En el Próximo Oriente, cuando dos desconocidos se encuentran, la conversación normalmente comienza por inquirir el lugar de procedencia: “¿De dónde eres? ¿Dónde vives? ¿Estás casado?” Un abogado Dominicano no te haría ni la mitad de las preguntas que se le hace a un casual extranjero en el Oriente.
Un hombre le hizo preguntas semejantes a Yeshua mientras estaba hablándole a la multitud. Yeshua sabía lo que había en el corazón de este hombre; que lo que éste quería era seguirle debido a su popularidad. Yeshua le dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; más el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.” Otro se acercó y le dijo: “Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.” Esta expresion en Arameo significa, “Tengo que cuidar de mi padre, porque ya es hombre muy viejo.” Y Yeshua le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos.”
Es evidente que el padre de éste hombre no estaba realmente muerto. Si así hubiese sido, el hijo no hubiera sido capaz de estar allí escuchando a Yeshua, y Yeshua no habría podido hablar en esa ciudad ese día, insultando a este hombre y diciéndole: “Deja que los muertos entierren a tu padre.” Nada podría provocar más indignación para un oriental, que decirle una declaración como esta, si el padre de éste realmente hubiese muerto.
De acuerdo a la costumbre en los entierros, los preparativos se hacen en el momento en que los ojos del moribundo se cierran; hay veces que los pacientes se quedan solo inconscientes. Los cadáveres son enterrados en el momento en que la tumba está lista. Si sucede que el hombre fallece por la mañana, se le entierra antes del atardecer; si muere al atardecer, se le entierra antes de que el sol se ponga. No son raras las veces que hombres y mujeres son enterrados vivos.
En algunas ocasiones se levantan de sus ataúdes cuando la procesión se encamina hacia la tumba, mientras los sacerdotes van cantando y los dolientes haciendo lamentación. ¡El muerto vuelve a la vida con un estornudo! Este entierro accidental de hombres y mujeres donde se revive con un simple estornudo ha sido siempre bastante común entre los Asirios y otros pueblos de la antigüedad, que nada comprendían acerca de la ciencia médica moderna.
Los Kurdos, por ejemplo, le parten la espalda al “muerto,” con miedo de que estornude y vuelva a vivir. Creen, cuando así sucede, que son los espíritus diabólicos los que toman posesión del cuerpo fallecido. Los Asirios, sin embargo, les dan una oportunidad más para que vivan. Yo mismo ya asistí al funeral de dos niñas y un hombre que se levantaron de sus ataúdes antes de ser enterrados en la tumba.
Yeshua sabía lo que este hombre quería decir. “Deja que entierre a mi padre” significa en el idioma del Occidente: “Mi padre está muy viejo, tiene más de setenta años. Tengo que apoyarlo hasta que se muera.” Cuando un hombre llega a esta edad se le considera como muerto. Ya no puede trabajar y ha perdido todo el interés en seguir viviendo. Ya no puede ganar y producir. Siente que es un peso y una carga para sus familiares. Le confía, entonces, todas sus cosas al hijo mayor, su primogénito, para que continúe con su posteridad. Ha trabajado y producido con el sudor de su frente, y sustentado y criado a sus hijos. Ahora espera que sus hijos cuiden de él. Uno escucha muy a menudo a los Orientales decir: “!Mi padre está a los pies de la tumba!” o “Mi padre está muy cerca de la tumba.” Si lo tradujéramos literalmente, diríamos: “Mi padre está muerto para el mundo y puesto en el ataúd, y el ataúd está esperando al lado de la tumba para ser enterrado.” Pero lo que realmente significa es: “Mi padre puede morir en cualquier momento. Mi padre es de edad muy avanzada; estoy a espera de que muera cualquier día.”
Normalmente cuando un padre es muy anciano y no se siente bien, su hijo mayor no considera abandonar su casa durante muchos días o emprender un largo viaje, porque el deseo más profundo que tiene el padre de un oriental, es tener a su hijo mayor cerca cuando se aproxima su hora. Nada le produce mayor consuelo a un padre moribundo que mirar a los ojos de su primogénito, el cual tiene que llevar su nombre después de su partida. Cuando se acerca la hora de la muerte, mientras el padre se encuentra en el lecho padeciendo su enfermedad, bendice formalmente a su hijo y le encomienda en sus manos a toda su familia. Y sucede, además, que el deseo del padre es que su hijo sea quien cierre sus ojos cuando fallezca.
Yeshua sopesó toda la responsabilidad que este hombre le debía a su padre, y sabía que el entierro de los padres por sus hijos no era sino una mera costumbre, una tradición más de los ancianos que los llamados Judíos piadosos no quebrantarían.
La palabra Aramea para “muerte” es mitta, y la palabra “ciudad” es matta. Hay solo una mínima diferencia en la pronunciación. Por otro lado, en muchos de los mutilados manuscritos, la pequeña marca que distingue la diferencia entre el significado de estas dos palabras en Arameo, ha sido suprimida, especialmente en casos de falta de cuidado cuando se escribía y debido también a la calidad de la tinta con que se imprimía la transcripción de los manuscritos. Además, en los primeros siglos, la lengua Aramea no poseía vocales. Se podía muy fácilmente confundir el significado de las palabras que eran muy similares en su estructura, especialmente cuando no había académicos ni gramáticos, y cada uno escribía como bien le parecía.
Considere por ejemplo la palabra Aramea tlita, que significa “niña pequeña” y “dormido.” En un caso como este, ni tan siquiera las personas que entienden el Arameo hablado, pueden determinar con precisión lo que Yeshua quiso decir hablándole a la hija de Jairo, tlita kumi, si quiso decir “! Pequeña niña, levántate!” o si dijo “!tú que estás dormida, levántate!” El significado correcto de algunas palabras, tiene que ser determinado solamente por el contexto de la frase o a través de la entonación expresiva.
Así, pues, también lo que suena como un chocante y áspero consejo, lo que verdaderamente quiso expresarle Yeshua al hombre fue que tuviese confianza en las responsabilidades de la comunidad, cuando le dijo: “Deja que los de la ciudad entierren al muerto, hay más familiares y amigos que se ocuparán de eso,” lo que ha sido desafortunadamente mal traducido por “deja que los muertos entierren a sus muertos.”
B"H
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