. Era común durante esos tiempos que un discípulo del primer siglo “pruebe” a su maestro, y ese hombre pudo haber sido sincero en su búsqueda. Fíjese que la respuesta a su pregunta requiere acción. No pregunta cómo debe creer, sino qué debe hacer para recibir la vida eterna. Nuevamente, Yeshúa responde a la pregunta de manera típicamente judía: hace otra pregunta.
El joven cita parte del mandamiento más importante, que es el “Shemá,” el principal credo dentro del judaísmo: “…el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es,” según lo encontramos en Deuteronomio 6:4-9. Por ese medio, Yeshúa sabiamente reconoce que la vida eterna se halla en una relación con el único y verdadero Dios, y en el consecuente y activo amor hacia quienes Dios ha creado. Sin embargo, cuando el joven continúa interrogando a Yeshúa, éste responde con una parábola. Demuestra Su destreza como narrador de historias utilizando la cultura y geografía que es familiar para su audiencia.
Yeshúa comienza describiendo la escena de un caluroso y polvoriento camino entre Jerusalén y Jericó, camino muy conocido por los ladrones que asaltan allí frecuentemente a los viajeros. Describe a un hombre poco sabio que anda solo por ese camino, y unos ladrones quienes violentamente lo asaltan y lo dejan casi por muerto.
Debemos interrumpir el relato un momento para examinar algo de la Ley Oral. La condición casi moribunda de dicho hombre en hebreo se llama ‘goses,’ indicando que fue tan golpeado que quedó a punto de morir. Sin embargo, hasta que realmente no esté muerto, debe ser tratado como una persona viva. En el judaísmo, el principio de salvar una vida tiene prioridad sobre cualquier otra ley de la Torá. Por lo tanto, aunque en Levítico 21 se prohíbe el contacto con un cuerpo muerto, el concepto de ‘pikúaj nefesh’ enseña que se permite desobedecer cualquier ley de la Torá con tal de salvar una vida de la muerte.
Cuando el público escucha que el hombre está medio muerto, entiende que la Ley Oral les requiere hacer todo lo posible, hasta dejar a un lado la impureza ritual, para poder salvar esa vida. Cuando el primer hombre, quien es sacerdote y por ende saduceo, pasa de largo sin ayudar al herido, la gente no se sorprende. Un sacerdote no cree en la Ley Oral, y puede justificar su conducta por medio de una interpretación literal de la Torá. Su preocupación por la pureza ritual toma precedente sobre la santidad de la vida. El segundo hombre es un levita, y también es saduceo y parte del sistema del Templo al igual que el sacerdote. Nuevamente, el hombre herido es ignorado por causa de la ley de pureza ritual.
Al llegar a ese punto, la multitud está absorta escuchando la historia. Como los judíos de la antigua Israel estaban más ligadas a las enseñanzas farisaicas que las saduceas, Yeshúa les narra acerca de dos encuentros con su común enemigo, los saduceos. Han tenido la oportunidad de vociferar su desacuerdo y hacer gestos de desaprobación ante la conducta hipócrita del sacerdote y del levita. Ahora esperan con anticipación la introducción del héroe de la parábola, ¡quien debería ser un fariseo, temeroso de Dios y estudioso de la Torá y la Ley Oral!
Pero las próximas palabras de Yeshúa asombran a Su audiencia. ¿Un samaritano? ¿El enemigo detestado tanto por los fariseos como por los saduceos? ¿Sería eso posible? ¿Cómo Yeshúa podría hablar de manera tan favorable sobre esos individuos abominables? ¡Habían pensado que se pondría de su parte! Aquí vemos lo ingenioso de la narrativa de Yeshúa. Si utiliza un samaritano en la historia, puede provocar que cada uno en la audiencia examine sus propios prejuicios a la luz de la Palabra de Dios. ¿Cómo pueden continuar en una actitud orgullosa cuando su héroe es un enemigo, en lugar de uno admirado entre su propio pueblo?
Una vez que han salido de su inicial sorpresa, Yeshúa vuelve a confirmar que un verdadero discípulo de la Torá consistentemente realiza acciones justas. Sin importar lo que pueda creer un samaritano, sus acciones indican una comprensión correcta acerca del valor de una vida humana y la disposición de actuar justamente según los mandamientos de Dios.
Finalmente, Yeshúa hace la pregunta crítica: “¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” Muy sabiamente, el joven reconoce la esencia de la enseñanza de Yeshúa. El amor de Dios es ciertamente ejemplificado por la conducta del samaritano, quien pone a un lado sus rencores étnicos y culturales hacia el judío moribundo con intención de salvar su vida. Según la interpretación adecuada de la parábola, el “prójimo” no es un amigo, una persona religiosa de estima, ni siquiera meramente un samaritano, sino uno cuyos actos demuestran la misericordia. ¿Qué requiere Yeshúa del joven? Para poder heredar la vida eterna, el joven debía ser una persona misericordiosa. Su vida debe ser un testimonio vivo y constante del mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev. 19:18). Tiene que amar al amigo o al enemigo con el mismo amor desinteresado y fiel que derrama Dios sobre cada una de Sus criaturas, quienes poseen Su propia imagen divina.
Como Yeshúa era un experto maestro, acostumbraba enseñar, revelar y enfrentar a Sus seguidores parábola tras parábola. El Mesías de Israel enseñó con poder y autoridad. Ciertamente, cada una de Sus historias tiene un significado universal que toca las experiencias de cualquier persona. Pero las circunstancias específicas en que las parábolas se desarrollan evidencian el judaísmo de Yeshúa y Su mensaje. Cuán esencial es que nosotros, como creyentes modernos, comprendamos ese contexto histórico-cultural. Procuremos con diligencia presentarnos a Dios aprobados, y responder al mensaje de Yeshúa con amor y obediencia, lo cual nos conducirá a acciones justas.
Cheryl Hauer
Bendito sea Adonai nuestro Elohim, por esta ense~anza porque me ayudo acomprender, y me abrio una puerta respecto a las ense~anzas de Yeshua Ha Mashiaj nuestro Adon.
ResponderEliminarEstoy iniciandome en el judaismo mesianico, hantes era cristiano, nunca habia entendido, que, para estudiar las escrituras hay que conocer la cultura e historia, inclusive el idioma. Soy desendiente de judios, pero heramos elnizados.